Capítulo

34

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Minutos antes de las nueve de la noche el móvil de Rick sonó, contestó inmediatamente.

—¿Aurora?

—Lamento decepciónalo Rick, si soy yo.

—¿Y Minerva?

—Ya un poco más tranquila, no se preocupe.

—Pero sigue sin querer hablar conmigo —exhaló.

—Debe de entenderla Rick, me dijo lo que había pasado y creo que usted también lo sabe.

—Me gustaría algún tipo de orientación para ubicarme.

—Bueno, supongo que su ex, un restaurante, un beso y un apretón en su pene son suficientes pistas para usted.

Rick abrió la boca y los ojos al máximo, nunca se imaginó lo directa que Aurora podía llegar a ser, estaba sorprendido y avergonzado a la vez.

—Supongo que sigue allí Rick, su silencio lo delata, lamento decirle las cosas así, pero como entenderá Minerva tiene razones para estar molesta y más después de lo que pasó entre ustedes.

Rick exhaló de nuevo y cerró los ojos resignado.

—Necesito hablar con ella y explicarle, no es lo piensa.

—Creo que al haber decidido regresar a su casa y evitar enfrentarlo le da la respuesta que quiere, ella quiso evitar verlo y escucharlo, por eso regresó a Ontario, dele tiempo, ella por los momentos no desea hablarle, entienda que el haber estado en su cama y luego verlo con su ex no es para nada alentador.

—Está bien, esperaré —fingió resignación—. Pero no me voy a quedar de brazos cruzados ni la voy a esperar toda la vida, va a escucharme así sea lo último que haga.

—Espere un poco es todo lo que le pido, ya mañana será otro día, descanse.

—Está bien y gracias por llamarme.

—De nada, buenas noches, adiós.

—Adiós.

Rick colgó pero no se iba a quedar de brazos cruzados como lo dijo, su reproductor de música sonaba suavemente con Roxette cantando “It must have been love” y al detenerse en la letra lo estremeció, no dejaba de pensar en ella;

“It must have been love but it's over now.
It must have been love but I lost it somehow.
It must have been love but it's over now.                            From the moment we touched, 'til the time had run out.”

Se levantó decidido y se conectó, buscó en la red información sobre los vuelos directos a Ontario y para su fortuna el Midway le ofrecía uno a las tres de la mañana. Salió a decirle a Anne su decisión y aún con el malestar que sentía no tenía la intención de desistir ante los ruegos de su hermana, ella misma le ayudó a preparar una pequeña maleta. Cenó algo liviano y se dispuso a dormir un par de horas, estaba dispuesto a enfrentarla a ella, al tal Leonardo, al tal Abelardo o hasta al mismísimo diablo con tal de dejar las cosas claras y no perderla, se odiaba, se sentía un títere, jamás se imaginó sentir lo que sentía, Minerva ya no era una obsesión ni un juego, se había metido muy dentro de él, la tenía clavada en el corazón, sentía una serie de sensaciones hacia ella que lo turbaban pero de algo podía estar muy seguro, no se trababa de solamente deseo, cariño o el interés de protegerla, era algo más, la quería, comenzaba a tener ese sentimiento tan fuerte que estaba dispuesto a hacer lo que fuera para que Minerva se convirtiera en su pareja, su amiga, su amante, su mujer. Rick reconocía que en poco tiempo ya la amaba y definitivamente la quería como la madre de sus hijos, quería formar su familia soñada con ella.

Al amanecer del siguiente día Minerva decidió hacer su rutina matutina de ejercicios después de poner en la lavadora la ropa sucia. Cuando terminó se sentó sola en el desayunador de la cocina, apenas y había saludado y hablado con Diana la noche anterior, sus dos hermanas ya habían salido a sus rutinas diarias y ella se encontraba sola en la casa, había dejado de lamentarse por lo sucedido, sentía que ya no tenía caso. Cerraba los ojos y respiraba el aroma de su café, lo soplaba y lo probaba lentamente, perdía su mirada hacia el jardín por la ventana de la cocina, sentía su propia casa como una tumba pero agradecía estar de regreso y continuar con su vida. Sacó su móvil de la bolsa de su buzo y lo encendió, lo primero que miró fueron todas las llamadas perdidas, unas de Sarah, otras de su ex suegro, otras de sus hermanas y el resto eran de él, el buzón de mensajes estaba igual, borró todos los de Rick sin leerlos. Miró su email y lo primero que encontró fueron correos de él, los ignoró, sabía que no sólo sería por trabajo y no quería saber nada de él, volvió a apagar su móvil. Estaba decidida a cambiar su número o a comprarse otro, pensaba lo que iba a hacer con respecto a su libro y se sentía confundida pero de lo único que estaba segura era de no querer tener ningún contacto con él. Bebió su café del todo extrañando el amaretto de Anne y pensó en ir al supermercado para conseguir uno, le había gustado y le hacía falta. Subió a su habitación para meterse a la ducha.

Cuando regresó ya casi al medio día con algunas compras para la cocina el teléfono sonó inmediatamente, dudó en contestar porque sabía que era él pero sabía que no podía esconderse ni negarse así que resignada contestó.

—Diga.

—¿Minerva eres tú? ¿Cuándo llegaste?

