Capítulo

11

C:\Users\Denis Melara\Desktop\hermosa-pluma-de-pavo-real-en-un-vector-de-fondo-blanco.jpg

 

Faltaba pocos minutos para las seis de la tarde cuando Rick logró estacionarse en el Olive Garden. Cuando se bajó de la camioneta, observó todo a su alrededor y pensó que la ciudad no estaba mal mirándola desde otro punto. Intentó divisar el auto de Minerva pero supuso que no había llegado así que se encaminó con paso firme hacia el interior del lugar.

—Italiano —se dijo refunfuñando y torciendo la boca al notar el restaurante—. ¿Será que el tal Leonardo es italiano?

Entró al lugar y le pareció acogedor, no tan formal, pero tampoco estaba mal.

—Buenas tardes señor —lo saludó en el típico inglés la recepcionista de la entrada que estaba frente a un monitor—. ¿En qué le podemos servir?

—Tengo una reunión con una persona y...

En ese momento su móvil sonó, era Minerva.

—Sí dígame.

—Estoy en el Garden ya, en una de las mesas del fondo, acabo de verlo entrar.

—Ok, gracias, ya me reúno con usted. —Colgó la llamada y sonrió intentando disimular, luego se dirigió a la recepcionista—. Ya me están esperando.

La chica asintió con la cabeza y Rick se adentró para buscar a Minerva, la ubicación de la mesa era un tanto privada.

—Me alegra verla de nuevo señorita Warren —le extendió la mano y Minerva no entendía la personalidad de ese hombre, ya no estaba molesto como en la mañana.

—Lo mismo digo —respondió sin saber qué era lo que había dicho.

—Veo que le gusta esconderse. —Rick sonrió.

—No me escondo, es sólo que aquí estamos un poco lejos del bullicio.

Rick la miró levantando una ceja  y sin saber qué pensar de ella. Afortunadamente en ese momento llegó un mesero que ya se había puesto a las órdenes de Minerva llevándoles el menú.

—¿Desean algo de tomar? ¿Algún aperitivo?

Ambos se miraron.

—Yo quiero una margarita —dijo Minerva.

—Y yo una copa de vino tinto —dijo Rick sin dejar de mirarla.

—¿Alguna marca especial señor? —preguntó el camarero.

—Me da igual —le hizo un gesto con la mano.

—¿Alguna entrada señorita? —insistió.

—Pan de ajo con mozzarella está bien —contestó.

Y asintiendo con la cabeza el camarero los dejó, Minerva no dejaba de ver el menú, necesitaba distraerse, Rick realmente la intimidaba.

—¿No le parece un poco temprano para comer? —preguntó Rick intentando abrir una conversación.

—Puede ser, pero por alguna razón tengo hambre y quisiera aprovechar.

Rick levantó una ceja y la observó sin que ella lo notara, insistía que unas cuantas libras no le caerían mal. Minerva vestía de jeans oscuros, botas altas negras al tobillo de terciopelo, una blusa gris que si bien no ceñía su cintura ya que era tipo batita, si ceñía sus pechos y esas colinas suaves que sobresalían desviaban la mirada de Rick, sin duda el sostén le ayudaba mucho a sus formas las que podía notar perfectamente a pesar de llevar una chaqueta negra por encima. Se enfocó en sus manos que sostenían el menú y le gustaron, su “francés” bien elaborado en las uñas le daba un aspecto fino, pero al ver el bendito anillo de nuevo frunció el ceño y giró la cabeza para otro lado.

—¿No cree que está haciendo calor señorita Warren? —preguntó al mismo tiempo que se quitaba su saco negro, él también lucía unos jeans oscuros y camisa blanca manga larga de cuello.

—No siento frío, creo que el aire acondicionado está un poco fuerte y si me desvisto para luego salir drásticamente al calor del clima de afuera, voy a pescar un resfriado.

Rick sonrió, definitivamente siempre encontraba una excusa para todo, le encantaba este juego que comenzaba a envolverlos.

—¿Ya se decidió qué va a comer? —insistió al ver que Minerva lo ignoraba o evitaba verlo por atender con mucha concentración en menú.

—Sí creo que sí —bajó la carpeta y la puso a un lado de la mesa, había entendido la indirecta de Rick.

—Me alegro, así aprovecharemos el tiempo —dijo Rick haciendo a un lado ambas carpetas, acercando más su silla y mirándola fijamente—. Me intriga saber cuáles son esos puntos que quiere tratar.

