CAPÍTULO 19

ESTOY rebuscando en los bolsillos de uno de mis abrigos cuando Mike me sorprende. Se acerca hacia mí, me abraza por detrás y hunde la cabeza en mi pelo. Echa el cabello hacia el otro lado, y me deja besos cortos y húmedos por todo el cuello. Dejo escapar un tímido suspiro y me doy la vuelta, agarrándome a su cintura y metiendo las manos por dentro de su camiseta.

─ ¿Qué buscas con tanto interés? Y no me refiero a lo que tengo ahí debajo, que ya sabes que está a tu disposición las veinticuatro horas del día.

Pongo los ojos en blanco, pero a los pocos segundos ya estoy riéndome. ─Nada importante. ─¿Nada importante?─repite sin creerme─. Para llevar dos horas encerrada en tu habitación debe de serlo, ¿no? ─Cosas mías─respondo, de forma evasiva. Mike agarra mis pechos en un deje descarado y burlón, haciéndome emitir un gemido ronco. Luego los suelta, ladea la cabeza y me acaricia la barbilla, obligándome a mirarlo. No hay réplica alguna en su mirada, tan sólo una profunda curiosidad fruto de la confianza. ─A mí me importan todas tus cosas, ¿de acuerdo? Yo asiento, y él me acaricia los labios con el pulgar, hasta que entreabro la boca y deposita un beso suave y cálido sobre mis labios. Nos quedamos pegados y juntos durante un rato. Mi cabeza apoyada en su pecho, y su mano trazando círculos sobre la parte baja de mi espalda. ─¿Qué tal van las clases de Zoé?─inquiero. ─Ya lo sabes. Ella no dice ni una palabra, pero estoy seguro de que sólo necesita tiempo. Se separa de mí, y durante un rato me observa de una manera que me hace sentir incómoda. Últimamente estamos llegando a un punto de intimidad que me sobrecoge, y no sé si soy capaz de sobrellevarlo.

─ ¿Puedes sacar a Leo a dar un paseo mientras yo preparo la cena? Mike pone cara de espanto. ─¿Tan poco te gusto que quieres matarme? ─¡No cocino tan mal! Él se acerca a mí, coloca sus manos en mi cintura y mira mis

