15

Jason y Carrie están sentados el uno junto al otro, abrazados. Han vuelto a vestirse después de hacer el amor. Carrie está muy pálida y tiene los ojos entrecerrados. Jason le da besos de vez en cuando en la cabeza y en la mejilla. Evita llorar, aunque sabe que no falta mucho tiempo porque la respiración de Carrie es cada vez más espaciada.

El sexo ha estado bien. No ha sido el mejor polvo de sus vidas, pero ha tenido el aliciente de la complicidad y la angustia de saber que era la última vez que podrían hacerlo. Carrie ha llegado al orgasmo antes que él y todo su cuerpo se ha estremecido al hacerlo. A Jason siempre le ha gustado la forma en que el cuerpo de Carrie tiembla al llegar al orgasmo, y cómo la piel de los brazos y las piernas se le pone de gallina, y cómo la mínima caricia después la siente multiplicada por cien.

—Te quiero, Carrie.

Ella sonríe. Le cuesta hacerlo, como si le pesaran los músculos. Su respiración es lenta. Jason le da un beso junto a la oreja.

—¿Sabes? —le susurra—. La primera vez que te vi me pareciste un ángel. Estuve tentado de acercarme a ti para soltarte la tontería esa, lo de «eh, en el cielo tienen que haberse equivocado, porque han dejado escapar un ángel». Pero nunca se me han dado bien esas cosas.

—Me hubiera reído de ti —asegura ella, espaciando las sílabas de una forma preocupante.

—Sé que te hubieras reído de mí. Estabas preciosa. Me acuerdo perfectamente de cómo ibas vestida. Llevabas unas botas marrones de piel y un vestido fino, gris, con bastante escote por la espalda. Y llevabas el pelo recogido en una coleta.

—Tú tenías la… goma.

—Sí. La guardé como recuerdo. