Capítulo

20

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Minerva se levantó pasadas las siete de la mañana y después del baño se vistió de manera casual con ropa deportiva y tenis, haciéndose una cola de caballo y luciendo un maquillaje natural. Salió de la habitación muy silenciosamente creyendo encontrar actividad, pero su sorpresa fue ver a Rick aún plácidamente dormido boca abajo en el sofá-cama así que sin hacer ruido se dirigió a la cocina. No se sentía en confianza, pero al menos trataría de compensar la hospitalidad preparando un delicioso desayuno. Al llegar a la cocina se aventuró al refrigerador, había queso cheddar, huevos, jamón, jugo de naranja y en una de las alacenas había pan integral, por lo que sonrió y se apresuró a coger todo y lo colocó en la mesa de la isla. En uno de los cajones miró los utensilios y cogió un sartén de tamaño mediano, lo untó con un poco de aceite de oliva y espero que calentara, batió los huevos, rallándoles una cantidad moderada de queso y agregándoles unos trozos de jamón, los sazonó con sal y pimienta y procedió a hacer unos omelettes. Tan concentrada estaba en su quehacer que no escuchó a alguien acercarse hasta que la distrajo de manera brusca, haciendo que casi se quemara con el sartén.

—¿Quién diablos eres y qué haces aquí?

Minerva se giró rápidamente asustada y miró a una chica de piel blanca y cabello rubio oscuro con trenzas a cada lado, parada frente a ella en pijamas y pantuflas de Kitty que la miraba muy seriamente con sus ojos azules.

—Acabo de hacer una pregunta —insistió la chica cruzando los brazos.

—Creo que fueron dos —contestó Minerva acercando un plato y sacando el primer omelette del sartén.

—¿Intenta burlarse de mí? —inquirió la chica molestándose más.

—¿Anne? —contestó Minerva con otra pregunta.

—¿Cómo diablos sabe quién soy? —la chica se acercó más molesta—. ¿Se lo dijo Rick? ¿Es su nueva conquista? O mejor dicho ¿Su amante?

Minerva abrió los ojos al máximo, por alguna razón eso último no le había gustado.

—Conteste —insistió—. ¿Es eso? Porque si es así le advierto que…

—¡Anne! —Rick llegó apresurado y descalzo hasta la cocina, vestía un pantalón de pijama a rayas finas en azul marino y una camiseta blanca, se interpuso entre las chicas.

—¡Rick! —la chica lo abrazó—. Qué bueno que estás de regreso, ¿Cuándo llegaste?

—Hoy casi a las dos de la mañana, no quise molestarte, ¿Estás enferma?

—Llevo dos días con una endemoniada gripa que me ha dejado en cama.

—¿Y por qué no me llamaste? —Besó lo alto de su cabeza.

—Para no preocuparte, pero me alegra mucho que ya estás aquí dime, ¿Cómo te fue?

—Bien, dentro de lo que cabe.

—Si ya veo. —La chica desvió su mirada a Minerva quien se sentía de más en la escena—. No aprendiste tu lección ¿Verdad? Quieres…

—Anne… —Rick la calmó abriendo los ojos esperando que ella pudiera entender su mirada.

—Es el colmo Rick, vas a buscar a la autora del libro y regresas con una amiguita que para colmo se queda aquí mismo, al menos respétame sí. A ver dime, ¿Cómo hubieras actuado si me encuentras con un “amiguito” aquí?

—Anne… —Rick intentó no pellizcarle el brazo y quitarle la cuerda—. Pídele una disculpa a la señorita si la ofendiste.

—¡¿Qué?! Pero…

—Anne —insistió mirándola fijamente—. Ella es Minerva Warren, la autora del libro que tanto te gusta.

La chica la miró y la quijada le cayó al piso, retrocedió un paso sin quitarle los ojos de encima. Rick la sujetó de los hombros, estaba nerviosa y no sabía qué decir, comenzó a tartamudear.

—Yo, yo, señorita Warren, mil perdones, lo siento, por favor…

—Tranquila. —Minerva sonrió y le extendió la mano—. No sabías nada y es natural que una extraña en tu casa molestara, mucho gusto, estoy muy agradecida contigo.

Anne le regaló una sonrisa de oreja a oreja y le apretó la mano, pero no sólo eso.

—Señorita Warren, awwww!!!!!!!! —gritó como loca dejando sordo a Rick y abrazando a Minerva con todas sus fuerzas amenazando con desprenderle el cuello, la chica estaba emocionada—. ¡Dios! es un enorme placer conocerla por fin, me encanta su libro, soy su admiradora, quiero uno firmado, ¿Sí?

