Capítulo
17
Minerva no deseaba salir del baño, ya estaba lista pero estaba apenada no sólo porque Rick la había visto así sino porque había tenido una fantasía con él. Se sentó en la tapa del inodoro y sujetó su cabeza, necesitaba respirar y pensar con tranquilidad. Después de unos minutos se decidió y tomó valor, se miró frente al espejo, se peinó un poco el cabello con sus dedos y abriendo la puerta muy despacio salió. No deseaba verlo ni hablarle, lo que deseaba era otra habitación y encerrarse allá hasta que llegara la hora de ir al aeropuerto o pensándolo bien, prefería que Rick se fuera solo y ella llegar por aparte, no sabía cómo iba a resistir tenerlo cerca después de esa experiencia que la apenaba. Su sorpresa al salir fue ver a Rick dormido, tenía las manos juntas en su estómago y en ellas el control remoto, sus piernas estaban en la cama y no había logrado quitarse los zapatos, Minerva aprovechó para dirigirse a su neceser y maquillarse un poco, roseó perfume en su cuello y muñecas y al verse mejor se acercó a la televisión y le bajó el volumen, sin duda las noticias de ABC debían ser aburridas para que Rick haya preferido dormir, se acercó a él y lo miró por un momento. Le parecía un hombre muy guapo físicamente, todo él de un porte impecable, le gustaba su manera de vestir, esas camisas de cuello y botones manga larga le sentaban muy bien y al detenerse en su cuello entre abierto mordió su labio al notar los vellos de su pecho, el perfume que él usaba era delicioso y a ella comenzaba a fascinarle, olía a hombre seductor, fuerte, apasionado, ardiente. Minerva sintió que un escalofrío la recorrió por completo y su cuerpo se sacudió, asociaba su sueño y por alguna razón deseaba acercarse más y sentir su tibia respiración, le gustaban sus manos y ese tono nácar de su piel, al verlo dormido se enfocó en sus labios, le parecían perfectos y sin darse cuenta comenzó a saborearse, él era muy guapo y dormido parecía un bello durmiente que daban ganas de despertar a besos, sacudió su cabeza y al ver que tenía puestos los zapatos se atrevió a intentar quitárselos para que descansara mejor, se notaba que también estaba cansado. Cuando tocó sus tobillos para quitar el primero, Rick se movió inconscientemente y gimió, Minerva se paró firmemente y lo miró, había girado su cabeza y seguía dormido, pero ese gemido le había activado algo a ella en el cuerpo y se asustó, intentó quitarlos de nuevo y cuando lograba el éxito él despertó.
—¿Puedo saber qué hace señorita Warren? —preguntó seriamente, Minerva dio un brinco hacia atrás, se había asustado y no podía disimular.
—Nada —contestó sin poder decir algo más.
Rick le clavó el azul de sus ojos y levantó una ceja, no estaba convencido.
—¿Intentaba quitarme los zapatos? —insistió.
Minerva frunció el ceño y torció la boca, soltó el aire y asintió con la cabeza.
—Bien, continúe —dijo de lo más cómodo.
Minerva abrió los ojos y levantó ambas cejas abriendo al mismo tiempo la boca, cruzando los brazos, no hizo nada más.
—¿Qué espera? —insistió Rick muy sonriente.
—Sólo trataba de ser amable, no abuse. —Minerva hizo pucheros y aunque la trataba de usted se apresuró a tomar su bolso.
—¿Qué hace? ¿A dónde va? —Rick se sentó en la cama al verla decidida.
—Voy a dejarlo descansar, veo que está cansado.
—No, no, pero no es necesario que se vaya. —Se paró frente a ella y la detuvo.
—Es justo, usted lo hizo conmigo, al menos descanse un poco más, no quiero molestarlo.
—Por favor quédate —susurró mirándola fijamente, estaba tuteándola otra vez y ella se estremeció—. No es necesario que salgas, no voy a descansar si sales por esa puerta, recuerda que le dije a tus hermanas que te iba a cuidar.
—No se preocupe, yo puedo cuidarme sola.
—No lo dudo pero por favor, acompáñame.
Minerva entendió lo que Rick le decía como una súplica y en su interior no quería salir, quería quedarse con él.
—Señor Brighton esto no es correcto, usted y yo no somos nada más sin embargo estamos juntos en una habitación, esto podría acarrear problemas.
—¿Problemas para quién? ¿Para ti?
Minerva giró su cabeza, no quiso contestar.
—No voy a negar que me siento un poco cansado y que me gustaría dormir mucho, pero además ya no hay tiempo, sólo nos resta comer algo e irnos al aeropuerto, aunque la verdad si siento deliciosa la cama, me dormí un momento, gracias por intentar consentirme al querer quitar mis zapatos.
Minerva curvó sus labios, se apenaba.
