Capítulo

30

C:\Users\Denis Melara\Desktop\hermosa-pluma-de-pavo-real-en-un-vector-de-fondo-blanco.jpg

 

Se habían dejado llevar por la pasión y el desenfreno, eso había pasado. Entre las sábanas los amantes seguían besándose y acariciándose con más calma. En el total silencio de la madrugada y mientras seguían en la habitación, en la sala sonaba suavemente The Moody Blues y su “Nights in white satin” haciendo que el coro los envolviera;

“Cause I love you
       Yes, I love you
        Oh, How I love you.”

Rick se deleitaba tocando la piel de Minerva, su perfume lo hacía sentir el hombre más tonto del planeta y el sabor de sus labios sentía que lo había hechizado. Minerva reconocía que él había sido perfecto en todo lo que había hecho, le gustaba, quería más, no quería que la noche terminara, no quería que amaneciera. Rick se deleitaba besando su cuello, lamiendo y tocando sus pechos, metiendo sus dedos en su sexo y ella, estaba embriagada por el perfume de él, besaba sus hombros, lamía el lóbulo de su oreja, acariciaba su perfecta espalda recorriéndola toda hasta tocar y apretar su perfecto trasero, llevó una mano a su miembro y lo acarició saboreándose, lo masajeaba suavemente, respondió a ella, estaba listo para otro encuentro y eso la hizo abrir de nuevo las piernas. Rick se colocó en medio y la penetró suavemente, ella lo envolvió con sus piernas y disfrutó la penetración, las embestidas era suaves, placenteras, un delicioso vaivén como las olas del mar en calma los envolvía a la vez que no paraban de besarse, estaban cuerpo a cuerpo, piel con piel, conectados en un mismo sentir y en una misma entrega, simplemente estaban haciendo el amor, pronto, Minerva se tensó deliciosamente debajo de él. Al llegar de nuevo juntos a un placentero orgasmo, sus cuerpos clamaban el anhelado descanso. Minerva supo que había cometido un error que no podría reparar, se había entregado a otro hombre, había olvidado a Leonardo por un momento y había olvidado cuidarse, no estaba planificando y Rick tampoco usó el preservativo, temió las consecuencias y en silenció lloró sin que él lo notara. Rick por su parte aliviado y muy complacido besó lo alto de su cabeza y abrazándola con ternura se acostó de espaldas y la llevó a su pecho, quería dormir y sentirla así, no quería soltarla ni un momento, sabía que no había sido una simple noche de sexo, Minerva estaba muy dentro de él y temía por eso, no quería reconocerlo pero no sólo le gustaba, sentía que se había enamorado de ella y temía ser herido de nuevo.

El resplandor de la mañana despertó a Rick, Minerva estaba acostada boca abajo y en el más profundo sueño, él abrazaba su espalda y al recordar lo que había pasado sonrió, apartó su castaña cabellera y besó sus hombros.

—Soy tuyo Minerva. —Susurró a la vez que apoyaba su cabeza en su codo para observar a su bella y sexy durmiente que reposaba entre las sábanas blancas, sólo su espalda, sus brazos y una pierna sobresalía de las mismas, Rick deseaba tenerla de nuevo—. Así como soy tuyo, quiero que también seas sólo mía—. Acarició su espalda con la punta de sus dedos, volvió a besarla.

El reloj marcaba las 08:15 a.m. se levantó y se estiró placenteramente como los gatos, sentía que su cuerpo desnudo estaba deliciosamente relajado y se dirigió al baño, se dio una ducha rápida y al salir y ver a su diosa durmiendo sonrió de nuevo. Se vistió sólo con el pantalón de la pijama y dándole un suave besó en lo alto de la cabeza salió de la habitación hacia la cocina, iba a dejarla dormir todo lo que quisiera, después de lo que había pasado quería consentirla preparándole el desayuno.

Minerva abrió los ojos arrugando la cara, entraba demasiada claridad en la habitación. Intentó incorporarse, estaba adormitada, se acostó de espaldas y miró el techo, hacía mucho que no dormía tan bien. Giró su cabeza y tocó la otra almohada, sabía perfectamente lo que había pasado, se había entregado a Rick y ya no tenía caso lamentarse, exhaló y al verse sola en la habitación y que la hora marcaba las 08:45 a. m. se levantó y se dirigió al baño, necesitaba con urgencia una ducha.

Cuando terminó, envolvió su cuerpo en una pequeña toalla y secó su cabello con otra, se acercó al espejo empañado por el vapor y lo limpió con un pedazo de papel, lavó sus dientes y luego se miró, se desconoció, ese reflejo no era el de ella. Cepilló su cabello mojado con resignación y al volver su mirada al espejo lo vio, Rick la miraba muy sonriente a la vez que se acercaba, el sólo hecho de verlo la electricidad que sintió la hizo brincar.

