Capítulo

14

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Para poner ambiente matutino, Rick reprodujo un C.D. de su música favorita poco antes de salir de Ontario; los clásicos retro. "California Dreamin" en su versión con los Beach Boys comenzó a sonar y él a tararearla en voz baja haciendo sonar sus dedos en el volante a la vez que movía su cuello al ritmo;

“All the leaves are brown
and the sky is grey
I've been for a walk
on a winter's day
I'd be safe and warm
if I was in L.A
California Dreamin'
on such a winter's day”

Frunciendo el ceño Minerva se giró lentamente para verlo, le era imposible ver esa faceta de cantante en él, sin duda al menos le gustaba la música o al menos disfrutaba mucho escuchar su selección. Al notarla Rick la miró desconcertado también, lo que lo hizo callarse sin evitar preguntar;

—¿Qué?

Minerva intentó mantenerse seria pero no pudo evitar curvar sus labios.

—Nada —contestó mirando hacia el frente.

—¿No te gustan los clásicos?

—Me gusta la música clásica.

—¿Te refieres a…? —Rick arrugó la frente.

—Sí, me refiero a Mozart, Bach, Beethoven… —contestó seriamente.

Rick soltó el aire.

—¿O sea que los retro no te gustan?

—No están mal pero no me relajan, no me sirven al momento de escribir.

—Me extraña ya que trabajas en una revista sobre antigüedades, creo que deben de incluir géneros musicales, ¿O no?

—Hay quien se encargue de eso.

Definitivamente la seriedad de Minerva no la hacía una buena compañía de viaje, soltó el aire de nuevo y se limitó a conducir en silencio. Al momento Air Supply siguió después de los Beach Boys “Making Love Out Of Nothing At All” era todo un clásico de los 80’s y aunque a Rick lo estremeció por la compañía, en Minerva no tuvo ningún efecto, torció la boca y sin importarle susurró un fragmento para ella:

“But I don't know how to leave you,
and I'll never let you fall;
and I don't know how you do it,
making love out of nothing at all.”

Minerva entendió la indirecta y se limitó a respirar con calma y a poner los ojos en blanco, si la idea de Rick era seducirla con su música no lo estaba logrando.

—Ya que intenta arrullarme con su selección musical, ¿Le importaría que intentara dormirme un rato señor Brighton?

Rick la miró desconcertado, no había conocido a una mujer tan cerrada como Minerva.

—Hágalo —contestó bajando el volumen con decepción—. Si no durmió bien y necesita recuperar fuerzas, hágalo.

—Me costó un poco conciliar el sueño, eso es todo —dijo reclinando el asiento.

“Another Day In Paradise” de Phil Collins seguía en turno en el soundtrack de Rick y aunque Minerva le lanzó una mirada al reproductor prefirió no decir nada.

—Duerma un poco, cuando lleguemos le aviso —dijo Rick secamente sin dejar de ver la carretera.

—Gracias.

Acomodó su cabeza en el respaldar en dirección a la ventana y cerró los ojos, en sí no le disgustaba la música lo que no le parecía eran las intenciones de Rick, en el fondo le temía, sabía que se sentía atraído a ella y la música era un arma poderosa, recordó a Leonardo y sus sesiones musicales y siempre, siempre acababan de una sola manera; haciendo el amor. El gusto musical de Rick era muy diferente y hacía mucho tiempo que no escuchaba los clásicos retro, le agradaban algunas canciones de los tiempos cuando “todavía se podían enamorar con ellas” como le dijo su mamá una vez, sólo que ahora prefería e intentaba poner su mente en blanco y descansar al menos hasta llegar a Los Ángeles.

