Capítulo

7

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Llena de ansiedad, expectativa, nervios y emociones encontradas Minerva se estacionó. Bajó de su Mazda 3 Sedan rojo vino y se encaminó con paso firme hacia el lobby del hotel, en la entrada se detuvo, respiró profundo y entró decididamente. Se anunció en la recepción y esperó mientras se comunicaban a la habitación de Rick.

—El señor Brighton bajará enseguida por favor tome asiento —le dijo la recepcionista.

Minerva curvó sus labios y asentó con la cabeza, al momento que se dirigía a un enorme sillón pasó frente a un espejo y se detuvo en él, arregló su cabello suelto y se retocó el maquillaje, en ese momento se dio cuenta de lo inoportunas que era sus ojeras y que ni la base ni el polvo facial las cubrían en su totalidad. Se colocó más rímel y más brillo cereza en los labios, sacó su perfume de bolso en spray y roseó su cuello y sus muñecas, se miró de nuevo, arregló su ropa, respiró hondo y se sentó. Tenía que dar la mejor presentación de sí ante una persona desconocida, por un momento se sintió tonta y más al darse cuenta que ni el uno ni el otro se conocían, tendrían que adivinar. El sonido de un ascensor al abrirse la puso más nerviosa, miró disimuladamente, pero sólo salió una pareja de ancianos y una familia con tres niños, respiró tranquila.

“Cálmate Minerva” —pensó sacudiendo la cabeza—. “Tranquilízate”

De nuevo otro ascensor llegó y su corazón volvió a la carga, estaba demasiado ansiosa, miró bajar a cuatro hombres, dos mayores y dos maduros, uno más joven que otro, supuso que uno de ellos era Rick al verlo con un pequeño portafolios pero prefirió disimular y bajar la cabeza. Se miraba muy bien y se sentía temerosa, no deseaba pasar por eso sola, necesitaba a Leonardo, le hacía falta en ese momento, necesitaba sentir el calor de sus brazos rodeándola para darle aliento, necesitaba sentir sus manos en las de ella para calmar sus nervios, lo necesitaba a él, era un momento en el que deseaba que él estuviera a su lado y compartir ese sueño juntos.

—¿Señorita Warren? —Minerva reaccionó asustada ante la voz del hombre, levantó la cara y lo miró, en efecto era el guapo del maletín que vestía de pantalón negro y camisa manga larga color vino-marrón, él olía delicioso, el cuello desabotonado de su camisa hizo que Minerva desviara la mirada.

—Sí soy yo —contestó disimulando.

—Mucho gusto, soy Rick Brighton. —Le extendió la mano, ella correspondió, en ese momento ambos sintieron el estremecer de sus cuerpos de manera extraña, piel con piel, mirada con mirada, parecían que estaba ligados.

—Lo mismo digo, bienvenido. —Bajó la mirada que no pudo resistirle a él, los últimos ojos azules que había visto eran diferentes.

—Se preguntará cómo la reconocí. —Rick intentó sonreír para no parecer descortés y se sentó un momento a su lado, la joven lo había cautivado—. Le pregunté a la recepcionista por la persona que preguntó por mí y me la señaló, así de fácil.

—Ya veo, gracias por decírmelo. —Minerva intentó curvar sus labios.

—Me gustaría que fuéramos a un lugar más cómodo y hablar más tranquilamente, ¿Le parece?

—Si claro. —Asintió pero sin mirarlo.

“Estará fingiendo timidez” —pensó Rick al ver que evitaba mirarlo a los ojos.

—Vamos al bar del restaurante, allí estaremos mejor —dijo levantándose.

—Como quiera. —Minerva lo secundó.

Cuando estuvieron frente a frente una oleada de emociones los sacudieron, ella no entendía y él prefería no entender, frunció el ceño y le hizo la señal para que ella caminara primero, se adelantó en silencio. Él la siguió estudiando cada centímetro de su cuerpo.

“Es bonita, pero muy delgada” —pensó cuando la seguía.

—Le agradezco que se haya tomado la molestia de venir a Ontario. —Minerva rompió el incómodo silencio.

—No es ninguna molestia, es mi trabajo, generalmente tratamos con los autores de manera personal en Chicago pero...

—¿Chicago? —Minerva estaba sorprendida, había olvidado que así decía el email—. ¿Vino desde allá? Espero que su viaje haya sido agradable.

