MIENTRAS MARCHABAN HACIA EL PAREDÓN iban gritando a voz en cuello: ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey!, y seguían gritando después que los alineaban contra la pared y todavía gritaban cuando los fusilaban. Lo irónico es que la fortaleza en donde estaban detenidos y donde los fusilaban quedaba exactamente frente al palacio del arzobispado, sólo que al otro lado de la bahía.