Capítulo

6

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—¡Maldición! —Exclamó Rick brincando de la cama, se había despertado al escuchar su reloj, eran las dos de la tarde.

Se apresuró al baño tropezándose con todo a su paso, sentía que todo estaba en su contra, estaba furioso.

Cuando salió y se cambió, arregló sus cosas, se puso sus lentes oscuros y dejó la habitación, bajó con su equipaje al vestíbulo.

—Señorita por favor, voy a cancelar la habitación y necesito que me provean un auto. —Acercándose a la recepción le dijo a la encargada.

—Con gusto señor… —verificó en la computadora—. Brighton, el hotel está afiliado a un rent-a-car, pero la habitación…

—Cóbrese la noche, no me importa. —Sacó su tarjeta de crédito—. Si puede ser una camioneta mejor, debo manejar a Ontario.

La joven hizo una señal a uno de los botones que estaba cerca y éste se acercó.

—Diego, lleva al señor Brighton a la oficina de Antonio, le urge alquilar un auto.

El botones asintió con la cabeza y ella después de atenderlo se despidió.

—Espero que haya disfrutado su estadía señor Brighton y esperamos que vuelva pronto, Diego lo llevará con el encargado en turno para que le provea su coche, feliz viaje.

—Sí, sí, gracias —contestó desinteresadamente a la vez que guardaba sus documentos en la billetera—. Adiós.

Y mientras se alejaba siguiendo al botones, la recepcionista no pudo evitar mirarlo de pies a cabeza, vestía impecable con pantalón de tela —no jean— gris oscuro casi negro, camisa blanca, manga larga a rayas azul marino, entre abierta del cuello lo que le había hecho desviar la mirada a su pecho donde se dejaban ver algunos vellos, la chaqueta azul marino en su brazo izquierdo y su maletín en mano, lo hacía verse regio. Era orgulloso, altivo y de pocos amigos al parecer, bastante serio, el sonido de sus lustrosos zapatos negros que hacía juego con su cabello mojado hacía que la chica se mordiera el labio al verlo.

“Una hora suficiente” —pensó suspirando y apretando las piernas—. “Con una hora de besos, caricias, sexo oral y penetración lo llevo al cielo y me hace palpar las estrellas” —Rozó su cuello, se llevó el lápiz grafito a la boca y lo mordió con fuerza—. “Sería divino montar ese potro.”

***

Eran las cinco de la tarde y después de la tan “emocionante aventura en el jardín” como la llamó Minerva, ésta se sentó un momento frente a su portátil antes de meterse a la cama y ver una película, no pensaba ver los emails de su trabajo pero sólo para hacerse una idea de lo que sería el siguiente día lo abrió, lo primero que encontró fue un email desconocido y se asustó, al ver el “asunto” la asustó más.

 

De: Rick S. Brighton                                                                                                                                Para: Minerva Warren

Asunto: Su libro                                                                                                    Fecha: Junio 9 2013 14:50 p.m.

 

Hola señorita Warren, después del saludo voy a lo siguiente.

De casualidad su obra llegó a la editorial para la que trabajo y después de pasar una minuciosa revisión, el consejo ha decidido apostar por su trabajo.

Felicidades, su obra será publicada bajo uno de nuestros sellos románticos llamado “Eleganza” Soy Rick Brighton, su asesor editorial, estoy en Los Ángeles y voy en camino a visitarla, al llegar al hotel me comunicaré con usted para tratar muchos puntos con respecto a la obra. ¿Podría ser tan amable de proporcionarme un número telefónico?

Gracias, saludos.

 

Rick S. Brighton

Asesor editorial

“Grupo Baluarte Editorial”

Ediciones en Español.

Chicago, Illinois.

 

Minerva estaba congelada en su escritorio sin poder reaccionar, miles de sensaciones pasaron por su cabeza y por su cuerpo, comenzó a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas. Sentía a Leonardo más cerca de ella en todos los sentidos, su ángel seguía con ella. Se levantó del escritorio y por primera vez sonrió con ganas desde la muerte de su prometido, brincó a la cama, alcanzó su fotografía y comenzó a besarlo.

