Capítulo

8

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Minerva llegó a su casa más calmada después de haberse desahogado en su auto. Cuando entró sus hermanas seguían en el salón de televisión así que aprovechó sus distracciones y subió a su habitación. Al llegar se adentró de nuevo a la ducha y se quedó allí por largo rato.

Al siguiente día y a la hora del desayuno prefirió evitar conversar con las gemelas.

—Buenos días Minerva —dijo Aurora alcanzándole un yogurt—. No te sentimos llegar anoche, ¿Cómo te fue?

—Sí, cuenta, cuenta —insistió Ariadna.

—Lo siento chicas —contestó con desanimo mirando el yogurt en sus manos—. El idiota piensa que soy una pervertida que tiene disfraz de paloma y quiere que cambie muchas cosas de mi obra, según él no está mal pero es muy cursi, fue una mala noche, muy decepcionante, lo siento no quiero hablar, nos vemos en la noche, adiós.

Y sin darles tregua a sus hermanas, salió de la cocina para comenzar su rutina.

Mientras manejaba no podía dejar de pensar en el caballero que la invitó a un trago, en el atrevido que casi la besa y en el idiota que la creía pervertida. Su cuerpo se estremecía al pensar en él y sacudió la cabeza, intentaba concentrarse al manejar, no había logrado dormir bien y sentía la resaca del cansancio y más, de manera emocional. Al llegar se estacionó como siempre y subió a su oficina, pero al pasar por el pasillo que la llevaba a ella, Sarah la encontró asustada.

—Minerva, que bueno que llegas. —La detuvo—. Debo advertirte, Carol está molesta y te espera en su oficina.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—La envidiosa de Tiffany, la muy descarada te tomó unas fotos anoche en el Holiday y se las mostró a Carol.

Minerva abrió los ojos al máximo y se llevó las manos a la boca, su corazón se le instaló en la garganta. Tiffany era fotógrafa profesional de la revista y siempre habían tenido roces. No entendía como no la había visto.

—Sarah... no entiendo.

—¿Estabas anoche en el hotel?

—Sí.

—Entonces eres tú, yo no he visto las imágenes, sólo pasé por casualidad y escuché la conversación. Tú tranquila, haz como si nada y no me eches de cabeza.

Minerva asintió con la cabeza sin entender nada y se encaminó hacia su oficina, mientras Sarah se iba a la fotocopiadora. Sólo se acercó para colocar su bolso en el escritorio cuando Susan, la secretaria de su jefa se acercó a la puerta.

—Minerva, Carol desea verte en la oficina, ahora mismo.

—¿Pasa algo? —preguntó.

—Ella te lo dirá, ve inmediatamente.

Minerva respiró intentando mostrar tranquilidad y se encaminó a su oficina con todo y su bolso. Al llegar tocó la puerta.

—Adelante.

—Buenos días Carol, me dijeron que deseabas verme.

—Buenos días, siéntate por favor.

Minerva obedeció mostrándose tranquila, necesitaba disimular.

—Te cité por un incidente que ocurrió anoche y en la que tú fuiste protagonista —dijo sin rodeos.

Minerva frunció el ceño y tragó en seco.

—¿Sabes a lo que refiero? —insistió su jefa seriamente.

—Creo que sí —soltó el aire.

—No lo tomes personal, la persona que me mostró las fotos estaba allí por casualidad, míralas.

Carol giró el monitor y Minerva las miró, intentó controlarse. La primera fue el bar cuando Rick le sujetó la mano, la segunda en la mesa revisando unos papeles y él en extremo acercamiento, la tercera fue cuando ella se levantó y chocó contra su pecho quedando en sus brazos, la cuarta cuando él la alcanzó y la pegó a su cuerpo y la quinta justo cuando ella le pegó y él cayó al suelo. Minerva no soportaba la vergüenza, bajó la cabeza.

—Tu expresión te delata Minerva, no puedes disimularlo, no tengo que meterme en tu vida privada si intentas rehacerla, es algo que celebro y me alegra por ti, lo que no puedo permitir es que pongas por el suelo la imagen de la revista, por nuestro prestigio y el tuyo he dado la orden de no compartir estas imágenes, está prohibido, si un diario las publica te vas a meter en un buen lío y te va a costar tu puesto.

