Capítulo

33

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Minerva llegó a Los Ángeles al mediodía e inmediatamente abordó un avión más pequeño que la llevó a Ontario, llegando al aeropuerto internacional de la ciudad cogió un taxi y se dirigió a su casa. Aurora y Diana casi no habían dormido de la preocupación pero cada una estaba en su quehacer algo que la chica agradeció, llegar a su casa y estar sola. Se encerró en su habitación y se metió a la ducha, luego se vistió con uno de sus trajes sport y se metió a la cama, apenas y había comido en el vuelo, no deseaba ver la comida, agarró la fotografía de Leonardo y llevándola a su pecho lloró en silencio de nuevo.

El timbre del teléfono fijo la despertó, sentía que se había dormido en fracción de segundos y al escuchar la insistencia del mismo lo contestó adormitada.

—Hola. —Se frotó los ojos.

—Minerva gracias a Dios. —Aurora respiró tranquila—. ¿Qué diablos te pasa? ¿Por qué nos has tenido con el alma en un hilo?

—¿De qué hablas?

—¿Cómo que de qué hablo? ¿Cómo está eso de que te fuiste de Chicago sin avisar? Ya estaba a punto de llamar al FBI.

La chica exhaló acostándose de nuevo “Rick” —pensó inmediatamente.

—¿Cómo sabes? —preguntó tranquilamente.

—¿No te lo imaginas? Rick ha estado mal por eso, desde que nos avisó ha estado muy preocupado, no es justo Minerva, ¿Por qué haces las cosas así? Nosotras no hemos dormido pensando en ti, llamamos a todos los hoteles habidos y por haber en Atlanta preguntando por ti. ¿Dónde diablos te metiste? Pobre hombre, Diana habló con él en la mañana y lo sintió mal, estoy segura que tampoco durmió, te pasas Minerva no eres una niña, porqué…

—Aurora… —la chica retenía la respiración, Aurora parecía tener cuerda y a Minerva le dolía la cabeza—. Ya párale a tu carro ¿ok? Deja de armar tanto alboroto, ya estoy aquí y eso es suficiente ¿sí?

—No Minerva no es suficiente, voy para la casa ahora mismo, tienes que explicarme muchas cosas.

—Oye, oye, aquí la mayor soy yo y no le doy cuentas a nadie de lo que hago o dejo de hacer ¿ok?

—Ningún ok, si tanto te llenas la boca diciendo “soy la mayor” entonces da el ejemplo, compórtate como tal y deja de actuar como niña caprichosa.

Aurora estaba molesta, colgó el teléfono y llamó inmediatamente a Rick.

—Diga.

—Rick soy Aurora, lo llamo de mi móvil.

—Aurora… —se despertó del todo haciendo que el dolor regresara quejándose.

—¿Se siente bien?

—Si claro —intentó disimular.

—No me engañe Rick, lo escucho extraño, ¿Está enfermo?

—No, no, es sólo un leve malestar estomacal, no es nada, pero dígame ¿Llegó Minerva?

—Sí ya llegó no se preocupe, ya está en la casa, ahora mismo yo voy para allá.

—Gracias a Dios —suspiró aliviado.

—Le pido que no intente llamar todavía, déjeme hablar con ella primero, ya cuando esté más tranquila seguramente lo atienda.

—Dígale que si no contesta mis llamadas y atiende mis correos, voy a tomar el primer vuelo directo que encuentre para Ontario.

—Y le creo, pero no se preocupe, le repito, déjeme hablar con ella primero. Si ella no lo llama ni se comunica con usted, yo me comprometo a hacerlo, ¿Le parece? Intentaré que usted sepa de ella antes de las nueve de la noche. ¿De acuerdo?

—De acuerdo y gracias de nuevo, al menos el saberla con ustedes me da mucho alivio.

—Descanse de su malestar, no se preocupe, estamos en contacto, adiós.

—Adiós y gracias de nuevo.

Rick respiró tranquilo en su cama, el saber que Minerva llegó bien le dio mucha tranquilidad, aunque se le había pasado por alto algo que lo alertó; Leonardo. Rick creyó que Minerva iba a correr a sus brazos y eso lo hizo apretar los puños y tensar la mandíbula, no estaba seguro de cómo iba a reaccionar él como hombre ni tampoco estaba seguro de que Minerva le dijera lo que había pasado entre ellos, lo pensó y lo pensó, recordar el bendito libro lo atormentaba de nuevo y hasta consideró renunciar a ese proyecto, le molestaba, le enojaba darse cuenta que Minerva había escrito una especie de biografía y tomó una decisión; aprovecharía los tres días de incapacidad que le había dado el médico y volaría hasta Los Ángeles de nuevo para conocer y enfrentar cara a cara, al dueño de la mujer que él también había tenido.

Aurora llegó a su casa lo más rápido que su auto la pudo llevar, al menos también sentía alivio al saber a Minerva de regreso pero estaba dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para saber qué era lo que había pasado entre ellos, fuera de la boca de Minerva o de la del mismo Rick iba a saber lo que había sucedido. Al llegar, subió rápidamente a la habitación de Minerva.

—¿Minerva? —Preguntó suavemente al entrar, la habitación tenía las cortinas corridas, casi no había luz—. ¿Estás aquí?

—Aquí estoy —contestó estando acostada.

Aurora corrió hacia la cama y Minerva la recibió, las hermanas se abrazaron.

—Minerva, ¿Qué pasó? Nos asustaste ¿Por qué actúas tan precipitadamente cuando te molestas?

—Aurora… —la chica comenzó a llorar y su hermana volvió a abrazarla.

