__ III __

A los pocos momentos de que su cuñado entrara en la habitación, Laura sintió un temor concreto: lo había visto ya en dos ocasiones bajo la influencia del alcohol, no le había gustado en absoluto y ahora advertía algunos signos idénticos. Temía que los niños los descubrieran o, por lo menos, la señorita Steet, y consideró muy importante impedir que se entretuviera en la sala. Incluso le pareció indicio de su estado su presencia, tan raras eran sus apariciones. Lionel la miraba intensamente y sonriendo, como si dijera: «¡No, no lo estoy, si eso es lo que piensa!». Laura no tardó en advertir, con alivio, que no estaba muy mal y que el alcohol lo predisponía a la ternura, porque se entregó a un interminable besuqueo con Geordie y Ferdy, durante el cual la señorita Steet se dio media vuelta delicadamente y miró por la ventana. Los niños no le hicieron ninguna pregunta para celebrar su regreso, sólo anunciaron que iban a aprender botánica, a lo cual él contestó:

—¿De veras? Caramba, yo nunca aprendí —y miró con recelo a la institutriz mientras se sonrojaba, como si expresara la esperanza de que le permitiera seguir en su ignorancia. Con Laura y con la señorita Steet se mostró afable y comunicativo, aunque sus explicaciones no eran muy coherentes. Había vuelto una hora antes… iba a pasar la noche… había venido en coche desde Churton… pensaba tomar el último tren a la ciudad. ¿Laura cenaba en casa? ¿Había algún invitado? Tenía muchísimas ganas de cenar tranquilo.

—Claro que estoy sola —dijo la joven—. Sabrás que Selina no está en casa.

—¡Ah, sí! Ya sé dónde está Selina —y Lionel Berrington miró a su alrededor, sonriendo a todos los presentes, Scratch y Parson incluidos. Se detuvo mientras seguía sonriendo y Laura se preguntó cuál sería el motivo de su satisfacción. Prefirió no preguntárselo, estaba segura de que sería algo que a ella no le gustaría; pero, tras esperar un momento, su cuñado prosiguió—: Selina está en París, querida; ¡ahí es donde está!

—¿En París? —repitió Laura.

—Sí, en París, Laura. ¡Bendita sea! ¿Dónde pensabas? Geordie, hijo, ¿dónde creías que iba a estar mamá?

—Oh, no lo sé —dijo Geordie, que no tenía respuesta preparada capaz de expresar conmovedoramente la desolación del cuarto de los niños—. Si yo fuera mamá, viajaría.

—Bueno, pues ésa es la idea de tu mamá: está viajando —contestó el padre—. ¿Ha estado usted alguna vez en París, señorita Steet?

La señorita Steet soltó una risa nerviosa y dijo que no, pero había estado en Boulogne; Ferdy añadió a su confusión el anuncio de que sabía dónde estaba París: en América.

—No, no está en América ¡está en Escocia! —exclamó Geordie; y Laura preguntó a Lionel cómo lo sabía, si su mujer le había escrito.

—¿Si me ha escrito? ¿Alguna vez se ha tomado la molestia de escribirme? No, esta mañana he visto a un individuo en la ciudad que la vio allí, ayer, desayunando. Él llegó anoche. Así es como me he enterado de que mi mujer está en París. ¡No se puede tener mejor prueba que ésa!

—Supongo que en París la temporada es muy agradable —murmuró la institutriz, con un tono distante e incómodo, como si se sintiera obligada por el sentido del deber.

—Me atrevería a decir que es muy agradable, ¡me atrevería a decir que es tremendamente divertida! —rio el señor Berrington—. ¿Te gustaría ir conmigo unos días, Laura? Podríamos dar una vuelta por los teatros. No hay motivo para que estemos siempre aburridos en casa. Nos llevamos a la señorita Steet y a los niños y damos a mamá una agradable sorpresa. ¿Y sabes con quién estaba en París? ¿Con quién imaginas que la han visto?

Laura había palidecido, lo miró fijamente con ojos implorantes: temía especialmente que pronunciara un nombre concreto.

—¡Oh, señor, en ese caso, será mejor que nos demos prisa! —exclamó la señorita Steet con voz temblorosa, a medio camino entre la risa y el gemido, en un arrebato de discreción; y, antes de que Laura se diera cuenta, se había llevado a Geordie y a Ferdy de la habitación. La puerta se cerró a su espalda con rápida suavidad y Lionel se quedó mirándola un momento.

—¡Vaya! ¿Qué quiere decir con esto? ¡Qué impertinencia! —tartamudeó Lionel—. ¿Qué creía que iba a decir? ¿Pensaba que iba a decir algo inconveniente delante… delante de ella? Maldita sea, ¿cree que voy a delatar a mi mujer delante de los criados? —después añadió—. Tampoco diré nada malo delante de ti, Laura. Eres demasiado buena y demasiado agradable, ¡y te aprecio demasiado!

—¿Bajamos? ¿Quieres un poco de té? —preguntó la joven, algo incómoda.

—No, no, quiero quedarme aquí, este sitio me gusta —contestó él con tono amable y razonable—. Es un sitio estupendo, una habitación preciosa. Ya lo era antes, siempre, cuando yo era pequeño. Yo era muy malo, querida Laura, no era un corderito como estos niños. Me parece que se debe a que tú te ocupas de ellos, por eso son tan tiernos. La de mi época… ¿cómo se llamaba? Me parece que Bald o Bold… Me parece que me encontraba inaguantable. Yo le daba patadas en las espinillas. Era un niño malísimo. ¿Ves lo bien que se ha conservado todo, Laura? —prosiguió, mirando la estancia—. Desde luego, es la habitación más bonita de la casa. ¿Para qué querrá irse a París cuando tiene una casa tan preciosa? ¿Puedes decírmelo tú, Laura?

