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Martes, 7 de junio de 1983.

«No nos dejes caer en la tentación…».

A ciento veinte por hora.

«De votar a un matón de patio de colegio…».

A ciento treinta.

«Si lo hiciéramos mereceríamos vivir de rodillas».

A ciento cuarenta.

«El señor Scargill advirtió ayer…».

A ciento cincuenta.

«De que la gente tendrá que rebelarse y pelear…».

A ciento sesenta.

«Tarde o temprano…».

El acelerador a fondo.

Todo el mundo lo sabe; todo el mundo lo sabe; todo el puto mundo lo sabe.

El odio clavado en las sombras de tu corazón.

El miedo cosido en la grasa abdominal.

Miedo y odio, odio y miedo.

Sumas odio y miedo, miedo y odio.

Los sumas y el resultado da…

El reino del mal.

Tienes la llave en el bolsillo.

La llave del reino.

D-2.

Aparcas detrás del Café y Motel Redbeck, en el aparcamiento vacío.

El miedo.

Ladridos de perros; la espera ha terminado.

El lobo está cerca.

Sales y cierras la puerta del coche. Cruzas el aparcamiento corriendo.

Pisas charcos de agua y aceite de motor.

Corres entre los charcos hasta la hilera de habitaciones de motel que ya no se usan.

Ventanas rotas y pintadas; basura y ratas.

La puerta está dando golpes, sacudida por el viento y la lluvia.

Te paras delante.

Habitación 27.

Abres la puerta.

La habitación está oscura y fría.

No hay luz:

Sólo dolor.

Alguien ha estado decorando:

Las paredes repletas de dolor.

Mapas, planos y fotos de dolor.

Fotos de niñas…

Pieles claras, pelo rubio, alas blancas.

En los mapas, los planos y las fotos…

Esvásticas y seises.

Por todas partes…

Seis seis seises.

Entras.

Otra vez intentas encender la luz.

No hay luz:

Sólo dolor y oscuridad.

Avanzas un paso.

Muebles rotos y astillas de madera.

El somier de la cama doble está en el centro de la habitación.

A los pies de la cama hay una grabadora portátil.

Una cinta con un rótulo:

Sobre el cuidado de los difuntos.

Te acercas a la cama.

Te acercas a la cama y la ves.

La ves.

Primero ves los dientes.

Los dientes muy pequeños.

Es ella.

En el suelo, entre la cama y la pared.

Entre la cama y la pared, boca abajo.

Es ella.

Hazel Atkins.

Miras.

Apartas la mirada.

Miras.

Te arrodillas a los pies del somier de la cama doble. Te apoyas en la pared.

Te agachas y le das la vuelta.

En su pecho, escrito con bolígrafo:

6 LUV.

Te desplomas encima del somier y de la grabadora.

«Lo único que aprendes en el colegio es el abecedario…

Pero a mí sólo me importa saber de ti y de mí…».

Apagas la grabadora.

Silencio.

El llanto el único sonido.

Sentado entre los seises silenciosos, lloras en el somier de la cama doble.

Miras las fotos y los seises entre las lágrimas.

Los seises silenciosos que esperan…

Seis seis seises.

El silencio.

El largo silencio hasta que oyes neumáticos en el aparcamiento.

Charcos de agua y aceite de motor bajo las ruedas.

Puertas batiendo, dando golpes.

Puertas de coches que se cierran de un portazo.

Botas en el aparcamiento.

Charcos de agua y aceite de motor bajo las botas.

Miras a la niña que está en el suelo.

Apartas la mirada.

Sentado entre los seises silenciosos, en el somier de la cama…

Con unas alas enormes y podridas…

Grandes y negras como cuervos que te hunden bajo su peso…

Te impiden levantarte…

Te dejan inmóvil en el somier de la cama doble.

Mirando entre las lágrimas las fotos y los seises.

Los seises silenciosos, a la espera…

Seis seis seises.

Llegan a la puerta.

La puerta que da golpes sacudida por el viento y la lluvia.

Se detienen delante de la puerta:

Habitación 27.

Abren la puerta…

Dos siluetas en el umbral.

Entran:

Maurice Jobson y otro hombre.

Miran las paredes.

Las fotos y los seises.

Miran el suelo…

A la niña en el suelo.

Te miran a ti.

Al gordo sentado en la cama doble.

Con sus alas enormes y podridas…

Grandes y negras como cuervos que…

Lo hunden bajo su peso, y quemadas.

Le impiden levantarse.

Maurice Jobson cruza la habitación.

Se para delante de ti.

Se inclina.

Te roza la mejilla húmeda con los dedos fríos.

Agachas la cabeza.

Te apoyas en él.

Te abraza y te acaricia el pelo.

Levantas las manos.

Le envuelves una mano entre las tuyas.

Aprietas con fuerza.

Su mano herida en tu mano herida.