Capítulo

22

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La tensión por la mañana era más que evidente, para Rick que había tenido dulces sueños con Minerva no le hacía gracia verla molesta y que para colmo no le hablaba y para ella, que había vuelto a sus pesadillas era obvio que había pasado mala noche. Anne los miraba en silencio mientras jugaba con su tazón de cereal, Rick apenas y había probado los huevos revueltos y Minerva sólo se limitaba a tomarse el jugo. El incómodo silencio era espantoso, todo lo contrario a lo que había sido el día anterior.

—Anne… —Minerva rompió el silencio—. ¿Podrías ser tan amable de indicarme algún hotel en el cual pueda alojarme?

Rick tensó la mandíbula y la miró fijamente, Anne lo miró a él.

—Si claro hay muchos…

—Señorita Warren no es necesario. —Rick se apresuró a decirle.

—No sé a qué horas regresaré. —Minerva se dirigió a ella ignorando a Rick—. Pero por si acaso ya dejo mi equipaje listo, sólo para venir a recogerlo.

Anne miró a Rick y evitaba retorcerse en su silla.

—Voy a hacerle una lista de ellos con distintos presupuestos si gusta, pero no veo la necesidad de que se vaya, es muy bienvenida aquí.

Rick la miró seriamente y Minerva evitaba mirarlo.

—Gracias Anne, te lo voy a agradecer, quiero mudarme esta misma tarde.

Rick soltó el aire, no pensó que su táctica y broma Minerva los tomara tan en serio, realmente estaba molesta y temía que su imagen quedara mal ante sus “cuñadas”

—¿Se trata de su novio? ¿Vendrá a buscarla? —pregunto Anne muy curiosa.

Rick apretó más la mandíbula y sin disimularlo, dejó caer el tenedor sobre el plato reclinándose en la silla muy molesto. Minerva lo notó y podía aprovechar la situación, Rick pensaba que ella lo había llamado durante la noche y eso no lo esperaba, con todo lo que habían pasado se le había olvidado el dichoso novio, su oportunidad de estar con ella se escapaba de las manos. Imaginar que el tal Leonardo viniera a buscarla y se quedaran juntos en un hotel le reventaba la bilis, tomó un poco de jugo para calmarse y poner en orden sus pensamientos, retenía su respiración sin contener su enojo.

—Señorita Minerva, ¿Me escuchó? —Insistió la chica—. Le pregunté si su novio la vendrá a buscar y bueno, si están acostumbrados a hoteles de lujo yo podría indicarle…

—Ya es tarde —interrumpió seriamente Rick poniéndose de pie—. Deja tu alma de guía para después, la señorita Warren y yo no hemos terminado unos asuntos y mientras esté en Chicago es responsabilidad mía.

Miró seriamente a Minerva y ella hizo lo mismo, volvían al reto, ella quería decirle unas cuantas bien frescas sin importarle la presencia de Anne ya que seguramente ella conocía a su hermanito mejor que nadie, pero como le había aplicado la ley del hielo volvió a ignorarlo. Se puso de pie y cogió su bolso.

—No te preocupes Anne. —Minerva se dirigió a la chica—. Si puedes hazme la lista de los hoteles que más te parezcan y luego los analizo, lo más importante es que mude cuanto antes.

Rick contuvo su respiración y se dirigió a la sala para ponerse su chaqueta y coger su portafolios, estaba que hervía del coraje, ni siquiera el radiante sol de la mañana lo calentaba, estaba furioso, su estúpida idea había arrojado a Minerva a los brazos de su novio y como sabía que la había calentado, ella esperaba su llegada para “enfriarse” con él. Pensar eso lo hizo torcer la boca y hacer todo de mala gana.

—Vámonos —dijo firmemente avanzando hacia la puerta.

—Nos vemos después Anne. —Minerva se despidió de la chica con un beso en la mejilla y siguió a Rick, sabía que el resto del día podía convertirse en un infierno.

Entraron silenciosamente al ascensor, Minerva evitaba ver a Rick y él por el contrario le clavaba los ojos y deseaba traspasarla con otra cosa, deseaba domarla y tenerla rogándole por más debajo de él, pero estaba comenzando a cansarse de la actitud de ella.

—No entiendo su actitud señorita Warren —dijo arreglando el puño de su camisa—. No creí que se comportara como una niña.

Minerva seguía ignorándolo, Rick exhaló.

—¿No cree que exagera? No es para tanto, a su edad no le debe de sorprender algunas cosas.

Minerva lo miró fijamente evitando abrir la boca, buscaba provocarla al insinuarle lo mayorcita que estaba, volvió la mirada al espejo del ascensor.

—¿Le gustaría intentarlo de nuevo? —Rick sonrió al recordar la noche anterior, Minerva tensó más la mandíbula, deseaba golpearlo—. Señorita Warren será mejor que cambie de actitud, no puede llegar así a la editorial —insistió.