La voz de su suegro la asustó, no lo esperaba.

—Hola don Abelardo, si soy yo, llegué ayer.

—Me alegra que ya estés de regreso, te estuve llamando a tu móvil pero no está disponible. ¿Tienes problemas con él?

—No, no, ya sabe lo despistada que soy, seguramente está sin carga, ya luego lo veré.

—¿Y qué tal tu viaje por Chicago? —la voz del hombre sonaba diferente para Minerva pero creyó que era su imaginación.

—Bien, bien, todavía no he quedado en nada con la editorial, es por eso que regresé.

—Minerva quisiera hablarte personalmente, pero desgraciadamente tengo un día muy ocupado y creo que tendré que viajar a San Bernardino.

—¿Pasa algo? Me asusta ¿Sucede algo con doña Elisa?

—Ella sigue igual no te preocupes, pero yo he intentado disimular ante ella y antes de sacar mis propias conclusiones quiero hablarlo contigo.

—Don Abelardo me asusta. —Minerva se sintió nerviosa.

—Te llamaba desde ayer y ya que estás aquí será mejor, tengo un momento libre. ¿Crees que podemos vernos en alguna parte? Sé que ya será la hora de la comida, ¿Crees que podemos almorzar juntos?

—Si claro, no hay problema.

—Bien, te espero dentro de una hora en el Royal Cut ¿Te parece?

—Como guste, allí estaré, adiós.

—Hasta luego.

La llamada de su ex suegro la había puesto nerviosa y sin pensarlo más, subió a su habitación para ducharse de nuevo y vestirse formal, preparó los recuerdos de Chicago que les había traído y aprovecharía dárselos. Cuando bajó ya lista a la sala y arreglaba su bolso buscando las llaves de su auto, el timbre sonó, su corazón se paró creyendo que su ex suegro había cambiado de parecer y tragando en seco procedió a contestar por el intercomunicador.

—Diga.

—¿Minerva?

—Sí.

—Minerva soy Rick, ábreme, necesitamos hablar.

Sintió que la sangre dejó de circular por su cuerpo al mismo tiempo que su respiración. Se aturdió, no sabía qué hacer ante el frío y el calor que la había sacudido al mismo tiempo.

—Váyase, usted y yo no tenemos nada de qué hablar.

—Te equivocas, tenemos y mucho, ábreme por favor.

—Déjeme en paz señor Brighton, por favor váyase y déjeme tranquila.

—No voy a dejarte después de lo que sucedió, no puedo, ¿No significó nada para ti?

Minerva retuvo el aire, comenzaba a sentirse mareada, no sabía cómo actuar.

—Minerva sé que sigues allí, tomé un avión sólo por ti, odio volar y lo hice por ti, ábreme por favor si después de hablar nada cambia lo respetaré y me marcharé de nuevo a Chicago, pero por favor sólo te pido que me escuches.

—Usted y yo no tenemos nada más que decirnos señor Brighton, por favor váyase.

—Ya basta Minerva, deja de decirme señor, sabes que no deseas hacerlo, abre el maldito portón o voy a derribarlo con la camioneta, no me importará hacerlo, sabes que lo puedo hacer, así que por favor, dame la cara y ábreme.

Minerva tragó en seco, sabía que Rick no bromeaba y antes de que armara un escándalo residencial y hasta la policía tuviera que intervenir prefirió ceder, abrió el portón para que entrara. Rápidamente se estacionó frente al pórtico y ella salió al mismo para enfrentarlo.

—¿Qué diablos hace aquí?

—Vine por ti.

Se miraron fijamente, Rick deseaba abrazarla y ella bofetearlo y sacarse el coraje.

—Por ahora voy saliendo señor Brighton. —Se dirigió a su auto—. No puedo atenderlo.

—Minerva no vas a dejarme. —La sujetó del brazo y la pegó a él.

—Suélteme, le he dicho mil veces que…

—Que no te toque, ya lo sé pero también sé que no es cierto y que lo deseas tanto como yo. —La besó con fuerza sin pedir permiso.

Minerva forcejeó con él y al liberarse lo bofeteó como quería, la mano le ardió.

—No vuelva a tocarme ni mucho menos a besarme, para eso está la perra de su ex, vaya con ella, al parecer no la ha olvidado. —Minerva entró a su auto apresuradamente.

Rick retenía su enojo, no sabía si lo merecía o no, pero su cara era sagrada para él y no estaba dispuesto a pasar por alto el golpe, apretó los puños y la mandíbula.

—Volveré en la noche Minerva —le dijo muy molesto—. Tú y yo no hemos terminado, no me importa si estás sola o acompañada, no me importa un escándalo que sacuda todo Ontario, vas a escucharme te guste o no.

Y diciendo eso se dirigió a la camioneta que había alquilado. Minerva negaba con la cabeza buscando el aliento, necesitaba respirar, limpió su boca con una toallita de papel, el beso de Rick le repugnó recordando que había besado la asquerosa boca de su ex pero en el fondo el volver a sentir sus labios también le gustó. Comenzó a pelear con ella misma y al salir él de la propiedad salió ella después, lo que no sabía era que él la seguiría. Rick creía que se vería con Leonardo y sería el momento justo para enfrentarlo y acabar con todo.