labios con hambre. ─Sara, me gusta tu cuerpo, me enloquece tu forma de ser, pero la comida que preparas no se la come ni el perro. Estoy a punto de protestar y gritarle que lo hago lo mejor que puedo, pero él me aprisiona contra su cuerpo, me besa todo el rostro y se ríe. Al final, suspiro derrotada y apoyo las manos sobre su pecho, descendiendo hacia su abdomen y palpándolo con descaro. Me encanta esa parte de su cuerpo, y si él se da cuenta de lo que hago, no dice nada por ponerme en evidencia. ─Vamos a pedir una pizza, y mientras, salimos a dar un paseo los tres juntos. Te vendrá bien un poco de tiempo para ti, ¿no crees? ─Supongo. Mike se ríe en voz alta. ─Mira que eres terca, Sarita. No me darías la razón ni aunque tu vida dependiera de ello. ¿No te han dicho nunca que eres muy terca? ─No lo recuerdo ─le miento, pero el caso es que recuerdo perfectamente al hombre que me llamó «terca como una mula». Cinco minutos más tarde, salimos los tres juntos a dar un paseo. En medio de nosotras está Mike, quien lleva a Zoé de la mano y a mí de la otra. Leo olfatea la calle, y mueve el rabo alegremente. Por un momento, fantaseo con la idea de que los tres formamos esa familia feliz a la que siempre he aspirado. Inconscientemente, el pulgar de Mike acaricia mi mano. Me giro para observarlo, y en su rostro luce una sonrisa ancha y sincera. Desde que lo conozco, esa faceta mujeriega y despreocupada que tanto le caracteriza se ha ido difuminando, y el Mike cariñoso, generoso y divertido que me gusta ha ido cobrando protagonismo. ─¿En qué piensas?─le pregunto, consciente de que ambos somos demasiado habladores para mantenernos en silencio por tanto tiempo. ─No sé...cosas mías─replica, para sulfurarme. Pero como él no es la clase de persona que podría guardar rencor, al final se ríe y me abraza por la cintura, pegándome a su cuerpo─. Pensaba en el día que te conocí, y en lo maleducada y encantadora que me pareciste. ─Una persona no puede parecerte maleducada y encantadora al mismo tiempo. ─Porque tú lo digas. ─Es que no es lógico. ─También pensé que siempre querías llevar la razón, y que tenías una preocupante adicción acerca de discutir sobre cualquier tontería. Me lanza una mirada acusadora, y yo le suelto un golpe en el hombro. ─¿Y tú qué pensaste de mí?─se interesa. ─¿Yo?...─me pongo colorada de repente, pero como la sinceridad es mi mayor encanto, sonrío ampliamente y le digo─: Pensé que eras el típico chulito insoportable que se lo tenía muy creído. Mike ni siquiera parpadea. Se nota que ya se lo esperaba. ─¿Y ahora qué piensas de mí? Estoy a punto de responderle una burrada, pero como mi sobrina está presente, me lo guardo y respondo: ─Ya te lo diré cuando lleguemos a casa. Seguimos paseando por la avenida que hay frente al apartamento. De vez en cuando discutimos medio en broma acerca de lo insoportable que es el otro, pero al final acabamos estallando en una carcajada por alguna de nuestras habituales salidas de tiesto. Entonces lo veo. Al principio, creo que es una simple sombra que ha jugado con mi imaginación, pero cuando parpadeo un par de veces, me encuentro con Jason apostado en una esquina. En cuanto se percata de que lo estoy mirando, se sube la cremallera y se da media vuelta. Me divido entre seguirlo o quedarme junto a Mike y mi sobrina, pero al final, me puede la sensatez y me quedo agarrada de la mano de Mike, con un creciente nerviosismo asentándose en mi estómago. No puede ser coincidencia haber visto a Jason dos veces, y además, que él se haya comportado de una forma tan extraña cuando me ha pillado observándolo. ─Estoy muerta de hambre. Vámonos a casa─le pido a Mike. Un poco agobiada, paso la cena pensando en el extraño comportamiento de Jason, y no puedo evitar creer si su forma de actuar tendrá algo que ver con Héctor. Pero no tiene sentido. Lo he llamado, y él ni siquiera ha respondido a mi mensaje. Entonces, ¿por qué me está espiando Jason? Porque me está espiando, ¿no? Pero el hecho de que Jason me espíe no tiene ningún sentido. Me entra tal dolor de cabeza que agradezco que mi sobrina se quede dormida temprano para quedarme a solas con Mike. Trato de fingir que no me pasa nada, y me muestro con él tan cariñosa que en unos segundos ambos estamos encendidos, y tenemos que irnos hacia mi habitación. Cuando voy a morderle el labio, Mike pone un dedo en mi boca y me echa hacia atrás, dejándome alucinada. ─Ah...ah...aún no has contestado a mi pregunta. Refunfuño y lo cojo de la cintura, pegándolo hacia mí. Pero al final, suspiro y le digo: ─Sigues siendo el mismo chulito de siempre, pero ahora me resultas muy atractivo. Y he descubierto que besas muy bien, ¿contento? Lo voy a besar, pero él me detiene. Me pega contra la puerta, mete las manos por dentro de mi ropa interior y me arranca un gemido. Entonces me mira a los ojos, con esa mirada burlona que augura cosas muy sucias. ─Qué mentirosa, a mí no me engañas─doy un respingo y lo miro sin comprender─, a ti siempre te he parecido atractivo. Estabas deseando llevarme a la cama; si es que todas las mujeres sois iguales...

Me río, e intento golpearlo, pero él me coge ambas muñecas y coloca mis brazos por encima de mi cabeza. Para sulfurarme, me da un beso en los labios que me sabe a gloria.

─ Tú también me quieres llevar a la cama, pero como no soy una de esas fanáticas enloquecidas que lloriquean por un besito, te ordeno que lo hagas ahora mismo si no quieres verme furiosa.

─Me pone que te enfades, Sara─con una mano agarra mis muñecas, me sube la falda con la otra, y me guiña un ojo─, y no te pongas celosa, sólo tengo ojos para ti, pero si me lo suplicas, también tengo manos.

