Capítulo
37
Rick había decidido darle su espacio a Minerva y se había ido al Holiday a descansar, por ratos el dolor se presentaba y no quería que Minerva lo supiera. Ella por su parte en la noche que llegaron sus hermanas habló con ellas a la vez que les entregaba los recuerdos que les había traído de Chicago, les había mostrado las fotos y todo lo que Rick como buen turista y citadino le había enseñando, Aurora y Diana miraron con buenos ojos la presencia de Rick en la vida de Minerva y más cuando en confianza ella les dijo lo que él había pasado. No se extrañaron al saberlo de nuevo en la ciudad, si había venido a buscarla para aclarar todo era porque realmente le interesaba. Disfrutaron un momento entre hermanas y aunque lo habían invitado a cenar, Rick se había negado, necesitaba digerir todo lo que Minerva le había dicho y dejarla respirar, además las medicinas lo tenían con sueño y prefería reposar el leve malestar que sentía. Mientras las hermanas arreglaban la cocina antes de irse a la cama el teléfono sonó, Minerva contestó y era él;
—Hola, buenas noches.
—Hola Minerva soy yo.
Su voz la estremecía no podía negarlo, su corazón brincó.
—Rick…
—Al fin dices mi nombre —sonrió complacido, ella también.
—¿Te sientes bien?
—Soñoliento es todo, llamaba antes de dormir sólo para despedirme.
A Minerva se le borró la sonrisa de la cara al escuchar eso, no lo esperaba.
—¿Irte? Pero si llegaste hoy ¿Cómo…?
—Creo que no tengo nada más que hacer.
—Rick…
—Prometí darte tu espacio y lo quiero hacer.
—Pero…
—No podré despedirme personalmente, lo siento. —Rick intentaba poner distancia y pelear aún en contra de lo que sentía—. Recuerda que nos dijeron que el vuelo directo sale a las siete, me voy a las cuatro de la mañana, no quiero despertarte.
—Me entristece tu decisión pero supongo que tu trabajo llama.
Rick mordió sus labios y apretó los ojos al cerrarlos, quería escuchar pedirle que se quedara, quería saber si ella lo extrañaría pero debía disimular.
—Sí, eso, en un impulso me vine sin avisar.
—Siendo así, te deseo un buen viaje. —Minerva sintió un nudo en la garganta, no quería que se fuera pero tampoco mostrar sus sentimientos.
—Gracias, seguiremos en contacto vía email, piensa bien todo lo que quieres hacer, me refiero a lo del libro.
—Sí claro, lo haré.
—Fue un placer volver a verte y sobre todo saber quién eres. —Rick evitaba que una lágrima se le escapara.
Minerva tragaba en seco, no quería llorar y que él la escuchara.
—Era lo menos que podía hacer, tú hiciste lo mismo.
—Te daré todo el tiempo que quieras Minerva, te dije que eso quería y es la verdad.
Las lágrimas de la chica caían sin parar.
—Rick, siento que aún no es suficiente, nos falta mucho y…
—Sh… —musitó—. No digas nada, cuando estés lista yo te esperaré con los brazos abiertos, por ahora descansa, duerme tranquila, mañana será otro día.
Minerva quería correr a él.
—Rick… gracias.
—Es un placer preciosa, pasa feliz noche, te enviaré un email cuando llegue.
Minerva apretaba los dientes, quería gritar, quería gritarle muchas cosas, quería abrazarlo y estar con él.
—Igual, feliz noche y descansa, esperaré tu mensaje, gracias.
—Hasta pronto mi bella durmiente.
Minerva sonrió entre lágrimas.
—Adiós, buenas noches —se limitó a decir.
La llamada se cortó.
Se derrumbó en el sofá a llorar de nuevo, Aurora y Diana se acercaron a ella preocupadas.
—Minerva ¿Qué te pasa? ¿Era Rick? —preguntó Aurora
—Sí.
—¿Y? —insistió Diana.
—Se va a las cuatro de la mañana y no vendrá a despedirse.
Las hermanas se miraron.
—Minerva, ¿Quién eres? —le preguntó Aurora.
—No te entiendo…
—No eres la Minerva que conozco, ya deja de llorar y sacúdete las lágrimas, tienes la solución al alcance de tu mano.
—¿Qué?
Aurora la sujetó de los hombros y la miró fijamente.
—¿Lo quieres?
Minerva se encogió de hombros, no supo que responder.
—Necesitas saberlo —le dijo Diana.
—Aún tienes esta semana libre —insistió Aurora—. Vuelve a arreglar tu equipaje y alcánzalo.
—¿Qué? —Minerva se sorprendió ante lo dicho por Aurora.
—Sí, sí, escuchaste bien, vuela con él de nuevo a Chicago, disfruten estos días para conocerse y compenetrase más, ambos lo necesitan.
—Pero…
—Aurora tiene razón. —Diana la levantó del sillón empujándola hacia la habitación—. Vamos, te ayudaremos con todo, dale la sorpresa, viaja con él de nuevo, ese hombre te quiere, no dejes que una loca te arruine la vida, eres libre y mereces amar y que te amen, él es tu oportunidad, no la desperdicies.
Ambas hermanas subieron con Minerva hacia su habitación, la chica comenzó a sentirse animada.
—No lo llames —le dijo Aurora sacando la maleta del armario de nuevo—. Dale la sorpresa, se pondrá muy contento.
Minerva se contagió por el entusiasmo de sus hermanas y muy alegre las abrazó.
—Chicas no sé qué haría sin ustedes.
—Es una nueva oportunidad —le dijo Aurora muy sonriente—. Vívela y disfrútala al máximo.
Rápidamente se preparó de nuevo, estaba decidida a intentarlo otra vez, no le importaba arriesgarse, era su vida y como le dijo su hermana, quería vivirla al máximo impulsada por una nueva razón, Rick, el hombre que aún sentía detestar pero que en el fondo sabía que sentía algo muy especial por él y quería correr el riesgo de averiguarlo.
Durmió poco debido a la emoción, se levantó a las dos de la mañana muy nerviosa y ansiosa, se vistió con un short de tela beige y blusa negra ceñida, se maquilló naturalmente con colores duraznos, se hizo una cola alta de caballo y se calzó con tacones altos, al verse en el espejo estaba complacida, sabía que le iba a gustar a Rick. Al bajar y verla sus hermanas silbaron para demostrarle que estaba despampanante y que al pobre Rick le daría algo más que taquicardia, parecía una barbie de carne y hueso y ese atuendo le sentaba de maravilla. Solamente tomó un poco de café, la emoción la tenía muy nerviosa, imaginarse la cara de Rick al verla le arrancaba la sonrisa, definitivamente se sentía otra mujer. A las 03:30 a.m. sacó su equipaje al pórtico, se dirigió al garaje para estacionar su auto frente a los escalones principales, pero una desagradable sorpresa le quitó la alegría; su adorado nene no quiso encender.
—¡Rayos! —comenzó a maldecir—. No me hagas esto por favor, eres muy inoportuno.
Intentaba encenderlo pero nada, se preocupó ya que tenía combustible.
—¡Aurora! —le gritó a su hermana.
—¡¿Qué pasa?!
—Mi auto no enciende, nos iremos en el tuyo.
Aurora se apresuró a encontrarla.
—El mío tiene poco combustible y perderemos mucho tiempo en la estación de gas.
Minerva se mordió los labios, debía pensar rápido.
—¡Diana! —dijeron al mismo tiempo y corrieron de nuevo al pórtico.
—¡Diana, Diana…! —la llamaba Minerva, la chica salió.
—¿Qué pasó?
—Necesitamos tu auto, el mío no enciende y el de Aurora tiene poco combustible, si no llego a tiempo no alcanzaré a Rick.
—Ok… —la chica corrió a buscar las llaves a su habitación.
Minerva se sentía presa de los nervios ante la expectativa de una nueva aventura.
—Tranquila, no te preocupes —le dijo Aurora—. Si no está en el hotel lo más lógico es que esté en el aeropuerto.
—¿Iremos directo allá?
—Creo que sería mejor, ¿Llegó directo acá o llegó de Los Ángeles?
—Ay Dios, no lo sé…
—¿No le preguntaste?
—Se me pasó por alto.
—¡Dios! De verdad que ese hombre te ha vuelto la mujer más torpe del planeta.
—Aquí están las llaves de mi Beetle y la revisión —dijo Diana—. Nunca se sabe.
—Gracias —dijo Minerva corriendo a sacarlo del garaje, ni siquiera sabía que podía correr con tacones, sin duda su combustible llamado amor era lo que la movía.
Sacó el escarabajo rojo de Diana y lo estacionó frente al pórtico, Aurora le ayudó con el equipaje y le quitó las llaves, Minerva estaba muy ansiosa como para manejar así que lo haría ella y sin perder más tiempo se fueron directo al aeropuerto de la ciudad.
Al llegar Minerva corrió hacia el interior mientras Aurora se estacionaba, se sentía abrumada y sin poder pensar para orientarse, miró hacia todas direcciones y no lograba verlo, no sabía dónde estaba, marcó a su móvil y sólo recibió respuesta automática, se llevó las manos a la cabeza, no sabía qué hacer.