—Sí soy de allá, bueno, trabajo allá y lo del viaje placentero lo dudo, no pude conseguir un vuelo directo, tuve que hacer escala en Atlanta y llegué a Los Ángeles a las cinco de la mañana.

—Lo siento, debe de estar agotado.

—Sí, desgraciadamente no pude dormir en el vuelo pero me alojé toda la mañana en un hotel allá y logré descansar un poco, eso me sirvió para alquilar una camioneta y manejar desde allá.

—Siendo así será mejor no extendernos mucho en la plática, podemos hablar mañana con más calma, será necesario que descanse lo suficiente.

—Por ahora me siento mejor, tenemos buen tiempo para hablar.

—Tengo una duda, yo no... Su apellido me suena pero su editorial no...

—En el calor del bar hablaremos.

Ambos se miraron e intentaron sonreír. A Rick le agradaba sentir ese suave perfume en ella que lo impregnó desde que tomó su mano y a su vez, ella intentaba distraerse de la fragancia de él, le parecía incitante. Al llegar al restaurante, el cálido ambiente y las luces tenues lo hacía un lugar agradable y acogedor. Se acercaron a la barra y se sentaron.

—¿Desea algo en especial señorita? —preguntó Rick.

—Agua mineral —contestó. Rick la miró desconcertado.

—¿No bebe?

Minerva intentó curvar sus labios y exhaló.

—Hace mucho que no.

“Oh...” —pensó levantando una ceja.

—Pues no sé si tendrán agua o nos corren de aquí por pensar que les queremos ver la cara de tontos.

Minerva apretó más los labios.

—Está bien, un Cosmopolitan, pero sólo uno y muy suave.

—Así está mejor. —Llamó al bartender y éste se acercó—. La señorita quiere un Cosmopolitan suave y yo un Martini Goldfinger.

El bartender asintió y los dejó, Rick la miró fijamente por un momento sin que ella lo notara, estaba muy desconcertado, no podía creer que la mujer que tenía en frente era la misma del escrito, sentía que no encajaba, no entendía nada, además notó un anillo peculiar en su dedo y supo que era una mujer con dueño, en el fondo deseaba estar equivocado. Cuando les dieron las bebidas, él bebió de manera sensual sin dejar de observar a Minerva y ella logró mirarlo de reojo cuando se llevó la copa de su bebida a su boca para probarla, se saboreó, se sentía un poco incómoda, por momentos sentía que la mirada de Rick la intimidaba.

—Si gusta nos vamos a una mesa —dijo él observando que ella evitaba retorcerse ante la incomodidad de la barra.

—Sí por favor, sería más cómodo —contestó sin levantar la mirada disimulando ver con extrañez la rodaja de limón que adornaba su copa.

Rick se levantó y sin saber qué lo impulsó a hacerlo tomó la mano de Minerva y le ayudó a ponerse de pie, ella no supo el momento en el que él le sujetó la mano pero agradeció el gesto sin entender porqué. Se miraron por un momento frente a frente, él intentó sonreír y ella intentó corresponderle curvando un poco sus labios, sentir el aroma del pecho de Rick comenzaba a aturdirla y él, respirar el perfume de la cara de Minerva lo estaba embobando, se separó de inmediato alcanzando su portafolios y ella se adelantó a la mesa con su bolso y copa en mano, él la siguió sin dejar de verla. Se retiraron a una mesa de esquina para no ser molestados, muy gentilmente Rick sacó la silla para que Minerva se sentara y al hacerlo, pudo notar el escote de su blusa entre la chaqueta, el contorno de sus pechos y la forma del principio de los mismo, lo hizo tensar la mandíbula, desvió la mirada y se sentó frente a ella.

—Será mejor que comencemos de una vez si desea descansar bien toda la noche —le dijo Minerva bebiendo otro poco de su Cosmopolitan.

—Sí claro, lo mismo pensaba —dijo seriamente intentando disimular la reacción de su cuerpo—. Aunque como le dije, dormí toda la mañana.

—Bueno, yo no tuve un buen día ayer y he dormido poco —dijo la chica tragando lentamente la bebida—. Y mañana debo de estar temprano en mi trabajo.

—Entiendo, en ese caso, vamos al asunto.

Colocó el portafolio en la mesa y comenzó a sacar unas carpetas, incluyendo una copia impresa en hojas de papel carta la obra de Minerva.

