Introducción
Su Majestad el gato
Quizá a muchos de los que afrontan la lectura de este libro les pueda parecer una afirmación exagerada, falta de rigor y, tal vez, excesivamente partidista, considerar al gato el mejor animal de compañía para la sociedad actual.
Es posible… pero estoy seguro de que todo aquel que se encuentra en el mencionado grupo de «agnósticos felinos» puede cambiar radicalmente de opinión tras el trato directo con tan singular ser vivo.
El gato ha tenido siempre fama de independiente, de neurótico, de misterioso, de portador de desastres, de ser la encarnación de brujas… el símbolo del mal… éstos, entre otros, son los sambenitos que se le han adjudicado a lo largo de la historia a nuestro protagonista; una historia difícil que le ha elevado a los altares precipitándole a los infiernos, un incomprensible trasiego de la gloria a la persecución.
El gato, como más tarde comprobaremos, disfrutó de grandes honores en el Antiguo Egipto, llegando a ser el responsable de la guarda y custodia de los tesoros reales, pero vivió su momento más difícil en el Medievo, donde en múltiples ocasiones compartió las «cálidas» llamas y las ascuas de las hogueras con sus más fieles compañeras de la época: las brujas.
Pero algo bueno tiene que tener un animal que disputa el primer puesto a la tradicional estrella de nuestros hogares: el perro. Son muchos los países de nuestro entorno que ya han elegido al gato como la primera opción entre todos los animales de compañía.
En nuestro país, a pesar de no existir datos certero, concretos, me arriesgaría a decir que al menos la balanza está prácticamente equilibrada; la evolución del felino como animal de compañía de elección indica que, a corto plazo, Su Majestad el gato ocupará el primer puesto.
¿A qué se debe este rápido crecimiento? ¿Cuáles son las virtudes que están consiguiendo desbancar al conocido como mejor amigo del hombre? Aparte de todas las cualidades propias de la especie, la principal característica que ha logrado darle tan importante papel es su mimética adaptación a las necesidades de la vida actual. Nuestro estilo de vida deja poco tiempo para desarrollar actividades no remuneradas; parece que el trabajo es el centro de nuestras vidas y por supuesto todo aquello que nos saca de tan rígida y estricta rutina parece no tener cabida.
Casi la mitad de los españoles tiene mascota y seguramente el número aumentaría si conocieran las virtudes de nuestro especial amigo: un gato no requiere paseos ni momentos de esparcimiento «guiados» fuera del hogar; no necesita grandes viviendas para disfrutar de una excelente calidad de vida; es uno de los animales de compañía más limpios: realiza por sí mismo gran parte de su higiene personal y deposita sus excrementos en un lugar concreto y diseñado para tal fin.
Además de todas las virtudes comentadas, el gato acepta la soledad (nuestro concepto de la soledad, no el suyo) de buen grado, lo que le permite soportar (más bien disfrutar) sin problemas la ausencia laboral de sus amos.
Y ahondando en sus virtudes, no podríamos finalizar su enumeración sin comentar que, contrariamente a lo que muchos piensan, son animales extremadamente cariñosos que consiguen «engatusar» a sus dueños con su especial comportamiento.
Pero… ¿es oro todo lo que reluce? En el caso del gato, los problemas aparecen en la mayoría de las ocasiones por el desconocimiento de sus especiales cualidades, de su única e inigualable forma de ser; un gato no es un perro pequeño y aunque tal afirmación se aproxime al absurdo, nuestro protagonista suele ser tratado así, como un perro pequeño.
Podemos asegurar que la practica totalidad de los problemas de convivencia surgidos en la vida diaria con un gato residen en el desconocimiento del propietario de su estilo de vida y no en la supuesta «mala intención» del animal.
Si ponemos un poco de nuestra parte, si intentamos «sintonizar» con las características especiales y sorprendentes de los felinos familiares; estoy convencido de que «Su Majestad el gato» será tomada, posiblemente, como la mascota de primera elección.