VENÍA UN NEGRO entre los contrarrevolucionarios recién desembarcados. Cuando el jefe de la patrulla de la Lucha Contra Bandidos que los rodeó no más desembarcar lo vio gritó: ¡Ah carajo!, y lo mató en el acto. Los otros contrarrevolucionarios fueron trasladados a la capital, juzgados y algunos fueron sentenciados a pena de muerte, otros recibieron condenas de treinta, veinte y quince años de prisión. Pero al negro lo mataron en el acto.