Capítulo
3
—¿Hay alguien en casa? —gritó Aurora subiendo las escaleras.
Minerva que revisaba su escrito y escuchaba a Bach, salió de su ensimismamiento y contestó;
—¡Yo estoy aquí en mi habitación!
—¿Quién es yo? —insistía Aurora fingiendo no conocer las voces de sus hermanas.
—¡Caramba mujer yo, Minerva!
—A vaya, qué bueno que al menos hay alguien. —Aurora entró a la habitación y se acercó a su hermana, se saludaron con un beso en la mejilla y luego se dejó caer de espaldas a la cama, tirando su bolso al suelo y los zapatos al aire—. ¡Uf! estoy muerta del cansancio.
—Sí pero no hagas desorden en mi habitación —le dijo Minerva esquivando uno de los zapatos que cayó a un lado suyo.
—¿Y tú cómo estás? —preguntó Aurora abrazando una de las almohadas.
—Más o menos…
—Sabes, me quedé con una intranquilidad espantosa cuando sorpresivamente llegaste a la agencia por las flores para… —La chica prefirió hacer una pausa—. Mejor dime, ¿Cómo están tus suegros?
—Dentro de lo cabe, don Abelardo llevando las cosas con resignación pero doña Elisa… me asustó, por momentos parece no estar en sus cabales.
—Es normal o al menos eso creo, es algo muy duro para ellos, yo la verdad pensé que hubiera enloquecido.
—Me preocupa, no sabes cómo me sentí cuando habló de él diciendo que lo esperaba para almorzar, regañó a don Abelardo porque pensaba que Leonardo estaba en la oficina trabajando por su culpa y me pidió que no me molestara con él.
—Caramba, habla como si no hubiera pasado nada.
—Mi corazón se encogió cuando me dijo que me llamaría y trataría de compensarme, que no me molestara ya que lo más importante para él era yo y…
—Ya querida. —Aurora se levantó y abrazó a su hermana al ver que no controló sus lágrimas—. Ya tranquila…
—Me preguntó el porqué no me embaracé de él. —Minerva limpió sus lágrimas—. Me dolió y mucho, yo no sabía que sentir…
—Tranquila, ya no hablemos de eso mejor dime, ¿Cómo te fue en el trabajo? ¿Alguna buena noticia?
—Igual, recibí un correo y…
En ese momento un portazo las asustó y al sentir los pasos de alguien correr se asomaron a la puerta de la habitación, Ariadna venía corriendo hecha un mar de lágrimas y prácticamente pasó por encima de sus hermanas sin decirles nada, se metió a su habitación y se encerró. Minerva y Aurora la siguieron pero la puerta estaba cerrada, no pudieron entrar.
—¡Ariadna que pasa! —le gritó Aurora tocando con desesperación la puerta. No obtenían respuesta.
—¡Ariadna abre la puerta! —Ordenó Minerva—. ¿Por qué llegas así?
—¿Lucas? —susurró Aurora mirando asustada a Minerva.
—No puede ser —contestó Minerva—. Esto ya sería una maldición.
—¡Ariadna por favor! —gritó Aurora preocupada ya que sólo escuchaban su llanto.
—¡Quiero estar sola! —Contestó del otro lado—. No quiero hablar ni ver a nadie.
—Ariadna, ¿Sólo dinos que pasó? —Insistió Minerva—. ¿Se trata de Lucas? ¿Le pasó algo?
—¡Es un estúpido! —gritó.
Minerva y Aurora se miraron con alivio y soltaron el aire que las presionaba.
—Bueno, al menos está vivo —dijo Aurora.
—O no por mucho. —Minerva torció la boca—. Dejemos que se tranquilice, luego nos dirá que pasó.
—Obvio, tremenda cosa debió haber sido.
—Me extraña porque ustedes estaba hablando bien en la mañana. —Conversaban de regreso a la habitación de Minerva.
—Sí y casi puedo apostar que el problema se debe a diferencias por la boda.
—Pues si comienzan así van muy mal. —Minerva entró a su habitación—. Y a todo esto, ya son casi más de la ocho, ¿Dónde está Diana?
—Ah sí, se me había pasado, dice que te llamó y no contestaste, llamó a Ariadna y pasó lo mismo, la última opción fui yo y me dijo que iba ir al cine con Harry, pero llegarán antes de la media noche no te preocupes.
Minerva negó con la cabeza.
—Espero que sepa lo que hace. —Se sentó de nuevo en su escritorio.
—Tiene veintidós, obvio que al menos no desea un embarazo.
—Y más le vale, todavía estudia y nosotras la mantenemos.
—Y la pícara abusa de eso. —Sonrió Aurora recogiendo sus cosas y dirigiéndose a la puerta—. Me voy a duchar, ¿A quién le toca hacer la cena?
Minerva la miró con la boca torcida y levantó una ceja.
—Ay… está bien, ¿Pizza o comida china?
—Me da igual.
Aurora suspiró y salió de la habitación.
—¡Al menos tengamos una cena entre hermanas por favor…! —gritaba entre el pasillo.
Minerva se concentró en seguir en lo suyo.
“¿Qué fregados quieren?” —pensaba cuando leía y re-leía su obra.
—Bien —se dijo preparando el monitor para apagarlo—. Si no llega a publicarse seguramente será lo mejor y lo aceptaré, pensándolo bien ya no quiero publicar. Espero que las siguientes editoriales lo desestimen o al menos me contesten negativamente.
Minerva no podía creer lo que se decía, pero era lo que sentía en su decepción, se levantó, miró la fotografía de Leonardo y le lanzó un beso.
—Lo siento amor —le dijo antes de salir de su habitación—. Me quedaré como una simple redactora, al parecer no tengo temple de escritora, lamento decepcionarte.
Salió y se dirigió a la cocina, ella y Aurora prepararon un picnic en la alfombra del salón de televisión e intentaron comer mientras se distraían mirando una película.