Capítulo XLII
De las piedras bezaares
En todos los animales que hemos dicho ser propios del Perú se halla la piedra bezaar, de la cual han escrito libros enteros autores de nuestro tiempo, que podrá ver quien quisiere más cumplida noticia. Para el intento presente bastará decir que esta piedra que llaman bezaar se halla en el buche y vientre de estos animales, unas veces una, y otras dos, tres y cuatro. En la figura, grandeza y color tienen mucha diferencia, porque unas son pequeñas, como avellanas, y aun menores; otras, como nueces; otras, como huevos de paloma; algunas, tan grandes como huevos de gallina, y algunas he visto de la grandeza de una naranja.
En la figura unas son redondas, otras ovadas, otras lenticulares, y así de diferentes formas. En el color hay negras y pardas y blancas y berenjenadas y como doradas; no es regla cierta mirar la color ni tamaño para juzgar que sea más fina. Todas ellas se componen de diversas túnicas o láminas, una sobre otra. En la provincia de Jauja y en otras del Perú se hallan en diferentes animales bravos y domésticos, como son guanacos y pacos y vicuñas y tarugas; otros añaden otro género, que dicen ser cabras silvestres, a las que llaman los indios cipris. Esotros géneros de animales son muy conocidos en el Perú, y se ha ya tratado de ellos. Los guanacos, carneros de la tierra y pacos comúnmente tienen las piedras más pequeñas y negrillas, y no se estiman en tanto, ni se tienen por tan aprobadas para medicina. De las vicuñas se sacan piedras bezaares mayores, y son pardas o blancas o berenjenadas, y se tienen por mejores. Las más excelentes se creen ser las de las tarugas, y algunas son de mucha grandeza; sus piedras son más comúnmente blancas y que tiran a pardas, y sus láminas o túnicas son más gruesas.
Hállase la piedra bezaar en machos y hembras igualmente; todos los animales que la tienen rumian, y ordinariamente pastan entre nieves y punas. Refieren los indios, de tradición y enseñanza de sus mayores y antiguos, que en la provincia de Jauja y en otras del Perú hay muchas hierbas y animales ponzoñosos, los cuales empozoñan el agua y pastos que beben y comen y huellan. Y entre estas hierbas hay una muy conocida por instinto natural de la vicuña y esotros animales que crían la piedra bezaar, los cuales comen esta hierba y con ella se preservan de la ponzoña de las aguas y pastos, y de la dicha hierba crían en su buche la piedra, y de allí le proviene toda su virtud contra ponzoña y esotras operaciones maravillosas. Esta es la opinión y tradición de los indios, según personas muy pláticas en aquel reino del Perú han averiguado. Lo cual viene mucho con la razón y con lo que de las cabras monteses refiere Plinio, que se apacientan de ponzoña y no les empece.
Preguntados los indios que, pastando, como pastan, en las mismas punas carneros y ovejas de Castilla, cabras, venados y vacas, ¿cómo no se halla en ellos la piedra bezaar? Responden que no creen ellos que los dichos animales de Castilla coman aquella hierba, y que en venados y gamos ellos han hallado también la piedra bezaar. Parece venir con esto lo que sabemos, que en la Nueva España se hallan piedras bezaares, donde no hay vicuñas, ni pacos, ni tarugas, ni guanacos, sino solamente ciervos, y en algunos de ellos se halla la dicha piedra.
El efecto principal de la piedra bezaar es contra venenos y enfermedades venenosas, y aunque de ella hay diferentes opiniones, y unos la tienen por cosa de aire, otros hacen milagros de ella, lo cierto es ser de mucha operación, aplicada en el tiempo y modo conveniente, como las demás hierbas y agentes naturales, pues no hay medicina tan eficaz, que siempre sane. En el mal de tabardete, en España e Italia ha probado admirablemente; en el Perú no tanto. Para melancolía y mal de corazón, y para calenturas pestíferas y para otros diversos males se aplica molida y echada en algún licor que sea a propósito del mal que se cura. Unos la toman en vino, otros en vinagre, en agua de azahar, de lengua de buey, de borrajas y de otras maneras, lo cual dirán los médicos y boticarios. No tiene sabor alguno propio la piedra bezaar, como de ella también lo dijo Rasis, árabe.
Hanse visto algunas experiencias notables, y no hay duda, sino que el Autor de todo puso virtudes grandes en esta piedra. El primer grado de estima tienen las piedras bezaares, que se traen de la India oriental, que son de color de aceituna; el segundo las del Perú, el tercero las de Nueva España. Después que se comenzaron a preciar estas piedras, dicen que los indios han hecho algunas artificiales y adulteradas. Y muchos, cuando ven piedras de éstas de mayor grandeza que la ordinaria, creen que son falsas, y es engaño, porque las hay grandes y muy finas, y pequeñas y contrahechas; la prueba y experiencia es el mejor maestro de conocellas.
Una cosa es de admirar, que se fundan estas piedras algunas veces en cosas muy extrañas, como en un hierrezuelo, o alfiler o palillo, que se halló en lo íntimo de la piedra, y no por eso se arguye que es falsa, porque acaece tragar aquello el animal y cuajarse sobre ello la piedra, la cual se va criando poco a poco una cáscara sobre otra, y así crece. Yo vi en el Perú dos piedras fundadas sobre dos piñones de Castilla, y a todos los que las vimos nos causó admiración, porque en todo el Perú no habíamos visto piñas ni piñones de Castilla, si no fuesen traídos de España; lo cual parece cosa muy extraordinaria.
Y esto poco baste cuanto a piedras bezaares. Otras piedras medicinales se traen de Indias, como de hijada, de sangre, de leche y de madre, y las que llaman cornerinas, para el corazón, que, por no pertenecer a la materia de animales que se ha tratado, no hay obligación de decir de ellas. Lo que está dicho sirva para entender cómo el universal señor y autor omnipotente a todas las partes del orbe que formó repartió sus dones y secretos y maravillas, por las cuales debe ser adorado y glorificado por todos los siglos de los siglos. Amén.