Capítulo VI

Qué sea la causa de hallarse siempre viento de oriente en la tórrida para navegar

Digamos ahora cerca de la cuestión propuesta, cuál sea la causa de navegarse bien en la tórrida de oriente a poniente, y no al contrario. Para lo cual se han de presuponer dos fundamentos verdaderos: el uno es, que el movimiento del primer móvil, que llaman rapto o diurno, no sólo lleva tras sí, y mueve a los orbes celestes a él inferiores, como cada día lo vemos en el sol, luna, y estrellas, sino que también los elementos participan aquel movimiento, en cuanto no son impedidos.

La tierra no se mueve así por su graveza tan grande, con que es inepta para ser movida circularmente, como también porque dista mucho del primer móvil. El elemento del agua tampoco tiene este movimiento diurno, porque con la tierra está abrazado, y hace una esfera, y la tierra no le consiente moverse circularmente. Esotros dos elementos fuego, y aire son más sutiles, y más cercanos a los orbes celestes, y así participan su movimiento, siendo llevados circularmente como los mismos cuerpos celestes. Del fuego no hay duda, si hay esfera suya, como Aristóteles, y los demás la ponen.

El aire es el que hace a nuestro caso: y que éste se mueva con el movimiento diurno de oriente a poniente, es certísimo, por las apariencias de los cometas, que clarísimamente se ven mover de oriente a occidente, naciendo y subiendo, y encumbrando y bajando; y finalmente, dando vuelta a nuestro hemisferio, de la misma manera que las estrellas que vemos mover en el firmamento. Y estando los cometas en la región, y esfera del aire, donde se engendran y aparecen, y se deshacen, imposible sería moverse circularmente, como se mueven, si el movimiento del aire donde están, no se moviese con ese propio movimiento. Porque siendo, como es, materia inflamada, estaría bien queda, y no andaría al derredor, si la esfera do está, estuviese queda. Si no es que finjamos que algún ángel, o inteligencia anda con el cometa trayéndole al derredor.

El año de mil y quinientos y setenta y siete se vio aquel maravilloso cometa, que levantaba una figura como de plumaje desde el horizonte cuasi hasta la mitad del cielo, y duró desde primero de noviembre hasta ocho de diciembre. Digo desde primero de noviembre, porque aunque en España se notó, vió a los nueve de noviembre, según refieren historias de aquel tiempo; pero en el Perú, donde yo estaba a la sazón, bien me acuerdo, que le vimos, y notamos ocho días antes por todos ellos. La causa de esta diversidad dirán otros; lo que yo ahora digo es, que en estos cuarenta días que duró, advertimos todos, así los que estaban en Europa, como los que estábamos entonces en Indias, que se movía cada día con el movimiento universal de oriente a poniente, como la luna y las otras estrellas. De donde consta, que siendo su región la esfera del aire, el mismo elemento se movía así. Advertimos también, que además de ese movimiento universal tenía otro particular, con que se movía con los planetas de occidente a oriente, porque cada noche estaba más oriental, como lo hace la luna, el sol, y la estrella de Venus.

Advertimos otrosí, que con otro tercero movimiento particularísimo se movía en el zodíaco hacia el norte; porque a cabo de algunas noches estaba más conjunto a signos septentrionales. Y por ventura fué esta la causa de verse primero este gran cometa de los que estaban más australes, como son los del Perú. Y después, como con el movimiento tercero, que he dicho, se llegaba más a los septentrionales, le comenzaron a ver más tarde los de Europa; pero todos pudieron notar las diferencias de movimientos que he dicho. De modo, que se pudo echar bien de ver que llegaba la impresión de diversos cuerpos celestes a la esfera del aire. Así que es negocio sin duda el moverse el aire con el movimiento circular del cielo, de oriente a poniente, que es el presupuesto, o fundamento.

El segundo no es menos cierto y notorio, es a saber, que este movimiento del aire, por las partes que caen debajo de la equinoccial, y son propincuas a ella, es velocísimo, y tanto más, cuanto más se acerca a la equinoccial, como por el consiguiente tanto es mas remiso y tardío este movimiento, cuanto más se aleja de la línea, y se acerca a los polos. La razón de esto es manifiesta, porque siendo la causa eficiente de este movimiento el movimiento del cuerpo celeste, forzoso ha de ser más presuroso, donde el cuerpo celeste se mueve más velozmente. Y que en el cielo la tórrida tenga más veloz movimiento, y en ella la línea más que otra parte alguna del cielo, querer mostrarlo sería hacer a los hombres faltos de vista: pues en una rueda es evidente, que la circunferencia mayor se mueve más velozmente que la menor, acabando su vuelta grande en el mismo espacio de tiempo que la menor acaba la suya chica.

De estos dos presupuestos se sigue la razón, porque los que navegan golfos grandes, navegando de oriente a poniente, hallan siempre viento a popa yendo en poca altura, y cuanto más cercanos a la equinoccial, tanto más cierto y durable es el viento; y al contrario navegando de poniente a oriente, siempre hallan viento por proa, y contrario. Porque el movimiento velocísimo de la equinoccial lleva tras sí al elemento del aire, como a los demás orbes superiores, y así el aire sigue siempre el movimiento del día yendo de oriente a poniente, sin jamas variar, y el movimiento del aire veloz y eficaz lleva también tras sí los vahos y exhalaciones que se levantan de la mar; y esto causa ser en aquellas partes y región continuo el viento de brisa, que corre de levante.

Decía el P. Alonso Sánchez, que es un religioso de nuestra Compañía, que anduvo en la India occidental, y en la oriental, como hombre tan plático, y tan ingenioso, que el navegar con tan continuo y durable tiempo debajo de la línea o cerca de ella, que le parecía a él, que el mismo aire movido del cielo era el que llevaba los navíos, y que no era aquello viento propiamente, ni exhalación, sino el propio elemento del aire movido del curso diurno del cielo. Traía en confirmación de esto, que en el golfo de las Damas, y en esotros grandes golfos que se navegan en la tórrida, es el tiempo uniforme, y las velas van con igualdad extraña, sin ímpetu ninguno, y sin que sea menester mudarlas cuasi en todo el camino. Y si no fuera aire movido del cielo, alguna vez faltara, y algunas se mudara en contrario, y algunas también fuera tormentoso.

Aunque esto está dicho doctamente, no se puede negar que sea también viento, y le haya, pues hay vahos y exhalaciones del mar; y vemos manifiestamente, que la misma brisa a ratos es más fuerte, y a ratos más remisa, tanto que a ratos no se pueden llevar velas enteras. Hase, pues, de entender, y es así la verdad, que el aire movido lleva tras sí los vahos que halla, porque su fuerza es grande, y no halla resistencia: y por eso es continuo y cuasi uniforme el viento de oriente a poniente cerca de la línea, y cuasi en toda la tórrida zona, que es el camino que anda el sol entre los dos círculos de Cancro y Capricornio.

Historia natural y moral de las Indias
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