Se acercó a la ventanilla de información y le dijeron que el vuelo directo a Chicago salía por la tarde, dedujo que Rick no había podido esperar, marcó de nuevo su número sin obtener respuesta. No sabía si la camioneta que él manejaba era de L.A. o de Ontario, no sabía nada, no sabía cómo actuar ni a donde ir —aeropuerto-hotel-ciudad— no sabía dónde estaba él y porqué no le contestaba.
—Si no quiere esperar el vuelo directo tendrá que volar a Los Ángeles en el siguiente vuelo —le dijo el encargado—. Pero no creo que lo alcance, uno se acaba de ir, está ya listo en la pista y el otro sale en dos horas.
Minerva exhalo sujetándose la cabeza, si Rick había salido entonces iba en el avión que estaba por despegar y seguramente por eso no contestaba, tampoco podía esperar el otro ya que no alcanzaría llegar a tiempo a Los Ángeles y encontrarse con él, miró su reloj desesperada.
—¿Qué pasa? —preguntó Aurora encontrándose con ella.
—No lo sé —dijo con un nudo en la garganta—. El vuelo para L.A. ya está saliendo y el próximo sale en dos horas.
—¿No crees que se fue directo a Chicago?
—No, ese vuelo sale hasta en la tarde.
En ese momento escucharon un estruendo, el avión ya había despegado, Minerva sintió que su corazón se había ido con él.
—Ven. —Aurora la sacó del aeropuerto—. Vamos al hotel a preguntar y si nos dicen que salió muy temprano seguramente iba en ese vuelo y si es así, sólo hay una manera de alcanzarlo, yendo hasta L.A en el auto.
Minerva la miró y asintió con la cabeza, estaba decidida a alcanzarlo.
Salieron del aeropuerto y se dirigieron al Holiday, igual Minerva bajó para averiguar todo mientras Aurora la esperaba en el estacionamiento. Sólo fue un momento y salió con el mismo desánimo y dándole la razón a su hermana, había dejado la habitación temprano y seguramente iba en ese vuelo.
—Bueno, hora de ir a L.A —dijo Aurora colocándose el cinturón—. Pasaremos por algún starmarket para comer algo por el camino y llenar al bicho de combustible.
—Aurora, ¿Estás segura? —Minerva parecía una niña pequeña, asustada e insegura—. Manejar hasta allá y luego regresar, el viaje, la agencia… Es agotador.
—Puede ser pero creo que valdrá la pena —sonrió—. Se trata de tu bienestar y tus hermanas queremos verte bien, feliz y llena de vida como antes.
Minerva la abrazó, quería llorar.
—Gracias, no sé qué haría sin ustedes.
—Pues cuando peleabas tus muñecas no pensabas así.
Ambas sonrieron.
—Llama a Diana y dile todo —continuó Aurora mientras salían del hotel—. Dile que en mi bolso del tocador están las llaves de mi auto, que le eche combustible y se vaya en él para la universidad. No le hará gracia saber que su bicho vaya a pasear a L.A pero ni modo, ahora sabré cuanto puede correr este nene.
Después de hacer las compras, llenar el tanque y de avisarle a Diana, Aurora y Minerva salieron rumbo a L.A.
A pesar de los nervios y la ansiedad, Minerva logró comer algo ya que hasta el estómago le dolía. Agradecía que de no ser por Aurora no podría manejar y eso le daba alivio, en tiempo record y sin sobre pasar el límite de velocidad llegaron a L.A. a las 05:30 a.m.
Al llegar Minerva volvió al mismo trámite, se adentró al enorme aeropuerto intentando lograr la proeza de localizar a Rick, mientras Aurora hacía la proeza de encontrar estacionamiento cerca de la entrada para no perder más tiempo. Minerva marcaba el número de él pero tampoco obtenía respuesta, estaba desesperada, si no estaba en ningún vuelo debía tener su móvil encendido, divisó las salidas de las terminales y no lograba verlo, se acercó a la ventanilla de información de nuevo para orientarse.
—En efecto el vuelo directo a Chicago está preparándose —le dijo el encargado—. Todavía está a tiempo de comprar el boleto y que se encarguen de su equipaje el cual ya deben estar abordando.
Minerva miró hacia todas partes y al notar el micrófono para hacer llamados, le pidió el favor de hacer uno, le urgía localizar a una persona, rogó tanto que el encargado accedió a hacerlo antes de verla llorar.