—Carol, yo...

—Sabes que te aprecio porque eres un buen elemento, pero tengo que darte una lección para que seas más cuidadosa y aprendas a controlarte.

Minerva la miró asustada.

—Quedas suspendida de tu puesto por quince días. —Sentenció—. Tiempo que obviamente se te descontará de tu cheque.

—Carol, no...

—Lo siento, espero que esto te sirva para ser más cuidadosa, recuerda que muchas veces has ejercido como imagen de la revista ante la prensa o la televisión y prácticamente eres una persona conocida. No puedo arriesgarme por el bien y el prestigio de nuestra revista que bien sabes que compite con las grandes, no queremos una mancha en nuestra trayectoria.

—Pero si en mi expediente.

—Agradece que estoy siendo benévola, lo he pensado desde que vi las imágenes, no lo creía, me parecía imposible, pero lo hago por tu bien y por el nuestro. Espero que este tiempo te sirva para reflexionar.

Minerva soltó el aire y se reclinó en la silla, no tenía opción, al menos era una sanción nada más y no un despido, pero de ahora en adelante debía moverse con cuidado.

—Puedes poner a Sarah al corriente de todo, ella se encargará, será más pesado pero le asignaremos a alguien por mientras ya que los demás miembros del equipo de redacción están full de artículos.

En ese momento Susan tocó la puerta y entró para buscar a Minerva.

—Perdón que interrumpa, pero buscan a Minerva.

—¿Quien? —preguntó Carol.

—Un caballero de apellido Brighton.

Minerva abrió más los ojos y levantó la cabeza, estaba más asustada, su jefa la notó.

—¿Vas a recibirlo Minerva? —preguntó su jefa.

La chica se llevó las manos a la cabeza sin saber qué hacer.

—Hazlo pasar —le dijo Carol a su secretaria.

—¡No! —Minerva se levantó de su silla—. No es importante, quiero decir necesario, no es necesario.

—Ve a casa Minerva. —Carol se levantó con ella y le señaló la puerta—. Atiende al caballero que seguramente es el mismo guapo de las fotos. Regresas en dos semanas.

Soltó el aire y asintió con la cabeza, se dirigió a la puerta acompañada por Susan. Cuando salió lo miró y él la miró con seriedad, bajó la cabeza, en ese momento salía Carol y al verlo hasta se puso sus lentes.

—¡Oh por Dios! —Exclamó estudiando a Rick de pies a cabeza, Minerva puso los ojos en blanco—. ¿De qué juguetería salió este muñeco?

Rick levantó una ceja y tensó los labios, Carol era una mujer de contextura gruesa, cabello teñido oxigenado, de baja estatura y que para colmo ya pasaba los 50 y el comentario, no le hizo gracia viniendo de ella.

“Otra vieja pervertida” —pensó—. “Que ni se le ocurra tener fantasías conmigo”

—Minerva niña, ¿No lo vas a presentar? —insistió.

Minerva sacudió la cabeza.

—Ya te dije que no es importante —contestó impulsándose hacia su oficina.

—¿Qué? —preguntó él más serio mientras la seguía.

—Bueno niña vas bien. —Sonrió Carol al verlos juntos—. Si comienzas a sentir celos vas por buen camino.

Minerva sacudió la cabeza ante eso de nuevo, deseaba desaparecer.

—¿Celos? —insistió él deteniéndola en pleno pasillo. Sujetó su brazo inconscientemente.

—Le advertí que no volviera a tocarme. —Sentenció mirándolo fijamente.

Rick la soltó de inmediato y dio un paso atrás, no quería volver a pasar por lo mismo, todavía le dolían sus gemelos.

—¿A qué vino? —preguntó Minerva seriamente.

—¿Y lo preguntas? Es obvio, me debes una disculpa.

Minerva negó con la cabeza y se dirigió a su oficina, no quería hablar.

—No me dejes con la palabra en la boca. —Rick la siguió molesto—. Te dije que no hice un viaje tan largo sólo para que una caprichosa, malcriada y orgullosa me bañara la cara de Cosmopolitan.

—Se lo merecía. —Minerva entró a su oficina.

—Minerva eres...

