Capítulo
19
El viaje fue tranquilo y aunque Minerva respetó el silencio de Rick, en el fondo le picaba la curiosidad por saber porqué la había defendido de esa manera y más presentándola como su esposa ante un completo desconocido. Ella pudo percibir el enojo de Rick que retenía su respiración en el momento que se enfrentaba a ese tipo de la manera más diplomática, se había estremecido al sentirse en sus brazos y sentir que le pertenecía a alguien, se sentía bien al creerse y sentirse protegida y mimada, al no sentirse sola y deprimida. Rick había intentado hacer un viaje placentero y ella lo estaba reconociendo, empezaba a creer que posiblemente Aurora tenía razón y en ese momento, Minerva había decidido conocer un poco más a Rick, no como su asesor sino como un hombre. De reojo lo miraba que estaba concentrado en su lectura y ella, aunque mordía sus labios evitaba mostrar nerviosismo, no quería que él se diera cuenta que comenzaba a estar voluble.
—¿Cree que es un libro apropiado para leer en un vuelo? —preguntó con reservas rompiendo el hielo para entablar una conversación.
Rick se encogió de hombros, sin quitar la vista del libro, parecía no importarle.
—En cielo o tierra me da igual, el colmo sería que nos hicieran ver alguna película de la profecía, eso sería alguna señal. ¿Es usted temerosa?
Minerva negó con la cabeza y torció la boca, no iba a delatarse ni dar a conocer sus miedos, sentía que Rick podía aprovecharse y seguir con sus bromas.
—Veo que disfruta su lectura —continuó desviando la pregunta al notar la concentración de Rick.
—Oh sí —contestó sin dejar de ver las páginas, evitaba mirarla—. Me fascina esta clase de libros.
—Son muy buenos, el autor es excelente, me encantan sus libros, es como transportarse a otro mundo en segundos, además de que me gusta su protagonista.
Rick frunció el ceño y levantó la vista de su lectura, respiró hondo y luego miró a Minerva incrédulo.
—¿Qué? —Insistió ella al ver su expresión—. Es cierto, me encantan las películas.
—Me extraña verla tan sociable señorita Warren, ¿Algún motivo en especial?
Minerva hizo pucheros y giró su cabeza a la ventana, Rick sonrió sin que ella lo mirara.
—Siga con su lectura, no lo molestaré más. —Minerva sonaba un tanto indignada.
—Bueno, puede seguir mirando el paisaje oscuro de la noche y si ve algo fuera de lo común sólo me da un codazo.
Minerva frunció el ceño, de pequeña le temía a la oscuridad de la noche, en sus fantasías de cuentos creía que vería aparecer algún monstruo.
—Me avisa. —Insistió Rick volviendo a su lectura muy sonriente—. Tal vez consiga material para escribir como el autor del libro.
—Eso es fácil, un poco de investigación, historia, lugares determinados, personajes reales y ficticios y su amplia imaginación —contestó la chica sin darle la cara.
Rick negó con la cabeza y sonrió a la vez, Minerva estaba molesta y a la vez amable, definitivamente esa mujer lo iba a volver loco y esperaba por lo menos, probar un poco de esa locura en la cama.
—Es posible que me decida, ¿Podría contar con su ayuda?
Minerva levantó una ceja, lo que Rick notó a través del vidrio.
—¿Yo? No entiendo cómo, el profesional es usted, ¿o no?
Rick continuó sonriendo y cerró el libro por un momento.
—A ver, no quiero ignorarte y falta poco para que lleguemos a Chicago. —Volvía a tutearla—. ¿Quieres hablar de algo en particular?
—Sabe, eso de que me tutea y luego me habla de usted y luego vuelve al tuteo me está mareando.
—Está bien señorita Warren, veo que la confundo, voy a hablarle con el debido respeto, como usted se merece.
Minerva lo sentía un tanto sarcástico pero prefirió ignorar eso.
—¿Minerva…? —sujetó él su mano, ella sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo, intentó soltarse pero él no la dejó. Ella giró su cara y lo miró.
—Tengo muchas inquietudes señor Brighton, algunas actitudes suyas me tienen muy confundida.
Rick bajó la cabeza y curvó sus labios sin gracia.
—Pero no es el momento para hablar de eso, ya llegará la hora —continuó al notar su silencio—. ¿A qué hotel me llevará cuando lleguemos?
—A ninguno.
—¿Qué?
—Se quedará conmigo en mi apartamento señorita Warren, usted no conoce la ciudad y no quiero que se vaya a perder.
—¡¿Qué?! —Minerva respingó de su asiento soltándose y encarándolo—. No, no voy a quedarme con usted, ni lo sueñe.
