Capítulo

26

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Después de seguir con el juego de los emails y ya pasadas las 12:30 p.m. el timbre del apartamento sonó. Minerva se asustó pues creyó que Anne tenía llave y dudaba en abrir, pero al escuchar la insistencia del mismo se armó de valor y se acercó a la puerta.

—¿Quién? —preguntó con desconfianza.

—Servicio de entrega comida italiana —contestaron del otro lado.

Minerva frunció el ceño.

—Yo no he pedido nada.

—El paquete viene de parte del señor Rick Brighton para la señorita Minerva Warren.

Minerva abrió más los ojos, estaba sorprendida, abrió la puerta resignada.

—Buenas tardes señorita —saludó un chico de poco más de veinte años—. ¿Es usted Minerva Warren?

—Sí.

—Me llamo Tony y esta entrega es para usted, aquí está la factura, ya todo está pagado, firme de recibido por favor.

—Si claro. —Minerva tomó un lápiz que el mismo chico le había dado y firmó.

—Gracias. —Tony le entregó el paquete tibio—. Espero que todo sea de su agrado, bon appetit.

—Grazie. —Minerva sonrió.

Cuando entró de nuevo y puso todo en la barra procedió a sacar las cuatro pequeñas bandejas que habían llegado, el sólo olor le había abierto el apetito. La primera contenía Lasaña y al verla Minerva se saboreó, la segunda tenía carne a la Pizzaiola, la tercera una ensalada Fusilli y la cuarta una deliciosa torta Tiramisú. Al ver todo aquello Minerva no pudo evitar saborearse y de momento llamó a Rick.

—Buen provecho —dijo al otro lado.

—¿Por qué lo hizo? —contestó con una pregunta.

—Porque quiero hacerlo.

—Señor Brighton no era necesario, aún no tenía hambre pensaba hacerme un sándwich nada más.

—Un sándwich no es comida y además ya le dije que usted es invitada y no me parece que tenga que cocinar, disfrute lo que pedí para usted, espero le guste.

—Señor Brighton… por esta vez lo acepto porque supongo que quiso sorprenderme, pero no me gusta que decidan por mí.

—Bueno yo le pregunté que quería almorzar y no me contestó, tampoco me gusta decidir por nadie, me gustan las personas que deciden sin rodeos y saben lo que quieren, no me gustan sumisas señorita Warren, no se equivoque conmigo ni me confunda.

Minerva sonrió.

—Perdón no quise hacerlo y qué bueno que aclaramos eso, me alegra, la comida está deliciosa, me gusta, gracias.

—Eso está mejor, un simple gracias está bien, disfrute su almuerzo.

—Lo  haré, gracias de nuevo, adiós.

—Hasta pronto.

Minerva se mordió el labio y sonrió, con saber que Rick no quería sumisas era suficiente y se sintió aliviada. Se dirigió a la cocina para buscar un plato y procedió a servirse su delicioso almuerzo.

Al llegar la tarde y después de hablar por teléfono con Ariadna para despedirse de ella, Minerva sintió nostalgia pero volvió a concentrarse en su trabajo. Al rato Anne llegó y eso le ayudó un poco ya que seguía en lo suyo, estaba afanadísima con su escrito y escuchando a Beethoven, el suculento almuerzo la había animado en parte y el postre ni se diga, tenía más ánimo para hacer las cosas, aunque no dejaba de pensar en su hermana.

—Buenas tardes Minerva. —Anne saludó dejándose caer en el sofá.

—Hola Anne, gracias por el mensaje, ¿Cómo te fue?

—No tiene nada que agradecer, estuve toda la mañana reunida con Oliver y para colmo tuve que ir con él a la editorial.

—¿Es muy serio?

—Más o menos, con lo del despido tienen la excusa de no querer pagarme lo que me corresponde por los tres años de mi vida que les regalé, creo que voy a irme por la vía judicial.