Rick se contuvo, deseaba sujetarla con fuerza, incrustarla en la pared y hacerle ver lo que era un hombre que le bajara su orgullo, deseaba domarla como si se tratara de un animal salvaje, deseaba demostrarle quien era superior, deseaba tenerla entre la pared y su cuerpo, deseaba someterla, deseaba besarla y devorarla, disfrutar su sabor, sentir su ardiente aliento y las llamas de la pasión envolviéndolos, deseaba tenerla, por capricho, por obsesión, por lo que fuera que lo estuviera comenzando a consumir, pero la intervención de Sarah lo interrumpió.

—Minerva ¿Qué pasó? —le preguntó acercándose  a su amiga con ansias pero al ver a Rick se congeló y lo miró fijamente tragando en seco, la había hipnotizado.

—Nada, nada —contestó la chica acercándose a su escritorio—. Un pequeño problema que me va a costar quince días de suspensión.

—¿Qué? —reaccionó ante eso pero sin dejar de ver a Rick quien ya se estaba hartando al sentirse la atracción de un circo—. Quiero decir ¿Cómo…? ¿Qué pasó? —dejó de mirarlo mordiéndose los labios y dirigiéndose a su amiga  moviendo su boca con un “Oh my God” que Minerva miró e ignoró frunciendo el ceño para luego verlo a él y sacudir la cabeza.

—Señor Brighton, ¿Podría salir de mi oficina por favor? Necesito hablar en privado.

Rick la miró desconcertado y seriamente exhaló tensando la mandíbula, levantó las manos en señal de rendición y salió resignado.

—Como quiera señorita Warren —fingió caballerosamente hacer una reverencia de mala gana y se dirigió a la puerta—. Pero no tarde, voy a esperar afuera.

Cuando salió, aprovechando que no había nadie en el pasillo se quedó a un lado de la puerta para escuchar.

—Por Dios Minerva vas a decirme quien es ese cuero de hombre. ¿De dónde salió?

—Sarah eso no importa —comenzó a decir sacando unas carpetas de su escritorio—. Tenías razón, Tiffany estaba ayer en el Holiday y la muy… —Inhaló y exhaló para calmarse—. Me tomó unas fotografías, era obvio que no le hicieron gracia a Carol.

—Entonces era cierto…

—Me llamó la atención y me suspendió por quince días.

Sarah soltó el aire con decepción.

—Al menos no te despidió.

—No, pero lo mencionó, la próxima vez no lo cuento.

—¿Y entonces?

—Dice que te va asignar a alguien que te ayude con lo  mío, me ordenó ponerte al tanto de todo.

—Es el colmo, me parece que exagera, con el llamado de atención hubiera sido suficiente.

Rick contenía el aire y escuchaba atentamente, nunca pensó que el incidente tuviera efectos negativos en el trabajo de Minerva. No pensó que la chica fuera tan importante, una serie de sensaciones extrañas le recorrieron y su deseo de vengarse, humillarla y hacerle pagar la ofensa comenzaba a menguar, no quería ser el culpable de un despido injustificado, continuó escuchando.

—Por lo menos agradezco seguir en mi puesto, pero me asusta, no puedo lanzar al caño siete años de trabajo, debo aprender a controlar mi temperamento, espero aprender mi lección, lo único que pido es que Tiffany no vuelva a atravesarse en mi camino porque no voy a responder por lo que pase, ya me tiene harta y no cabemos las dos aquí.

—Siempre te ha envidiado, envidia todo lo que tú eres, que no te extrañe que seguramente le coqueteaba a Leonardo, yo siento que tu boda no le hacía gracia, como tampoco le hace gracia la estima que Carol te tiene. Al menos no consiguió lo que buscaba.

Rick frunció el ceño al oír eso, escuchar sobre otro hombre no estaba en sus planes pero al intentar atar cabos el resplandor de un flash lo sacó de sus pensamientos, miró a la mujer que sostenía la cámara, la cual le sonreía de manera provocativa. Pasó su lengua por los labios y los mordió, contoneando las caderas se acercó a él como una gata en celo.

—Perdón —se limitó de decir—. No pude aguantar las ganas de… tomarte una foto.