Minerva prefirió ver sus uñas y jugar con ellas, Rick soltó el aire sintiéndose frustrado, afortunadamente el ascensor se abrió y Minerva salió apresuradamente colocándose sus lentes oscuros, la brisa ondeaba sus cabellos y el perfume que dejaba escapar llegaba sin problemas hasta la nariz de Rick, la miró adelantarse y aunque usaba un traje pantalón, le ceñía las curvas del cuerpo pero Rick ansiaba verla de nuevo con traje de falda, los tacones altos la estilizaban pero le gustaba más verla con falda, era mucho más fácil meter mano, ansiaba terminar su fantasía de la noche anterior y poder tocarla libremente. Sacudió la cabeza ante sus pensamientos y la siguió, le abrió la puerta de la camioneta y sin insistir en sacarle media palabra, se dirigieron a su destino.

La única compañía que tuvieron en todo el recorrido fue la aclamada música de Rick y Minerva comenzó a detestarla más, sentía que la utilizaba para ganarse su atención y al recordar lo que había pasado la noche anterior, odió a George Michael. Afortunadamente no cantó para ellos pero al escuchar “The Sounds Of Silence” de Simon & Garfunkel supo que se trataba de un  mensaje subliminal por parte de Rick, lo que la hizo torcer la boca a la vez que prefería ver por la ventana la ciudad. Sabía que Rick deseaba hablarle a través de la música, antes de llegar al edificio donde él trabajaba, Ben E. King comenzó a cantar “Stand By Me” y la suave melodía le ayudó a quitarse la tensión un poco, adiaba reconocerlo pero a pesar de todo le gustaba el gusto musical de Rick y con ese “Quédate conmigo” le estaba diciendo a gritos y claramente que no se fuera a un hotel.

Al llegar a la editorial Rick como siempre se estacionó en su parqueo privado subterráneo, bajaron de su camioneta y se dirigieron al ascensor.

—Voy a llevarla directamente con Louisa McDowell —le dijo resignado sabiendo que sólo él abría la boca mientras arreglaba su chaqueta—. Ella es la directora en jefe del sello Eleganza, tiene raíces latinas es por eso que es la encargada del sello de romance en español.

Minerva asentía con la cabeza escuchando atentamente y Rick se desesperaba más soltando el aire, no sabía cómo hacerla hablar aunque tal vez sí.

—¿Qué quieres que haga para que dejes esa actitud? —Se acercó extremadamente a ella pegándola al espejo del ascensor, Minerva reaccionó nerviosa y lo miró fijamente, la estaba tuteando de nuevo, tragó en seco—. Dímelo —susurró casi en su boca.

Minerva lo miró seriamente intentando separarse pero él no lo permitía, la tenía acorralada.

—Minerva no puedes vivir así —insistió queriendo rozar su mejilla—. No podemos estar así.

—¡No me toque! —le dijo al fin empujándolo con fuerza—. Nunca más vuelva a tocarme, ¡¿Lo entendió?!

Rick estaba desconcertado pero al menos la había hecho hablar y eso lo hizo sonreír.

—Bravo, creí que habías perdido la facultad de hablar.

—Le advertí una vez que no iba a conocer a su descendencia y lo puedo cumplir, no se le ocurra volver a tocarme y a jugar conmigo, más le vale que mantenga a su amigo y a sus manos en su lugar porque no respondo de mí.

—Una seria amenaza sin duda —sonrió—. Pero creo que si no conozco a mis hijos tampoco conocerás a los tuyos.

—¿Qué? —Minerva frunció el ceño.

Rick se acercó de nuevo pegándola con fuerza al espejo y le susurró al oído.

—No te conviene dejar fuera de combate al que puede ser tu delirio, anhelo conocer a mis hijos, quiero tenerlos contigo.

Minerva abrió los ojos al máximo, sintió un frío y calor al mismo tiempo recorrer su cuerpo y sin poder disimularlo abrió la boca la cual casi le cae al piso, no podía creer lo que había escuchado y no sabía qué rayos sentía, sentía molestia pero al mismo tiempo y por alguna razón le gustó la idea, no sabía por qué, pero la había ilusionado. Comenzó a temblar sin razón, Rick se separó de ella, notó que su semblante había cambiado, no la miraba molesta sino triste.

—Perdón —dijo arreglándose la corbata—. Olvide lo que dije señorita Warren, no quiero herir sus sentimientos, aún no conozco a la futura señora Brighton pero sé que debe de estar en algún lugar, así que mi amigo y yo la esperaremos ansiosos para cumplir gustosos nuestro trabajo.

Minerva no dejaba de ver el suelo, no podía procesar lo dicho por Rick, afortunadamente el ascensor se abrió y ambos salieron. Como lo dijo Rick la llevó directamente a la dirección del sello romántico y después que la secretaria los anunciara entraron.

—Rick cariño que bueno que estás de regreso. —Louisa se levantó de su escritorio para abrazarlo, era una mujer que pasaba los cuarenta y afortunadamente casada por lo que era gran amiga de Rick y por eso tenían confianza.

—Extrañaba mi casa, no podía más. —Rick le devolvió el abrazo—. ¿Qué tal la familia?

—James como siempre en su trabajo y Arnold y Karen en la escuela.