—Señor Rick Brighton —sonaron los altavoces por todo el aeropuerto—. Se le solicita al señor Rick Brighton con urgencia acudir inmediatamente a la oficina de información en la entrada principal del aeropuerto. Repito señor Rick Brighton…
Sólo restaba que él hubiera escuchado, Aurora llegó con un encargado que le ayudaba con el equipaje de su hermana y preguntó cómo estaban las cosas, Minerva esperaba un milagro.
—Espero que haya escuchado —dijo moviéndose a todos lados.
—Seguramente, si es así…
En ese momento sonó su móvil y la cara le brilló, era él.
—Te llamará. —Aurora terminó la frase.
—Rick…
—Minerva ¿Qué pasa? Acabo de encender mi móvil y veo que tiene más de veinte llamadas tuyas, ¿Qué sucede? ¿Estás bien?
—¿Dónde estás? —contestó preguntando muy feliz.
—En el aeropuerto de Los Ángeles, acaban de hacerme un llamado y voy en camino a ver qué pasa. Seguramente es algo relacionado con el vuelo.
—Rick yo estoy aquí, te llamaron por mí.
Por un momento se quedó mudo sin creer lo que había escuchado.
—¿Escuché bien? —preguntó disimulando un timbre de emoción.
—Sí aquí estoy.
—Minerva no era necesario que vinieras hasta acá sólo para despedirme, eres descabellada, ¿Lo sabías? —sonreía y aceleraba el paso para encontrarla.
Cuando la vio, se quedó pasmado y sin poder reaccionar, cortó la llamada. Ella también lo miró y su corazón brincó tanto que sintió que el pecho no tenía suficiente espacio, Aurora los notó y sonrió.
—¿Qué esperas? Ve por él. —Aurora la hizo reaccionar y Minerva no dudó en hacerlo.
Corrió hacia él sin pensar en las demás personas, Rick puso su maleta en el suelo y sonrió, extendió sus brazos y ella se prendió de él con fuerza, Rick olvidó su malestar estomacal y le correspondió, deseaban estar así y meterse uno en el cuerpo del otro.
—Minerva… —susurró en su oído—. ¿Por qué lo haces más difícil?
—Rick… —no quería hablar sólo sentirlo.
Cuando pudo poner sus pies en suelo, él sujetó su cara y la besó con ternura, Minerva le correspondió, se besaron por largo rato para disfrutar el momento.
—¿Por qué viniste? —insistió a la vez que acariciaba su cara y la miraba con devoción.
—Porque quiero estar contigo —contestó.
Rick suspiró.
—Debiste de usar otro atuendo, estás preciosa y no puedo evitar ponerme celoso. Ahora voy a amargarme pensando en todos los lujuriosos que te verán cuando yo tenga que abordar.
Minerva sonrió.
—No tienes porqué.
Aurora se acercó a ellos y Rick la saludó extrañado.
—Bueno, me alegra que hayamos encontrado al perdido. Al menos no lo raptaron los extraterrestres así que aquí te dejo el equipaje Minerva, yo tengo que volver, debo de estar en la agencia a las nueve.
Rick se sorprendió ante eso, ver el equipaje de Minerva lo asombró y entusiasmó, sintió que la vida volvía a él.
—Minerva… —no podía hablar.
—Así es —le dijo besando su mejilla—. Regreso contigo a Chicago.
Rick llenó su pecho de aire y mostrándole su más esplendorosa sonrisa la levantó del suelo, abrazándola y girándola como dos completos enamorados. Se sentía inmensamente feliz.
—Bueno, me voy, no voy a ser mal tercio —dijo Aurora suspirando.
—Aurora hermana, mil gracias por todo. —Minerva la abrazó—. Maneja tranquila, yo te llamo cuando llegue.
—No te preocupes, me voy más relajada.
—Aurora, muchas gracias —le dijo Rick dándole la mano—. Agradezco infinitamente su ayuda, la ayuda de todas.
—No tiene nada que agradecer —le dijo la chica cuando correspondía el saludo—. Lo único que le pido a cambio es que haga feliz a Minerva.
Rick sonrió y asintió exhalando muy complacido.
—Eso nunca lo dude.
Aurora se despidió con melancolía y los dejó, nada la hacía más feliz que ver a su hermana radiante de felicidad y enamorada de nuevo.
—¿Así que regresa conmigo señorita Warren? —le dijo Rick con su típico acento a la vez que rodeaba su cintura una vez que se quedaron solos.
Ella sonrió y asintió tímidamente, bajando la cabeza y reposando sus manos en su pecho.
—Tu sorpresa me hace muy feliz —susurró en su oído haciéndola estremecer—. ¿Tienes idea de las consecuencias?
Minerva se limitó a encoger los hombros, Rick levantó una ceja y se mordió el labio, la besó sensualmente de nuevo llevándose su aliento y deseo con él.