—Supongo que habrá ido a comprar ropa: su modista vive en París, ya lo sabes.

—¿Modista? ¿Ropa? Pero bueno, si Selina tiene habitaciones enteras llenas de ropa. ¿No tiene habitaciones enteras?

—Hablando de ropa, tengo que ir a cambiarme —dijo Laura—. Ha llovido, he ido a Plash, y estoy empapada.

—Ah, ¿has ido a Plash? ¿Has visto a mi madre? Espero que esté bien de salud —pero antes de que la joven pudiera contestar, prosiguió—: Venga, quiero que adivines con quién está en París. Motcomb los vio juntos, en ese sitio, cerca de la Madeleine. ¿Cómo se llama ese hombre? —como Laura estaba callada, sin el menor deseo de aventurar ninguna conjetura, prosiguió—. Eso es la ruina de cualquier mujer; no sé qué tiene Selina en la cabeza. —Laura siguió callada y como él le había cogido el brazo y ella había dado media vuelta, lo condujo fuera de la habitación. Sentía horror del nombre, el nombre que tenía en la cabeza y que, aparentemente, tenía él en los labios, aunque hablara en un tono tan especial, tan reflexivo—. Querida niña, está con lady Ringrose, ¿qué te parece? —exclamó él mientras avanzaban por el pasillo, de camino a la escalera.

—¿Con lady Ringrose?

—Se fueron el martes, se han ido solas de viaje.

—No conozco a lady Ringrose —dijo Laura, infinitamente aliviada al oír que el nombre no era el que temía. Mientras bajaban las escaleras, Lionel se apoyó en su brazo.

—Eso espero. Te prometo que nunca ha puesto el pie en esta casa. Si Selina tiene intención de traerla aquí, espero que me avise con media hora de antelación; sí, me bastaría con media hora. También podrían haberla visto con… —y Lionel Berrington se contuvo—. Ella ha tenido por lo menos cincuenta… —y otra vez se refrenó—. Regáñame si digo algo que no te gusta.

—No te entiendo, ¡haz el favor de dejarme en paz! —exclamó la joven, soltándose con esfuerzo de su brazo. Bajó corriendo el resto de las escaleras y lo dejó allí mirándola. Mientras se alejaba, lo oyó soltar una carcajada extemporánea.

Lo más selecto
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Section001.xhtml
01-una-vida.xhtml
01-una-vida-01.xhtml
01-una-vida-02.xhtml
01-una-vida-03.xhtml
01-una-vida-04.xhtml
01-una-vida-05.xhtml
01-una-vida-06.xhtml
01-una-vida-07.xhtml
01-una-vida-08.xhtml
01-una-vida-09.xhtml
01-una-vida-10.xhtml
01-una-vida-11.xhtml
01-una-vida-12.xhtml
01-una-vida-13.xhtml
01-una-vida-14.xhtml
01-una-vida-15.xhtml
01-una-vida-16.xhtml
01-una-vida-17.xhtml
01-una-vida-18.xhtml
01-una-vida-19.xhtml
01-una-vida-20.xhtml
01-una-vida-21.xhtml
01-una-vida-22.xhtml
01-una-vida-23.xhtml
01-una-vida-24.xhtml
01-una-vida-25.xhtml
01-una-vida-26.xhtml
01-una-vida-27.xhtml
01-una-vida-28.xhtml
02-lo-mas.xhtml
02-lo-mas-01.xhtml
02-lo-mas-02.xhtml
02-lo-mas-03.xhtml
02-lo-mas-04.xhtml
02-lo-mas-05.xhtml
02-lo-mas-06.xhtml
02-lo-mas-07.xhtml
02-lo-mas-08.xhtml
02-lo-mas-09.xhtml
02-lo-mas-10.xhtml
02-lo-mas-11.xhtml
02-lo-mas-12.xhtml
02-lo-mas-13.xhtml
02-lo-mas-14.xhtml
02-lo-mas-15.xhtml
02-lo-mas-16.xhtml
02-lo-mas-17.xhtml
02-lo-mas-18.xhtml
02-lo-mas-19.xhtml
02-lo-mas-20.xhtml
02-lo-mas-21.xhtml
02-lo-mas-22.xhtml
02-lo-mas-23.xhtml
02-lo-mas-24.xhtml
02-lo-mas-25.xhtml
02-lo-mas-26.xhtml
02-lo-mas-27.xhtml
02-lo-mas-28.xhtml
02-lo-mas-29.xhtml
02-lo-mas-30.xhtml
02-lo-mas-31.xhtml
02-lo-mas-32.xhtml
02-lo-mas-33.xhtml
02-lo-mas-34.xhtml
02-lo-mas-35.xhtml
02-lo-mas-36.xhtml
02-lo-mas-37.xhtml
02-lo-mas-38.xhtml
02-lo-mas-39.xhtml
02-lo-mas-40.xhtml
02-lo-mas-41.xhtml
02-lo-mas-42.xhtml
02-lo-mas-43.xhtml
02-lo-mas-44.xhtml
02-lo-mas-45.xhtml
02-lo-mas-46.xhtml
02-lo-mas-47.xhtml
02-lo-mas-48.xhtml
02-lo-mas-49.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml