Capítulo
36
Rick la soltó sin poder procesar lo que había escuchado, Minerva cayó de nuevo al sofá y lloró amargamente como lo hizo cuando él murió, sus recuerdos volvieron para atormentarla. Rick se quedó rígido como una estatua y no sabía si estaba respirando, no sentía su cuerpo, no escuchaba nada, por un momento todo lo vio negro, se mareó, no llegaba el oxigeno a su cerebro, ni siquiera parpadeaba, no sabía si había escuchado bien. Se sentó en otro sillón lentamente y comenzó a volver en sí, miró a Minerva abrazando uno de los cojines y con las piernas encogidas en el sofá, lloraba con fuerza para desahogarse, sabía que no estaba fingiendo.
—¿Qué? —fue lo único que pudo preguntar al reaccionar.
Minerva enterró la cara en el cojín abrazándose las piernas.
—Minerva yo… —Rick no entendía nada.
—Por favor váyase. —Se limitó a decir—. Déjeme sola.
—No Minerva, no voy a dejarte —logró acercarse a ella, se sentía el hombre más estúpido sobre la tierra, no sabía el error que su enojo había cometido, ya no sabía cómo disculparse.
Minerva no paraba de llorar, Rick miraba a su alrededor y entendió el porqué de la ausencia de las fotos de él en toda la casa, no se imaginaba el dolor de la chica, nunca se hubiera imaginado lo que realmente sucedía con ella.
—Minerva mírame, háblame —le dijo sujetando sus manos, estaba asustado, temía que Minerva recayera a un estado depresivo.
—Déjeme sola —volvió a susurrar sin levantar la cara del cojín.
—No voy a dejarte, me importas demasiado, ¿Lo entiendes? Yo… no entiendo, por favor háblame, ¿Cómo es que él…?
—Fue hace dos años.
A Rick se le heló la sangre y tragó en seco, intentó respirar con calma, acarició las manos de Minerva, ella recostó su cara en el cojín.
—Faltaba poco más de un mes para casarnos… —continuó, Rick la escuchaba atentamente—. Y el destino quiso otra cosa.
Él miró el anillo y sin querer lo acarició.
—Él regresaba de revisar un pedido que había llegado a las bodegas de la empresa familiar en la cual se desempeñaba… ese día estaba lloviendo y venía hablando conmigo, escuché los frenos y me asusté siempre le decía que no me llamara mientras manejaba pero era necio, me amaba, cuando escuché eso intenté colgarle pero él siguió hablándome y yo lo dejé, fue el peor error.
Minerva se soltó de las manos de Rick y las llevó a su oído, sus lágrimas caían.
—Lo último que escuché fue su grito —lloró amargamente—. Fue un accidente fatal y yo lo escuché, la llamada se cortó, nunca más volvería a escuchar su voz.
Minerva se descontroló, se sentía culpable y eso era lo que la atormentaba, tuvo en sus manos el primer aviso, Leonardo había esquivado un auto pequeño y con eso era suficiente para cortar la comunicación pero siguieron hablando hasta que un enorme camión cargado de tubería de concreto se abrió mucho en una curva y él, por no chocar con el camión de frente giró bruscamente perdiendo el control, el suelo mojado hizo que las llantas patinaran y la camioneta se dio vuelta en plena carretera saliendo de la misma hasta caer a una pequeña hondonada, al detenerse estalló. Minerva escuchó su grito al volcarse y eso, era el tormento que la acompañó desde entonces, se sentía culpable, creía que Leonardo había muerto por ella y ese tormento era el motivo de sus pesadillas. Rick la abrazó con fuerza al verla sí y Minerva sin saber también se aferró de él.
—Murió por mi culpa —decía en su llanto—. Debí colgar la llamada, debí dejarlo primero un momento antes de que él me dejara para siempre.
Rick no podía articular palabra, sentía un nudo en la garganta, se sentía un miserable por todo lo que había pensado de Minerva y lo que había pensado del mismo Leonardo, sentía que no tenía perdón, juzgó a la ligera.
—Tranquila cariño —fue lo único que pudo decir para controlarla, temía por el estado de ella, no sabía cómo consolarla.
—Fue el peor golpe que pude recibir después de la muerte de mis padres —continuó—. Mi apuesto prometido se calcinó, su camioneta estalló al caer a una hondonada.
Minerva no podía controlar su llanto, se aferraba a Rick con fuerza.
—Todo fue una pesadilla y yo pude evitarla. —Insistía atormentándose—. Mi boda se convirtió en un funeral, mi vestido blanco se tiñó en negro, mi alegría en tristeza y cambié mi sonrisa por lágrimas de amargura y dolor, él se llevó mi vida, mis deseos de vivir se fueron con él, quise morir con él.
Rick pudo imaginarse todo y sus ojos se aguaron también, escuchar a Minerva lo había doblegado, quería consolarla de mil maneras, no quería escucharla llorar, ahora entendía su manera de ser, entendía lo cerrado de su carácter, entendía su melancolía, su tristeza, su silencio y el porqué no reía con ganas, entendió el susto que la descontroló cuando viajaban a L.A. y sus lágrimas, entendió las indicaciones de sus hermanas al pedirle que la hiciera comer, dormir, distraerse, entendió todo, la herida seguía allí y estaba viva, presente, aún sangraba, debía de entenderla y darle tiempo. Se sentía completamente ridículo por haber tenido celos todo el tiempo de un muerto, ahora entendía porque no lo había conocido, muchas cosas comenzaron a tener sentido para él.
—Tranquila cariño —volvió a decir besando lo alto de su cabeza—. Perdóname, fui un completo estúpido, me siento un miserable, sé que no tengo justificación pero permíteme estar contigo, no pretendo reemplazarlo ni que nos compares, él era él y yo soy yo y estoy aquí, te quiero Minerva.
La chica levantó la cara e intentó limpiar sus lágrimas. Lo miraba incrédula.
—Me escuchaste bien. —Insistió Rick sujetando su cara entre sus manos—. Te quiero, no sé qué pasó ni qué hiciste, sólo te digo lo que siento pero no voy a presionarte, te daré el tiempo que necesites.
Minerva lo miraba sin decir nada, no sabía qué sentir.
—Yo… no sé…
—Lo sé, seguramente no estás preparada y voy a respetar tu distancia, te daré el espacio que necesitas, si deseas volver a mí, te estaré esperando.
Minerva bajó la cabeza y frunció el ceño, tenía sentimientos encontrados.
—El hombre del restaurante… —insistió.
—Es mi ex suegro —se adelantó a contestar—. El dolor de ellos es insustituible.
Rick bajó la cabeza y Minerva sintió la necesidad de decirle todo, sin rodeos, sin máscaras y sin ocultarle nada, así como él había sido sincero al confesarle algo tan delicado como su pasado ella también lo haría, le hablaría claramente sobre el libro y sobre su sentir, sobre lo que era su vida y su carrera y sobre todo, lo que significó para ella el hombre que fue Leonardo Zablah. El resto de la tarde lo dedicaron a hablar y a aclarar todo, Rick llegó con ese propósito y Minerva también lo escuchó, le confesó lo sucedido con el pez de Diana y el haber escuchado su plática telefónica, le dijo la realidad del domingo por la tarde y lo que su ex significaba para él. Esa tarde pusieron las cartas sobre la mesa y hablaron sinceramente, sin máscaras decidieron qué hacer con el futuro.