V
Poco tiempo después Baciato declaró ante una comisión investigadora del Senado, de manera bastante sincera, que no solamente ignoraba que se estaba tramando un levantamiento, sino que ni siquiera creía posible que tal cosa pudiera ocurrir. En apoyo de su afirmación señaló que siempre había entre los gladiadores por lo menos dos espías a sueldo, bajo promesa de perdonarles la vida. A intervalos, esos dos eran emparejados para que lucharan para cubrir las apariencias. Uno era puesto en libertad y el otro regresaba con leves signos del combate, y entonces se procedía a reclutar a un nuevo delator para formar la pareja. Baciato insistía en que el complot no podía haberse gestado sin su conocimiento.
Así había sido siempre y pese a que a menudo se habían producido levantamientos de esclavos, no había modo de localizarlos, de fijarlos, de encontrar sus raíces que, incuestionablemente, al igual que las raíces de las fresas, eran continuas e invisibles, siendo sólo visibles las plantas en flor. Se tratara de una rebelión en Sicilia en gran escala o de un abortado intento en una finca rústica, que terminaban en la crucifixión de unos centenares de desdichados, las tentativas del Senado de desarraigarlas siempre fracasaban. Y sin embargo era necesario arrancar las raices. Los hombres habían creado allí un esplendor de vida y lujo y abundancia nunca antes visto en la tierra, las guerras entre naciones habían terminado en la Paz Romana; el aislamiento de las naciones había terminado con la construcción de los caminos romanos; y en el poderoso centro urbano del mundo, no había ciudadano que careciera de alimento y placer. Y era como debía ser, como todos y cada uno de los dioses había planeado que fuera mas con el florecer del organismo había sobrevenido aquella enfermedad que no podía ser desarraigada.
Por lo cual el Senado preguntó a Baciato:
—¿Había indicios de conspiración, descontento o quizá de conjura?
—Ningún indicio —insistió.
—Y cuando usted hizo ejecutar al africano, y tenga en cuenta que consideramos su proceder bastante justificado, ¿no hubo protestas?
—Ninguna.
—Estamos especialmente interesados en saber si en este caso hubo alguna ayuda exterior, provocación extranjera de cualquier tipo.
—Es imposible que la hubiera —declaró Baciato.
—¿Y no hubo ni ayuda exterior ni se le proveyó de fondos desde el exterior al triunvirato de Espartaco, Gannico y Crixo?
—Puedo jurar por todos los dioses que no hubo tal —dijo Baciato.