—Espera un momento —le dijo a la vez que se dirigía a comprar los boletos junto con el encargado de su equipaje que disimuló ver su romance.
Minerva miró a Rick alejarse mientras ella se aferraba a su bolso de mano y neceser, cuando él terminó se llevaron las maletas y volvió a ella, la abrazó de nuevo.
—Hubo un cambio de planes señorita Warren —besó la punta de su nariz—. Nuestro avión sale hasta las doce del mediodía.
—¿Qué?
—No iremos a Chicago.
—¿Ah no?
Rick negó con la cabeza a la vez que la besaba de nuevo.
—No.
—¿Y entonces?
En ese momento en los parlantes de la sala, el ambiente musical del aeropuerto amenizó con un clásico favorito de Rick; “Nothing's gonna stop us now” de Starship comenzó a sonar suavemente y al escucharla Minerva supo que algo tenía ese hombre en mente.
—¿Quieres estar conmigo? —preguntó en susurros.
—Si —contestó ella sin dudar.
Rick sonrió.
—¿A dónde quieres ir para matar el tiempo?
—No lo sé. —Minerva sonrió.
Rick volvió a sonreír y levantó una ceja, su semblante picaresco hizo estremecer a Minerva, su cuerpo comenzó a reaccionar.
—Pues yo sí —la sujetó pegando más su cuerpo y besándola con fuerza. La canción los envolvía:
“And we can build this
dream together
standing strong forever
nothing's gonna stop us
now
and if this world runs out of
lovers
we'll still have each
other
nothing's gonna stop us, nothing's gonna
stop us.”
Ante el desconcierto de Minerva, él la sacó apresuradamente del aeropuerto.
—Rick ¿A dónde vamos? —La chica sonreía ante la escena de adolescentes que les brindaban a todos los desconocidos—. Rick aún no me dices a donde vamos ¿Qué vuelo sale a medio día? —insistió.
—Rumbo a Miami —sonrió levantando una ceja y abordaron un taxi.
—¿A Miami? —estaba boquiabierta.
—Así es.
—Pero… ¿Y tu trabajo?
—Que espere —contestó besando su mano—. Voy a tomarme el resto de la semana a cuenta de vacaciones, las merezco y además… las tendré en muy buena compañía, sé que todo valdrá la pena.
Minerva sonrió y le dio un beso en la mejilla.
—Pero, ¿Y ahora? —insistió—. ¿A dónde vamos?
Él se acercó a su oído y susurró;
—Por ahora tengo ganas de usted señorita Warren.
Minerva abrió los ojos, cerró las piernas, se saboreó y contuvo el aire, su vientre entró en calor, comenzaba a latir.
—Rick… —se ruborizó.
—¿A dónde señor? —preguntó el taxista.
—Al Holiday —contestó a la vez que el taxi avanzaba.
Minerva abrió la boca, sabía que no podía escapar.
—¿Quieres estar conmigo? —Rick volvió a preguntar abrazándola.
—Sí, lo quiero, lo deseo, quiero estar en tu pecho, en tus brazos, en tu cuerpo, sí Rick, si quiero estar contigo.
—Y eso me alegra mucho señorita Warren —volvió a susurrar haciendo que su cuerpo temblara ante sus sutiles caricias—. Aún me debe una sesión de sexo oral.
Minerva sintió tener un orgasmo sólo al escucharle decir eso, ya se sentía mojada y sabía que lo deseaba tanto como él. Rick besó su sien y la estrechó con fuerza, sabía que pedía demasiado.
—Tranquila cariño, dije que voy a darte tiempo y lo haré, voy a tenerte toda la paciencia del mundo.
—Pero es obvio que no vamos al hotel sólo a descansar. —Lo miró levantando una ceja. Él sonrió—. Eres una nueva etapa Rick y quiero vivirla al máximo.
—Me devuelves la vida Minerva y yo también quiero que así sea. —La miró con ternura—. Tú también eres un nuevo capítulo en mi vida pero no sólo quiero eso, quiero que seas todo mi libro, mi principio y mi final, mi día y mi noche, mi cada día y mi futuro, eres una nueva vida, este es nuestro tiempo Minerva, es el presente y es nuestro, sólo tuyo y mío.
La besó intensamente y ambos lo disfrutaron, se bebieron, se saborearon, estaban dispuestos a darse una oportunidad, a vivir plenamente, a iniciar una relación de pareja, a convivir juntos esos días. Y para comenzar, iban compartir y gozar un íntimo encuentro por un momento para luego partir en un vuelo juntos, rumbo a la felicidad.