EL GENERAL NEGRO nunca pudo ver París. En un breve encuentro que más parecía una escaramuza fue herido de muerte. Acababa de volverse a su ayudante para decirle: «¡Esto va bien!», cuando una bala lo derribó del caballo.
El enemigo notó la consternación originada entre las filas mambisas, sin saber por qué, y arreció el fuego sobre el flanco en desorden, matando o hiriendo a varios de los rebeldes que intentaban rescatar el cadáver.
En retirada, las fuerzas enemigas rastrearon los alrededores hasta encontrar el cuerpo del general negro. Registraron y vaciaron sus bolsillos, como hacían siempre, sin darse cuenta de a quién habían matado.
Fue por la tarde, al caer el sol, cuando una banda rebelde pudo rescatar el cadáver semidesnudo. Junto a él había caído también su ayudante, que era, y no por casualidad, hijo del general en jefe.