Capítulo XXII
Del principal Inga llamado Guaynacapa
Al dicho señor sucedió Guaynacapa, que quiere decir mancebo rico o valeroso, y fué lo uno y lo otro más que ninguno de sus antepasados ni sucesores. Fué muy prudente y puso gran orden en la tierra en todas partes; fué determinado y valiente, y muy dichoso en la guerra, y alcanzó grandes victorias. Este extendió su reino mucho más que todos sus antepasados juntos. Tomóle la muerte en el reino de Quito, que había ganado, que dista de su corte cuatrocientas leguas; abriéronle, y las tripas y el corazón quedaron en Quito, por haberlo él así mandado, y su cuerpo se trajo al Cuzco y se puso en el famoso templo del sol.
Hoy día se muestran muchos edificios y calzadas y fuertes y obras notables de este rey; fundó la familia de Temebamba. Este Guaynacapa fué adorado de los suyos por dios en vida, cosa que afirman los viejos, que con ninguno de sus antecesores se hizo. Cuando murió, mataron mil personas de su casa, que le fuesen a servir en la otra vida, y ellos morían con gran voluntad por ir a servirle, tanto, que muchos, fuera de los señalados, se ofrecían a la muerte para el mismo efecto. La riqueza y tesoro de éste fué cosa no vista, y como poco después de su muerte entraron los españoles, tuvieron gran cuidado los indios de desaparecerlo todo, aunque mucha parte se llevó a Cajamalca para el rescate de Atahualpa, su hijo. Afirman hombres dignos de crédito, que entre hijos y nietos tenía en el Cuzco más de trescientos. La madre de éste fué de gran estima; llamóse Mamaocllo. Los cuerpos de ésta y del Guaynacapa, muy embalsamados y curados, envió a Lima Polo, y quitó infinidad de idolatrías que con ellos se hacían.
A Guaynacapa sucedió en el Cuzco un hijo suyo, que se llamó Tito Cusi Gualpa, y después se llamó Guáscar Inga, y su cuerpo fué quemado por los capitanes de Atahualpa, que también fué hijo de Guaynacapa, y se alzó contra su hermano en Quito, y vino contra él con poderoso ejército. Entonces sucedió que los capitanes de Atahualpa, Quizquiz y Chilicuchima, prendieron a Guáscar Inga en la ciudad del Cuzco, después de admitido por señor y rey, porque, en efecto, era legítimo sucesor. Fué grande el sentimiento que por ello se hizo en todo su reino, especial en su corte; y como siempre en sus necesidades ocurrían a sacrificios, no hallándose poderosos para poner en libertad a su señor, así por estar muy apoderados de él los capitanes que le prendieron, como por el grueso ejército con que Atahualpa venía, acordaron, y aun dicen que por orden suya, hacer un gran sacrificio al Viracocha Pachayachachic, que es el criador universal, pidiéndolo que, pues no podían librar a su señor, él enviase del cielo gente que le sacase de prisión.
Estando en gran confianza de éste su sacrificio, vino nueva, como cierta gente que vino por la mar había desembarcado y preso a Atahualpa. Y así, por ser tan poca la gente española que prendió a Atahualpa en Cajamalca, como por haber esto sucedido luego que los indios habían hecho el sacrificio referido al Viracocha, los llamaron Viracochas, creyendo que era gente enviada de Dios, y así se introdujo este nombre hasta el día de hoy, que llaman a los españoles Viracochas. Y cierto, si hubiéramos dado el ejemplo que era razón, aquellos indios habían acertado en decir que era gente enviada de Dios.
Y es mucho de considerar la alteza de la providencia divina, cómo dispuso la entrada de los nuestros en el Perú, la cual fuera imposible a no haber la división de los dos hermanos y sus gentes; y la estima tan grande, que tuvieron de los cristianos como de gente del cielo, obliga, cierto, a que, ganándose la tierra de los indios, se ganaran mucho más sus almas para el cielo.