—Minerva no creo que Rick…

—No quiero hablar de él.

Aurora encendió la lámpara y la miró fijamente.

—Minerva ¿Ya te viste en un espejo?

—Estoy fatal —contestó torciendo la boca.

—Estás muy diferente, estás un poco más cachetona, más llenita, no te veo ojeras ni estás pálida y eso supongo que es debido al bienestar que él te produjo en estos pocos días.

Minerva no dijo nada, bajó la cabeza y suspiró.

—No sé lo que me pasa, no sé qué fue lo que pasó —dijo resignada.

—¿Dormiste y comiste bien?

—Sí, él y su hermana me atendieron muy bien, no me quejo.

—¿Y el libro? ¿Todo bien?

—Hablé con la directora editorial, le dije todo, esperaba que me entendiera pero creo no fue lo que esperaba, tengo menos de tres semanas para hacer los cambios y que el libro entre en un nuevo proceso de revisión, insiste en eso, la verdad no sé qué decidir.

—¿Y tu asesor?

Minerva se acostó de nuevo y colocó una almohada en la cara.

—Minerva soy tu hermana y al parecer la más sensata de todas, creo que puedes confiar mí, ¿No crees? Quiero ayudarte, creo que Rick podría ser…

—Aurora no digas nada por favor…

—Si él no te importara no estarías aquí y en ese estado, te delatas, a ver dime, ¿Qué paso entre ustedes?

Minerva se quitó la almohada y la miró haciendo pucheros.

—¿Te gusta él? —Insistió Aurora—. ¿Te atrae? ¿Te provoca muchas cosas?

Minerva exhaló, recordar lo que había pasado la estremecía de nuevo, su cuerpo reaccionaba al pensar en él.

—Creo que detrás de su porte intachable y seriedad profesional se esconde un hombre… seductor y apasionado, ¿O me equivoco? —inquirió Aurora curiosa.

“Quiero que la tierra me trague, quiero que la tierra me trague” —pensaba la chica sintiendo el efecto de Rick entre sus piernas.

—Minerva no actúes como una adolescente que se acostó con el novio a escondida de los padres. —Insistió Aurora perdiendo la paciencia—. Eres adulta, no tienes compromisos, sabes lo que haces, es natural que un momento de debilidad…

—Intenté ser fuerte Aurora. —Reaccionó en su defensa—. Te juro que lo hice, pero él con todo y su carácter… me hizo sentir bien, me cuidaba, me halagaba, me consentía, no quiso que me quedara sola en un hotel, me llevó a su apartamento donde vive con su hermana, me cedió su habitación en consideración quedándose él en un sofá-cama de la sala. Me hizo comer, me hizo dormir, me sacó a pasear por toda la ciudad para mostrármela, incluso me llevó a una fiesta de la misma editorial y…

—¿Y si hizo todo eso porqué lo dejaste sin decirle nada?

Minerva sujetó sus piernas y se acostó en posición fetal.

—Minerva, ¿Te acostaste con él? —soltó Aurora de un solo golpe sin rodeos.

Minerva suspiró apretando los ojos.

—Sí.

Aurora suspiró frotando su frente con sus dedos.

—¿Se cuidaron?

—No.

Aurora abrió los ojos y boca al máximo, no podía creer eso de dos personas adultas.

—¡Minerva…!

—Lo sé, lo sé, no me digas nada…

—¿Y al menos lo hiciste por gusto o por obligación?

—Lo necesitaba…

—¿Qué sientes por él?

—No lo sé…

—¿Al menos te gusta? ¿Te gusta Rick como hombre?

—Creo que si…

La actitud taciturna y de timidez fuera de juego que Minerva mostraba estaba colmando a Aurora, no tenía nada de la mujer fuerte y decidida que había conocido, ¿Dónde había quedado el carácter indomable de su hermana?

—Minerva, de nada sirve llorar ante la leche derramada, supiste perfectamente lo que hacías, lo supiste desde que decidiste viajar con él ¿Te das cuenta? Yo misma te lo dije y tú pudiste prever las consecuencias. Ese hombre te tiene en su corazón, no ha tenido paz desde que lo dejaste, ha estado desesperado y hace poco que hable con él…

—¿Hablaste con él? —la chica se sentó en su cama.

—Sí y le prometí que antes de las nueve de la noche tendría una respuesta. No contestas sus llamadas, dice que te ha mandado emails y si no lo llamas y le das una explicación amenazó con aparecer por acá sin importarle nada. Minerva llámalo, habla con él, espera tu llamada.

—No quiero hacerlo.

—Hazlo, puede ser que seas tú la medicina que necesite.

—¿Medicina? —preguntó extrañada.

—Lo escuché un poco mal, no quería decirme y según él es sólo un malestar estomacal, no seas desconsiderada, en nombre de todo lo que él hizo por ti, al menos llámalo.

Minerva frunció el ceño de nuevo.

—¿Hay alguna loca de por medio? ¿Una ex de él? —Aurora se sentía exasperada—. Porque si es así y a ti no te importa él ¿En qué te afecta entonces? Es un hombre muy guapo y fino, es obvio que ha tenido sus novias.

—¿Y tú de parte de quien estás? —Inquirió boquiabierta—. ¿No te importa que el juegue conmigo?

—Sí juega, es porque tú se lo permitiste, él llegó hasta donde tú quisiste que llegara.

Minerva soltó el aire y bajó la cabeza.

—¿Vas a decirme? —Aurora levantó una ceja.

Minerva asintió con la cabeza, iba a decirle todo a su hermana, necesitaba desahogarse o explotaría como globo.