Capítulo II
De los vientos y sus diferencias y propiedades y causas en general
Habiéndose, pues, en los dos libros pasados tratado lo que toca al cielo y habitación de Indias en general, síguese decir de los tres elementos, aire, agua y tierra, y los compuestos de éstos, que son metales y plantas y animales. Porque del fuego no veo cosa especial en Indias, que no sea así en todas partes; si no le pareciese a alguno que el modo de sacar fuego que algunos indios usan, fregando unos palos con otros, y el de cocer en calabazas, echando en ellas piedras ardiendo y otros usos semejantes, eran de consideración, de lo cual anda escrito lo que hay que decir. Mas de los fuegos que hay en volcanes de Indias, que tienen digna consideración, diráse cómodamente, cuando se trate la diversidad de tierras donde esos fuegos y volcanes se hallan.
Así que, comenzando por los vientos, lo primero que digo es que, con razón, Salomón, entre las otras cosas de gran ciencia que Dios le había dado, cuenta y estima el saber la fuerza de los vientos y sus propiedades, que son cierto maravillosas. Porque unos son lluviosos, otros secos, unos enfermos y otros sanos, unos calientes y otros fríos, serenos y tormentosos, estériles y fructuosos, con otras mil diferencias. Hay vientos que en ciertas regiones corren y son como señores de ellas, sin sufrir competencia de sus contrarios. En otras partes andan a veces, ya vencen éstos, ya sus contrarios; a veces corren diversos, y aun contrarios juntos, y parten el camino entre sí, y acaece ir el uno por lo alto y el otro por lo bajo. Algunas veces se encuentran reciamente entre sí, que para los que andan en mar es fuerte peligro. Hay vientos que sirven para generación de animales, otros que las destruyen. Corriendo cierto viento se ve en alguna costa llover pulgas, no por manera de encarecer, sino que, en efecto, cubren el aire y cuajan la playa de la mar; en otras partes llueven sapillos.
Estas y otras diferencias, que se prueban tan ciertas, atribuyen comúnmente a los lugares por donde pasan estos vientos; porque dicen que de ellos toman sus cualidades de secos, o fríos, o húmedos, o cálidos, o enfermos, o sanos, y así las demás. Lo cual en parte es verdad y no se puede negar, porque en pocas lenguas se ven de un mismo viento notables diversidades. En España, pongo ejemplo, el solano o levante es comúnmente cálido y congojoso; en Murcia es el más sano y fresco que corre, porque viene por aquellas huertas y vega tan fresca y grande, donde se baña. Pocas leguas de ahí, en Cartagena, es el mismo viento pesado y malsano. El ábrego, que llaman los del mar océano sur, y los del Mediterráneo mezoyomo, comúnmente es lluvioso y molesto; en el mismo pueblo que digo, es sano y sereno. Plinio dice que en África llueve con viento del norte, y el viento de mediodía es sereno.
Y lo que en estos vientos he dicho, por ejemplo, en tan poca distancia verá, quien lo mirare con algún cuidado, que se verifica muchas veces, que en poco espacio de tierra o mar un mismo viento tiene propiedades muy diferentes, y a veces harto contrarias. De lo cual se arguye bien que el lugar por donde pasa le da su cualidad y propiedad; pero de tal modo es esto verdad, que no se puede de ninguna suerte decir que ésta sea toda la causa, ni aun la más principal de las diversidades y propiedades de los vientos. Porque en una misma región, que toma (pongo por caso) cincuenta leguas en redondo, claramente se percibe que el viento de una parte es cálido y húmedo y de la otra frío y seco, sin que en los lugares por do pasan haya tal diferencia, sino que de suyo se traen consigo esas cualidades los vientos, y así se les dan sus nombres generales, como propios, verbigracia, al septentrión, o cierzo, o norte, que todo es uno, ser frío y seco y deshacer nublados; a su contrario, el ábrego o leveche o sur, todo lo contrario, ser húmedo y cálido y levantar nublados.