—Que mal, ¿tu hermano lo sabe?

—Aún no y se va a enfurecer cuando lo sepa, veré como se lo digo, si es que Oliver no se ha adelantado.

—Lo siento Anne, siento que todo ha sido por mi culpa, si hubiera una manera de ayudarte no dudes en pedírmela.

—Gracias Minerva lo voy a tener en cuenta, ¿Qué huele tan bien?

—El señor Brighton pidió comida italiana, dejé para ti y para él.

—Hmmm… que rico, con lo que pasó ni siquiera comí bien, un hot-dog es todo lo que mi estómago carga, voy a ir a ducharme para luego venir a comer.

Se levantó del sillón y se encaminó hacia su habitación, Minerva siguió en lo suyo.

Por la noche cuando Rick ya estaba con ellas y después de cenar se dispusieron a ver un rato películas, era viernes por la noche y sin nada más que hacer, Anne preparó un enorme tazón con palomitas y junto con las sodas se dispusieron a ver una buena película. Rick había sacado el sofá-cama y al notar Minerva que Anne se acurrucaba junto con él supo que los hermanos se querían mucho y ella extrañaba a las suyas.

—¿Gusta acompañarnos señorita Warren? —preguntó Rick al notarla pensativa sentada en un sillón cerca de ellos, Minerva abrió los ojos y alzó una ceja.

—No, no se preocupe estoy bien aquí.

—Vamos Minerva, los tres juntos vamos a disfrutar más la peli, no queremos excluirla.

Minerva sintió que los hermanos estaban confabulados y que eran cómplices, bajó la cabeza y lo pensó un momento.

—No se asuste señorita Warren, venga. —Rick le señaló su lado muy sonriente, aquí hay suficiente espacio para usted.

—Los acompañaré pero… —caminó y se paró al lado de Anne—. Si Anne me da un lugar a su lado.

Rick borró la sonrisa que tenía y soltó el aire, Anne lo miró resignada.

—Está bien —dijo también resignado corriéndose un poco y Minerva muy sonriente se acostó al lado de Anne.

La chica estaba en medio de los dos, ella sostenía el tazón de las palomitas mientras que los personajes de su lado sólo se limitaban a coger unas cuantas para disfrutar la película. Poco antes de la media noche Anne se retiró para dormir quedando sólo Rick y Minerva en la sala, por lo que la chica prefirió el sofá de nuevo pero Rick la detuvo.

—Minerva, ¿No va a hacerme compañía? —le preguntó levantando una ceja.

Minerva negó con la cabeza, tragó en seco y pasó la lengua por su boca, se sentía vulnerable con todo lo que había escrito y recordado, no podía negar que a pesar de todo Rick se había portado bien y no sabía cómo agradecerle todas sus atenciones.

—¿Minerva? —insistió haciendo un gesto con las manos, la chica reaccionó.

—No creo que se apropiado señor Brighton, no es conveniente.

—¿Por qué?

—Por nada, es sólo mi pensar.

—Por favor —le pidió—. Estando más cerca no hablaremos fuerte.

Minerva soltó el aire y aventurándose perdió el miedo, se sentó a su lado, Rick acomodó las almohadas y la sujetó de los hombros, Minerva brincó a su toque, se sentía tensa.

—Tranquila —susurró—. Recuéstate.

Minerva cerró los ojos y se dejó llevar, la estaba tuteando otra vez, ya no quería pensar en nada más, se acomodó a su lado e intentó respirar de manera normal para que no se diera cuenta de su nerviosismo. Rick la miró de manera diferente y supo que no era la persona que él había creído desde el principio, en Minerva no había perversión y a su modo se daba respetar, quería leer su mente y saber qué era lo que pasaba por ahí, notaba un ligero rubor en sus mejillas y supo que sentía un poco de vergüenza.

—Ven —se atrevió a abrazarla.

Minerva reaccionó e intentó separarse, él no la dejó.