—Buenos días cariño —saludó abrazándola por la espalda, besando sus hombros y entregándole una rosa que había hecho con el papel de la servilleta.

Minerva se estremeció por completo al sentir su calor envolviéndola, intentó sonreír ante el gesto de la flor hecha por él y por haberla llamado “cariño” de una manera diferente.

—Buenos días —contestó tímidamente bajando la cabeza y aceptando la flor, no podía mirarlo.

—¿Dormiste bien? —Rick enterró su cara en el cuello de ella a la vez que una de sus manos bajaba. Minerva tragó en seco.

—Muy bien, gracias —dijo casi en un hilo de voz, la palma de la mano derecha de Rick bajaba acariciando su trasero a través de la toalla hasta llegar a la piel de su pierna derecha.

—Yo también dormí como un bebé —susurró en su oído con los ojos cerrados, Rick se deleitaba en oler su aroma y tocarla al mismo tiempo.

Al decir la palabra mágica “bebé” Minerva reaccionó y brincó buscando apartarse de él.

—¿Qué pasa? —preguntó desconcertado.

—Nada —contestó mirando el suelo y mordiéndose el labio.

—Señorita Warren creo que no es hora para que su pudor haga acto de presencia —dijo muy sonriente.

La chica frunció el ceño, recordar todo lo que él le había hecho la humedecía y la avergonzaba a la vez, sujetó la toalla con fuerza.

—¿Te arrepientes? —insistió Rick cambiando el semblante al ver su actitud.

Minerva no quería contestar, prefirió salir del baño apresuradamente y al hacerlo miró la bandeja con el desayuno en la cama y en la sala sonaba un clásico con el que dedujo que Rick estaba muy contento “Oh What A Night” con Frankie Valli & The Four Seasons contagiaba con su ritmo, negó con la cabeza y suspiró.

—Porqué… —pensó en voz alta.

—¿Porque qué? —La voz de Rick al salir también la hizo dar un brinco de nuevo—. ¿Por qué el sexo? O ¿Por qué el desayuno?

Minerva tensó la mandíbula, se aferró más de la toalla, no sabía cómo mirarlo ni sabía que contestar, colocó la rosa de papel en la mesita de noche.

—Minerva por favor di algo. —Rick quitó la bandeja de la cama y la colocó en su escritorio, el cambio drástico de “Heaven” de Bryan Adams comenzaba a sonar y Minerva negó con la cabeza exhalando de nuevo.

—Señor Brighton…

—¿Señor Brighton? —La interrumpió sonriendo desconcertado—. Creo que ya pasamos esa línea, ¿no te parece?

Minerva arrugó la cara de nuevo, Rick se acercó a ella y la rodeó con sus brazos.

—Aún espero una respuesta. —Insistió—. ¿Te arrepentiste?

“Bruta, bruta, bruta piensa y di algo” —se decía en su mente—. Sí, no, sí, no, lo que sea pero di algo.

No, no lo sé.

—¿No lo sabes? —Rick levantó su cara—. ¿Quieres más?

Sus susurros la estaban estremeciendo y sin darse cuenta sintió de nuevo sus labios, Rick la besó suavemente al tiempo que apretaba su cuerpo al suyo, Minerva sintió hervir su vientre y sus piernas temblaron. Rick llevó una mano a su trasero de nuevo y lo apretó, Minerva quiso retroceder pero lo que hizo fue sentir el borde de la cama y aprovechándose, Rick la hizo caer, la besó con locura y bebió sus gemidos, Minerva rodeo su cuello con sus brazos y le correspondió, Rick quitó la toalla y descubrió su desnudez, recorrió su cuerpo de nuevo y la penetró con gusto. La canción de Bryan Adams era propia para el momento;

“Baby you're all that I want
When you're lying here in my arms
I'm finding it hard to believe
We're in heaven
And love is all that I need
And I found it there in your heart
It isn't too hard to see
We're in heaven.”

Hicieron el amor de nuevo.

Después de una ducha juntos y de comerse el desayuno, Minerva arreglaba su equipaje y eso a él no le pareció, la quería con él, no quería que se fuera, no quería dejarla ni que ella lo dejara, la necesitaba, la quería siempre con él. La invitó a salir para intentar distraerse, ella aceptó. Cuando estuvieron listos y mientras Rick sacaba sus cosas de la habitación de Anne la que estaba próxima a llegar y Minerva lo esperaba en la sala, el teléfono sonó, ella contestó;

—Diga.

—Es la zorra que estaba buscando. —La voz de la mujer sonaba amenazante.

—¿Perdón? —Minerva se desconcertó.

—¿Te metiste a la cama de mi novio descarada?

El corazón de Minerva comenzó a palpitar con fuerza.

—Contesta, admítelo, ¿Le abriste las piernas? ¿Te hizo sexo oral? A él le encanta hacerlo, su lengua es divina, ¿No crees? A mí también me lo ha hecho y me fascina.

Minerva se sentía en shock y con ganas de vomitar.

—¿Disfrutaste sus caricias? —Insistió—. Sus dedos son mágicos en la vagina, ¿No te parece? Todo él es delicioso, ¿Se la chupaste también? ¿Lo complaciste como a él le gusta?

—No sé de qué habla, déjeme en paz. —La mano y la voz de Minerva temblaban.

—Sólo fuiste una más, así que hazte a un lado, te advierto que Rick es mío y va a casarse conmigo, ninguna estúpida con aires de niña mimada me lo va a quitar, si no te apartas atente a las consecuencias.

La mujer colgó.

Minerva temblaba de coraje y evitaba llorar.

—Bueno, ya saqué mis cosas de la habitación de Anne, no quiero que venga y las encuentre porque... —Rick miró a Minerva fijamente y la notó molesta—. ¿Era Anne la que llamó?

Minerva tragó en seco y lo miró seriamente.

—Minerva ¿Quién llamó? —Se puso nervioso.

—Creo que era la pervertida de su novia la que llamaba señor Brighton. —Se dirigió a la habitación, quería irse ya.

—¡Minerva alto! —Rick la detuvo.

—¡No vuelva a ponerme una mano encima! —Le gritó furiosa—. Nunca más vuelva a tocarme, ¿Lo entendió?

—Por favor dime qué pasa, ¿Qué te dijo esa loca?

—Lo suficiente para saber que jugó conmigo. —Avanzó hacia la recámara.

—Minerva tranquilízate —la sujetó.

—¡Dije que no me toque! —intentó soltarse.

Rick la sujetó con fuerza a pesar de los puñetazos que Minerva le daba en el pecho, sujetó con fuerza sus brazos y su cuello hasta someterla.

—Minerva escúchame, te aseguro que nada de lo que esa loca te dijo es verdad.

—¿Ah no...? Fue muy explícita, me dijo lo que a usted le gusta hacer a la hora del sexo, lo conoce muy bien, conoce sus dedos y su lengua, es obvio que ella también ha sido su mujer, me describió lo que usted me hizo en la madrugada, ¿Por qué jugó conmigo? si es su novia ¿Por qué se burló de mí?

—Minerva escúchame. —La llevó al sofá y la inmovilizó, la sometió debajo de él.

—¡Suélteme! —Lloró de coraje al no tener las fuerzas para rechazarlo—. Fui una estúpida que cayó en su trampa de seducción, me odio, le fallé a Leonardo, quiero volver a Ontario, él no me lo va a perdonar.

Al escuchar ese nombre la sangre le hirvió a Rick, era lo último que quería escuchar después de haberla tenido.

—Minerva escúchame, sea lo que sea que esa desquiciada te haya dicho, es mentira.

—Ella no mintió, el mentiroso es usted.

Rick sujetó su cara con ambas manos y la miró fijamente.

—Minerva mírame, se llama Scarlett O’Neill, es la misma que me fue a buscar a mi trabajo, ¿Lo recuerdas? Esa mujer no significa nada para mí, es parte de mi pasado y aunque fuera la única mujer sobre la tierra, jamás, óyelo bien, jamás volvería con ella.

Minerva no quería hablar, sus lágrimas caían sin que las pudiera detener.

—Minerva créeme. —Limpió sus lágrimas con su pulgar—. Como bien dijiste es una pervertida y más por ella odio la literatura erótica.

—¿Qué? —Lo miró incrédula.

Rick se incorporó en el mueble llevándola con él para que se sentara, exhaló.

—Fuimos novios por dos años y estuve a punto de casarme con ella hace tres.

Minerva limpió su cara y lo miraba sin saber si era verdad o era mentira lo que le decía, pero recordó que Anne le había dicho algo sobre eso.

—La quise y mucho —continuó—. Pero…

Se levantó del sillón y sujetó su cabeza, le avergonzaba hablar de ello.

—Nunca me imaginé que me fallara de la manera en la que lo hizo.

Minerva no decía nada sólo lo escuchaba, Rick se paró erguido y exhalando miró el techo.

—Supe de su gusto por los libros eróticos, pero jamás imaginé que eso acabara con mi sueño de formar una familia. —Frunció el ceño y respiró con calma.

Minerva no entendía, pero se calmó y siguió escuchando.

—Alquilaba un apartamento para verme con ella algunas noches y no traerla aquí por respeto a Anne, Scarlett es muy… escandalosa a la hora del sexo —continuó—. Tenía planes de comprarlo y vivir allí una vez que nos casáramos, pero un día cuando regresaba de viaje llegué sin avisar porque quería darle una sorpresa y…

Minerva escuchaba atentamente sin parpadear y respirar, sabía que era algo muy personal para Rick y muy difícil de hablarlo.