Rick la miró seriamente de pies a cabeza, vestía de uniforme pero muy provocador; pantalón marrón muy ceñido al cuerpo que dejaba ver claramente las curvas de su cadera y trasero, la blusa blanca igualmente ceñida y con los botones abiertos de su escote para provocar de manera intencional con sus encantos que Rick dudaba si eran verdaderos, peli teñida rubio rojizo y con un maquillaje exagerado provocó repulsión en él y más, cuando notó que en su pecho tenía una pequeña placa con su nombre y puesto, por lo que sólo al verle la cámara supo quién era.

—¿Te comieron la lengua muñeco? —insistió sintiendo que la sangre comenzaba a hervirle, que sus pezones se tensaban apuntando a él y que con sólo imaginarlo en todas las facetas su vagina comenzaba a mojar su ropa interior.

—No, nadie me ha comido la lengua, es sólo que no hablo con cualquiera… quiero decir, no hablo con gente que no conozco.

—Oh…. Eso se puede arreglar, me llamo Tiffany y soy fotógrafa profesional. —Le extendió la mano la cual Rick no sujetó.

—¿Así que usted fue la que metió en problemas a mi cliente? —Arremetió sin piedad, Tiffany abrió los ojos como platos y se mostró nerviosa a la vez que bajaba la mano.

—¿Es usted abogado?

—¿Y si así fuera? Estoy en mi derecho también, es mi persona la que está en sus fotos, creo que puedo actuar, ¿Le interesa su trabajo?

Tiffany tragó en seco y dio un paso atrás, a la vez que escondía su cámara.

—Fue sólo una pequeña broma, no pasará a más, no se preocupe.

—Eso espero, porque si “esa broma” afecta directamente a mi cliente y consigue un despido, júrelo la que próxima será usted y no habrá agencia, ni revista, ni diario, ni televisión, ni circo que vaya a contratarla, de eso me encargo yo.

Tifanny sintió que su boca caía al suelo, sus artimañas de mujer fácil no le sirvieron ante Rick, sentía que su día se había arruinado y ya no sabía cómo enmendar su error.

—Ya le dije que fue una broma y que no pasará a más, no se preocupe.

Y diciendo esto aceleró su paso dejándolo solo, estaba furiosa, Rick había mandado su seducción al carajo y eso no lo soportaba, ante él ya era una cualquiera y ni así se desnudara y le enseñara hasta la vagina iba a lograr algo con él, sin conocerlo lo odió. Al momento Minerva salía junto con Sarah que la despedía.

—Así quedamos —le dijo Minerva y al mirar que Rick seguía esperándola sacudió la cabeza—. No te preocupes, no voy a  dejarte sola, envíame un email desde tu casa al mío privado, por allí nos comunicaremos, cualquier duda ya sabes.

—Pero no es justo Minerva, si te van a descontar este tiempo no pienses en trabajo.

Minerva hizo una señal con la mirada a su amiga que había cometido una indiscreción.

—No importa —continuó mientras le daba un beso en la mejilla—. No voy a permitir que te sobrecarguen de mi trabajo.

Al ver la escena Rick ya no sabía que sentir con respecto a Minerva, pero una especie de admiración por ella comenzó a nacer y se desconocía a sí mismo por eso, comenzaba a detestarse por sentir sensaciones extrañas por una desconocida.

—Cuídate amiga. —Sarah la abrazó intentando no llorar—. Por favor no pienses en nada que te haga daño, distráete de cualquier manera.

—No te preocupes, lo haré, seguiremos en contacto.

Y sin decir nada más se encaminó por el pasillo en busca del ascensor, Rick la siguió.

—¿Va a dejar de seguirme y de fastidiarme señor Brighton? —Le soltó cuando esperaba la llegaba del ascensor.

—Tenemos que hablar —contestó casi en susurros.

—No tenemos nada más que decir, creo que ya sabe mi opinión.

—No hemos terminado.

—Yo sí.

—¿Vas a dejar escapar la oportunidad de tu vida?

Minerva lo miró seriamente y lo estudió de pies a cabeza, realmente era un hombre hermosamente impecable y su cuerpo sentía sensaciones cuyas experiencias creyó haber olvidado pero a la vez, sentía un rechazo por él y prefirió hacer crecer una barrera.

