Capítulo VI

Del cerro de Potosí y de su descubrimiento

El cerro tan nombrado de Potosí está en la provincia de los Charcas, en el reino del Perú; dista de la equinoccial a la parte del sur, o polo antártico, veintiún grados y dos tercios, de suerte que cae dentro de los trópicos, en lo último de la tórrida zona. Y con todo eso es en extremo frío, más que Castilla la Vieja en España y más que Flandes, habiendo de ser templado o caliente conforme a la altura del polo en que está.

Hácele frío estar tan levantado y empinado, y ser todo bañado de vientos muy fríos y destemplados, especialmente el que allí llaman tomahavi, que es impetuoso y frigidísimo y reina por mayo, junio, julio y agosto. Su habitación es seca, fría y muy desabrida, y del todo estéril, que no se da ni produce fruto, ni grano, ni hierba, y así naturalmente, es inhabitable por el mal temple del cielo y por la gran esterilidad de la tierra. Mas la fuerza de la plata, que llama a sí con su codicia las otras cosas, ha poblado aquel cerro de la mayor población que hay en todos aquellos reinos, y la ha hecho tan abundante de todas comidas y regalos, que ninguna cosa se puede desear que no se halle allí en abundancia; y siendo todo de acarreto, están las plazas llenas de frutas, conservas, regalos, vinos excesivos, sedas y galas, tanto como donde más.

La color de este cerro tira a rojo oscuro; tiene una graciosísima vista, a modo de un pabellón igual, o un pan de azúcar; empínase y señorea todos los otros cerros que hay en su contorno; su subida es agra, aunque se anda toda a caballo; remátese en punta en forma redonda: tiene de boj y contorno una legua por su falda; hay desde la cumbre de este cerro hasta su pie y planta mil seiscientas veinticuatro varas de las comunes, que, reducidas a medida y cuenta de leguas españolas, hacen un cuarto de legua.

En este cerro, al pie de su falda, está otro cerro pequeño que nace de él, el cual antiguamente tuvo algunas minas de metales sueltos, que se hallaban como en bolsas y no en veta fija, y eran muy ricos, aunque pocos; llámanle Guayna Potosí, que quiere decir Potosí el mozo. De la falda de este pequeño cerro comienza la población de españoles o indios, que han venido a la riqueza y labor de Potosí. Tendrá la dicha población dos leguas de contorno; en ella es el mayor concurso y contratación que hay en el Perú.

Las minas de este cerro no fueron labradas en tiempo de los Ingas, que fueron señores del Perú antes de entrar los españoles, aunque cerca de Potosí labraron las minas de Perco, que está a seis leguas. La causa debió de ser no tener noticia de ellas, aunque otros cuentan no sé qué fábula, que quisieron labrar aquellas minas y oyeron ciertas voces que decían a los indios que no tocasen allí, que estaba aquel cerro guardado para otros. En efecto, hasta doce años después de entrados los españoles en el Perú, ninguna noticia se tuvo de Potosí y de su riqueza, cuyo descubrimiento fué en este modo.

Un indio llamado Gualpa, de nación Chumbibilca, que es en tierra del Cuzco, yendo un día por la parte del poniente siguiendo unos venados, se le fueron subiendo el cerro arriba y, como es tan empinado y entonces estaba mucha parte cubierto de unos árboles, que llaman quinua, y de muy muchas matas, para subir un paso algo áspero le fué forzoso asirse a una rama que estaba nacida en la veta, que tomó nombre la Rica, y en la raíz y vacío que dejó, conoció el metal que era muy rico, por la experiencia que tenía de lo de Porco, y halló en el suelo, junto a la veta, unos pedazos de metal que se habían soltado de ella, y no se dejaban bien conocer, por tener la color gastada del sol y agua, y llevólos a Porco a ensayar por guayra (esto es probar el metal por fuego), y como viese su extremada riqueza, secretamente labraba la veta sin comunicarlo con nadie, hasta tanto que un indio Guanca, natural del valle de Jauja, que es en el término de la ciudad de los Reyes, que era vecino en Porco del dicho Gualpa Chumbibilca, vió que sacaba de las fundiciones que hacía, mayores tejos de los que ordinariamente se fundían de los metales de aquel asiento, y que estaba mejorado en los atavíos de su persona, porque hasta allí había vivido probremente.

Con lo cual, con ver que el metal que aquel su vecino labraba, era diferente de lo de Porco, se movió a inquirir aquel secreto, y, aunque el otro procuró encubrillo, tanto le importunó, que hubo de llevalle al cerro de Potosí, al cabo de otro mes que gozaba de aquel tesoro. Allí el Gualpa dijo al Guanca que tomase para sí una veta, que él también había descubierto, que estaba cerca de la Rica, y es la que hoy día tiene nombre de la veta de Diego Centeno, que no era menos rica, aunque era más dura de labrar, y con esta conformidad partieron entre sí el cerro de la mayor riqueza del mundo.

Sucedió después que, teniendo el Guanca alguna dificultad en labrar su veta por ser dura, y no queriéndole el otro Gualpa dar parte en la suya, se desavinieron; y así, por esto, como por otras diferencias, enojado el Guanca de Jauja, dió parte de este negocio a su amo, que se llamaba Villarroel, que era un español que residía en Porco. El Villarroel, queriendo satisfacerse de la verdad, fué a Potosí y, hallando la riqueza que su yanacona o criado le decía, hizo registrar al Guanca, estacándose con él en la veta que fué dicha Centeno. Llaman estacarse, señalar por suyo el espacio de las varas que concede la ley a los que hallan mina, o la labran, con lo cual, y con manifestallo ante la justicia, quedan por señores de la mina para labrarla por suya, pagando al rey sus quintos.

En fin, el primer registro y manifestación que se hizo de las minas de Potosí fué en veintiún días del mes de abril del año de mil y quinientos y cuarenta y cinco, en el asiento del Porco, por los dichos Villarroel, español, y Guanca, indio. Luego, de allí a pocos días, se descubrió otra veta que llaman del Estaño, que ha sido riquísima, aunque trabajosísima de labrar, por ser su metal tan duro como pedernal. Después, a treinta y uno de agosto del mismo año de cuarenta y cinco, se registró la veta que llaman Mendieta, y estas cuatro son las cuatro vetas principales de Potosí.

De la veta Rica, que fué la primera que se descubrió, se dice que estaba el metal una lanza en alto, a manera de unos riscos, levantado de la superficie de la tierra, como una cresta que tenía trescientos pies de largo y trece de ancho, y quieren decir que quedó descubierta y descarnada del diluvio, resistiendo como parte más dura al ímpetu y fuerza de las aguas. Y era tan rico el metal, que tenía la mitad de plata, y fué perseverando su riqueza hasta los cincuenta y sesenta estados en hondo, que vino a faltar.

En el modo que está dicho, se descubrió Potosí, ordenando la divina Providencia, para felicidad de España, que la mayor riqueza que se sabe que haya habido en el mundo estuviese oculta y se manifestase en tiempo que el emperador Carlos V, de glorioso nombre, tenía el imperio y los reinos de España, y señoríos de Indias. Sabido en el reino del Perú el descubrimiento de Potosí, luego acudieron muchos españoles y casi la mayor parte de los vecinos de la ciudad de la Plata, que está dieciocho leguas de Potosí, para tomar minas en él; acudieron también gran cantidad de indios de diversas provincias, y especialmente los guayradores de Porco; y en breve tiempo fué la mayor población del reino.

Historia natural y moral de las Indias
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