—Ya estuvimos en una habitación de hotel, no veo el problema.
—No juegue señor Brighton, no va a retenerme contra mi voluntad, quiero irme a un hotel, no pienso estar a solas bajo el mismo techo que usted.
—¿Por qué no? —sonreía descaradamente.
—Porque no, no es apropiado, usted y yo ni siquiera nos conocemos, sus vecinos pensaran que soy su amante o algo así.
Rick soltó una sonora carcajada que molestó a los demás pasajeros que descansaban y lo hicieron callarse, las ocurrencias de Minerva le hacían mucha gracia.
—No se burle señor Brighton —insistió la chica seriamente.
—Cuida mucho su reputación señorita Warren, le preocupa mucho el qué dirán. Cálmese, si vive intentando agradar a todo el mundo envejecerá muy rápido.
Minerva soltó el aire, comenzaba a perder la paciencia de nuevo.
—Le propongo algo, mi auto está en el aeropuerto y nos iremos directo a mi apartamento, prometo que se llevará una agradable sorpresa y si no le parece cuando la vea entonces la llevaré yo mismo a un hotel, ¿Le parece?
Minerva lo miró incrédula, no sabía si confiar o no.
—¿Confía en mí? —insistió extendiéndole la mano para hacer una tregua. Minerva lo miró seriamente, dudaba.
—Está bien —estrechó su mano soltando el aire—. Confiaré en usted.
—Así me gusta. —La miró fijamente, Minerva bajó la mirada. Pronto llegarían a Chicago.
Como Rick lo predijo llegaron al aeropuerto internacional O'Hare, después de la media noche, eran más de la una de la mañana y lo que más los había atrasado había sido el problema en Atlanta. Rápidamente hicieron los trámites y salieron a respirar el aire de Chicago, a pesar de estar en verano la madrugada era fresca y la chaqueta de Minerva no era suficiente para apaciguar el frío que sentía, por lo que Rick muy caballerosamente se quitó la suya y la puso en sus hombros, Minerva lo miró fijamente haciendo él lo mismo sin saber qué sentir y cada vez más, sentían que algún tipo de conexión estaba uniéndolos, muy gentilmente él le indicó el camino para ir a su camioneta y ella sin más remedio lo acompañó, sentía que a su manera Rick deseaba ganarse su afecto y en parte comenzaba a lograrlo. El Kia Sportage 2007 color azul de Rick esperaba por su dueño al que le dio mucho gusto volver a verlo, guardó el equipaje y abriendo la puerta para que Minerva entrara se apresuró a hacer lo mismo y salieron rumbo a la ciudad. A pesar del cansancio que ambos sentían Rick le mostraba entre las luces algunas partes de la misma, Minerva no la conocía por lo que estaba fascinada con lo que había visto. Al llegar al edificio “Springfield” en el área metropolitana Rick bajó al subterráneo y se estacionó, bajaron las maletas y el guardia de turno que obviamente lo conocía le ayudó con el equipaje hasta llegar al ascensor.
—Me alegra que ya esté de regreso señor Brighton —lo saludó muy cordialmente deteniéndose también en la compañía de Rick mientras lo ayudaba con las maletas.
—Gracias Richie yo también ya ansiaba regresar, ¿Todo bien?
—Todo bien señor, no hubo ningún problema.
—Me alegro. —Se dirigieron al ascensor—. Por favor si alguien viene a buscarme dígale que acabo de llegar de viaje y no estoy para recibir visitas, quiero dormir todo el santo día, me siento muy cansado.
—Muy bien señor, eso le dará gusto a la señorita Anne y por cierto creo que debe de estar enferma.
—¿Por qué? —preguntó deteniendo el ascensor preocupado.
—No la he visto salir desde el lunes.
Rick palideció y Minerva lo noto nervioso.
—Gracias Richie, yo veré que tiene, feliz día.
—Feliz día señor.
Al subir Rick no pudo disimular su sentir, Anne era su hermana menor y la amaba muchísimo, era su sol y su alegría, la mejor compañía que tenía en Chicago.
—No se preocupe —le dijo Minerva sobándole el brazo, entendía perfectamente su preocupación—. Seguramente debe de ser algún resfriado, es común en el verano.
Rick la miró de manera dulce, parecía poder ver su sentir y debilidad, a Minerva le gustó esa expresión porque sentía que podía entenderlo y él podía mostrar más sus sentimientos, se notaba que amaba a su hermana. Rick apretó la mandíbula y asintió en silencio, sujetó su mano en señal de agradecimiento.
—Gracias. —Se limitó a decir en un tono de voz que a Minerva no le fue indiferente.
—¿Anne vive con usted?
—Sí.
—¿Fue por eso el trato?