Minerva trató de parecer tranquila, pero no pudo evitar tragar en seco, la luz tenue del lugar hacía que viera a Rick de otra manera, para su fortuna el camarero llegó a tiempo con el pedido.

—Su margarita señorita —dijo a la vez que la servía—. Y su vino tinto señor, espero sea de su agrado.

Ambos asintieron y después de colocar una fuente con el aromático pan de ajo que le abrió más el apetito a Minerva, preguntó:

—¿Ya están listos para ordenar?

Minerva miró a Rick recodando lo que había dicho y después de ver su reloj, negó con la cabeza.

—Todavía es un poco temprano, lo haremos después.

El camarero dio la vuelta y Rick la miró con satisfacción bebiendo un poco de su vino, la manera en la que lo había hecho le había parecido a ella muy sensual, bebió también de su margarita, sentía sed.

—¿Continuamos señorita Warren? —insistió.

—Leí el contrato y no le veo nada fuera de lo normal, la mayoría dicen lo mismo, 10% en libro impreso, entre 8 y 6% en digital, más toda la explotación de la obra que deben hacer, etc…

—¿Y entonces? —Rick probó un pan de ajo.

—En lo que a cinematografía se refiere no me parece, sé que puede ser un sueño demasiado alto, pero no quiero que como autora me excluyan totalmente, yo soy la única que conoce mi obra al 100% y soy la única que puede decidir lo que está bien o lo que está mal, no la editorial.

—No estoy seguro de ese punto, pero habría que hablarlo personalmente. —Bebió un poco de vino.

—No quiero que una editorial haga miles de dólares o millones a costa mía, no me parece justo.

—Es sólo una cláusula, no nos adelantemos…

—Será el sereno pero si lo dicen por algo será. —Minerva tomó un pedazo de pan y lo llevó  a su boca.

—Bueno y dejando eso a un lado ¿qué más? —Rick se reclinó en su silla y limpió su boca con la servilleta.

—Los cambios que quieren, podría bajar la guardia con algunas cosas que si, reconozco que deben de sonar cursi y empalagoso pero por el resto lo veo bien, no entiendo qué es lo que quieren.

Rick levantó una ceja mirándola fijamente.

—Bueno tal vez sí. —Minerva evitó retorcerse en su silla—. Ok, me hablan de un poco más de erotismo podría hacerlo pero medido, no voy a convertir mi obra en algo pornográfico, no me interesa ser explícita en cuanto a intimidad se refiere, creo que con una narración sutil y bien elaborada, diciendo todo en sus justas palabras puede llegar a excitar al lector.

Rick clavó sus ojos en ella y se acercó.

—¿A qué se refiere con “explícita”?

—Pero porque pregunta, ya sabe la respuesta.

—Quiero oírlo de usted.

Minerva sujetó su margarita y bebió un sorbo, intentó no ser tan obvia al momento de tragarla.

—No voy a dar detalles de cómo la pareja hace el amor.

—¿Por qué?

—Porque no.

—¿Y porque no?

—Ya basta señor Brighton, no me haga dejar la velada a medias.

—Y si tú vuelves a humillarme y salir corriendo creo que no la cuentas.

Minerva frunció el ceño y tensó los labios, odiaba estar en jaque y que la tuteara de nuevo.

—No lo digo por tu trabajo. —Rick bebió más vino—. Sino porque yo no regreso, así me digan que te has bañado en oro.

—¿Se siente confundido señor Brighton? Me habla de usted, luego me tutea y está en ese juego, ¿Le parece gracioso?

—Minerva ya me tienes cansado con “tus” juegos. —Se acercó más a ella casi susurrando, ella lo desafió no moviéndose, parecía el juego de ver quién era el más fuerte—. Dime de una vez si te interesa firmar o no, sé que deseas hacerlo, lo que no quieres es mostrar lo apasionada que puedes llegar a ser, sé que puedes describir con puntos y señales sobre caricias, besos, roces, sé que puedes escribir más abiertamente sobre un encuentro pleno, rudo, sin censurar escenas o palabras, puedes describir las escenas sexuales que has experimentado o que deseas experimentar. Puedes arder con tus palabras y hacer que el lector sucumba seducido por ti, no se trata de llegar a la vulgaridad sino a un clímax pleno, a esas letras que son capaces de retorcerte, a cada palabra capaz de mojarte, a cada frase capaz de rogar por un alivio y cada escena capaz de hacerte llegar a un orgasmo sola o acompañada.

Minerva tenía sus ojos como platos y evitaba que la quijada le cayera al suelo, su piel estaba estremecida con cada palabra de Rick, su acercamiento, su voz, su mirada, todo le había hecho apretar sus piernas y mantener la respiración. Sentía su mente bloqueada, no podía pensar.

—¿Desea ir al baño señorita Warren? —Rick sonrió y se reclinó en su silla con satisfacción, sabía que había logrado un efecto en ella.

—¿Quiere terminar bañando en margarita? —Arremetió seriamente, se sentía ofendida con lo de querer ir al baño.

—No me importa volver hacer el ridículo, total a mí no me verán más por aquí en cambio usted vive aquí, piénselo. —Terminó de beber su vino.

Minerva contuvo su respiración, odiaba estar entre la espada y la pared.

—Creo que no tenemos nada más que hablar señor Brighton. —Hizo la señal al camarero para que se acercara a la vez que también se bebía de un sorbo su margarita—. Le deseo un feliz viaje.

—¿Eso es todo? —preguntó desconcertado.

—Sí.

—¿Por qué eres tan necia?

—Sigue ofendiéndome.

—A ver dime, ¿Quién rayos eres tú? Porque no quieres mostrarme tu agresividad sexual, ¿Le temes a tu novio? Creo que no es un buen maestro.

—Le ordeno que se calle y no hable de él.

—¿Me ordenas? Oye de verdad te pasas, ¿Te crees una diosa o algo por el estilo?

—Basta.

Ambos se miraron retándose, con esa actitud no llegarían a ningún lado.

—¿Dígame señorita? —El camarero se acercó.

—La cuenta —ordenó Minerva sin mirarlo, sus ojos estaban en Rick al que deseaba traspasar. El camarero se retiró.

—¿Te gusta provocar? —insistió Rick.

—Hago lo que me pega la gana —contestó.

Rick exhaló y pasó sus manos por su cabello.

—Está bien, no voy a perder mi tiempo con una testaruda como tú, no voy a rogarte, es tu problema no el mío, no eres la única con la que tengo que lidiar.

El camarero llegó con la cuenta y Minerva sacó una tarjeta de crédito.

—Yo pagaré —dijo Rick sacando la suya.

—No, es mi deber, yo le dije que viniéramos aquí.

—Pero yo te invité a cenar.

—Y no cenamos.

El camarero al ver el pleito sólo giraba la cabeza de un lado a otro sin saber qué hacer.

—Cóbrese —le ordenó Minerva. El hombre dio la media vuelta obedeciendo.

Rick soltó el aire y poniendo los codos en la mesa se llevó las manos a la cabeza, Minerva lo sacaba de sus casillas.

—Lo siento —dijo Minerva sujetando su bolso—. Lamento que haya tenido que venir para nada.

—Y yo lamento darle malas noticias a Anne, eres tan tonta, orgullosa y egocéntrica que sólo piensas en ti y no en los demás. Definitivamente ya tienes una mala imagen dentro de la editorial.

Minerva tragó y evitó que sus ojos se llenaran de lágrimas, nadie le había hablado como lo había hecho él y sin duda, la hizo sentir mal. El camarero llegó devolviéndole la tarjeta, firmó el recibo y se levantó de la mesa apresuradamente, sin decir nada más. Rick se levantó dejó la propina en la mesa y la siguió intentando arreglar las cosas. Minerva salió del restaurante y se dirigió al parqueo para subir a su auto, ya había oscurecido y por ende aceleró el paso, al llegar y al sonar la alarma antes de subir Rick la detuvo del brazo y pegó su cuerpo a la puerta del carro, la sujetó por la cintura, deseaba besarla allí mismo, pegó tanto su cuerpo al de ella que ambos reaccionaron, sus narices chocaron y sus alientos tibios podían palparse, Rick giró su cabeza hacia el cuello de Minerva, ese perfume lo iba a volver loco, lo dominaba y deseaba desatarse. Ya estaba oscuro, el parqueo un tanto solo y él con el tiempo justo para gozar de esos labios que ansiaba con locura, inhaló el perfume de su cuello y susurró en su oído.

—¿Quién eres Minerva? Dímelo.

—No entiendo su pregunta. —La chica temblaba como una hoja al viento.

—¿Qué escondes detrás de tus letras?

—Nada.

