Capítulo
9
Al llegar los portones eléctricos se abrieron y Minerva permitió que la camioneta de él entrara hasta el jardín y mientras ella se estacionaba en el garaje, él lo hizo frente al pórtico. Esperó que ella regresara y entonces bajó.
—Preciosa casa —dijo él observando todo.
—Era la casa de mis padres, nuestro patrimonio.
—¿Es hija única?
—No, tengo tres hermanas.
Rick silbó sorprendido sin dejar de admirar, la enorme residencia de dos pisos y sus preciosos jardines.
—La servidumbre debe de tener mucho trabajo aquí —dijo mientras ella le señalaba la entrada a la sala y él permitió que ella entrara primero.
—No tenemos servidumbre, mis hermanas y yo nos encargamos de todo.
—¿En serio?
—Sí.
Al entrar Rick se sorprendió del interior, era muy acogedor, una mezcla de lo clásico, retro y modernismo. Sin duda las chicas Warren tenían buen gusto.
—Siéntese por favor —Minerva se mostraba amable y eso a él le gustaba—. ¿Desea tomar algo?
Rick la miró con desconfianza.
—Siempre y cuando no ocurra otro accidente —contestó con reservas.
Minerva intentó sonreír, eso le gustó más a él.
—Lo que usted quiera —continuó mientras soltaba el aire y se sentaba.
—Bueno hay agua fría, sodas, café, mmmm… creo que podría hacer un Cosmopolitan…
—Agua fría está bien —interrumpió—. Es muy temprano para beber.
Minerva sonrió de nuevo y se dirigió a la cocina, no sabía por qué reía y se desconoció a sí misma.
Su ausencia le dio tiempo a Rick de observar todo a su alrededor, lo primero que vio obviamente fueron las fotos, miró varias que mostraban una pareja de señores y supo que eran los padres de ella.
Las demás fotografías mostraban a las hermanas muy sonrientes pero por alguna razón Minerva no reía con ganas como sus hermanas y eso lo intrigó. Había sólo una imagen en la que se miraba a Minerva sola, muy feliz, sonriente, radiante, con un brillo que lo impactó, su sonrisa lo había cautivado, su mirada tenía vida y podía decir muchas cosas, “amor seguramente” —pensó y al recordar el nombre de Leonardo su sonrisa se borró, tensó sus labios y dirigió su mirada hacia el techo, a la paredes, a donde fuera, no entendía porque le molestaba que tuviera novio, imaginárselos juntos y recordando algunas escenas del libro comenzó a ponerlo de mal humor.
—Agua fría —dijo Minerva regresando de la cocina y colocando una pequeña charola con un vaso de agua con hielo y una servilleta, al inclinarse Rick pudo notar la forma de sus pechos y disimuló, frunció el ceño y fingió arreglar su portafolio a un lado de sus pies.
—Gracias. —Tomó el vaso y comenzó a beber con ansiedad, por alguna razón Minerva le provocaba sed y comenzaba a sentir que el agua no era suficiente.
Minerva se sentó frente a él a la vez que se quitaba su chaqueta, para desgracia de Rick su blusa de botones dejaba ver más la forma de sus pechos y para colmo ese día ella usaba falda y a pesar de estar delgada, sus contorneadas piernas le parecían bonitas y más cuando ella las cruzó, los tacones negros altos la hacían ver estilizada y pensamientos lujuriosos comenzaron a apoderarse de él. No parecía la misma de la noche anterior, la miraba de manera diferente, le parecía mejor.
—Bueno… —comenzó Minerva—. Ya estamos aquí.
—¿Leyó el contrato?
—No.
Rick la miró seriamente.
—Creo que fui clara con usted. —insistió.
—Pero también me dijo que iba a leerlo.
—Antes de sus… “sugerencias” después fui muy clara.
Rick puso el vaso en la charola de nuevo, se reclinó en el sillón y la miró fijamente.
—¿De verdad no le interesa? —preguntó—. ¿O será que a su novio no le va a parecer? digo, si por casualidad se trata de alguna historia que tenga que ver con ustedes.
Minerva le devolvió la mirada glacial, volvían a chocar de nuevo.
—Minerva no olvide quien soy y debo de saber todo —insistió.
—Señor Brighton, ¿En qué idioma quiere que se lo diga?
—Para empezar, ¿Podrías dejar de decirme señor? No estoy viejo ¿O sí? Yo me siento más a gusto tuteándote aunque no lo quieras.
Minerva exhaló y evitó poner los ojos en blanco, torció un poco la boca, Rick odiaba esos gestos pero en ella comenzaban a esclavizarlo.
—Por favor —insistió—. Llámame Rick, ¿Puedo llamarte por tu nombre? —intentaba ser un caballero y esperaba tener resultados.
—Está bien, Rick, entienda de una vez que no me interesa cambiar nada de mi obra, si esa es la condición para publicar con ustedes lo siento, no lo haré, ¿Contento?
Rick quiso sonreír al escuchar su nombre de la boca de ella, pero las malas noticias no las esperaba y sabía que no podía obligarla, pero podía intentar algo.
—Minerva, reconsidéralo, te confieso que escuché tu conversación, la que tuviste con tu amiga.
—¿Cómo?
—Lo siento no pude evitarlo, cuando llegué a tu trabajo creí que tu reunión con tu jefa se debía a eso precisamente, a trabajo, luego saliste molesta y la insinuación de ella no me hizo gracia, no entendía tu molestia hasta que me sacaste de tu oficina y te escuché.
Minerva soltó el aire, bajó la cabeza y se llevó una de sus manos para acariciar su cabello suelto, ese gesto tuvo un efecto en Rick, le gustó, por alguna extraña razón se sintió seducido, la miró fijamente y al observar la silueta de su cuerpo sus pensamientos fueron más allá; deseaba acercarse a ella, colocarse entre sus piernas, acariciarlas, sentirla estremecer al toque de sus manos, besar cada centímetro de ellas, meter su cara entre ellas y beber la esencia de lo prohibido. Imaginarse a Minerva tensar su cuerpo y gemir para él, lo estaba excitando, pero volvió a recordar algunas escenas del libro y la mandíbula se le tensó de nuevo, imaginar que otro le hacía eso le molestó mucho, cruzó sus piernas para disimular que su amigo comenzaba a saludar con firmeza, el voyerismo no le gustaba mucho, podía disfrutar observar a una mujer tocarse y acariciarse, pero no le gustaba compartirla con otro, no era partícipe de orgías, para él el sexo era asunto de dos nada más, le gustaba tocar y desnudar y que hicieran lo mismo en él, le gustaba el sexo oral darlo y recibirlo, pero su pareja era sólo para él y esas “escenas sexuales distorsionadas” eran algunas lecturas que él detestaba, al menos agradecía que ella no las presentara en su libro pero necesitaba saber si estaba dispuesta a llegar hasta ese punto. Miraba cada gesto de ella e imaginarla con novio le molestaba;
—¿Entonces supo el porqué estoy aquí? —preguntó ella rompiendo el hielo.
—Sí lo sé y lo lamento. —Reaccionó rápidamente.
Minerva se levantó del sillón y se encaminó hacia la ventana. Rick la observó, su silueta comenzaba a embobarlo, ya no le parecía tan delgada, eso pasó a un plano secundario y podía arreglarse comiendo para que subiera unas cuantas libras más. Notó el movimiento de sus caderas a través de su falda tallada, su trasero estaba bien formado y de un buen tamaño que a él no le molestaba al contrario, extendió la palma de su mano y dedujo que lo podía abarcar placenteramente, pero un suspiró por parte de ella lo sacó de sus fantasías y lo trajo a realidad.
—Lamento mucho lo de ayer —dijo suavemente observando el jardín, no tenía deseos de pelear—. Como sabe estoy aquí por un llamado de atención, al menos no fui despedida y reconozco que yo misma soy la culpable, yo y sólo yo soy la responsable de mis actos y debo afrontar mis errores.