—Si no quiere bajar y que almorcemos en el restaurante, podemos hacerlo en el aeropuerto, no hay problema. —Minerva intentaba considerarlo.
—Te propongo algo, hagamos un picnic en la cama.
Minerva abrió los ojos de nuevo y se asustó.
—No, no te asustes ven —la llevó a la cama e hizo que se recostara haciendo él lo mismo del otro lado, Minerva se había quedado rígida—. No te preocupes y no fantasees, voy a llamar a servicio y voy a pedir unos bocadillos y bebidas, ¿Te parece? Sirve que nos ayuda y luego comemos algo más formal antes de abordar el vuelo, ¿Te gusta la idea?
Rick sonaba tan entusiasmado como un adolescente y ante toda su idea que Minerva no lograba procesar por estar con él, ella sólo pudo asentir con la cabeza y rogar porque esos centímetros que los separaban no menguaran y su sueño se volviera realidad. Él al ver que aceptó cogió el teléfono y llamó para hacer el pedido, cuando el servicio subió a la habitación disfrutaron de un picnic frente a la televisión y manteniendo una conversación como dos buenos amigos disfrutaron los bocadillos.
Con el tiempo justo dejaron el hotel y la recepcionista, al saber que ambos se dirigían hacia el aeropuerto se molestó sin razón y prefirió mostrarse fría y orgullosa al atender a Rick, expresión que Minerva notó queriendo disimular, al terminar los trámites la chica no pudo ocultar su decepción y tristeza sabiendo que posiblemente jamás volvería a verlo y dejando escapar un suspiro lo siguió con la mirada hasta que él y su acompañante, salieron del hotel.
Estando en el aeropuerto, antes de abordar y aprovechando que Rick se encargaba del equipaje, Minerva aprovechó para llamar a Aurora e informarle su mañana.
—Minerva me da mucho gusto —le dijo al otro lado—. Todo sucede por una razón, seguramente fue un buen tiempo para conocerse mejor.
—Eso creo —suspiró jugando con la correa de su bolso—. Aunque recuerda que nuestra relación se limita sólo a lo profesional.
—Bueno como quieras, a mí me da gusto que lo conozcas más, parece ser un hombre fino y reservado y si trabaja en una editorial puede ser muy culto, no creo que lea cualquier libro, debe de tener un gusto exigente, ya sabes que los hombres odian algunos géneros de moda.
“sexo pervertido, sado, orgías… no lo creo” —pensó Minerva torciendo la boca.
—Por celos obviamente —intentó sonreír—. Al parecer complace más un personaje de libro que un hombre de carne y hueso, además de que el ficticio es generalmente guapísimo, rico y un dios sexual, algo difícil de encontrar en la vida real.
—No te quejes cenicienta —le dijo Aurora bebiendo un granizado de café que tanto adoraba—. Tú has tenido mucha suerte y ahora la vida te vuelve a sonreír, no dejes escapar la oportunidad, tu asesor está muy bien, es muy guapo y como dije se ve muy fino, ese hombre tiene algo que no puede disimular, se nota que no sólo quiere ser amigo, trátalo un poco más fuera de lo profesional y puede ser que te lleves una agradable sorpresa.
—Aurora… —Minerva cerró las piernas en un gesto inconsciente—. No te llamé para hablar de él con pelos y señales, sino para avisarte lo que había pasado, dentro de poco abordaremos el vuelo y ya no podré volver a hablar, el avión hará escala en Atlanta, cuando esté allá te vuelvo a llamar.
—Oye espera no te cuelgues todavía tengo algo que decirte.
—A ver, dime.
—Se trata de una agradable sorpresa, por la mañana llegó a la agencia proveniente de un pet-shop una pareja de peces payasos como regalo para Diana.
—¿En serio? —Minerva se sentó más derecha cruzando sus tobillos.
—Sí, cuando llegaron yo misma los recibí e inmediatamente la llamé, cuando salió de sus clases pasó por acá y aunque no sabía qué sentir luego se emocionó y agradeció el obsequio, hasta almorzó conmigo muy emocionada ya que ni siquiera desayunar quiso.
—¿Habrá sido Harry?
—Pues ella lo creyó al principio y para colmo lo llama para preguntarle y el bruto lo que hizo fue molestarse porque no había sido él.
—Pues habrá sido alguien del ballet.
—Diana no ha ido a la academia, sólo unos cuantos compañeros incluido Harry lo supieron así que ella no cree que fue alguien de la facultad y mucho menos del ballet.
—¿Y entonces?
—Agárrate querida, el encargo venía de Los Ángeles.
Minerva abrió los ojos al máximo a la vez que también abría la boca.
—¿Repite eso? —Reaccionó frunciendo el ceño.
—Sí, sí, la tarjeta decía “de un amigo anónimo” y la camioneta de la tienda venía desde allá.
“Amigo anónimo” —pensó Minerva torciendo la boca.