Rick asintió de nuevo y Minerva sonrió.
—Me dará gusto conocerla —le dijo sonriendo.
Él sonrió también.
Al llegar al piso de Rick se apresuraron al apartamento y como él tenía sus llaves entraron en silencio, el lugar olía a mentol, a limón y a medicamento lo que hizo que ambos arrugaran la frente al entrar ante la explosiva mezcla de aromas que a Minerva le dio picazón en la nariz. Rick encendió las lámparas de la sala y dio una pequeña inspección al lugar, la cocina olía a té de limón y a sopa de fideos, en el basurero encontró los envoltorios de algunas pastillas antigripales y para dolor de cabeza y fiebre y entonces confirmó que Anne estaba enferma. Le pidió a Minerva que se instalara con confianza por mientras él iba a la habitación de su hermana y en efecto, la chica estaba completamente dormida, con su lámpara a media luz, la habitación olía fuertemente a mentol y la vio arropada de pies a cabeza aún con el calor que hacía, ya estaba fresca pero notaba que había sudado la fiebre. Rick le depositó un tierno beso en la frente y la dejó descansar, salió de la habitación para encontrarse con Minerva en la sala. A ella el apartamento le parecía muy bonito, colores masculinos lo distinguían aunque también el toque femenino de las lámparas, adornos de porcelana, cortinas y algunos cuadros sobresalía. La sala era amplia; un aparato de sonido, un enorme televisor, mesas de fina madera, una deliciosa alfombra y acogedores muebles la decoraban y a su izquierda estaba la cocina muy bien equipada con todos sus cajones, muebles, una isla en medio y una barra que la dividía de la sala y servía como desayunador. A un lado de la cocina y frente a la sala estaba el comedor, el cual tenía una enorme ventana de cara a la ciudad y en donde sobresalía una mesa redonda de fina madera y sobre la cual, había un tazón de porcelana conteniendo algunas frutas. Entrando por la puerta principal estaban dos pasillos, el de la derecha conducía al baño de visitas y a la habitación de Rick y en el lado opuesto estaba la habitación de Anne. En ese momento Rick apareció.
—¿Cómo está? —preguntó Minerva poniéndose de pie al verlo llegar.
—Al parecer es sólo un resfriado como lo dijo, pero uno muy severo, ahora está fresca pero se nota que ha tenido fiebres, ya cuando amanezca lo sabré.
—Señor Brighton yo no quiero molestar…
—Calma, no está molestando, como puede ver los muebles son amplios y además…
Se apresuró a mover el más grande y sacó otra parte de él.
—Como ve, es un sofá-cama muy cómodo, es muy delicioso ver la televisión aquí los fines de semana, sólo sacaré unas sábanas y un edredón para arreglarlo. —Se notaba su entusiasmo.
—Si ya veo. —Minerva sonrió—. Bueno voy a ir al baño a arreglarme y luego vendré a instalarme.
—No, no, no, ¿De qué habla? Venga conmigo.
La llevó de la mano apresuradamente hacia su recámara, Minerva se sentía nerviosa.
—Usted dormirá aquí. —Le mostró la habitación.
Muebles de cuero negro, un escritorio de vidrio, lámparas muy modernas y una enorme cama con respaldar de negra madera pulida era la habitación de Rick, colores negros, blancos, grises y azul marino decoraban la habitación, sin duda muy masculina, excepto por sus juguetes de niño, un saxofón que era su pasión y una colección de Star Wars que incluía desde muñequitos miniaturas de todos los personajes, pasando por las películas originales y piezas de lego de las naves espaciales, hasta llegar a los sables de luz casi originales como los de la película. Minerva sólo sonrió.
—Señor Brighton no puedo…
—Claro que puede. —La llevó adentro y le mostró todo—. Este es mi baño privado así que estará muy cómoda, le aseguro que la cama es deliciosa.
—Sí, no lo dudo —dijo la chica tragando en seco—. Pero insisto hubiera sido mejor un hotel, esta es su habitación, yo no puedo…
—Claro que sí y me complace tenerla como huésped. —Rick se apresuró a la sala para traer sus maletas y neceser, al momento regresó—. Instálese con toda confianza, es más… —le mostró el tipo de llavín y sonrió—. Puede encerrarse si gusta, le aseguro que nadie la va a molestar.
Minerva bajó la cabeza, el entusiasmo de Rick la hacía que no pudiera procesar todo tan repentinamente.
—Gracias señor Brighton, prometo devolver la hospitalidad.
Rick sonrió, sacó de su armario la ropa de cama limpia y después de un “que descanse” de su parte la dejó sola, ya era bien entrada la madrugada y ambos estaban muertos del cansancio, necesitaban dormir para descansar del viaje.