Rick estaba sorprendido, no esperaba eso, la fiera que había conocido comenzaba a domarse y eso le gustaba, pensaba en llegar a un acuerdo, se levantó y caminó lentamente hacia ella, estudio su cuerpo, punto por punto, pies, pantorrillas, piernas, trasero en donde se enfocó por un momento, caderas, cintura, espalda, cuello, cabello y deseó perderse en esa geografía, caminaba lentamente intentando disimular la presencia de su amigo que le hacía una enorme presión entre su ropa interior, su erección comenzaba a dolerle y no sabía cómo controlarla “piensa en el tipo ese” le ordenaba mentalmente para que bajara su intensidad “recuerda que esta mujer es de otro y es el mismo del libro” intentaba molestarse y pensar en otra cosa pero no podía, necesitaba saber quién era ese hombre, necesitaba saber quién era el otro.
—Disculpas aceptadas —susurró al acercase a ella, su perfume comenzaba a embriagarlo.
Minerva sintió estremecerse ante su cercanía, una corriente le recorrió toda la espalda, su voz no le era indiferente.
—Pero te pido que lo pienses —insistió Rick inhalando ese perfume que dominaba sus sentidos—. Aprovecha esta oportunidad que muchos autores desean, yo estoy aquí para asesorarte, para que trabajemos juntos y lleguemos a un acuerdo, necesitamos hacerlo a la brevedad, después de hacer todos los cambios el libro pasará a revisión de nuevo y después de eso, ya todo estará hecho, ¿Deseas verlo impreso? ¿Deseas presenciar su lanzamiento?
—Desde que comencé a escribir mi sueño era ese, lo visualicé, lo vi impreso, es mi deseo. —Minerva quería girarse pero estaban a escasos centímetros, sentía su respiración en su nuca y temía, el perfume de él la atontaba—. Anhelo tocarlo, olerlo, acariciarlo, besarlo, perderme en él. —continuó soltando un suspiro.
Eso último Rick lo entendió de otra manera y sintió que su miembro iba a explotar, las palabras de Minerva lo habían seducido, su voz lo idiotizaba, bajó su mirada y el bulto de su pantalón por poco rozaba el trasero de ella, era él el que deseaba tocarla, acariciar ese glúteo, sujetar con fuerza esa cadera, atraerla hacia su amigo y hacerle sentir su efecto, deseaba tocar sus piernas, subir poco a poco su mano, sentir ese sexo palpitante de excitación, deseaba tocarla libremente y enloquecer con cinco minutos de sexo salvaje, deseaba tenerla, deseaba introducir su miembro en esa posición, penetrarla de una estocada y apretar ese par de pechos, redondos y esponjosos que había deseado desde unas horas antes. No sabía lo que le pasaba, Minerva lo dominaba y atraía como imán, lo supo desde que la recepcionista la señaló y él la miró. A pesar de su furia cuando llegó a su habitación la noche anterior, deseaba tenerla, por coraje, por orgullo, por premio y por placer, la deseaba tanto que tiró todo a su paso, a ella misma deseaba tirar sobre la cama, arrancarle la ropa, besarla hasta hacerla perder el conocimiento evitando que respirara, deseaba tenerla desnuda y hacer con ella lo que le diera la gana, deseaba someterla a él y hacerle sentir lo que era un verdadero hombre, deseaba hacerla suya y marcarle un sello en su piel, su miembro le dolía pero más por la excitación, imaginar todo lo que quería hacer con ella hizo que se metiera al baño para bajarse el coraje y el ardor del fuego en la ducha, pero antes tenía una cita con su amigo que exigía liberarse, se maldijo porque había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había hecho y se odió porque en tiempo record, Minerva había logrado que gimiera en gruñidos su nombre al llegar a su orgasmo.
—¿Le pasa algo? —Minerva se giró seriamente y él reaccionó en segundos dando un paso atrás intentando disimular, lo había sacado de sus pensamientos.