—Ya le dije que no me tutee y le pido que me deje en paz, suficiente tengo ya con…

En ese momento el ascensor llegó y se abrió, iba hacia otro piso más arriba pero aún así no dudo en subir y Rick la acompañó. Minerva contuvo su respiración, este hombre la fastidiaba de verdad, iban cuatro personas más y al notar que dos de ellos observaban a Minerva los miró fijamente y dio un paso hacia ella a modo de pegarse más a su cuerpo y bloquearles la vista a los lujuriosos.

—¿Qué hace? —susurró Minerva ante su extrema cercanía que la incomodaba.

—Nada —contestó muy tranquilamente sujetando su portafolios para disimular, su erección comenzaba crecer al tenerla muy cerca y sentía que no podía controlarla.

Minerva sentía un hormigueo recorrer todo su cuerpo, bajó la cabeza al sentir la respiración de Rick sobre su cara, no podía retroceder, su cuerpo estaba pegado al espejo del ascensor y al sentir el perfume del pecho de Rick tuvo que controlar el retorcer su cuerpo, la cálida respiración de él sobre su cuello comenzaba a hacerle perder sus sentidos los cuales debía mantener con lucidez. El ascensor se detuvo y las cuatro personas salieron, cuando cerró se quedaron solos, Minerva comenzó a sentirse intimidada.

—Ya hay suficiente espacio ¿Va a quitarse de encima de mí? —preguntó de lo más seria.

Rick evitó poner los ojos en blanco pero se apartó, Minerva apretó el botón para bajar al sótano.

—¿Va a salir? —preguntó él fingiendo no saber nada.

Minerva lo miró y pensó su respuesta.

—Me voy a mi casa.

—Bien, allá hablaremos con más calma.

—¿Qué? —la chica se asustó—. No, no…

—Sí, sí… —sonrió pícaramente.

—Ya le dije que no tenemos nada de qué…

—Sabes que sí. —Rick se acercó a ella de nuevo pegándola de nuevo al espejo—. No me voy a ir sin una respuesta.

—Pero no en mi casa.

—No pienso a un lugar público después de lo que pasó, no contigo, tengo una imagen que cuidar y gracias a ti espero no salir en los diarios.

Minerva tragó en seco y bajó la cabeza, se avergonzaba.

—Ya le dije que no me tutee y a mi casa no, no hay nadie.

—¿Y eso qué?

—Que yo también tengo una imagen que cuidar.

—Bueno entonces vamos a mi habitación del hotel —bromeó.

—¡Menos! ¿Por quién me toma? Ya me ha ofendido creyéndome una cualquiera, ¿No le basta eso?

Rick tensó la mandíbula y se separó un momento.

—Lo siento, estoy consciente que no debí, espero que tampoco tenga problemas con su novio.

Minerva lo miró asustada y desconcertada.

—¿Qué le hace pensar que tengo novio?

—Su anillo. —Rick desvió la mirada a su mano, Minerva la metió en su chaqueta. —Perdón, no debí faltarle el respeto.

En ese momento llegaron al sótano y salieron al parqueo subterráneo.

—Debemos discutir nuestro interés —insistió—. Supongo que como la profesional que es, va a dejar sus niñerías y vamos a hablar como dos adultos.

—Pero en un lugar público —abrió su auto y metió su bolso.

Rick soltó el aire, ni aun contando hasta diez sentía tranquilizarse.

—Entonces ¿Qué sugiere? ¿Otro restaurante? ¿Tiene conocimiento de la humillación que me hizo pasar? La que salió disparada hacia su casa fue usted, yo me quedé y tuve que soportar las miradas y murmuraciones de todos los presentes, hoy tuve que desayunar en mi habitación y salí lo más rápido posible para no ser reconocido, ¿Sabe que mi trabajo pende de un hilo gracias a usted?

Minerva tragó en seco de nuevo, recordó las palabras de su jefa, frunció el ceño, torció la boca y se tragó su orgullo.

—Está bien, que sea en mi casa, sígame.

—Con gusto. —Rick sonrió en señal de complacencia y se dirigió a su camioneta, esperó que ella saliera primero y ambos se dirigieron hacia su “cita inconclusa”

En el fondo, él comenzaba a sentir satisfacción.