Domesticación, socialización y adaptación a los entornos humanos
A pesar de tantos siglos de convivencia entre humano y felino doméstico, el gato nunca ha llegado a ser «completamente» educado, es decir, no es capaz de obedecer a su dueño ante comandos concretos como tumbarse, sentarse o acudir a por una pelota cuando su amo lo requiere (aunque existen honrosas y contadas excepciones).
Para llegar a la domesticación del gato han podido pasar hasta cuatro mil generaciones, todas ellas con una continua «infusión» de genes no del todo controlados; para conseguir un proceso controlado de selección, morfológica y comportamental, pueden ser precisas entre veinte y veinticuatro generaciones. Solo una pequeña parte de las razas controladas han sido realmente seleccionadas por sus características físicas y conductuales, algo muy distinto a lo que sucede con el perro.
El primer plan de crianza del que se tiene constancia data del año 999 en el Palacio Imperial de Japón.
En Estados Unidos aproximadamente un 23 por ciento de los hogares tiene gato, el 66 por ciento tiene un solo ejemplar, pero la media sería de 1,4 a 2,2 gatos por hogar.
Entre los distintos tipos de vida que presenta el gato en la actualidad, podríamos hacer los siguientes grupos:
- Independiente, de vida libre o semisalvaje, hasta cierto punto ignorado por los humanos.
- Libre, pero con interacción con los humanos para la obtención de alimento.
- Vida dependiente del hombre, pero con gran parte de su vida en el exterior.
- Gato «de casa»; entro de este apartado se considera que solo un 14 por ciento de animales son de raza, en contraposión al 61 por ciento de perros de raza.
En Estados Unidos nacen unas cuatrocientas quince personas a la hora… en el mismo periodo de tiempo pueden nacer entre mil y dos mil gatitos… Esto puede darnos como conclusión que, al menos, unos treinta mil animales mueren a diario para que exista una población «estable».
Entre el 18 y el 33 por ciento de los gatos son eutanasiados y la causa suele deberse a problemas de comportamiento; los principales son:
- Comportamientos higiénicos inadecuados.
- Problemas entre mascotas.
- Agresiones a personas.
- Conductas destructivas.
La población felina guarda una relación directa con la eficacia reproductiva del animal y con la más o menos responsable actitud de control del humano; con 7 años, una gata puede ser responsable del nacimiento de casi ochocientos mil nuevos animales… esto sería lógicamente controlable con una imprescindible concienciación sobre el manejo reproductivo.
Si pensamos en los propietarios, podríamos clasificarlos según su relación, interacción e interés por los felinos de la siguiente forma:
- Poco interesados o «desapasionados»: entre el 41 y el 59 por ciento de los propietarios de los felinos dedica poco tiempo al animal; se sienten satisfechos exclusivamente con la presencia del gato en el entorno. Dentro de esta categoría, un 29 por ciento de los propietarios puede subclasificarse como los que aceptan al animal para algún miembro de la familia, principalmente para los niños… Nunca tendrían gato pero finalmente lo aceptan por su familiar y acaban haciéndose responsables.
- Los «concienciados»: sobre el 21 por ciento de los propietarios; el animal es importante, una extensión de la persona, un reflejo de su forma de ser; están convencidos de que el gato depende de ellos.
- Los «amantes de los animales», entre el 20 y el 30 por ciento de los propietarios; el gato proporciona un sentido a sus vidas… Incluso llega a sustituir el cariño de los humanos o reemplaza la ausencia de un ser querido. El animal es uno más de la familia, un amigo o «un hijo». Lo llevan de vacaciones, celebran su cumpleaños, suelen emplear varias horas del día en juegos y cuidados. Entierran a su amigo cuando muere… suelen ser de clase media y alta, y unos grandes clientes en las clínicas veterinarias y tiendas especializadas. Son los más convencidos de la esterilización.
Aunque el gato viva junto al humano desde las primeras semanas de vida, su vinculación con él será muy fuerte, pero nunca tan dependiente como en el caso de los perros.
En el caso de los gatitos es a partir de las dos semanas cuando tienen suficientemente desarrollados sus sentidos para enfrentarse al mundo; este periodo de apertura de conocimientos se cierra de forma drástica a partir de las siete semanas, momento en que el animal desarrolla en su cerebro una sensación desagradable pero tremendamente útil para su seguridad: el miedo. A partir de las siete semanas desconfía de lo no conocido, por lo que en ese corto periodo de vida es vital aportarle conocimiento del medio, de los humanos, de otros animales…
Un gatito que experimenta conocimientos, sensaciones, interacciones todas positivas, durante ese tiempo, será un animal perfectamente socializado y capaz de adaptarse a cualquier situación y entorno humano; estos animales socializados correctamente no suelen presentar problemas de comportamiento «puro» y, como mucho, pueden llegar a «ofrecernos» ciertas molestias, por sus naturales formas de proceder.
Pese a miles de años de convivencia aún perdura en lo más profundo de cada gato su carácter solitario, independiente, instinto de caza, territorialidad…
Estas cualidades hacen que sea muy difícil domesticarlo «plenamente» y si además ha tenido que vivir durante mucho tiempo en la calle, la consecución de logros educativos puede ser casi imposible.
La falta de obediencia del animal no se debe a una escasa inteligencia, más bien todo lo contrario, ya que estamos hablando de un animal con uno de los cerebros más desarrollados de los mamíferos.
Su capacidad cognitiva es muy avanzada, pero «no entienden» las nociones de obligación, órdenes, mando… Podríamos decir que cuando acatan una orden, cuando conseguimos algo que le hemos propuesto, es porque en realidad el animal ha decidido, según lo que obtiene a cambio, cumplir con nuestras expectativas.
A pesar de estas premisas, de que siempre actuarán por propia voluntad, lo que sí podemos y debemos conseguir, para una convivencia feliz, es que «aprendan» a direccionar adecuadamente algunos comportamientos naturales: rascarse las uñas y dejar marcas olfativas de sus patas en el rascador (en lugar del lateral del machacado sillón), ir a un cajón de arena a hacer las deposiciones, alimentarse de lo que le ofrecemos…