Capítulo XVII

De las penitencias y asperezas que han usado los indios por persuasión del demonio

Y pues hemos llegado a este punto, bien será que así para manifestar la maldita soberbia de Satanás, como para confundir y despertar algo nuestra tibieza en el servicio de el sumo Dios, digamos algo de los rigores y penitencias extrañas, que esta miserable gente hacía por persuasión del demonio, como los falsos profetas de Baal, que con lancetas se herían y sacaban sangre; y como los que al sucio Beelfegor sacrificaban sus hijos e hijas; y los pasaban por fuego, según dan testimonio las divinas letras, que siempre satanás fué amigo de ser servido a mucha costa de los hombres.

Ya se ha dicho que los sacerdotes y religiosos de Méjico se levantaban a media noche, y habiendo incensado al ídolo los sacerdotes, y como dignidades del templo, se iban a un lugar de una pieza ancha, donde había muchos asientos, y allí se sentaban; y tomando cada uno una puya de manguey, que es como alesno o punzón agudo, o con otro género de lancetas o navajas, pasábanse las pantorrillas junto a la espinilla, sacándose mucha sangre, con la cual se untaban las sienes, bañando con la demás sangre las puyas o lancetas, y poníanlas después entre las almenas del patio hincadas en unos globos o bolas de paja, para que todos las viesen y entendiesen la penitencia que hacían por el pueblo. Lavábanse de esta sangre en una laguna diputada para esto, llamada Ezapán, que es agua de sangre; y había gran número de estas lancetas o puyas en el templo, porque ninguna había de servir dos veces.

Demás de esto tenían grandes ayunos estos sacerdotes y religiosos, como era ayunar cinco y diez días arreo antes de algunas fiestas principales, que eran éstas como cuatro témporas. Guardaban tan estrechamente la continencia, que muchos de ellos, por no venir a caer en alguna flaqueza, se hendían por medio los miembros viriles, y hacían mil cosas para hacerse impotentes, por no ofender a sus dioses; no bebían vino; dormían muy poco, porque los más de sus ejercicios eran de noche, y hacían en sí crueldades, martirizándose por el diablo, y todo a trueco de que les tuviesen por grandes ayunadores y muy penitentes.

Usaban disciplinarse con unas sogas que tenían ñudos; y no sólo los sacerdotes, pero todo el pueblo, hacía disciplina en la procesión y fiestas que se hacía al ídolo Tezcatlipuca, que se dijo arriba era el Dios de la penitencia. Por que entonces llevaban todos en las manos unas sogas de hilo de manguey, nuevas, de una braza, con un ñudo al cabo, y con aquellas se disciplinaban dándose grandes golpes en las espaldas. Para esta misma fiesta ayunaban los sacerdotes cinco días arreo, comiendo una sola vez al día, y apartados de sus mujeres, y no salían del templo aquellos cinco días, azotándose reciamente con las sogas dichas. De las penitencias y extremos de rigor que usan los bonzos, hablan largo las cartas de los Padres de la Compañía de Jesús, que escribieron de la India, aunque todo esto siempre ha sido sofisticado, y más por apariencia que verdad.

En el Perú, para la fiesta de el Itu, que era grande, ayunaba toda la gente dos días, en los cuales no llegaban a mujeres, ni comían cosas con sal, ni ají, ni bebían chicha; y este modo de ayunar usaban mucho. En ciertos pecados hacían penitencia de azotarse con unas hortigas muy ásperas; otras veces darse unos a otros con cierta piedra cuantidad de golpes en las espaldas. En algunas partes, esta ciega gente, por persuasión de el demonio, se van a sierras muy agrias, y allí hacen vida asperísima largo tiempo. Otras veces se sacrifican despeñándose de algún alto risco, que todos son embustes del que ninguna cosa ama más que el daño y perdición de los hombres.

Historia natural y moral de las Indias
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