—Mira, traje personalmente a la autora del libro. —Le señaló a Minerva que estaba abrumada por la confianza.

—Rick cariño eres un as. —Se dirigió a Minerva y le extendió la mano—. Señorita Warren es un placer conocerla, soy Louisa McDowell, la directora del sello romántico que se hará cargo de su obra.

—El gusto es mío —le dijo Minerva correspondiendo el saludo—. La verdad todo me tomó por sorpresa pero muy agradable por cierto, la verdad era algo que no esperaba.

—Casi todo está listo, no se preocupe —les señaló las sillas para que tomaran asiento—. Una vez firmado el contrato lo demás será pan comido.

—Ese es el problema —le dijo Rick—. Que la señorita Warren aún no ha firmado.

—¿Cómo?

—Señora McDowell, ¿Podemos hablar en privado usted y yo? —pidió Minerva.

Rick la miró fijamente, no esperaba que lo excluyera, Louisa también se sorprendió por la petición.

—No entiendo señorita Warren —le dijo ella—. Rick es su asesor y es con él que debe de tratar los puntos, él le va a ayudar y no puede desconocer…

—Por favor —rogó Minerva—. Una plática de mujer a mujer.

El móvil de Rick sonó y al ver su expresión, Minerva supo que no era nada bueno. Él soltó el aire e intentó disimular pero sentía que era lo único que faltaba para que se terminara de arruinar su día.

—Está bien —dijo poniéndose de pie y cogiendo su portafolios—. Las dejo, estaré en mi oficina.

Y sin decir nada más salió, su semblante debido a la llamada lo delataba. Cuando cerró la puerta Minerva se volvió hacia Louisa;

—Señora McDowell, cuando conocí al señor Brighton me expuso claramente lo que ustedes querían con mi obra y yo me rehúso a cambiarla.

Louisa miró a Minerva desconcertada.

—No quiero que mi obra se asemeje a tantas otras con la misma temática —continuó—. Y además no puedo cambiarla porque…

Minerva cerró los ojos y respiró con calma.

—Voy a confiarle algo muy personal, la historia de mi obra es la mía propia sólo que tiene algunos cambios, omití la verdadera tragedia que envolvió a los protagonistas.

—Señorita Warren eso es asombroso, ¿Rick lo sabe?

—No, no se lo he dicho… no quiero que lo sepa, aún.

—Soy toda oídos señorita Warren, ¿dígame qué sucedió?

Minerva bajó la cabeza y respiró de nuevo, comenzó su relato a Louisa;

—Mi vida se acabó hace dos años…

Rick por su parte estaba que no cabía en su oficia, caminaba de un lado a otro como tigre de circo, se sujetaba los cabellos y contenía la respiración, no entendía el enigma de mujer que tenía enfrente y eso le molestaba. Se sentaba en su escritorio, intentaba concentrarse en su trabajo pero al momento se levantaba hacia la ventana y evitaba hacer corajes, quería saber qué era lo que Minerva escondía, quería saber quién era ella misma, quería saber por qué demonios se negaba a seguir las pautas que se le daban, quería saber qué era lo que había detrás de ese libro que ya comenzaba a detestar sin proponérselo. Puso ambas manos en un pequeño librero que tenía a un lado de la ventana, bajó la cabeza y soltó el aire, para colmo la llamada… estaba harto de ella, estaba cansado del pasado que lo perseguía y no sabía cómo deshacerse de todo eso, se sentía frustrado. Se paró erguido y sacudió la cabeza, la movió a ambos lados y se tocó los hombros, estaba tenso. Se sentó de nuevo en su escritorio y se propuso adelantar su trabajo.

Entre miradas furtivas al reloj pasaron casi dos horas, dos horas de encierro entre Minerva y Louisa y a Rick, poco le faltaba echar espuma por la boca. Al momento tocaron la puerta y ambas entraron, eso en parte le dio alivio.

—Te traje a Minerva Rick, no quería que se perdiera —le dijo Louisa un poco seria y él dedujo que las cosas no iban bien.

—Que bien, sirve que conoce mi oficina —dijo fingiendo normalidad.

—Tenemos que discutir unos asuntos después del almuerzo, nos reuniremos en la sala de juntas.

—Está bien, como quieras.

—Ha sido un placer señorita Warren. —Louisa le dio la mano a Minerva y ésta la aceptó—. Fue muy interesante todo lo que me dijo, lo siento y la entiendo, así como también espero que me haya entendido a mí, le pido que piense muy bien su decisión, si desea formar parte del sello es bienvenida y si no, ha sido un placer. Rick no está en la obligación de ayudarla, él no es parte del sello romántico, pero lastimosamente la persona encargada de asesorar este género está de vacaciones y regresa en dos meses, tiempo en el cual no podemos esperar, así que usted decide, necesitamos que la obra esté lista a más tardar en tres semanas para volver al proceso de revisión y entonces a su publicación, si desea hacerlo desde Los Ángeles está bien, le deseo un buen viaje y en tres semanas la espero de regreso para firmar el contrato. Que pase un feliz día.

Y diciendo esto salió de la oficina de Rick dejándolos solos.