—Anne… —Rick se rascó la cabeza.

—Muchas gracias Anne. —Minerva agradeció el gesto cariñoso de la chica—. Al parecer eres mi primera “admiradora” te aseguro que si las cosas surgen sin complicaciones serás la primera en tenerlo.

—Gracias señorita Warren será un honor para mí.

—Señorita Warren, ¿Qué intentaba hacer? —le preguntó Rick para disimular desviándose a la estufa.

—No intentaba, lo estaba haciendo —contestó fingiendo modestia.

—Sí ya veo y huele muy bien. —Se acercó al plato con el omelette—. A lo que me refiero es, ¿Por qué?

—Es lo menos que puedo hacer, quise hacerles un desayuno a ambos, perdón por la intromisión a su cocina pero me sentí en la obligación.

—Señorita Warren usted no está obliga a nada, es una invitada, no debe cocinar, deje que lo haga yo.

—¿Usted? —lo miró incrédula.

—Así es señorita Warren —dijo Anne apresurándose a buscar la tostadora—. Mi hermano cocina delicioso.

—¿De verdad? —insistió levantando una ceja.

—Señorita Warren soy hombre pero no me ofenda. —Rick sonrió y preparó el siguiente omelette.

—No, no es eso. —Minerva intentó disculparse quitándole el tazón con el huevo batido—. Pero usted acaba de levantarse, será mejor que vaya al baño, se cambie y esté más presentable, ¿Está bien?

—La señorita tiene razón. —Secundó la chica sonriendo—. Ve a darte una buena ducha, para cuando salgas el desayuno estará listo.

Al ver Rick que ambas mujeres estaban en su contra obedeció alzando las manos muy sonriente y saliendo de la cocina, al menos se sentía bien al ver a su hermana mejor y sabiendo que había simpatizado con Minerva.

—Perdón de nuevo —dijo Anne cuando se quedaron solas y metía el pan en la tostadora.

—No importa, tuviste razón aunque lo de la amante de tu hermano si me sorprendió. —Minerva volteaba el omelette sin evitar su curiosidad.

—Disculpe señorita Warren, es que la última desgraciada le hizo daño a Rick y no quiero volver a verlo así.

Minerva paralizó sus funciones por un momento, se quedó perpleja.

—¿La última? ¿Ah tenido muchas? —insistía en su curiosidad sin quitar la mirada del sartén.

—No, de adolescente solo dos y ya viejo pues…

—¿Viejo? —Minerva no pudo evitar reír.

—Bueno, me refiero a que a los veintidós tuvo una y a los veintiséis otra y fue esa última la que lo hirió, hace tres años terminaron y desde entonces él no volvió a tener novia, al menos no le conozco una formal.

—Ya veo… —Minerva sacaba el omelette a otro plato.

—¿Y usted? —la chica preparaba una canasta para el pan.

—¿Yo qué?

—Su historia es preciosa, ¿Se inspiró en alguien? ¿Tiene novio?

—Pues… —Minerva no sabía que contestar.

—Anne no hagas preguntas personales. —Rick regresaba más fresco y relajado, verlo con el pelo mojado le dio cosquillas en el vientre a Minerva, vestía de manera deportiva también y olía delicioso.

—Pero Rick sólo quería saber…

—Respeta la intimidad de la señorita Warren, ¿Está bien? —Tomó una tajada de pan y lo mordió, luego buscó un vaso y sacó un poco de jugo, se sentía hambriento.

—Está bien, ya todo está listo, vamos a la mesa.

Minerva se sintió aliviada y le sonrió a Rick, él le devolvió la sonrisa y la invitó a pasar primero al comedor, le gustaba su atuendo deportivo y más cuando le marcaba las caderas y el trasero, esa cola de caballo la hacía ver más joven y Rick se sentía atraído por ese “look” que la hacía ver como otra persona y no como la Minerva que había conocido.

Desayunaron como en familia, Anne le preparó un café “amaretto” a Minerva quien quedó encantada con la exquisita bebida y supo que podía volverse adicta. Rick disfrutó la compañía de su hermana y de Minerva y después de mucho tiempo un desayuno casero le sabía exquisito, seguramente porque había nacido del corazón de Minerva hacerlo. Ese momento sirvió para que ambas chicas se conocieran mejor por lo que fue una comida amena, al terminar, Anne se dispuso arreglar la cocina un poco y tomarse sus medicinas, Rick a darle la forma de nuevo al sofá y a guardar la ropa de cama y Minerva, sacó su portátil y se sentó en la mesa del comedor de nuevo para revisar sus pendientes, habían mensajes de Sarah lo que la alertó de que no se había comunicado con sus hermanas por lo que buscó su móvil y las llamó al ver todas la llamadas perdidas. Después de saludar a Ariadna que sólo le hablaba del “hombre de acero”, a Aurora y luego a Diana que estaba en casa, ésta última la detuvo más.

—Quiero que me traigas una camiseta original y autografiada de los Chicago Bulls —dijo sin rodeos.

Minerva abrió la boca sorprendida.

—¿Sólo eso nada más? —preguntó fingiendo modestia.

—Más o menos…

—No inventes, si encuentro una en alguna tienda te la llevo, pero no pidas demasiado.

—Tacaña…

—Ahora me insultas, ok, olvida tu pedido, bye.

—Oye, oye Minerva antes de que cuelgues quiero que me pases con Rick —le dijo de lo más fresca.

—Con el señor Brighton, ¿Para qué? —inquirió curiosa.

—Qué señor ni que polainas, deja la formalidad.

—Diana…

—Ay por favor, quiero agradecerle su gesto.

—Ya le di las gracias por ti.

—No es suficiente, pásamelo no seas mala, ¿sí?

Minerva negó con la cabeza soltando el aire, Diana y Anne se llevarían muy bien.

—Está bien, pero le agradeces y ya.

—Por supuesto.

Minerva se levantó de la mesa y buscó a Rick en la sala, estaba instalándose de nuevo para ver la televisión.

—Señor Brighton, mi hermana Diana quiere hablar con usted.

—¿En serio? —levantó una ceja.

—Es muy necia, por favor atiéndala para que se quede tranquila y me deje en paz.

Rick se encogió de hombros y la atendió.

—Dígame señorita Warren.

—Hola Rick, perdón que te tutee pero ya me dijeron cómo eres y creo que la única tonta es la que está contigo.

Rick sonrió y Minerva lo notaba.

—Un placer señorita Warren y no se preocupe, puede hacerlo con toda confianza.

—En ese caso digo lo mismo, llámame Diana por favor.

—Está bien, Diana —hizo énfasis y miró a Minerva sentándose él en el sofá—. ¿En que la puedo ayudar?

—Sólo quería agradecerle el gesto que tuvo, me encantaron los peces, muchas gracias.

—Me alegra que le hayan gustado, le repito ha sido un placer.

—Lamento no haber podido conocerlo debido a eso, ni siquiera me di cuenta cuando Minerva se fue.

—Si lo supe, no se preocupe, ya habrá tiempo.

—Le encargo mucho a Minerva, cuídela, hágala comer y dormir, que salga a distraerse, después de lo que ha pasado necesita a alguien su lado con quien sentirse bien.

Rick frunció el ceño pero luego suavizó la mirada, Minerva lo observaba y él no quería levantar sospechas, pero ansiaba saber qué era lo que había pasado.

—Rick, ¿Me escuchó?

—Sí claro, no se preocupe, puede estar tranquila.

—Sé que seguramente usted la podrá ayudar, téngale paciencia,  a veces es más niña que yo.

—No se preocupe señorita… perdón, Diana. —Rick sonrió—. Gracias por la confianza y por el agradecimiento, me alegra que le hayan gustado los peces, salude a sus hermanas de mi parte, ha sido un placer saludarla.

—El placer ha sido mío Rick, gracias por todo, adiós.

—Adiós.

Rick colgó y le entregó el móvil a Minerva.

—Me alegra haber saludado a su hermana —dijo intentando disimular.

—Cuando la conozca verá que se parece con Anne, es por eso que lo entiendo. Ella insistió en agradecerle lo de los peces.

—Un lindo gesto que yo también agradezco.

—Bueno, no lo distraigo más, yo tengo trabajo y usted desea ver la televisión.

—¿Trabajo? No me diga que después de lo que le pasó va a hacer un trabajo que no le corresponde.

Minerva se encogió de hombros a la vez que Anne aparecía en la sala.

—¿La despidieron también? —preguntó la chica dejándose caer en un sillón.

Minerva y Rick la miraron sorprendidos.

—¿Te despidieron? —preguntó Rick abriendo los ojos y levantando las cejas.

La chica asintió tristemente.

—¿Pero cómo? ¿Por qué? —Minerva la miraba fijamente.

—Al parecer por su libro —contestó bajando la cabeza.

—¡¿Qué?! —insistieron ambos al mismo tiempo, Rick se puso de pie, comenzaba a enojarse.

—Asumo mi culpa. —Anne se acurrucó en el sillón.

—¿Podrías ser más específica? —insistió intentando mantener la paciencia.

—Anne, ¿Por qué dices que fue por mi libro? —Minerva estaba preocupada.