─ ¡No estoy celosa!─protesto, poniéndome colorada─. Y yo no suplico, ¡te lo ordeno! Mike se ríe hasta que se le saltan las lágrimas, y yo le grito un montón de cosas para que me tome en serio, pero él echa la cabeza hacia atrás, me mira y estalla en otra carcajada. Hasta que no se tranquiliza, no es capaz de mirarme a los ojos con seriedad, o al menos, con toda la seriedad que él puede ofrecer. ─¿Suplicar...─me acaricia el interior del muslo hasta que suelto un gemido─ ...u ordenar?─me aprieta las muñecas hasta que suelto un grito. ─¡Golpear! ─le grito, tratando de soltarle una patada que él esquiva. Me mira alucinado. ─Mira que eres bruta, Sara─trata de ponerse serio, pero al final, la sonrisa ladeada y burlona reaparece─. Joder, debo de estar loco porque eso me pone mucho. Suelta mis manos, me agarra de la nuca y hunde su boca en la mía. Me deshago en sus brazos, y gimo contra sus labios. Mike me acaricia los muslos, muerde mis labios y me susurra todo lo que va a hacerme, mientras yo me acaloro y le quito la ropa. Todo sucede tan rápido y es tan salvaje que pierdo la noción del tiempo. Cuando terminamos, estamos desnudos el uno encima del otro y tirados en el suelo. Mike respira agitadamente, y yo estoy sofocada a causa del esfuerzo. Su mano me acaricia la parte baja de mi espalda, y mi cabello se esparce sobre su cuerpo. Me da un toquecito en el hombro para llamar mi atención.

─Sara, te tengo que contar una cosa─me dice, poniéndose serio. Apoyo las manos en su pecho y me incorporo para mirarlo a la cara. ─Me voy de gira un par de meses con el grupo. Automáticamente me separo de él y me siento sobre mis rodillas. Paso del calor a la frialdad más absoluta en cuestión de segundos. ─¿Cuándo? ─Dentro de una semana. Arqueo las cejas y lo miro alucinada. ─¿¡Y me lo dices ahora!?─le recrimino. Su expresión denota incomodidad. Se frota el rostro con las manos, y suspira antes de responder. Sé que detesta discutir, y que le agota todo lo que tenga que ver con intercambiar opiniones opuestas. ─Te lo estoy contando, no te estoy pidiendo permiso─me dice al fin. Me levanto abochornada y me visto con un jersey que encuentro en el perchero. ─Sabes que no se trata de eso─le reprocho. ─¿Y de qué se trata? ─Me lo has dicho una semana antes, y seguro que lo sabías desde hace meses. Su expresión tranquila denota que la cosa no va con él, lo que me enfurece aún más. ─Estaba anunciado en nuestra página web desde hacía un par de meses─responde, a modo de disculpa. ─¿Me estás vacilando? Él niega tranquilamente. Yo aprieto los puños, deseando golpear cualquier cosa que tenga frente a mí. Mike se levanta y trata de acercarse a mí, pero yo doy un paso atrás. ─No me toques en este momento porque estoy muy cabreada. Él pone las manos en alto. ─No iba a tocarte. Me ha entrado hambre, y te iba a preguntar si querías que te trajese algo de comer.

Abro mucho los ojos, y lo contemplo alucinada. ─Estamos discutiendo. ─No, tú estás discutiendo, yo simplemente te escucho. A estas

alturas deberías saber que detesto discutir. Coge sus pantalones y se viste de cintura para abajo. Luego se acerca a mí, hace el intento de tocarme pero deja caer la mano en el aire. Suspira, da otro paso hacia mí y me toca el hombro. No me aparto, pero desde luego no respondo a su toque.

