Capítulo V

De las diferencias de brisas y vendavales con los demás vientos

Siendo lo que está dicho cosa tan probada y tan universal, no puede dejar de poner gana de inquirir la causa de este secreto, ¿por qué en la tórrida se navega siempre de oriente a poniente con tanta facilidad, y no al contrario?, que es lo mismo que preguntar ¿por qué reinan allí las brisas y no los vendavales? Pues en buena filosofía lo que es perpetuo, y universal, y de per se, que llaman los filósofos, ha de tener causa propia, y de per se. Mas antes de dar en esta cuestión, notable a nuestro parecer, será necesario declarar qué entendemos por brisas y qué por vendavales, y servirá para ésta, y para otras muchas cosas en materia de vientos y navegaciones.

Los que usan el arte de navegar cuentan treinta y dos diferencias de vientos, porque para llevar su proa al puerto que quieren, tienen necesidad de hacer su cuenta muy puntual, y lo más distinta y menuda que pueden; pues por poco que se eche a un lado, o a otro, hacen gran diferencia al cabo de su camino; y no cuentan más de treinta y dos porque estas divisiones bastan, y no se podría tener cuenta con más que éstas. Pero en rigor, como ponen treinta y dos, podrían poner sesenta y cuatro, y ciento veintiocho, y doscientos y cincuenta y seis; y finalmente, ir multiplicando estas partidas en infinito. Porque siendo como centro el lugar donde se halla el navío, y todo el hemisferio su circunferencia, ¿quién quita que no puedan salir de ese centro al círculo líneas innumerables?, y tantas partidas se contarán, y otras tantas divisiones de vientos; pues de todas las partes del hemisferio viene el viento, y el partille en tantas o tantas es, a nuestra consideración, que puede poner las que quisiere.

Mas el buen sentido de los hombres, y conformándose con él también la divina Escritura, señala cuatro vientos, que son los principales de todos, y como cuatro esquinas del universo, que se fabrican haciendo una cruz con dos líneas, que la una vaya de polo a polo, y la otra de un equinoccio al otro. Estos son el norte, o aquilón, y su contrario el austro, o viento que vulgarmente llamamos mediodía; y a la otra parte el oriente donde sale el sol, y el poniente donde se pone. Bien que la sagrada Escritura nombra otras diferencias de vientos en algunas partes, como el euroaquilo, que llaman los del mar océano nordeste, y los del Mediterráneo, gregal, de uno hace mención en la navegación de San Pablo. Pero las cuatro diferencias solemnes que todo el mundo sabe, esas celebran las divinas letras, que son, como está dicho, septentrión, y mediodía, y oriente y poniente.

Mas porque en el nacimiento del sol, de donde se nombra el oriente, se hallan tres diferencias que son las dos declinaciones mayores que hace, y el medio de ellas, según lo cual nace en diversos puestos en invierno y en verano, y en el medio; por eso con razón se cuentan otros dos vientos, que son oriente estival, y oriente hiemal; y por el consiguiente otros dos ponientes contrarios a éstos, estival y hiemal. Y así resultan ocho vientos en ocho puntos notables del cielo, que son los dos polos, y los dos equinoccios, y los dos solsticios con los opuestos en el mismo círculo. De esta suerte resultan ocho diferencias de vientos, que son notables, las cuales en diversas carreras de mar y tierra tienen diversos vocablos.

Los que navegan el océano suelen nombrarlos así: al que viene del polo nuestro, llaman norte, como al mismo polo: al que se sigue, y sale del oriente estival, nordeste: al que sale del oriente propio y equinoccial, llaman leste: al del oriente hiemal, sueste: al del mediodía, o polo antártico, sur: al que sale del ocaso hiemal, sudueste: al del ocaso propio y equinoccial, oeste: al del ocaso estival, norueste. Los demás vientos fabrican entre estos, y participan de los nombres de aquellos a que se allegan, como nornorueste, nornordeste, lesnordeste, lessueste, susueste, sudueste, ossudueste, osnurueste, que cierto en el mismo modo de nombrarse, muestran arte, y dan noticia de los lugares de donde proceden los dichos vientos.

En el mar Mediterráneo, aunque siguen la misma arte de contar, nombran diferentemente estos vientos. Al norte llaman tramontana: a su opuesto el sur llaman mezoyomo, o mediodía: al este llaman levante: al oeste poniente; y a los que entre estos cuatro se atraviesan, al sueste dicen jiroque, o jaloque, a su opuesto, que es norueste, llaman maestral: al nordeste llamar greco, o gregal, y a su contrario el sudueste llaman leveche, que es lívico, o africano en latín.

En latín los cuatro cabos son: septentrio, auster, subsolanus, favonius; y los entrepuestos son: aquilo, vulturnus, africus y corus. Según Plinio, vulturnus y curus son el mismo viento que es sueste, o jaloque: favonius el mismo que oeste, o poniente: aquilo y boreas el mismo que nornordeste, o gregal tramontana: africus y lybis el mismo que sudueste, o leveche: auster, y notus el mismo que sur, o mediodía: corus, y zefvrus el mismo que norueste, o maestral. Al propio que es nordeste, o gregal, no le da otro nombre sino phenicias: otros los declaran de otra manera; y no es de nuestro intento averiguar al presente los nombres latinos y griegos de los vientos.

Ahora digamos, cuales de estos vientos llaman brisas, y cuales vendavales, nuestros marineros del mar océano de Indias. Es así que mucho tiempo anduve confuso con estos nombres viéndoles usar de estos vocablos muy diferentemente hasta que percibí bien, que más son nombres generales, que no especiales de vientos ni partidas. Los que les sirven para ir a Indias, y dan cuasi a popa, llaman brisas, que, en efecto, comprehenden todos los vientos orientales, y sus allegados, y cuartas. Los que les sirven para volver de Indias llaman vendavales, que son desde el sur hasta el poniente estival. De manera, que hacen como dos cuadrillas de vientos, de cada parte la suya, cuyos caporales son: de una parte, nordeste, o gregal: de otra parte, sudeste, o leveche.

Mas es bien saber, que de los ocho vientos, o diferencias que contamos, los cinco son de provecho para navegar, y los otros tres no; quiero decir, que cuando navega en la mar una nao, puede caminar, y hacer el viaje que pretende, de cualquiera de cinco partes que corra el viento, aunque no le será igualmente provechoso; mas corriendo de una de tres, no podrá navegar a donde pretende. Como si va al sur con norte, y con nordeste, y con norueste navegará, y también con leste, y con oeste, porque los de los lados igualmente sirven para ir, y para venir. Mas corriendo sur, que es derechamente contrario, no puede navegar al sur, ni podrá con los otros dos laterales suyos, que son sueste y sudueste.

Esto es cosa muy trillada a los que andan por mar, y no había necesidad de ponerlo aquí, sino sólo para significar, que los vientos laterales del propio y verdadero oriente, esos soplan comúnmente en la tórrida, y los llaman brisas; y los vientos de mediodía hacia poniente, que sirven para navegar de occidente a oriente, no se hallan comúnmente en la tórrida, y así los suben a buscar fuera de los trópicos, y esos nombran los marineros de Indias comúnmente vendavales.

Historia natural y moral de las Indias
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