Las terapias con personas mayores en residencias
Las nuevas técnicas médicas han contribuido a que la esperanza de vida sea cada vez mayor, por lo que la aparición de enfermedades crónicas y degenerativas, como el Alzheimer o la demencia senil, han aumentado en los últimos años.
En el caso de los ancianos, las situaciones de aislamiento y falta de contacto con el mundo social provoca depresiones y situaciones de tristeza. En este contexto, introducir a un animal en el ambiente del anciano consigue que vuelva a sentirse útil, puesto que al tener un ser vivo a su cargo tendrá que alimentarle, cuidarle, preocuparse por su salud, salir de su mundo interior de malestar…
Esta situación se multiplica si hablamos de una residencia de ancianos, donde los sentimientos negativos se acentúan notablemente. Por supuesto, este tipo de terapias requieren planificación y una elección adecuada del animal: no podemos pensar que por introducir un gato en una residencia, las personas pasan a ser felices de la noche a la mañana.
Aunque no podemos hablar de milagros, está demostrado científicamente que las personas mayores de 65 años que viven con un animal sufren menos depresiones, ya que tienen «alguien» que les hace compañía, les devuelve afecto y está pendiente de ellos en todo momento.
Además, si deben ser hospitalizados o intervenidos se recuperan mucho antes, porque piensan en ese animal para el que todavía son indispensables.
También se ha demostrado que vivir con un gato hace que las personas tengan sentimientos y pensamientos mucho más felices. Debemos tener presente que esta etapa de la vida es muy difícil, puesto que sufrimos pérdidas significativas, como la muerte de amigos o del cónyuge, y tenemos que afrontar enfermedades.
Todo esto contribuye a que su calidad de vida aumente considerablemente y se sientan mucho más dispuesto a relacionarse con su entorno, entablar conversaciones con otros dueños de mascotas, intentar mejorar su salud para cuidar a su compañero.
Estadísticamente, las personas mayores que tienen un felino a su lado acuden mucho menos al médico y enferman con menor frecuencia.
A nivel social, sobre todo en residencias donde la experiencia es introducir en la convivencia de todo el colectivo a un animal, se han conseguido resultados asombrosos al ver cómo ancianos que siempre están aislado o con problemas mentales, intentan integrarse y comienzan a relacionarse cuando el animal está presente.
Todas las ventajas enumeradas han conseguido que muchas residencias de ancianos estén permitiendo la entrada de felinos en las habitaciones, siempre que éstos estén vacunados, desparasitados y sean cuidados debidamente.
Para este tipo de personas, de nuevo suele ser aconsejable un gato adulto que sea muy tranquilo y manso, y que no requiera de educación y socialización previa.
Debido a todas estas ventajas y beneficios, se han desarrollado numerosos estudios en nuestro país y experiencias para promover este tipo de iniciativas. En la Universidad de las islas Baleares se realizó un proyecto: «Personas mayores y animales de compañía», que demostró que las personas que viven con animales tienen mucha mejor salud psíquica y afrontan mucho mejor los cambios en la última etapa de su vida.
Otra iniciativa es el problema de adopción de animales de compañía promovido desde el Ayuntamiento de Barcelona. A través de este programa se entrega un gato o un perro a personas mayores a las que se les ofrece apoyo veterinario, ayuda económica para los cuidados, o cualquier tipo de prestación que solicite.
A nivel estatal, la Generalitat de Catalunya ha desarrollado un programa en una residencia de Tarragona donde se evaluó el comportamiento de los ancianos al introducir un felino en la residencia. Además, se hizo con personas con Alzheimer o demencia senil. En pocas sesiones se observó que la frecuencia cardiaca disminuí a considerablemente y que los ancianos comenzaban a cuidarse y preocuparse por proporcionar al animal todas las atenciones. Al mismo tiempo, las relaciones entre ellos se potenciaban en presencia del animal.