—No, nada.
—¿Tiene problemas para respetar el espacio personal?
Rick negó con la cabeza, se sentía aturdido, sus pensamientos y la realidad eran muy diferentes, fantasear con Minerva lo había convertido en un pervertido y necesitaba poner en orden sus pensamientos. En ese momento la campana lo salvó, el teléfono sonó y Minerva se apresuró a contestar.
—¿Puedo usar su baño? —Se limitó a preguntarle antes de que ella alcanzara el teléfono.
—Si claro, al final de este pasillo gire a la derecha, la primera puerta es el baño.
—Gracias. —Se encaminó con paso acelerado.
—Hola. —Minerva contestó la llamada.
—Minerva hija ¿Qué pasó? —Abelardo había llamado a su oficina y le habían dicho que Minerva estaba en su casa.
—Buenos días don Abelardo, ¿No entiendo?
Al escuchar ese nombre Rick se quedó a medio pasillo y se escondió para saber más, comenzaba a detestarse, atreverse a oír pláticas ajenas no era su estilo, no entendía por qué diablos actuaba tan tontamente, ella era una desconocida más sin embargo se interesaba mucho y no entendía qué demonios pasaba con él, sólo sabía que quería saber más de ella.
—Llamé a tu trabajo y me dijeron que habías salido —dijo Abelardo al otro lado—. Que seguramente estabas en tu casa, llamé a tu móvil y no contestas, me preocupaste ¿Por qué estás en casa? ¿Estás enferma?
—No, no estoy enferma, es sólo que… —Minerva intentaba pensar y encontrar una buena excusa—. Me tomé unos días, creo que he trabajado sin parar y necesito tiempo para mí, además tengo vacaciones pendientes y debido a eso me concedieron unos días.
—Eso me parece bien, te hace mucha falta, ¿Piensas salir a algún lugar?
—No, no lo había pensado, tal vez, no sé.
—Si gustas te puedes ir a nuestro rancho de…
—No, no, no será necesario, gracias.
Rick no entendía el nerviosismo de Minerva ante esa llamada y mucho menos entendía porque mentía, sin querer se había acercado a una pecera para no ser visto y sin darse cuenta había metido los dedos en el agua.
—Te entiendo hija, discúlpame. —Abelardo había cometido una indiscreción—. No debí decir eso, sé que lo que menos quieres son recuerdos.
—No se preocupe. —Minerva se sentó en el sofá y colocó las piernas a lo largo del mismo, al parecer se le había olvidado que Rick estaba con ella y que podía aparecer en cualquier momento.
Al notar esa pose Rick volvió a sus fantasías, la miraba con lujuria, recorrió cada centímetro de sus piernas, Minerva las había cruzado pero inconscientemente levantó una y esa curva de su pantorrilla era el rumbo que él deseaba seguir, se imaginó lo que le esperaba en medio de ellas e inconscientemente se saboreó, deseaba acercarse, tener a Minerva así y observarla por largo rato, deseaba colocarse encima de ella, que sus piernas lo rodearan, deseaba besar sus labios “ambos labios” enfatizó “los del norte y los del sur” ya no podía controlar sus pensamientos, deseaba a esa mujer con todas sus fuerzas, deseaba tomarla en ese sofá, pero sus pensamientos cayeron al suelo cuando escuchó la palabra clave en boca de ella.
—Usted sabe que sigo amando a Leonardo y que está presente en mis pensamientos, él es y seguirá siendo el amor de mi vida y eso no va a cambiar.
Rick sintió la sangre de sus venas detenerse bruscamente, como si se tratara de un fórmula uno que frenaba a gran velocidad y para colmo…
—¡Auch, maldición! —Brincó del susto y sacó la mano de la pecera, el pez payaso salió volando por los aires, lo había mordido y al movimiento, el pobre se fue con todo y dedo.
