Capítulo X
De las propiedades maravillosas del azogue
El azogue, que por otro nombre se llama argenvivo, como también le nombran los latinos, porque parece plata viva, según bulle y anda a unas partes y otras velozmente, entre todos los metales tiene grandes y maravillosas propiedades. Lo primero, siendo verdadero metal, no es duro, informado y consistente, como los demás, sino líquido y que corre, no como la plata y el oro, que derretidos del fuego, son líquidos y corren, sino de su propia naturaleza, y con ser licor, es más pesado que ningún otro metal; y así los demás nadan en el azogue, y no se hunden como más livianos. Yo he visto en un barreño de azogue echar dos libras de hierro, y andar nadando encima el hierro sin hundirse, como si fuera palo o corcho en el agua. Plinio hace excepción diciendo, que sólo el oro se hunde, y no nada sobre el azogue: no he visto la experiencia, y por ventura es, porque el azogue naturalmente rodea luego el oro, y lo esconde en sí.
Es esta la más importante propiedad que tiene, que con maravilloso afecto se pega al oro, y le busca, y se va él do quiera que le huele. Y no sólo esto, mas así se encarna con él, y lo junta así, que le desnuda y despega de cualesquier otros metales o cuerpos en que está mezclado, por lo cual toman oro los que se quieren preservar del daño del azogue. A hombres que han echado azogue en los oídos para matarlos secretamente, ha sido el remedio meter por el oído una paletilla de oro, con que llaman el azogue, y la sacan blanca, de lo que se ha pegado al oro. En Madrid, yendo a ver las obras notables de Jácomo de Trezo, excelente artífice milanés, labraba para San Lorenzo el Real, sucedió ser en día que doraban unas piezas del retablo, que eran de bronce, lo cual se hace con azogue; y porque el humo del azogue es mortal, me dijeron que se prevenían los oficiales contra este veneno con tomar un doblón de oro desmenuzado, el cual pasado al estómago llamaba allí cualquier azogue que por los oídos, ojos, narices o boca les entrase de aquel humo mortal, y con esto se preservaban del daño del azogue, yéndose todo él al oro que estaba en el estómago, y saliendo después todo por la vía natural: cosa, cierto, digna de admiración, después que el azogue ha limpiado al oro, y purgádole de todos los otros metales y mezclas, también le aparta el fuego a él de su amigo el oro, y así le deja del todo puro sin fuego. Dice Plinio, que con cierta arte apartaban el oro del azogue: no sé yo que ahora se use tal arte.
Paréceme, que los antiguos no alcanzaron, que la plata se beneficiase por azogue, que es hoy día el mayor uso y más principal provecho del azogue, porque expresamente dice, que a ninguno otro metal abraza sino sólo al oro, y donde trata del modo de beneficiar la plata, sólo hace mención de fundición: por donde se puede colegir, que este secreto no le alcanzaron los antiguos. En efecto, aunque la principal amistad del azogue sea con el oro, todavía donde no hay oro se va a la plata, y la abraza, aunque no tan presto como a el oro: y al cabo también la limpia, y la apura de la tierra y cobre y plomo con que se cría, sin ser necesario el fuego, que por fundición refina los metales; aunque para despegar y desasir del azogue a la plata también interviene el fuego, como adelante se dirá. De esotros metales, fuera de oro y plata, no hace caso el azogue, antes los carcome y gasta, y horada y se va y huye de ellos, que también es cosa admirable. Por donde le echan en vasos de barro, o en pieles de animales, porque vasijas de cobre, hierro u otro metal luego las pasa y barrena, y toda otra materia penetra y corrompe, por donde le llama Plinio veneno de todas las cosas, y dice, que todo lo come y gasta.
En sepulturas de hombres muertos se halla azogue, que después de haberlos gastado, él se sale muy a su salvo entero. Háse hallado también en las médulas y tuétanos de hombres o animales, que recibiendo su humo por la boca o narices, allá dentro se congela, y penetra los mismos huesos. Por eso es tan peligrosa la conversación con criatura tan atrevida y mortal. Pues es otra gracia que tiene, que bulle, y se hace cien mil gotillas, y por menudas que sean, no se pierde una, sino que por acá, o por allá se torna a juntar con su licor, y cuasi es incorruptible, y apenas hay cosa que le pueda gastar: por donde el sobredicho Plinio le llama sudor eterno. Otra propiedad tiene, que siendo el azogue el que aparta el oro del cobre y todos metales, cuando quieren juntar oro con cobre, o bronce, o plata, que es dorando, el medianero de esta junta es el azogue, porque mediante él se doran esos metales.
Entre todas estas maravillas de este licor extraño, la que a mí me ha parecido más digna de ponderar, es, que siendo la cosa más pesada del mundo, inmediatamente se vuelve en la más liviana del mundo, que es humo, con que sube arriba resuelto, y luego el mismo humo, que es cosa tan liviana, inmediatamente se vuelve en cosa tan pesada como es el propio licor de azogue, en que se resuelve. Porque en topando el humo de aquel metal cuerpo duro arriba, o llegando a región fría, luego al punto se cuaja, y torna a caer hecho azogue, y si dan fuego otra vez al azogue, se hace humo, y del humo torna sin dilación a caer el licor del azogue. Cierto, transmutación inmediata de cosa tan pesada en cosa tan liviana, y al revés; por cosa rara se puede tener en naturaleza. Y en todas estas y otras extrañezas que tiene este metal, es digno el Autor de su naturaleza, de ser glorificado, pues a sus leyes ocultas obedece tan prontamente toda naturaleza criada.