EPÍLOGO

Querida Katrina:

Ante todo, decirte que estoy muy bien; aparte de los achaques típicos de mi edad. Por suerte, tengo a todos mis hijos pendientes de mí desde la muerte de mi querido y amado esposo. Imagino que ya te habrá llegado la noticia de la muerte del emperador. El reino entero está de luto, pues fue un gran hombre en verdad, el mejor rey que ha tenido nunca Castilla. Tanto es así que, cuando vio que sus facultades mermaban, abdicó. De eso ya estarás enterada, por supuesto. Lo que nunca conté fue que fui testigo de ese hecho, el 25 de octubre de 1555; en el mismo lugar donde fue la coronación. Vestido de negro, con el único adorno del Toisón de Oro, se encaminó hacia el trono apoyado en el brazo de Guillermo de Orange. Luego Filiberto de Saboya explicó las razones que le llevaban al retiro. Una vez concluido el alegato, el rey se levantó. Su aspecto era cansado, pero no le impidió dar un discurso resumiendo su vida. Nombró a su hijo Felipe como sucesor de sus reinos y a Fernando, del imperio; y para concluir, pidió perdón a todos aquellos a quienes hubiese podido hacer daño. Su hijo, entonces, tomó la palabra y se excusó de no poder hablar en flamenco; lo cual decepcionó a todos los presentes, pues se daban cuenta de que el imperio quedaba en manos de extranjeros, de hombres que no habían nacido en Flandes. El rey, agotado, abandonó la sala y, como ya sabes, un año después emprendió viaje hacia España, para retirarse al monasterio de Yuste, donde vivió humildemente. Se dedicó a pasear por el campo, a oír misas, a sus libros y a su pasatiempo favorito, los relojes. Aun así, siempre acudieron gentes notables para pedirle consejo, hasta que la fiebre de los mosquitos hizo que pasara a mejor vida.

Pero dejemos estos asuntos tan poco agradables y pasemos a nuestras cosas. Me ha llenado de alegría la llegada de Luca. Supongo que serás muy dichosa. ¡Después de tantas niñas! Un nieto es lo más maravilloso. Es muy distinto a criar un hijo. Con los nietos puedes permitirte darles todos los caprichos y verte libre de educarlos con tanta rigidez. Claro que imagino que en Florencia aún será mucho mejor. Como pude comprobar cuando os visitamos, la vida no es tan rígida como en España y los artistas gozan de gran protección por parte de los gobernadores. Ya me contarás cómo ha concluido el último proyecto de tu esposo. Espero que sea tan delicioso como el último que me mandaste. Del mismo modo, he de confesar que la puntilla que hiciste para mi nieto es el mejor trabajo que has hecho nunca. Lamentablemente, mis ojos y mis manos ya no me permiten hilar; y no sabes cuánto lo echo de menos. ¿Recuerdas lo bien que lo pasábamos juntas ante el cojín? No puedo quejarme de la vida que he llevado y, sin embargo, no puedo evitar el pensar en esos tiempos, cuando llegamos a la corte con la emoción sujetando nuestros corazones. En cómo el rey cayó rendido a tus encantos, y en lo mucho que sufrió cuando desapareciste de su vida. Sé que piensas que llegó a odiarte por engañarlo, pero no fue así. Me contaron que, a pesar de ello, no pudo. Y creo que lo que mejor lo demuestra es que dejase de buscarte.

Pero dejemos el pasado y centrémonos en el presente. Quiero que me escribas y lo hagas de inmediato —no como las últimas veces, que he tardado semanas en recibir contestación—, y que me cuentes todo, todo. ¿De acuerdo?

Tu querida,

Nienke

Pas goed op jezelf[24].

Estimada Nienke:

Me alegro que estés bien de salud. Nosotros, por el momento, también gozamos de ella; al igual que mis cuatro hijas, mis diez nietas y mi nieto Luca. Gonzalo ya ha terminado la obra, una comedia que ha divertido mucho al príncipe. Está tan encantado con mi esposo que se ha ofrecido para ser el padrino de Luca. Al parecer, mi destino siempre fue estar entre reyes, claro que ahora es muy distinto a cuando era joven. La paz reina en mi vida y en mi corazón…, que, por cierto, confidencialmente, sigue latiendo acelerado cuando Gonzalo aparece ante mi vista. ¿No es patético en una vieja de cincuenta y ocho años? Lo cierto es que me parece mentira que mi pelo esté ya lleno de canas, pues me siento igual que aquella jovencita que se echó a la vida de la mano de la mujer más maravillosa que he conocido y que siempre he considerado mi madre. La única pena que existe para mí es no poder estar a tu lado y no poder hablar largo y tendido como solíamos hacer. Una carta no es lo mismo; aunque en ella siempre podrás encontrar el amor que te profeso.

¿Sabes? Francisco, el marido de Clara, también ha tenido mucho éxito con la estatua de san Miguel que ha hecho para la iglesia de Santa María la Mayor. Está considerado un escultor magnífico y los encargos le llueven como setas. Por su parte, Clara está encantada de que Francisco alcanzase su sueño gracias a que decidimos quedarnos en esta espléndida ciudad y de que, al fin, los dos hijos que han tenido hayan crecido sanos y fuertes, llenándolos de dicha. Esperanza, que sigue fuerte como una roca, ha abierto una segunda pensión junto al Palacio Ducal que adquiere más fama a cada día que pasa. Solamente acude a ella gente notable. Está exultante de felicidad.

Como ves, a pesar de las vicisitudes pasadas, todos hemos logrado ser felices. Y creo, sinceramente, que nuestros antepasados estarían orgullosos de nosotras. Cumplí la última voluntad del abuelo y ahora la herencia reposa en un lugar privilegiado de mi casa.

Como he dicho, nuestros esfuerzos merecieron la pena. Ahora somos mujeres libres. Libres de amar, de deambular sin miedo a ser perseguidas por nuestros actos o creencias. Y solo pido a Dios que en el futuro extienda esa paz que embarga mi corazón al resto del mundo. Pero sé que es un sueño imposible. Los hombres sueñan con quimeras. Pero, como dice un refrán de mi pueblo, cuando la vida no es como una quiere, hay que quererla como es. Y yo he aprendido a amar la mía.

Y tú no olvides que siempre te llevo en el corazón, mi querida Nienke.

Te quiere,

Katrina