LOS INSURRECTOS lograron tomar una ciudad importante y entraron en ella «en medio de general embriaguez patriótica».
Sonaban las campanas de varias iglesias a la vez, se hacían descargas de fusilería al aire, piafaban los caballos, cuando, «a solicitud de una muchedumbre enardecida», Perucho Figueredo, sentado sobre su caballo, compuso los versos para ser cantados al ritmo de una marcha que había compuesto hacía poco, pidiendo prestado a Mozart, y que todos tarareaban. Comenzaban los versos:
Al combate corred, bayameses,
que la patria os contempla orgullosa.
Apenas un siglo más tarde, los graciosos lo cantaban corriendo una coma, así:
Al combate, corred bayameses...