—Le he traído su obra impresa porque necesitamos discutir algunas cosas —comenzó a decir a la vez que sacaba un bolígrafo—. Obviamente es sólo una muestra, allí están los márgenes a utilizar y el ejemplo de donde irá colocado el crédito, la dedicatoria, el índice, etc...

Revisó una de las carpetas que sacó para buscar un documento mientras notaba que ella, tomaba entre sus manos la impresión de su obra y la acariciaba con melancolía intentando sonreír, suspiró, al tener su obra en papel ya no pudo hacerlo. Rick no entendía su actitud.

—Aún no me ha dicho como llegó mi obra a ustedes, yo no la mandé. —Minerva atacó sin poder evitarlo.

—¿Recibió un email firmado por A. C. Brighton? —Preguntó él firmemente.

—Sí, claro, ayer por la mañana.

—¿Y a eso se debió que pasara mal día? —Rick curvó sus labios. Minerva frunció el ceño y lo miró.

—No, no fue por eso —contestó seriamente.

—Perdón, lo creí, para la mayoría de los autores es decepcionante recibir respuestas negativas con respecto a sus obras.

—¿A. C. Brighton es pariente suyo? —preguntó curiosa tensando los labios.

—Le pido no meterla en problemas, ella le quiso hacer un favor, es mi hermana menor.

Minerva lo miró desconcertada sin entender.

—Anne, se enamoró de su escrito desde que llegó a la editorial donde trabaja, en sus ratos libres lo leía ya que al momento de llegar en su formato PDF ella guardó una copia, el sólo título le llamó la atención, cuando su obra pasaba de revisión en revisión, de casualidad ella escuchó una conversación en donde no iban a poder tomar una decisión en cuanto a ella, hace tres meses me dio la copia del escrito y me pidió encarecidamente que me encargara de que se revisara a la mayor brevedad dándole prioridad, yo mismo le eché un vistazo y la entregué al consejo de mi editorial para ver que decidían, dentro del consejo está el representante de cada sello y obviamente la directora de Eleganza dio su visto bueno después del proceso, lo que no me esperaba era que yo, tuviera que asesorarla.

—Me extraña, creo que una editora “mujer” sería lo más conveniente.

—¿Cree que no sé nada de amor? —Le clavó la mirada.

Minerva se encogió de hombros.

—Yo sólo cumplo con mi trabajo señorita y como tal necesito que firme este documento para que comencemos.

—¿Qué es? —preguntó tomado la carpeta.

—Su contrato, su firma la hará pertenecer a nuestro grupo, en el documento está detallado todo, nos haremos cargo de su obra y explotación en todas las formas posibles y usted cobrará sus regalías como es costumbre, con su firma nos cede el derecho de representar su obra en todo el mundo.

—Voy a leerlo con calma, me llevo la carpeta.

Rick la miró desconcertado.

—Puede leerlo aquí con calma y firmar ahora.

—La luz del lugar no ayuda y la letra es muy pequeña, voy a forzar mi vista y gracias a Dios, todavía no uso lentes.

—Y sería una lástima, tiene unos ojos muy bonitos.

Minerva lo miró seriamente y él tragó en seco, no sabía por qué diablos había dicho eso, tomó un poco más de su Martini para disimular.

—Le prometo leerlo antes de dormir y mañana por la mañana le daré mi opinión.

—¿Opinión? —preguntó casi atragantándose con la aceituna.

—Sí, mi opinión —guardó la carpeta en su bolso—. Si hay cosas que no me parecen se las haré saber.

Rick sonrió incrédulo y se reclinó en su silla limpiando su boca con la servilleta.

—De verdad que es usted una mujer extraña, creí que estaría hablando por los codos y gritando eufórica, pareciera que no le interesa publicar bajo un sello editorial, su entusiasmo es conmovedor.

Minerva lo miró seriamente de nuevo, eso último le sonó a sarcasmo.

—En otro tiempo estaría así, ahora es diferente. La verdad ya me había hecho a la idea de no publicar y tampoco había considerado una auto publicación en las tantas plataformas existentes, me siento feliz sí, la noticia me tomó desprevenida y más con el email de ayer, pero es algo que prefiero llevarlo con calma.

—Me gusta su forma de hablar. —Rick la miró fijamente—. Me refiero a su manera de expresarse.

—Trabajo en un medio escrito y de publicidad, ¿Qué esperaba?

—A otra persona.

—No entiendo.

Bebió otro trago de su Martini y tomó entre sus manos la impresión del escrito de Minerva, le hizo ver el interior.