Así que, siendo esto general y común, otra causa mas universal se ha de buscar para dar razones de estos efectos, y no hasta decir que el lugar por do pasan los vientos les da las propiedades que tienen, pues pasando por unos mismos lugares hacen efectos muy conocidamente contrarios. Así que es fuerza confesar que la región del cielo de donde soplan les da esas virtudes y cualidades. Y así el cierzo, porque sopla del norte, que es la región más apartada del sol, es de suyo frío. El ábrego, que sopla del mediodía, es de suyo caliente, y porque el calor atrae vapores es juntamente húmedo y lluvioso, y al revés el cierzo seco y sutil, por no dejar cuajar los vapores, y a este modo se puede discurrir en otros vientos, atribuyendo las propiedades que tienen a las regiones del aire de donde soplan.
Mas hincando la consideración en esto un poco más, no acaba de satisfacer del todo esta razón, porque preguntaré yo, ¿qué hace la región del aire, de donde viene el viento, si allí no se halla su cualidad? Quiero decir, en Germania el ábrego es cálido y lluvioso, y en África el cierzo frío y seco; cierto es que, de cualquier región de Germania donde se engendre el ábrego, ha de ser más fría que cualquiera de África, donde se engendra el cierzo. Pues, ¿por qué razón ha de ser mas frío en África el cierzo que el ábrego en Germania, siendo verdad que procede de región más cálida?
Dirán que viene del norte, que es frío. No satisface, ni es verdad, porque, según eso, cuando corre en África el cierzo, había de correr en toda la región hasta el norte. Y no es así, pues en un mismo tiempo corren nortes en tierra de menos grados, y son fríos; y corren vendavales en tierra de más grados, y son cálidos; y esto es cierto y evidente y cotidiano. Donde, a mi juicio claramente se infiere, que ni basta decir que los lugares por do pasan los vientos les dan sus cualidades, ni tampoco satisface decir, que por soplar de diversas regiones del aire tienen esas diferencias, aunque, como he dicho, lo uno y lo otro es verdad; pero es menester más que eso.
Cual sea la propia, y original causa de estas diferencias tan extrañas de vientos, yo no atino a otra, sino que el eficiente, y quien produce el viento, ese le da la primera y más original propiedad. Porque la materia de que se hacen los vientos, que según Aristóteles y razón, son exhalaciones de los elementos inferiores, aunque con su diversidad de ser más gruesa, o más sutil, más seco o más húmeda, puede causar, y en efecto causa gran parte de esta diversidad; pero tampoco basta, por la misma razón que está tocada; es a saber: que en una misma región donde los vapores y exhalaciones son de un mismo género, se levantan vientos de operaciones contrarias. Y así parece se ha de reducir el negocio al eficiente superior y celeste, que ha de ser el sol, y movimiento e influencia de los cielos que de diversas partes mueven e influyen variamente.
Y porque estos principios de mover e influirnos son a los hombres tan ocultos, y ellos en sí tan poderosos y eficaces, con gran espíritu de sabiduría dijo el santo profeta David, entre otras grandezas del Señor; y lo mismo replicó el profeta Jeremías; Qui profert ventos de thesauris suis. El que saca los vientos de sus tesoros. Cierto, tesoros son ocultos y ricos estos principios, que en su eficiencia tiene el autor de todo, conque cuando quiere, con suma facilidad saca para castigo, o para regalo de los hombres, y envía el viento que quiere. Y no como el otro Eolo, que neciamente fingieron los poetas tener en su cueva encerrados los vientos como a fieras en jaula.
El principio y origen de estos vientos no le vemos, ni aun sabemos qué tanto durarán, ni dónde procedieron, ni hasta dónde llegarán. Mas vemos y sabemos de cierto los diferentes efectos que hacen, como nos advirtió la suma Verdad y autor de todo, diciendo: Spiritus ubi vult spirat: et vocem ejus audis: et nescis unde venit aut quo vadat. El espíritu o viento sopla donde le parece, y bien que sientes su soplo, mas no sabes de dónde procedió, ni a dónde ha de llegar. Para que entendamos, que entendiendo tan poco en cosa que tan presente y tan cotidiana nos es, no hemos de presumir de comprender lo que tan alto y tan oculto es como las causas y motivos del Espíritu Santo.
Bástanos conocer sus operaciones y efectos, que en su grandeza y pureza se nos descubren bastantemente. Y también bastará haber filosofado esto poco de los vientos en general, y de las causas de sus diferencias, y propiedades, y operaciones, que en suma las hemos reducido a tres, es a saber: a los lugares por do pasan, a las regiones de donde soplan y a la virtud celeste movedora y causadora del viento.