6

El teléfono suena y suena y suena.

Vamos, vamos, vamos.

Dando saltos en una cabina de la estación de autobuses de Bradford.

Por favor, por favor, por favor.

Clare contesta y BJ sabe que lo sabe.

Sabe que su hermana ha muerto.

—¿Qué pasa? —contesta, con voz pastosa.

—Soy BJ.

—BJ, cariño —solloza—. Gracie ha muerto.

—Lo sé —dice BJ—. Estaba allí.

—Hijos de puta —grita Clare—. ¡Hijos de puta!

—Clare, escúchame —susurra BJ—. Tienes que coger un taxi y venir a buscarme.

—Esos cabrones de mierda han enviado un coche patrulla —grita—. Tendré que ir a hacer la puta identificación…

—Tienes que venir corriendo…

—Estoy hecha polvo…

—Clare, escúchame…

—Primero Paula y ahora Gracie…

—Y tú serás la siguiente —vocifera BJ—. Vamos.

—¿Dónde estás?

—En la estación de autobuses de Bradford. La cafetería abre dentro de una hora.

—Pero ya están en camino…

—Pues date prisa, joder…

—…

—¿Hola? ¿Hola?

Línea muda. BJ cuelga y vuelve a llamar, pero comunica; lo intenta de nuevo y sigue comunicando.

Está en la cabina de teléfono, pelado de frío, con los pezones como piedras, mirando los mensajes que han escrito en las paredes: Derek se folla a las mujeres de los presos.

Vuelve a marcar por última vez.

Cuelga y abre la puerta.

Hay un hombre sentado en un banco al lado de la cabina.

BJ mira el reloj.

Las cuatro de la madrugada.

—Perdona —dice el hombre.

BJ lo mira.

—¿Sí?

—¿Tienes hora?

—Llevas puesto un reloj —dice BJ, señalando con la cabeza la muñeca que asoma por debajo de la manga.

—Es verdad —sonríe el hombre—. ¡Qué tonto soy!

BJ sonríe:

—¡Qué tonto!

Es un hombre de clase media y mediana edad, probablemente casado o recién divorciado, con pantalones de pana y anorak.

—Soy Jim —dice—. ¿Cómo te llamas?

—BJ.

—Un nombre bonito.

—Así me llamo. Es un juego.

—Me gusta jugar —dice Jim.

—A mí también. Pero no es barato.

—Nunca he pensado que lo fuera —suspira Jim.

—Diez libras.

Jim asiente.

BJ mira hacia la estación de autobuses.

Está desierta.

—Tengo el coche ahí —dice Jim.

BJ niega con la cabeza:

—Sígueme.

BJ y Jim cruzan los andenes desiertos, entran en los lavabos y se meten en el último cubículo.

BJ baja la tapa del váter y ordena a Jim que se siente.

Jim se sienta.

—La pasta —dice BJ.

Jim mete una mano por debajo del anorak, saca un billetero marrón y le da a BJ dos billetes de cinco libras.

BJ se los guarda en el bolsillo de los pantalones y se arrodilla delante de Jim mientras le separa las piernas.

—Espera un momento —dice Jim. Y se baja la cremallera del anorak.

—Y los pantalones —dice BJ.

—Aquí no entran nunca, ¿verdad? —pregunta Jim.

—¿Quiénes?

—¿La poli? ¿Los de los autobuses?

—Chssss —sonríe BJ, mientras le baja la bragueta y los calzoncillos.

—Y si…

BJ mira el reloj de BJ:

—¿Quieres que lo dejemos?

—No —dice Jim—. No.

—Entonces cállate y relájate —le ordena BJ, mientras saca la polla fláccida de Jim, con un olor agridulce a talco rancio y a pis seco, y se la acerca a la cara.

BJ la acaricia hasta que se pone dura y empieza a chuparla.

Jim cierra los ojos y sueña que se está follando a BJ, que se la está metiendo por el culo y BJ le dice que no pare nunca, que está apretando con el brazo izquierdo y musculoso el cuello fino de BJ y con el puño derecho la polla blanca de BJ mientras le mete la polla a BJ en el culo, la mete y la saca, la mete y la saca, la mete y la saca, la mete y la saca, la mete y la saca, la mete y la saca, la mete y la saca, la mete y…

La saca:

Jim se corre y BJ escupe.

Jim se levanta:

—¿Vienes por aquí a menudo?— pregunta.

BJ dice que no con la cabeza.

—¿Es tu primera vez? —pregunta.

Jim se pone colorado y asiente.

—Sólo estoy de paso —dice BJ.

—Es una lástima.

BJ dice que sí con la cabeza.

—¿De dónde eres? —pregunta Jim.

—Soy un extraterrestre —BJ le guiña un ojo, abre la puerta y sale del cubículo.

Jim se queda allí, sonriendo.

—Deberías salir tú primero —dice BJ.

—Gracias —dice Jim.

—No hay de qué.

Jim parece desconcertado, como si quisiera darle la mano a BJ, pero BJ mira el espejo y Jim se va corriendo a casa para hacerse una paja más segura y más relajada en la alfombrilla del cuarto de baño.

BJ abre el grifo, deja correr el agua por el lavabo sucio, se refresca la cara con el agua helada, se enjuaga un poco la boca, se seca con la camisa, cuenta el dinero, sale y cruza los andenes desiertos bajo la luz gris hacia la cafetería y el cartel que promete cenas de Navidad a cualquiera hora del día.

Víspera de Navidad.

BJ mira el reloj de BJ.

Son casi las cinco.

Abre la puerta y entra en la cafetería.

Está vacía, pero hace calor y la radio está encendida.

Una mujer grande, con la cara colorada sale de la trastienda.

—¿Ya está abierto? —pregunta BJ.

—Casi —sonríe la mujer.

—Muy bien —dice BJ.

—¿Qué le apetece?

—Un té, por favor.

—Tardará cinco o diez minutos. Acabo de llegar.

BJ se sienta mirando a la puerta.

Hay un periódico en una de las sillas, de ayer.

Dos titulares:

ASESINADA LA HERMANA DE LA ESTRELLA DE LA LIGA DE RUGBY PROFESIONAL.

DIMITE UN CONCEJAL.

Artículos de Jack Whitehead y George Greaves.

Dos titulares y dos rostros:

Paula Garland y William Shaw.

Bill.

—Hola.

BJ levanta la vista y ve otro rostro:

El de Clare.

Con el rímel corrido, porque ha estado llorando; tiznada de negro, porque ha intentado secarse las lágrimas. Ha vuelto a teñirse el pelo de rubio.

—Hola —dice BJ. Se levanta para abrazar a Clare y se echan los dos a llorar, se quedan abrazados y temblando de horror hasta que la mujer sale de la cocina con el té y le pregunta a Clare si también quiere uno. BJ contesta por ella, se sientan cada uno a un lado de la mesa y se cogen de la mano hasta que la mujer vuelve con otra taza y les pregunta si están bien. BJ dice que sí.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunta Clare cuando la mujer se va.

—Largarnos de aquí.

—¿Adónde?

—A Escocia.

—Allí están las niñas —dice Clare, agachando la cabeza—. Será el primer sitio donde busquen.

—¿A Londres?

—Ése será el segundo.

—¿A Preston?

Clare levanta la cabeza:

—¿Por qué?

—Sale un autobús a las cinco y media.

—Vale —dice, y mira a BJ con unos ojos enormes y negros—: ¿Por qué Gracie?

—Cabos sueltos.

—¿Y qué somos nosotros?