Capítulo VII

De la riqueza que se ha sacado y cada día se va sacando del cerro de Potosí

Dudado he muchas veces si se halla en las historias y relaciones de los antiguos tan gran riqueza de minas, como la que en nuestros tiempos hemos visto en el Perú. Si algunas minas hubo en el mundo ricas y afamadas por tales fueron las que en España tuvieron los cartaginenses, y después los romanos. Las cuales, como ya he dicho, no sólo las letras profanas, sino las sagradas también, encarecen a maravilla.

Quien más en particular haga memoria de estas minas que yo haya leído es Plinio, el cual escribe en su natural historia así: Hállase plata cuasi en todas provincias, pero la más excelente es la de España. Esta también se da en tierra estéril y en riscos y cerros, y doquiera que se halla una veta de plata es cosa cierta hallar otra no lejos de ella; lo mismo acaece cuasi a los otros metales, y por eso los griegos (según parece) los llamaron metales. Es cosa maravillosa que duran hasta el día de hoy en las Españas los pozos de minas que comenzaron a labrar en tiempo de Aníbal, en tanto que aun los mismos nombres de los que descubrieron aquellas minas les permanecen el día de hoy, entre las cuales fué famosa la que de su descubridor llaman Bebelo también agora. De esta mina se sacó tanta riqueza, que daba a su dueño Aníbal cada día trescientas libras de plata, y hasta el día presente se ha proseguido la labor de esta mina, la cual está ya cavada y profunda en el cerro por espacio de mil quinientos pasos; por todo el cual espacio tan largo sacan el agua los gascones por el tiempo y medida que las candelas les duran; y así vienen a sacar tanta, que parece río.

Todas estas son palabras de Plinio, las cuales he querido aquí recitar, porque darán gusto a los que saben de minas, viendo que lo mismo que ellos hoy experimentan, pasó por los antiguos. En especial es notable la riqueza de aquella mina de Aníbal en los Pirineos, que poseyeron los romanos, y continuaron su labor hasta en tiempo de Plinio, que fueron como trescientos años, cuya profundidad era de mil quinientos pasos, que es milla y media. Y a los principios fué tan rica, que le valía a su dueño trescientas libras a doce onzas cada día.

Mas, aunque ésta haya sido extremada riqueza, yo pienso todavía que no llega a la de nuestros tiempos en Potosí, porque, según parece por los libros reales de la Casa de Contratación de aquel asiento, y lo afirman hombres ancianos fidedignos, en tiempo que el licenciado Polo gobernaba, que fué hartos años después del descubrimiento del cerro, se metían a quintar cada sábado de ciento y cincuenta mil pesos a doscientos mil, y valían los quintos treinta y cuarenta mil pesos, y cada año millón y medio, o poco menos. De modo que, conforme a esta cuenta, cada día se sacaban de aquellas minas obra de treinta mil pesos, y le valían al rey los quintos seis mil pesos al día. Hay otra cosa que alegar por la riqueza de Potosí, y es que la cuenta que se ha hecho es sólo de la plata que se marcaba y quintaba. Y es cosa muy notoria en el Perú, que largos tiempos se usó en aquellos reinos la plata que llamaban corriente, la cual no era marcada y quintada; y es conclusión de los que bien saben de aquellas minas, que en aquel tiempo grandísima parte de la plata que se sacaba de Potosí se quedaba por quintar, que era toda la que andaba entre indios, y mucha de la de los españoles, como yo lo vi durar hasta mi tiempo. Así que se puede bien creer que el tercio de la riqueza de Potosí, si ya no era la mitad, no se manifestaba, ni quintaba.

Hay aún otra consideración mayor, que Plinio pone, haberse labrado mil y quinientos pasos aquella veta de Bebelo, y que por todo este espacio sacaban agua, que es el mayor impedimento que puede haber para sacar riqueza de minas. Las de Potosí, con pasar muchas de ellas de doscientos estados su profundidad, nunca han dado en agua que es la mayor felicidad de aquel cerro: pues las minas de Porco, cuyo metal es riquísimo, se dejan hoy día de proseguir y beneficiar por el fastidio del agua en que han dado, porque cavar peñas, y sacar agua, son dos trabajos insufribles para buscar metal: basta el primero, y sobra. Finalmente, el día de hoy tiene la Católica Majestad un año con otro un millón de solos los quintos de plata del cerro de Potosí, sin la otra riqueza de azogues, y otros derechos de la hacienda real, que es otro grande tesoro.

Echándola cuenta los hombres expertos dicen, que lo que se ha metido a quintar en la caja de Potosí, aunque no permanecen los libros de sus primeros quintos con la claridad que hoy hay, porque los primeros años se hacían las cobranzas por romana (tanta era la grosedad que había); pero por la memoria de la averiguación que hizo el visorey D. Francisco de Toledo el año de setenta y cuatro, se halló, que fueron setenta y seis millones hasta el dicho año, y desde el dicho año hasta el ochenta y cinco inclusive, parece por los libros reales haberse quintado treinta y cinco millones. De manera, que monta lo que se había quintada hasta el año de ochenta y cinco ciento y once millones de pesos ensayados, que cada peso vale trece reales y un cuartillo. Y esto sin la plata que se ha sacado sin quintar, y se ha venido a quintar en otras cajas reales, y sin lo que en plata corriente se ha gastado, y lo hay por quintar, que es cosa sin número. Esta cuenta enviaron de Potosí al Virrey, el año que he dicho, estando yo en el Perú; y después acá aún ha sido mayor la riqueza que ha venido en las flotas del Perú, porque en la que yo vine el año de ochenta y siete, fueron once millones los que vinieron en ambas flotas del Perú y Méjico, y era del Rey cuasi la mitad, y de éstas las dos tercias partes del Perú.

He querido hacer esta relación tan particular, para que se entienda la potencia que la Divina Majestad ha sido servida de dar a los reyes de España, en cuya cabeza se han juntado tantas coronas y reinos, y por especial favor del cielo se han juntado también la India oriental con la occidental, dando cerco al mundo con su poder. Lo cual se debe pensar ha sido por providencia de nuestro Dios, para el bien de aquellas gentes, que viven tan remotas de su cabeza, que es el Pontífice Romano, vicario de Cristo nuestro señor, en cuya fe y obediencia solamente pueden ser salvas. Y también para la defensa de la misma fe católica e Iglesia romana en estas partes, donde tanto es la verdad opugnada y perseguida de los herejes. Y pues el Señor de los cielos, que da y quita los reinos a quien quiere, y como quiere, así ha ordenado, debemos suplicarle con humildad, se digne favorecer el celo tan pío de el Rey Católico dándole próspero suceso, y victoria contra los enemigos de su santa fe, pues en esta causa gasta el tesoro de Indias, que le ha dado, y aun ha menester mucho más. Pero por ocasión de las riquezas de Potosí baste haber hecho esta digresión, y agora volvamos a decir cómo se labran las minas, y cómo se benefician los metales que de ellas se sacan.

Historia natural y moral de las Indias
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