—¿Y entonces de quien sospechas? —preguntó levantando una ceja.
—Bueno pues al principio creí que habías sido tú y que preferías firmar así, incluso Diana lo pensó, pero ahora que me llamas y me dices que dormiste casi toda la mañana…
“Rick” —pensó Minerva alertándose.
—Entiendo… —exhaló lentamente.
—¿Crees que fue tu asesor? —Aurora bebió un sorbo de la granita muy sonriente—. Lo noté un tanto pesaroso por la noticia en la mañana.
—Eso lo voy a averiguar —contestó girando su cabeza en todas direcciones para divisarlo.
—Ay por favor no seas mala, agradécele de nuestra parte el gesto, dile que Diana está contenta y le encantan los nombres.
—¿Qué nombres?
—Se llaman “Romeo y Julieta”
“Vaya nombres…” —pensó resignada y soltando el aire.
—Salúdame a las chicas yo llamo después, el buen samaritano se acerca.
—Oye no lo vayas a regañar, ¿eh? Agradece el gesto al menos.
—Está bien, adiós.
Colgó y guardó su móvil en el bolso, Rick se acercó con dos bebidas de fruta granizada.
—¿Fresa o mora?
Minerva se extrañó.
—Fresa —contestó a la vez que Rick se la entregaba.
—Ya el equipaje está listo para abordar —Se sentó junto a ella y bebió un poco—. Tenemos un poco de tiempo, ¿Quieres comer?
Minerva miró su reloj y levantó las cejas.
—Sería bueno —contestó jugando con el popote.
—Bueno en ese caso vamos de una vez.
—Rick… —Él se detuvo y la miró fijamente, le encantaba oír su nombre en los labios de ella—. Acabo de hablar con Aurora y dice que llegó un encargo proveniente de aquí, ¿Fue usted?
Rick intento mantenerse serio pero no podía, el querer pasar desapercibido no le sirvió, era obvio que no había podido ser.
—No entiendo —contestó, Minerva lo miró alzando una ceja, sabía que no podía engañarla.
—Una pareja de peces “Romeo y Julieta” ¿Le suena eso?
Rick se limitó a sonreír.
—¿Por qué será que todas las parejas deben de llamarse Romeo y Julieta? —respondió con otra pregunta para disimular.
Minerva bebió un poco, sentía que él quería jugar.
—No intente desviar el tema, sabe que no puede engañarme —le dijo cuando saboreaba su granizado, a Rick le encantó ese gesto de sus labios y lengua—. Obviamente yo no pude haber sido porque estaba dormida en el hotel y el que salió a la calle fue usted y si el encargo iba de aquí no tiene caso mentir, ¿Por qué lo hizo?
—No se te escapa nada verdad. —Rick sonrió y negó con la cabeza—. Está bien, lo confieso, fui yo, lo hice porque… bueno sentí pena por tu hermana, sé lo que es amar a una mascota y perderla, cuando era adolescente tuve un hurón y por error se comió una comida envenenada que mi madre había puesto para las ratas, vivíamos en una casa de campo en Inglaterra y estuve mucho tiempo depresivo. No volví a tener otro.
—¿Es usted inglés? —preguntó extrañada.
—Crecí allá, nací en Boston.
Minerva bajó la cabeza al notar su expresión, comenzaba a sonar melancólico.
—Gracias por el gesto —le dijo—. Nunca esperé eso de usted, Aurora y Diana le mandan sus agradecimientos también, a Diana le gustaron mucho y está más tranquila.
—Que bueno —sonrió—. Y no tiene nada que agradecer lo hice con mucho gusto.
—Voy a hacerle un cheque para… —Minerva buscó en su bolso, pero Rick la detuvo sabiendo lo que iba a decir.
—No me ofenda —le dijo seriamente colocando su mano encima de la de ella, Minerva lo miró, la calidez de su toque la había estremecido.
—No se trata de eso, es sólo que no me gusta deber favores y menos a un hombre.
—Dije que lo hice con mucho gusto, no me que quites la satisfacción que tengo, por favor.
Ambos se miraron fijamente, el ruido y gente al pasar eran indiferentes a ellos, parecía que se habían conectado y sólo existían ellos dos.
—Gracias de nuevo. —Minerva bajó la cabeza.
—Es un placer —dijo él sonriendo, no se había percatado que aún sostenía la mano de Minerva, el calor de sus pieles era placentero.
—¿Me devuelve mi mano por favor? —Minerva intentó sonreír.
—Oh sí, claro —Rick reaccionó apenado—. ¿Nos vamos a comer?
—Vamos.
Con una sonrisita tonta que Minerva no entendía se puso de pie y Rick la secundó, se dirigieron a un food court para almorzar tranquilos por mientras se llegaba el momento de abordar.
“Al parecer ya comienzo a ganarme a las cuñadas” —pensaba Rick muy sonriente.