—Como dice la tenue luz no nos ayuda mucho. —Rick le señaló con el bolígrafo algunas citas marcadas con un resaltador—. ¿Puede ver lo que está subrayado?

Minerva enfocó bien su vista, el amarillo fluorescente casi no se notaba.

—Si lo veo —contestó extrañada al ver que habían muchas citas así en casi todas las páginas y al darle una hojeada a la impresión notó que era en casi la totalidad de la obra.

—Veo su expresión y se confunde, a la vez que me confunde a mí, todo lo que ve resaltado lo vamos a cambiar.

—¿Qué? —Frunció el ceño y le lanzó una mirada glacial.

—Sí, sí. —Rick no se dejó intimidar—. El escrito es muy conmovedor y puede hacer llorar hasta al más fuerte, pero en las escenas de amor es en lo que nos vamos a enfocar, ¿Podría darle un giro...? como decirlo, ¿Podría dejar a un lado la cursilería y agregar más pasión?                  

Minerva lo miró más seriamente, podía adivinar a lo que se refería y eso la estaba molestando, tomó un poco de su bebida para calmarse.

—Tranquila, no decimos que está mal —continuó—. Pero hay momentos que “empalaga” demasiado, creemos que si usted hace los cambios pertinentes la obra llamaría más la atención. ¿De casualidad tenía alguna idea para la portada?

Minerva se tragó la bebida lentamente, se saboreó y respiró hondo, sentía su cuerpo temblar y hacía yoga para controlarse, comenzaba a molestarse.

—La idea de la portada... —contestó intentando hacerlo con tranquilidad, tragó en seco, frunció el ceño, se mordió el labio y respiró—. Era la imagen de una pareja... —hacía pausa para encontrar valor—. Tomadas de la mano, me refiero a la imagen de sus brazos y manos —respiró de nuevo y sintió marearse—. Ambos luciendo las... alianzas de matrimonio, no sé si me entendió, tal vez el título en la parte superior, entre ambos brazos y mi nombre en la parte inferior, algo así.

—¿La imagen de una boda? —Preguntó levantando una ceja y dirigiendo la mirada al anillo.

—Sí.

Rick movió la cabeza negativamente, tensó los labios y terminó de beber su Martini.

—Más cursi todavía —agregó.

Minerva soltó el aire que la ahogaba, su “supuesto” asesor editorial le estaba colmando la paciencia.

—Si queremos que el libro sea un éxito, o al menos conocido y que llame la atención del mercado, deberá hacerle los cambios que le sugiero.

—¿Podría ser más específico? —Minerva sujetó la copa de su bebida, amenazaba con quebrarla entre sus manos.

—Ya lo dije, dejar a un lado la cursilería y enfocarse en la pasión.

—¿Pasión? Creo que mi obra tiene pasión, de forma medida pero la tiene, ¿No querrá decir... Erotismo?

—Bueno, usted es la autora, creo que el escrito tiene un poco de erotismo o eso que llama pasión, pero yo me refiero a algo más intenso, eso que últimamente vuelve locas a las mujeres.

—¿Fustas? ¿Azotes? ¿Orgías? ¿Sexo pervertido? —soltó seriamente.

—Comenzamos a entendernos. —Rick sonrió pícaramente.

Minerva respiró de nuevo, necesitaba tranquilizarse o iba a ocurrir un accidente.

—¿Y qué pasará si me rehúso?

—Le sugiero no hacerlo. —Rick se extrañó ante su rebeldía—. Si le agrega esos ingredientes, no en exceso, le aseguro que podemos hacer algo para su propio beneficio.

—O para el suyo —respondió Minerva de forma provocativa.

—Señorita seamos honestos. —Rick se inclinó a ella para verla más fijamente y de cerca—. Últimamente a nadie le interesa el romance, son muchas las autoras que se esconden tras ese disfraz y siempre terminan describiendo escenas explícitas de sexo en sus escritos. ¿Eso es romance?

Minerva respiró de nuevo y miró la bebida entre sus manos, comenzó a taconear la alfombra bajo sus pies, estaba a punto de estallar.

—Soy hombre y pienso como tal, las “autoras” narran escenas ya vividas y lo hacen muy bien debido a la experiencia adquirida o... fantasean porque son sensaciones que les gustaría experimentar. ¿De qué lado está usted?

Minerva soltó el aire y cerró los ojos.