—¡¿Pasa algo?! —Minerva puso su mano en el auricular para que su suegro no escuchara, bajó las piernas y se sentó correctamente, había escuchado a Rick.
—No, nada —contestó intentando recoger al pez del suelo, el pobre se retorcía y boqueaba tratando de encontrar su oxigeno, Rick lo recogió rápidamente y lo echó de nuevo al agua, muy feliz nadó hasta el fondo y se escondió en su pequeño castillo.
“Espero que no pase a más ni hayan consecuencias” —pensó encaminándose al baño y rogando porque el gemelo de “Nemo” no se fuera a morir por los segundos que estuvo fuera del agua.
—¿Pasa algo hija? —preguntó Abelardo.
—No nada. —Se apresuró a contestar—. Es que acabo de recibir a una visita que está en el baño y creí que tenía algún problema.
—Bueno en ese caso no te atraso más, sólo te pido que ya que estás de vacaciones te acuerdes de estos viejos que te quieren y pases pronto a visitarnos.
Minerva suspiró.
—Claro que sí, si de casualidad decido salir a alguna parte pasaré a despedirme de ustedes, no lo dudaré, gracias.
—Gracias a ti hija, cuídate y disfruta tus días libres, hasta pronto.
—Adiós.
Minerva colgó sin saber qué iba a hacer y cómo iba a poder ocultarle a su suegro lo que había pasado, temía que se diera cuenta por otras fuentes y necesitaba pensar cómo iba a actuar ante eso. Miró su anillo y lo acarició, perdió su mirada en él, no sabía qué hacer. Rick volvió del baño y al observar la devoción con la que Minerva miraba y tocaba su anillo quiso mostrándose desinteresado y ya un poco más calmado volvió al ataque.
—¿Entonces qué decides Minerva? ¿Trabajamos juntos? —Se sentó de nuevo frente a ella, deseaba verla en la misma posición en la que estaba hace un momento.
Minerva exhaló mostrando un claro fastidio.
—¿Me permite pensarlo?
Rick arrugó la frente, no podía creer la necedad de Minerva.
—Tienes… —miró su reloj—. Máximo cinco horas para decidirte.
—¿Qué? —Minerva no podía creer sus condiciones.
—He dicho. —Sentenció.
—¿Y quién diablos se cree para…? —Minerva se vio interrumpida con un gesto del dedo índice de él, sacó su móvil de la bolsa de su chaqueta.
Minerva notó el gesto de él al ver su móvil, sonaba y sonaba y al ver él de quién era la llamada frunció más el ceño, tensó la mandíbula, su mirada se oscureció y prefirió ignorar la llamada cortando la comunicación.
—Perdón —dijo él—. ¿Me decía…?
—Que como se atreve a condicionarme.
—Mi tiempo vale oro y no me da la gana perderlo.
—¿Quiere decir que me da parte de la tarde para darle mi respuesta definitiva?
—Si lo ve de esa forma…
El móvil volvió a sonar otra vez y al ver la pantalla, el rostro de Rick se endureció, torció la boca y prefirió apagarlo.
—Me voy señorita Warren. —Se puso de pie y sujetó su portafolio—. Debo atender unos asuntos, revisar mi correo, hacer unas llamadas, atender una video-llamada en conferencia, en fin, tengo unas cuantas horas ocupadas, la llamaré a las cuatro de la tarde.
—Pero…
Y sin darle tregua salió rápidamente y subió a su camioneta. Se había mostrado como un hombre frío y calculador al enfocarse sólo en los negocios, ni siquiera le dio la mano para despedirse, sentía que la había ignorado, el encanto que parecía mostrarle había desaparecido y ella dedujo que la llamada tenía algo que ver. La personalidad de Rick comenzaba ocupar su mente y sacudiendo la cabeza, subió a su habitación y se encerró para estudiar detalladamente punto por punto, el contrato que le había presentado.
Al salir de la residencia, Rick con fastidio y una evidente molestia marcó el número que lo había llamado.
—Te he dicho mil veces que no vuelvas a llamarme…