Capítulo
5
Minerva estaba sedienta y al ver que su jarra estaba vacía bajó a la cocina, se sentía triste, deprimida, con sentimientos encontrados y sin saber qué era lo que había pasado, “pero no me toqué” —pensaba frunciendo el ceño mientras caminaba. Su cuerpo tenía un alivio que hacía mucho no experimentaba y eso en parte la hacía sentir liberada, pero a la vez más vacía, creía que de un momento a otro perdería la razón por momentos como le sucedía a su suegra. Sacudió la cabeza antes sus pensamientos que la asustaban más y al entrar a la cocina y encender la luz dio un brinco al ver a Ariadna sentada a oscuras sólo con la luz de la ventana en el desayunador, jugando con una bola de mantecado y con su mente perdida. Minerva enfocó su vista para adaptarse a la claridad y miró el reloj, eran las 02: 15 a.m.
—¿Ariadna? —Preguntó sorprendida al verla que sólo jugaba con el ice cream—. ¿Qué haces aquí?
La chica se encogió de hombros y torció la boca, dejó el tazón a un lado, el mantecado estaba derritiéndose y convirtiéndose en leche. Se miraba fatal, había llorado mucho y sus ojos estaban rojos e hinchados. Minerva negó con la cabeza y puso los ojos en blanco, tomó un vaso y abriendo el refrigerador lo llenó de agua fresca y se la bebió muy sedienta, luego se acercó a su hermana y le dio un beso en lo alto de la cabeza, pero cuando se disponía a salir de la cocina por fin habló.
—Me asignaron un viaje para Francia e Italia dentro de una semana.
Minerva se giró y la miró sorprendida.
—¡Wow! Eso es maravilloso, es estupendo, quisiera estar en tu lugar.
—Es fatal —contestó llevándose las manos a la cabeza sujetándose su despeinado cabello.
—Ariadna no entiendo. —Minerva se acercó a ella y se sentó a su lado—. Dime porque te parece tan trágico.
—Debo de estar fuera por casi un mes, ¿Sabes lo que eso significa?
—Uy si, tu boda se pospondría.
—Peor Minerva, es peor, cuando se lo dije a Lucas se molestó mucho, discutimos muy fuerte y canceló todo, me dejó.
—¿Cómo? —Minerva tomó aire y luego lo soltó.
—Está harto de mis supuestas excusas —continuó—. Cree que todo en mí son excusas, me dijo que cuando fuera más importante él que mi trabajo lo buscara, me puso en jaque, o mi trabajo o él, o el viaje o la boda, no supe que responder y eso lo enfureció. Terminó conmigo, todo se acabó.
Ariadna lloró en el hombro de su hermana y Minerva la abrazó.
—Desahógate querida, cuéntame todo, tal vez pueda ayudarte.
Ariadna se calmó y asintió.
—Me hace falta sacar todo esto, sino me voy a ahogar, me siento fatal y como la peor de las mujeres, todo comenzó a media mañana…
***
—Cinco de la mañana… —Refunfuñaba para sí Rick Brighton de treinta y dos años llegando al aeropuerto internacional de Los Ángeles—. Es pleno domingo, odio esto, ¿Por qué me habré metido en este lío?
Hizo todos los trámites de mal humor y salió a buscar un taxi para llegar al hotel y dormir un poco en la comodidad de una amplia cama, no había logrado dormir durante el vuelo y eso lo tenía molesto. Sus ojos azules estaban irritados y su piel blanca sonrojada debido al enojo que se le hacía notar más en las mejillas, respiró hondo y se reclinó en el asiento del taxi para hacer descansar su cabeza. Sólo sintió que había sido fracción de segundos cuando el taxista lo despertó.
—Disculpe señor, ya llegamos al hotel.
Rick despertó sobresaltado y desorientado, se frotó los ojos y volvió a respirar.
—Gracias. —Se limitó a decir sacando su billetera y pagándole al taxista.
El botones que atendía en la entrada del hotel se acercó solícitamente a abrirle la puerta a la vez que el taxista salía y sacaba la maleta de su cliente de la cajuela. Rick se paró erguido, se estiró como los gatos, movió la cabeza de un lado a otro y se frotó los hombros, le dolía el cuerpo. Se adentró al Holiday Inn y se registró.
“Dormiré toda la mañana” —pensaba cuando subía al ascensor—. “Ya después me pondré en contacto con la pervertida que se quiere esconder tras el romance. Anne debería hervirte en aceite caliente por haberme metido en esto.”
Llegó a la habitación y después de entrar y darle la propina al botones que lo asistió, dejó la maleta a un lado, lanzó su chaqueta a un sillón y en una mesa colocó con cuidado su bolso de mano. Estudió la recámara, se quitó los zapatos y sin pensarlo más, se dejó caer en la cama quedándose rápidamente dormido boca abajo.