—Mi amor, mi amor —decía entre lágrimas y risas—. Fuiste tú, fuiste tú, me escuchaste, viniste a verme, me hiciste el amor e hiciste que el libro le gustara a una editorial. Todo lo hiciste tú mi amor, te amo. —Lloraba y lloraba estrechando la foto en su pecho y enterrando la cara en la almohada.

Al momento reaccionó y miró la hora en su reloj, recordó la hora del email enviado por lo que seguramente el asesor ya estaba en la ciudad y corrió a contestarle de inmediato;

 

De: Minerva Warren                                                                                                                                     Para: Rick S. Brighton

Asunto: Re. Su libro                                                                                                             Fecha: Junio 9 2013 17:35 p.m.

 

Hola señor Brighton es un placer saludarlo y al mismo tiempo le agradezco la molestia que se ha tomado al venir a la ciudad, ha sido una agradable sorpresa recibir su email, las palabras no me alcanzan para describir la emoción que siento. A continuación le proveo el número de mi móvil privado para su comodidad...

De nuevo mil gracias.

Espero su llamada.

Saludos.

 

Atte.

Minerva Warren

Supervisora en jefe, Dto. de Redacción “Revista                        

Vintage”

Ontario, California.

 

Minerva envió el email y se reclinó en su silla, suspiraba y suspiraba sin dejar de acariciar la imagen de Leonardo, perdida en sus pensamientos estaba cuando las gemelas llegaron a su habitación con el antojo de ver una película con muchas palomitas de maíz y más gaseosas.

—Tierra a Minerva ¡Yu ju! —Aurora se acercó a su hermana e hizo un ademán con sus manos frente a ella. Minerva reaccionó asustada.

—Cuando será el día que aprendan a tocar una puerta —les dijo colocando la foto de Leonardo a un lado de su portátil.

—Perdón sólo queremos invitarte al salón televisión, preparamos palomitas de maíz y más gaseosas.

—Lo siento pero ahora no.

—Ay no me digas que vas a volver a cuestiones laborables. —Aurora no quería decepcionarse—. Es domingo, terminemos de pasar el día las cuatro juntas.

—Más o menos. —Replicó Ariadna dejándose caer en la cama de Minerva—. Diana ya se encerró según ella, a estudiar.

—Eso está bien —dijo Minerva—. Dentro de lo que cabe es responsable.

—Vamos… —La levantó Aurora de su silla—. Vamos a ver a Henry Cavill, sí...

—Sueño con ese hombre —suspiró Ariadna—. Espero ansiosa al hombre de acero. Ruego por él. —Mordió la punta de una de las almohadas y gimió.

—Ya casi. —Se mordió el labio Aurora también—. Tenemos una cita con él en el cine.

—Y hablando de eso, ¿Te ha llamado Lucas? —Le preguntó Minerva a Ariadna.

—Minerva... —Ariadna la miró haciendo pucheros—. Estoy distrayendo mi mente con la imagen del papucho de Cavill, quiero imaginarlo por un momento conmigo, como un dios griego y como la película que vamos a ver. Quiero deleitarme mirándolo aunque por momentos la película esa me parezca tan ridícula como la peor obra de teatro, aún así quiero concentrarme sólo en él y que me cumpla las fantasías, ¿y tú me preguntas por el imbécil de Lucas...?

Minerva se encogió de hombros.

—Ya lo hablamos y lo conozco —continuó—. No me va a llamar y no me importa, si él manda al caño dos años de relación, dos años de mi valioso tiempo, dos años de felicidad y dos años de tanta estupidez me vale un pito también. No voy a llorarlo más, voy a reemplazarlo que es diferente, así que después de la cita con Cavill y sabiendo que me va excitar hasta el límite, mi querido “vibro” va a hacer el resto, así de simple. ¿Nos vamos a ver la película ya? Porque si no me encierro en el baño ahora mismo ya que es tal el efecto de ese hombre en mí, que comienzo a excitarme y necesito el alivio.

—¡Ariadna! —Exclamaron al mismo tiempo sus hermanas con cara de fuchi.

—Ni se te ocurra llevar tu vibrador al cine —le dijo Aurora.

Ariadna sonrió pícaramente.

—No entiendo cómo carambas ustedes son gemelas —dijo Minerva sentándose otra vez frente al monitor—. No se parecen en nada más que el físico.

—¡Ay ya! Quítate de la portátil por favor. —Le rogó Aurora.

—No puedo chicas, acabo de recibir un email muy importante, van a publicar mi libro.

—¡De verdad! —Exclamaron las gemelas y Ariadna saltó de la cama para acercarse al monitor.

—Sí, y es algo que me hace muy feliz, no lo esperaba, el asesor que me escribió dice que está en la ciudad, le mandé mi número y espero su llamada.

—¿Y dónde está tu móvil? —Aurora levantó una ceja.

—¡Dios! Que bruta soy. —Minerva corrió a su bolso y lo miró con decepción, inhaló y soltó el aire—. Tres llamadas perdidas y supongo que son de él.

—Pues no seas tonta y llámalo —dijo Ariadna.

—Tengo poca carga, espero no me corte la comunicación.

—Para eso está el teléfono fijo —sugirió Aurora.

—Sabes que no me gusta cargar llamadas a móviles de allí —dijo Minerva mientras devolvía la llamada—. Sh.... ya está sonando, hagan silencio.

—Hola señorita Warren. —Rick saludó al otro lado.

—Hola señor Brighton discúlpeme, no tenía mi móvil a mano. —Minerva no pudo evitar estremecerse ante la voz grave que le produjo ese efecto.

—Lo imaginé, no se preocupe, pensaba enviarle otro email ya que la supuse frente al monitor.

—Le ruego me disculpe, estaré más atenta, no volverá a pasar.

—Eso espero. —Rick intentaba mostrarse orgulloso y profesional pero la voz de Minerva le provocaba sensaciones extrañas que decidió controlar para concentrarse—. Cómo le decía en el email me han designado como su asesor editorial, estoy hospedado en el Holiday Inn, ¿Cree que podemos entrevistarnos en...? —Miró su reloj—. ¿Una hora?

—Si claro por supuesto. —Minerva le hacía gestos de ansiedad a sus hermanas que la miraban fijamente—. Seré puntual, lo esperaré en el lobby.

—Así quedamos entonces, estaré pendiente, hasta pronto.

—Adiós.

Minerva colgó y soltó el aire, se tiró al colchón de su cama, sonrió de nuevo.

—¿Y? —Preguntaron ansiosas las gemelas.

—Está hospedado en el Holiday, me espera en una hora.

—Awwww!!!! —Gritaron emocionadas a la vez que brincaban como locas y se lanzaban a la cama también para abrazar a Minerva.

—¡Dios! ¡Es emocionante! —dijo Aurora—. Por fin uno de tus sueños se hará realidad.

Minerva curvó sus labios y bajó la cabeza.

—En parte. —Se limitó de decir con melancolía.

—Nada de tristezas —dijo Ariadna—. Date una ducha, ponte muy guapa y sorprende a tu asesor, al menos espero que este joven  y guapo.

Minerva la miró levantando una ceja.

—Está bien, ya entendí. —Torció la boca poniendo los ojos en blanco.

—Ariadna, dejemos que Minerva se arregle y deslumbre a su asesor —dijo Aurora sujetando el brazo de su hermana y arrastrándola hacia la puerta—. Tenemos una cita con Cavill, ¿Lo olvidas?

—Cierto, vamos a deleitarnos.

Minerva suspiró cuando se quedó sola, corrió al armario, sacó un traje pantalón gris claro con su chaqueta manga larga, que combinaría con una blusa negra que le ceñía la figura, zapatos negros altos y brillantes de tacón fino y un bolso de cuero negro, colocó la ropa en la cama, apagó su portátil, conectó su móvil para cargarlo, se metió a la ducha y se preparó para el encuentro con su asesor.