LOS VEGUEROS SE HABÍAN SUBLEVADO en protesta contra el estanco del tabaco decretado por el gobierno. No todos se sublevaron, pero los que no lo hicieron vieron sus cosechas destruidas por los amotinados. Ahora eran una turba de ochocientos o novecientos hombres que amenazaban con marchar hacia la capital. Pero, alertado, el capitán general mandó una tropa de doscientos hombres bien armados al encuentro de los vegueros. La tropa esperaba emboscada y cuando aparecieron los amotinados cargaron contra ellos matando a uno, hiriendo a muchos y apresando a los restantes. De los heridos murieron ocho y los once de la avanzada que habían sido apresados fueron ejecutados, sin juicio y por orden del capitán general, y sus cadáveres colgados «de distintos árboles en los caminos reales para escarmiento público».