—Porque yo me quedé con una copia cuando llegó a la editorial y fue la misma que le di a Rick.

—Pero eso es absurdo, no prueba nada —dijo Rick soltando el aire.

—Nuestro apellido Rick, eso es muy obvio, no sé cómo se enteraron en la editorial que otra también tenía el libro y que lo habían aceptado para publicarlo.

—Pero como dice Rick es absurdo —insistió Minerva—. Yo envié el libro a varias, a tantas que ya hasta perdí la cuenta, es más ni siquiera recuerdo a cuáles.

—Al parecer investigaron y sólo lograron saber que dicha editorial conoció el libro por recomendación de R. S. Brighton.

Minerva y Rick se miraron.

—¿No entienden? —Insistió la chica—. Averiguaron que el libro no llegó a la competencia de la misma manera en la que llegó a la editorial. Señorita Warren, ellos supieron que usted no envió su libro a la editorial de Rick y al asociar los apellidos pues fue más que lógico, además sabían que era mi hermano y que también trabaja para una editorial, en fin, ya no importa.

—Claro que importa. —Rick estaba molesto—. Voy a llamar a Oliver, mi abogado, voy a barrer las calles con ellos.

—No Rick, no hagas nada. —La chica lo detuvo—. No me importa, agradezco haber salido de allí, era un infierno.

—Pero Anne eso es injusto. —Minerva cruzó los brazos—. Eso puede afectar tu currículum laboral, si ellos comienzan a correr la voz y a levantar falsos en tu contra, vas a tener problemas para posibles contrataciones.

—La señorita Warren tiene razón —insistió Rick—. Esos malnacidos van a evitar que otras editoriales te contraten, nadie va a confiar en ti con respecto a eso.

—Ya no quiero hablar de eso, seguramente por eso se me revolvió el resfriado, al menos he descansado.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó Rick seriamente.

—El lunes a primera hora, de esa manera me recibieron.

—¿Y tu pago?

—Me llamaran para eso.

—No me importa, voy a llamar a Oliver y ver que puede decirme, si puedo pisar como a insectos a esos imbéciles lo voy a hacer.

Rick se dirigió al teléfono sin que Anne pudiera evitarlo, Minerva trataba de consolarla.

—Lo siento mucho Anne —le sujetó la mano—. Jamás pensé que por mi culpa…

—No se preocupe señorita Warren. —La chica puso su mano encima de la de ella—. Yo fui la única responsable, usted nada tiene que ver excepto… el que haya escrito tan hermosa historia, merecía una oportunidad y yo sabía que mi hermano iba a interceder, me gustaría un amor así y me alegra que la editorial de Rick si la haya aceptado, esa es la molestia de ellos, que dejaron escapar una preciosa lectura.

—Pero desquitaron su coraje, si al menos yo pudiera decir que si lo mandé tal vez…

—No señorita, ellos ya investigaron, supieron que su obra no llegó a Baluarte por usted, sino por Rick y eso lo asocia a mí, de verdad, ya no importa.

—Oliver irá por la tarde a hacerles una visita. —Rick regresaba con ellas—. Al menos les dará un buen susto y si no hay nada más que hacer, al menos tratará de que te paguen lo justo por el tiempo que trabajaste con ellos.

—De verdad que lamento dar tantas molestias. —Minerva estaba apenada.

—Ya le dije que no fue su culpa señorita Warren. —Anne se levantó bostezando—. Disfrute su día, yo voy a la cama de nuevo, el medicamento me dio mucho sueño y voy a dormir un poco.

—Descansa cariño —le dijo Rick besando lo alto de su cabeza—. Necesitas recuperarte.

—De nuevo gracias —le dijo Minerva—. Intentaré compensar lo que has pasado.

—¿Quieres almorzar algo especial? —le preguntó Rick a la vez que la abrazaba, Minerva lo notaba y la enternecía el amor de Rick por su hermana.

—Mmmmm… unas alitas barbacoa, mucho pan de ajo y ensalada verde —contestó la chica saboreándose.

—Está bien golosa. —Rick sonrió—. Abusas porque estás enferma y sólo por eso voy a complacerte.

—Pues estoy enferma todo el tiempo —dijo muy sonriente encaminándose a su habitación—. Me complaces siempre.

Rick sonrió ante lo que había dicho su hermana y Minerva lo notó más, su cariño salía por los poros, ambos se miraron.

—Yo voy a terminar mis pendientes —dijo Minerva tratando de disimular y dirigiéndose al comedor.

—Y mientras yo veré un poco la televisión. —Rick se sentó de nuevo cogiendo el control remoto disponiéndose a descansar un rato.