Rick por su parte manejaba haciendo pucheros, peleaba con él mismo ya que no lograba entender la actitud de Minerva, se sentía fastidiado y para colmo la consciencia no lo dejaba tranquilo al sentirse culpable por la muerte del pez de las hermanas Warren, tenía que buscar la forma de compensar al animalito sin que supieran a ciencia cierta lo que en realidad había ocurrido, no se atrevía a decirle a Minerva que él había sido el culpable ya que sin entender porqué, le temía a su reacción. De reojo la miró recostada en el asiento y por momentos notaba que se movía de manera inconsciente y parecía delirar y quejarse como si tuviera una pesadilla, se notaba hermosa dormida pero esa reacción al dormir no le hizo gracia a Rick y deseaba saber a qué se debían sus pesadillas. Prefirió omitir eso por un momento y recorrió cada curva de su figura, el pantalón jean negro ajustado le sentaba bien al igual que las sandalias altas café que estaba usando, notaba la suavidad de sus pies y el “francés” en sus uñas que también usaba. La blusa ajustada y de escote discreto también color café le ceñía la cintura a la vez que también daba la forma de esas suaves colinas que él se moría por probar, la cadena que adornaba su cuello pasó desapercibida, él quería “su cuello” deseaba subir por él y llegar hasta su boca, esa perfecta boca delineada que anhelaba posesionar con fuerza y a la vez con suavidad para degustarla. Mirar a Minerva a su lado, semi-acostada y embriagándolo con ese perfume que ya amenazaba con hacerlo enloquecer estaba obligándolo a tener fantasías con ella, deseaba aparcar a un lado de la carretera y aprovechar el leve polarizado de la camioneta, quería despertarla a besos, acariciarla, llevarla al asiento trasero y hacer que lo montara, deseaba recorrer con sus manos todo su cuerpo, lamer y morder sus pechos, apretar su trasero e impulsarla con fuerza, deseaba sentirla y que ella lo sintiera, arriba, abajo, adelante y atrás, como ella quisiera moverse él la dejaría, deseaba sentir con fuerza esa penetración, jugar en su vagina y hacerla gemir de placer.

Sus pensamientos lo llevaron a tal punto de desconcentración, que sin querer en una curva perdió el control y amenazó con salirse de la carretera, la llanta delantera derecha cayó en un agujero haciéndola estallar y ante el impacto, Minerva se despertó sobresaltada y muy nerviosa, tanto, que no podía respirar y sus lágrimas cayeron sin darse cuenta. Su grito asustó a Rick y al controlar la camioneta la detuvo a un lado de la carretera y la sujetó a ella para controlarla.

—Minerva calma, calma, sólo fue la llanta nada más —la tomó de su cara y acarició sus mejillas.

—Rick… —lo miró encontrando la respiración, se quitó el cinturón y lo abrazó con fuerza, él estaba desconcertado pero le correspondió gustoso y más al escuchar su nombre.

—Tranquila, sólo fue el susto, no llores —intentaba calmarla—. Lamento haberte asustado.

—¿Qué fue ese estruendo? ¿Qué pasó? —Minerva temblaba sin control.

—Me distraje un poco y no sé lo que pasó, intenté controlar la camioneta pero no vi el agujero y la llanta cayó estallando a la vez, deberé ir a verla y cambiarla.

Minerva intentaba respirar con calma y tranquilizarse, había sido muy obvia y no supo el momento en el que estaba en los brazos de Rick. “Everything I Do” de Bryan Adams sonaba en el reproductor y tanto música como letra los envolvió por un momento, ella estaba aferrada al cuello de Rick y él con ternura y con su mirada azul sobre ella limpiaba sus lágrimas, sus narices casi se rozaban y Rick la miró de tal forma que deseaba decirle la letra de la canción con devoción, deseaba decirle todo lo que estaba dispuesto a hacer por ella, deseaba besarla en ese momento que podía ver una Minerva frágil y temerosa, deseaba proteger a esa Minerva débil, dulce y tierna que estaba aferrada de su cuello, pero ella reaccionó como siempre y lo soltó, se había desconocido.

—Discúlpeme señor Brighton —reaccionó fríamente de nuevo y sentándose correctamente—. Había logrado desconectarme de todo y sentía que estaba descansando, “su distracción” estropeó mi sueño, ¿Así tiende a manejar?

Rick la miró totalmente desconcertado, abriendo la boca y frunciendo el ceño. ¿Quién diablos era esta mujer que pretendía jugar con él y utilizarlo? “Somos como el sol y la luna” —pensó. Soltó el aire resignado y prefirió no discutir, salió de la camioneta muy molesto lanzando la puerta. Minerva brincó ante su reacción y se asustó un poco, sabía que había tenido la culpa de su actitud y debía pedirle disculpas. Con decepción Rick miró la llanta y respirando contando hasta diez se dirigió a la cajuela, sacó las maletas y abrió un compartimiento para sacar las herramientas, bajó la llanta de repuesto y colocó todo a un lado de la puerta de Minerva.

—¿Sería tan amable de bajar? —le dijo seriamente a la vez que se quitaba su chaqueta—. Voy a cambiar la llanta.