EL JEFE DE LA SUBLEVACIÓN era un abogado graduado en Barcelona y hombre culto que había recorrido casi todos los países europeos. Era de talla media, pero su apostura lo hacía parecer más alto. Era además excelente jinete y hábil esgrimista.
El día del alzamiento mandó a liberar todos los esclavos que trabajaban en su hacienda y redactó un manifiesto que comenzaba: «Nosotros consagramos estos venerables principios: nosotros creemos que todos los hombres son iguales; amamos la tolerancia, el orden y la justicia en todas las materias; respetamos las vidas y las propiedades de todos los ciudadanos pacíficos, aunque sean los mismos españoles, residentes en este territorio; admiramos el sufragio universal, que asegura la soberanía del pueblo...».