—Señor Brighton, suélteme.

—Calma —susurró casi en su boca—. ¿Cuándo fue la última vez que te abrazaron?

—¿Qué?

—Contesta.

Minerva no quería hablar, no estaba lista para hacerlo, bajó la cabeza, Rick exhaló ante su silencio.

—Minerva… —levantó su mentón con la punta de sus dedos—. Creo que no hace falta decir lo que siento, me atraes, me gustas mucho, déjame ayudarte, no sé qué clase de relación tienes pero siento que… no me importa quién es él, me importa un cacahuate si es él el hombre de tus escritos, lo único que sé es que me gustaría estar en su lugar, por favor, déjame hacerlo.

—Señor Brighton por favor…

—Rick, dime Rick…

Minerva lo miró fijamente, se perdió por un momento en el azul de sus ojos, estaba hipnotizada, sus narices casi se rozaban y sus labios anhelaban tocarse.

—Me siento cansada y quisiera ir a dormir —dijo la chica intentando encontrar una excusa a su sentir.

—Minerva por favor…

Rick no pudo más con la tentación y la besó, se apoderó de su boca con fuerza y vehemencia, respiró y bebió su aliento, apretó su cuerpo al de él y aunque Minerva quiso separarse y rechazarlo, no pudo, le correspondió igual. Su cuerpo ardía al calor de él y sin darse cuenta, ya estaba acostada debajo de él, rodeó el cuello de Rick con sus brazos y pidió más. Rick degustaba el momento, se deleitaba al sentirse correspondido, mientras que con una mano abrazaba la espalda de Minerva con la otra buscó su pierna y la levantó a la altura de su cadera, las mallas que ceñían la figura de la chica le impedía tocar su piel libremente, pero no impidió apretarla con su mano, la deseaba, subió por la misma hasta llegar a su muslo el cual apretó también, entre besos ambos estaban gimiendo. Minerva comenzaba a mojarse y más al sentir el amigo de Rick crecer entre su pelvis, la mano de él que apretaba su muslo subió por su cintura y abriéndose paso por la camiseta metió la mano para sentir la piel de su vientre, era suave y tibia, su boca dejó un momento la de ella y buscó su cuello, ese perfume lo embriagaba, Minerva mordía sus labios y gemía ante lo que Rick hacía. Mientras él mordía, lamía y succionaba su cuello como si fuera un vampiro que la estaba degustando antes de morderla, su mano inquieta subió hasta llegar a tocar su pecho derecho, usaba sostén, pero eso no le impidió deleitarse en masajearlo y apretarlo a la vez, Minerva estaba a punto de ebullición, se sentía extremadamente lubricada y no quería pensar en nada más.

—Te deseo Minerva —susurró con voz ronca—. ¡Dios! No sabes cuánto te deseo…

Buscó sus labios de nuevo y la besó, sentía sed de ellos, la mano que masajeaba el pecho bajó de nuevo para buscar algo más. Minerva sentía que su vientre ardía al sentir la mano de Rick tocar su piel, se abrió paso por la malla y metió la mano, sintió su panty de encajes y lo acarició, sus dedos se deleitaban en el monte Venus de la chica, bajó un poco más y sintió su anhelo, rozó todo el sexo de Minerva libremente por encima del diminuto panty que apenas cubría los labios íntimos y sintió la humedad a través del mismo. Su erección ya comenzaba a dolerle, quería jugar ahí un momento antes de meter sus dedos, ambos estaban en su éxtasis, pero al dejar los labios de su boca para buscar su cuello nuevamente, Minerva en su subconsciente creyó ver a Leonardo que la miraba fija y seriamente y reaccionó de manera brusca, se separó de él y sin decir nada corrió hacia la habitación, se encerró. Rick sujetó su cabeza tratando de encontrar la respiración y sin entender la actitud de Minerva, se quedó perturbado en el sofá-cama.