—Sus gemidos que se escuchaban hasta la sala me helaron la sangre, dejé la maleta a un lado de la puerta y silenciosamente me encaminé a la habitación, la encontré teniendo sexo del más pervertido no sólo con uno, sino con tres a la vez.

Minerva abrió los ojos al máximo al igual que la boca la cual se tapó con sus manos, no podía creer lo que escuchaba.

—Estaba montando felizmente a uno, mientras otro la penetraba analmente y ella a su vez chupaba el pene del tercero. —Rick hizo una pausa y se llevó una mano a la boca—. Tenían un sin fin de juguetes sexuales por todo el suelo y…

—Basta —le dijo Minerva acercándose a él—. No quiero más detalles.

—Mi primer impulso obviamente fue entrar a la habitación y matarlos a los cuatro, pero me calmé, tomé las imágenes necesarias como prueba y luego me presenté. Al verme ella obviamente sintió que el mundo le cayó encima y dejó de hacer lo que estaba haciendo, se cubrió con la sábana y corrió a mí intentando decirme que las cosas no era como las estaba viendo. Para mí desde ese momento se convirtió en el ser más repugnante sobre la tierra y eso es precisamente lo que me produce al mirarla, repulsión.

—Rick basta —le dijo Minerva sujetando su cara al notar la furia en sus ojos y el nudo en su garganta que lo estrangulaba—. Ya no siga, le hace daño.

—Scarlett me demostró ser una cualquiera en todos los aspectos y no respetarme en lo más mínimo, cuando yo lo único que había hecho era demostrarle ser un hombre fiel, responsable y quererla hasta el extremo de querer casarme con ella, pero a raíz de eso la odié con todas mis fuerzas desde entonces.

Minerva sintió la necesidad que él deseaba y sin saber porqué lo abrazó, su herida era grande, como hombre había sido burlado de la manera más baja y sabía que no lo merecía.

—Rick, no sé qué decirle, yo… lamento lo que esa desgraciada le hizo, me llamó zorra cuando la mujerzuela es ella, pero no entiendo entonces, si usted odia los libros eróticos, ¿porqué quiere que el mío sea igual?

—Lamento el mal rato que esa cualquiera te hizo pasar, es obvio que está muy molesta por tu presencia, está celosa, desde que la dejé no acepta mi decisión y me busca, no se cansa de rogar mi perdón, sabe lo que perdió, desgraciadamente su sesión de sexo desenfrenado tuvo consecuencias y no supo cuál de los tres era el padre, la muy desgraciada abortó, eso la hace la más miserable de las mujeres.

Minerva sentía que todo eso era demasiado para ella y no se imaginaba el sentir de Rick, tenía una herida difícil de cicatrizar.

—¿Crees que yo podría perdonarla y peor, volver a tener algo con ella? —Insistió—. Jamás, no sólo es una cualquiera sino también una asesina. Yo no quiero cambiar tu escrito, pero es un requisito del sello, cuando te vi la primera vez quise probarte, entiende que… creí que…

—¿Creyó que era igual a ella?

—Como hombre puedo creer que todas son iguales, detrás de esos escritos eróticos se esconden muchas cosas, reconozco que pensé que tú querías esconderte detrás de tanto romanticismo.

—¿Por eso me creyó una pervertida…?

—Perdóname —besó sus manos con intensidad—. Y no sabes cómo me alegra que no seas así, eso me alivia mucho, ya me di cuenta que no eres así.

—¿Me estaba probando?

—Necesitaba hacerlo, entiéndeme, pero no sólo lo hice por eso, Minerva… —La abrazó y pegó su frente con la de ella—. Siento que me has dado una razón para vivir, no sólo te deseo, no sólo me gustas, creo que me enamoré de ti.

Rick la besó con desesperación y con anhelo, Minerva intentó rechazarlo pero no pudo, creía en su historia y algo más fuerte nació dentro de ella, no quería reconocerlo pero ya que él le había confesado su sentir, ella debía resignarse y reconocerlo aunque fuera sólo en su interior, Rick también le gustaba y aunque no lo terminara de entender, sabía que era perfecto, aunque pelearan y él la dejara ganar, sabía que eso lo hacía tierno, agradecía también que él no fuera un pervertido y que sólo cumpliera órdenes de su trabajo. Se aferró a su cuello, lo necesitada también, había sido suya y el pasado debía de quedar atrás, prometió no involucrarse sentimental y laboralmente a la vez pero él, derribó sus defensas y fue la excepción. Rick Brighton no sólo la había conquistado paulatinamente y estaba en su cabeza, sino que también estaba en su piel y en su corazón.