─ Es que no entiendo cuál es el problema. Si nos va genial... ¿Qué mierda pasa? Le respondo sin mirarlo a la cara. En este momento me siento tan herida, que no soy capaz de hacerlo. ─No quiero que me pidas permiso, y lo sabes. Sería la clase de relación tóxica que odiaría. Sólo necesito que me hagas sentir que ambos formamos parte de algo...no sé, en este momento me siento estúpida. Mike me obliga a girarme para mirarlo. ─Joder...si hubiera sabido que te ibas a poner así te lo habría contado. Para mí no significa nada, es sólo trabajo─se muerde el labio inferior, y al reparar en mi expresión de cabreo, suspira y dice─: ¿Te crees que te la voy a pegar con otra? Lo aparto de un empujón. ─Cabrón de mierda. ─No me insultes, Sara. Estamos hablando. Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina, pero él me sigue y cierra la puerta cuando estamos dentro. Lo único que necesito en este momento es tenerlo lejos, a poder ser lo más lejos posible, pero él no parece entenderlo. Qué tonta he sido al pensar que entre Mike y yo podía existir lo mismo que tuve con Héctor. Él no está preparado para una relación adulta, ¿no es evidente? ─No quiero que me dirijas la palabra hasta dentro de unos días. ─Dentro de unos días me habré ido a Alemania, ¿por qué no lo solucionamos ahora? ─AAlemania. Que te lo pases bien. ─Sara, te estoy hablando. Haz el favor de mirarme a la cara cuando lo hago─me pide, perdiendo la paciencia. Me giro hacia él con las manos en las caderas. ─¡Ahora resulta que quieres hablar! Has tenido dos putos meses para contarme que te ibas a Alemania, pero quieres hablar en este momento. ─De haber sabido que te ibas a poner así, te aseguro que te lo hubiera contado antes, porque para mí no tiene importancia. ─Para mí sí. Se lleva las manos a la cara otra vez, suspira y me mira con expresión agotada. Entonces, una sonrisa triste y lejana le ilumina el rostro. ─Estabas esperando que la cagara, ¿no es cierto? Lo miro sin comprender. ─Mike es un tío incapaz de sentar la cabeza, y tú estabas esperando a que yo te demostrara que estabas en lo cierto ─me reprocha, como si pudiera adivinar mis pensamientos. ─Eso no es verdad. ─¿Y entonces por qué te pones así? ─Porque no cuentas conmigo. ─Sara, es trabajo. Ni siquiera yo decido cuándo hago las giras. Dios mío, es increíble, pero me estás haciendo perder la paciencia. ─Me parece perfecto. Paso por su lado sin mirarlo y me dirijo hacia la puerta de la cocina, pero él se interpone en mi camino, visiblemente cabreado. ─¿Ahora eres tú la que pasa del tema? No me lo puedo creer. ─No eres el único al que le agota discutir. Ya ves... Voy a abrir la puerta, pero Mike cierra sin hacer ruido y me pega a la pared. Durante un instante parece sofocado, y el Mike despreocupado al que estoy acostumbrada desaparece. Me sujeta el rostro entre las manos, y me mira a los ojos, pidiéndome en silencio que me detenga. ─Dime qué puedo hacer para que confíes en mí. Te juro que no voy a cagarla. Vendré a verte siempre que sea posible, pondré un avión a tu servicio para cuando tú quieras visitarme. No tengo ojos para nadie, Sara, ¿es que no lo ves?─me recrimina, y al mismo tiempo me suplica que confíe en él. ─Pues habérmelo contado antes. ─Otra vez con lo mismo. ─Lamento cansarte. ─No me cansas, me agotas. Se aparta de mí, y me observa con algo cercano a la decepción. En ese momento no puedo más, y estallo. ─Él seguro que me lo hubiese contado, pero tú...─me atraganto con mis propias palabras y me llevo las manos a la boca. A Mike el rostro se le transforma en una máscara de dolor. ─¿Héctor? ¿Te refieres a Héctor? ─me interroga. Agacho la cabeza avergonzada, y soy incapaz de responder─. Sé valiente, Sara. Tú que eres incapaz de callarte las cosas, sé valiente y di lo que piensas. ─Sólo estoy cabreada, ¿vale? Digo cosas que no siento. Eso es todo. ─Al contrario. Has sido muy sincera. Nunca pararás de compararme con él, y es por eso que yo me niego a ir a más contigo. ¿Cómo vas a ser mía si sigues pensando en Héctor?

Mike sale de la habitación, dejándome sola.