—La gran mentira de la mayoría de las editoriales —continuó con un acento de cinismo—. Es decir que publican una obra porno bajo un sello romántico y tienen la desfachatez de vender el libro como “romance” creo que si los autores consagrados de la literatura universal pudieran vivir y ver la lectura de ahora, se morirían de nuevo.

—Y como ellos, estoy segura que ninguno permitiría cambios en su obra. —Minerva atacó seriamente.

—¿Perdón?

Minerva se levantó de su silla.

—No voy a hacer ningún cambio señor Brighton y me vale un pito lo que usted o su editorial piensen o sugieran, lo siento, buenas noches.

—No puede hacer eso. —Rick se interpuso en su camino, ella chocó en su pecho.

—Claro que puedo.

—Eres joven… —Rick la miró y le habló casi en susurros, seductoramente la estaba tuteando—. Eres bonita, se nota la pasión en tu carácter, no finjas timidez, describe más erotismo, sé más explícita—. Rozó su brazo con su dedo por encima de la chaqueta, su mirada se desvió a sus pechos, deseaba rozarlos también—. ¿Necesitas inspiración? Si no tienes la suficiente yo puedo ayudarte con gusto.

—¡Cerdo! —Minerva le dejó ir la bebida de Cosmopolitan en la cara—. No soy una pervertida y no me tutee, atrevido.

Ante el desconcierto de Rick que no esperaba el baño, se liberó de él y se apresuró a salir del restaurante, pero en un abrir y cerrar de ojos él la alcanzó y la sujetó del brazo.

—No hice un viaje tan largo para que una... —Respiró hondo y le clavó los ojos, estaba furioso—. No vine a hacer un viaje en vano, mi hermana y yo te hemos hecho un favor y ahora la editorial se interesa en tu obra, me pagan por hacer mi trabajo y lo voy a cumplir, vas a hacer los cambios que te sugiero sin discutir.

—Suélteme. —Minerva sentenció—. No voy a hacer nada porque yo no les envié nada  y además no cometí el error de firmar, no puede obligarme.

—Lo harás porque te conviene.

—He dicho que no.

Minerva forcejeó con Rick ya que éste la sujetaba con fuerza, ambos eran ajenos a las miradas de algunas personas y olvidaron el espectáculo que estaban dando en pleno restaurante. Rick la sujetó de la cintura y pegó con fuerza el cuerpo de ella al suyo, con la otra mano la sujetó de la nuca inmovilizándola, en ese momento ella se dio cuenta de su fragilidad física y se odió por eso, sus narices estaba a poco centímetros.

—Eres una fiera bajo tu apariencia de ángel. —Rick susurró casi besándola—. Puedes llegar muy alto si te lo propones, tienes todo para triunfar, belleza, juventud, talento, sólo te falta la pasión, sedúceme, sedúceme con tus letras, sedúceme con tu actitud, si lo haces lo habrás hecho con los demás.

Rick miró sus labios y se saboreó, quiso besarla, el olor de su perfume lo atraía y excitaba, esa debilidad Minerva la aprovechó para darle un rodillazo haciendo que cayera al suelo hincado sujetando sus testículos, la gente comenzó a murmurar.

—Nunca —sentenció la chica—. Nunca vuelva a ponerme una mano encima o la próxima vez le va peor y le aseguro, que no conocerá su descendencia.

Y dejando a Rick en el suelo, se alejó a toda prisa, sus lágrimas comenzaron a rodar sin importarle nada. Caminó apresuradamente por todo el lobby y al salir corrió hacia su auto, se encerró en él y lloró un momento.

—Se encuentra bien señor —uno de los meseros ayudó a Rick a ponerse de pie, estaba rojo de la furia.

—Sí, sí, ya —refunfuñó haciendo un ademán con ambas manos para que lo dejara en paz.

Se paró erguido, levantó el mentón y se encaminó lentamente a la mesa ignorando las murmuraciones y las miradas de la gente a su alrededor. Limpió su cara y cuello con una servilleta, guardó de mala gana los papeles en su portafolio, dejó el dinero de las bebidas en la mesa y salió furioso del restaurante para dirigirse a su habitación. Mientras subía por el ascensor tenía presente, su cara, su mirada, su boca, sus gestos, su cuerpo y ese anillo que lo consumía en curiosidad, pero a pesar de todo eso sólo pensaba en cómo cobrarse esa humillación que no estaba dispuesto a perdonarle a una desconocida.