—¿Una historia de amor? ¿Qué amor? ¿Qué recuerdos?

Minerva contenía su respiración, su corazón latía a mil y Rick podía sentirlo. Él levantó la pierna derecha de ella a la altura de su cadera, Minerva se asustó ante eso, se posesionó de su pierna con fuerza, su mano la sujetaba, se pegó más a ella para hacerle sentir lo que le provocaba. Minerva podía sentir su erección y su cuerpo comenzó a reaccionar, el calor de su vientre estaba encendiéndola.

—Por favor, déjeme en paz —dijo intentando ignorar a su cuerpo y reteniendo sus lágrimas.

—¿Quiero saber qué pasa? ¿Por qué quieres llorar? ¿Qué significa ese hombre en tu vida?

—¿Qué?

Rick se pegó más ella, casi la levantaba del suelo, podía sentir como sería el penetrarla, sólo la ropa lo impedía, sentir su pecho con el de ella era delicioso, su ardiente aliento en la oreja de Minerva la estaba descontrolando. Rick rozó con sus labios la piel del lóbulo.

—No sé que me hiciste desde que te vi —susurró con voz ronca—. Pero me siento un completo estúpido, siente cómo me tienes. —En un impulso de su cadera la levantó como si la estuviera penetrando, Minerva entendió perfectamente y sus sentidos comenzaban a sucumbir—. No sé qué me pasa Minerva y mucho menos entiendo lo que siento, me importa un carajo que tengas novio, sé que eres apasionada y necesitas liberarte, quiero que escribas con pasión, que sientas cada palabra hasta los tuétanos, quiero acompañarte en tu sueño de publicar, quiero ser parte de ese sueño, de tu sueño.

Rick levantó la cara para liberarse del perfume de su cuello y la miró fijamente, quería besarla, quería recorrer y saborear la suavidad de esos labios pero se controló, su dominio propio ganó, la liberó y se separó de ella.

—Te ofrezco todo en bandeja de plata Minerva, tú decides si lo aceptas, aprovecha tus vacaciones y vuela conmigo a Chicago, preséntate a la editorial de manera personal, habla tus puntos, di lo que quieres y no quieres, yo estaré a tu lado decidas lo que decidas, no permitas que tu novio te diga cómo escribir ni permitas que te ate, libérate y sé tú misma, siendo plenamente libre serás la escritora que quieres ser.

Y levantando sus manos en señal de rendición sólo agregó algo más antes de irse.

—Si no ocurre nada más por hoy entenderé que mandas a tu carrera por el caño y me iré sin despedirme, pero si cambias de parecer, ya sabes lo que tienes que hacer. Me voy a las cinco de la mañana, adiós.

Tristemente Rick la dejó en el parqueo y se encaminó furioso a su camioneta, se odiaba por no haberla besado, por no haberla tocado, por haber perdido la oportunidad en su debilidad y eso fue lo que lo dominó, sentir una Minerva frágil, triste, débil, sin poder liberar lo que la atormentaba, las lágrimas en sus ojos hicieron que por primera vez en mucho tiempo deseara proteger a otra mujer aparte de su hermana, estaba dispuesto a bajársela al novio si no la valoraba, se había encaprichado, deseaba a Minerva Warren con todas sus fuerzas pero la tendría si ella estaba dispuesta. A pesar de lo que sentía y que estuviera naciendo en él no iba a rogarle, no estaba dispuesto a enamorarse y mucho menos a amar de nuevo a una mujer para que jugara con él y volvieran a hacerle daño. Se había jurado no volver a hacerlo y así dejara la vida, lo iba a cumplir.

Minerva se había quedado pasmada sin saber a ciencia cierta lo que había pasado, no sabía cómo procesar todo lo que Rick le había dicho y mucho menos tenía idea de lo que debía hacer. Sentía que sus palabras eran ciertas y se negaba a reconocerlo, él le estaba ofreciendo una oportunidad que no volvería a tener y si la desaprovechaba, estaba segura que se iba a arrepentir el resto de su vida.

—Leonardo mi amor, ¿Qué hago? —se preguntó cuando entró a su auto y lo encendió.

Temblaba y no sabía por qué, tenía una serie de sentimientos encontrados y no sabía cómo controlarlos, sentía enojo, tristeza, decepción, ilusión y no podía poner en orden sus pensamientos, limpió su cara y se calmó, salió del Olive Garden y se dirigió a su casa, debía consultar el viaje con sus hermanas.