III

Esa mañana se librará el combate, y esa certeza se detecta en el ambiente, y cada uno de los doscientos y tantos desdichados gladiadores lo sabe y responde a ese electrizante conocimiento. Dos parejas se desangrarán en la arena porque dos jovenzuelos han venido de Roma con mucho dinero y en busca de emociones. Dos tracios, un judío y un africano, y como el africano ha sido adiestrado con la red y el tridente, habrá una flagrante desigualdad. Esto muchos lanistas no lo permitirían, porque aun cuando uno adiestre a un perro no es para enfrentarlo a un león, pero Baciato es capaz de cualquier cosa por dinero.

El negro, Draba, despierta esa mañana, y en su propia lengua dice: «Día de la muerte, yo te saludo».

Yace en su jergón y piensa en su mujer. Medita sobre el hecho extraño de que todos los hombres, por desdichados que sean, tienen recuerdos de amor, de caricias, de besos, de juegos, de alegrías, de canciones y danzas, y que todos los hombres tienen miedo a morir. Hasta cuando la vida carece de todo valor, se aferran a ella. Aun cuando están solos y lejos del hogar y desprovistos de toda esperanza y toda perspectiva de regresar a su hogar, y están sometidos a todas las indignidades y penas y crueldades y son alimentados como si fueran simples bestias y se los adiestra para que otros se diviertan, aun en esas circunstancias se aferran a la vida.

Y él, que una vez fuera un honesto hombre de su casa, con hogar, mujer e hijos propios, a quien se escuchaba en la paz y se honraba en la guerra; él, que era todo eso, recibe ahora una red de pescar y un tridente y se lo envía a luchar, para que la gente se ría de él o bata las palmas por él.

Murmura la hueca filosofía de los de su condición y su profesión: «Dum vivimus, vivamus».

Pero es hueca y no proporciona consuelo, y le duelen los huesos y los músculos al ponerse en pie para comenzar el día y forzar su cuerpo y su mente a la tarea de dar muerte a Espartaco, a quien ama y a quien valora por encima de todos los hombres blancos del lugar. Pero acaso no se ha dicho: «Gladiador, no hagas amistad con gladiadores».