***
Minerva y Ariadna se levantaron casi al mediodía ese domingo, habían hablado hasta pasadas las cuatro de la mañana en la cocina por lo que al retirarse a sus habitaciones intentaron dormir y reponer la resaca. Diana intentaba cocinar pastas para almorzar aunque odiaba la cocina, mientras que Aurora se dedicaba a limpiar y aspirar un poco el salón. Las hermanas Warren eran huérfanas, hacía ocho años habían perdido a sus padres en un accidente de tránsito en Santa Mónica y después de la muerte de ellos, prefirieron encargarse personalmente de su casa, la casa de sus padres. Aurora era la única que se encargaba del negocio familiar, “Warren & Smith” Agencia de eventos era el legado y patrimonio que los padres de los chicas habían fundado años atrás y las hermanas prefirieron que Aurora se mantuviera frente al negocio por ser ella la que más tiempo y esfuerzo le dedicaba desde que era adolescente.
Cuando todo estuvo listo y las dormilonas se levantaron se prepararon para almorzar en familia, sólo el domingo usaban el comedor así que aprovecharon para sentarse a la mesa, degustar los tornillos, coditos, moños y plumas de pasta que Diana había hecho aderezados con mayonesa, crema y atún y acompañados de una deliciosa ensalada verde con vinagreta, por lo que Ariadna hizo a un lado su molestia y se apresuró al refrigerador para sacar las sodas enlatadas que tenían.
—¿Qué? —preguntó ante las miradas desconcertadas de sus hermanas a la vez que encogía sus hombros y torcía la boca, haciendo pucheros.
Puso las latas en medio de la mesa y se sentó.
—Creí que estabas en contra de las bebidas gaseosas. —La miró Aurora desconcertada.
—¡Al diablo la dieta, el azúcar y las calorías! —contestó abriendo una lata y bebiéndose un trago largo.
—Bravo —dijo Diana alcanzando una lata también.
—Sólo una jovencita. —Le advirtió Minerva.
—Hey yo cociné, merezco un premio. —Frunció el ceño.
—Para eso está el postre —dijo Aurora colocando un tazón con panecillos cerca de la ensalada—. Ayer traje un tarro de mantecado de ron con pasas que me obsequiaron, luego lo probamos.
—Ya lo probé —dijo Ariadna.
—¡Lo abriste! —Aurora puso las manos en su cintura.
—Perdón, me levanté de madrugada a la cocina y al abrir el refri fue lo primero que vi.
—Después de lo que pasó puede ser una buena excusa —dijo Minerva alcanzándose la ensalada.
—Bueno ya que remueven eso al menos dinos a Diana y a mí lo que te pasó. —Le hizo ver Aurora sentándose a la mesa.
—¿Qué pasó? ¿Qué me perdí? —Preguntó Diana mordiendo un trozo de pepino.
Ariadna puso los ojos en blanco y colocando los brazos sobre la mesa enterró su cabeza en ellos.
—Hablando de “¿qué me perdí?” —Remedó Minerva a Diana—. ¿Puedes decirnos que son esas horas de llegar a tu casa?
—Hey, yo te llamé y como siempre no contestaste, llamé a Ariadna y lo mismo y luego…
—Me llamó a mí como última opción. —Interrumpió Aurora bebiendo un poco de agua.
—Sorry, no como última opción querida, a veces ya no sé a quién llamar cuando lo necesito, además ya no soy una niña, tengo veintidós y sé cuidarme.
—Más te vale. —Le advirtió Minerva—. Ni se te ocurra salir con regalito extra.
—Diana… —Aurora soltó el aire—. Después de llamar a Minerva me hubieras llamado a mí, no quiero ser la última opción en todo, te recuerdo que soy dos minutos mayor que Ariadna.
—Está bien Aurora, por ser tan solicita y estar siempre disponible eso haré de ahora en adelante, sorry, no volverá a pasar ok y en cuando a lo del regalito Minerva…
—Podemos comer en paz por favor. —Sugirió Ariadna quien tenía enterrada la cabeza entre sus brazos todavía.
—Oh sí… —contestó Aurora—. Ya que resucitaste y estás disponible y ya que supongo que estás bien por haberte comido parte del mantecado cuéntanos, ¿Qué diablos te pasó ayer? Gracias a Dios no le pasó nada a Lucas, ya hubiera sido el colmo, así que si sólo fue una pelea entre pareja más te vale que dejes de armar tanto alboroto, nos asustaste de verdad, llama a Lucas o ve a buscarlo, arreglen sus diferencias y tan tan, todos felices comiendo perdices. Ya te dije que no quiero carreras con tu boda, aquí la que da la cara en todo este asunto soy yo y la que tiene que preocuparse y estar pendiente soy yo, así que…
Minerva sujetó la mano de Aurora y la miró. Se calló.
—Intentemos comer por favor —dijo Minerva sentada a la cabeza de la mesa como hermana mayor—. Luego habrá tiempo para hablar.
—Bien —dijo Aurora exhalando—. Lo haremos en el jardín, quiero arreglar unas plantas y quiero que me ayuden.
Las tres hermanas la miraron y evitando poner los ojos en blanco negaron con la cabeza. Cada quien se sirvió su almuerzo.
—Y sin excusas —concluyó.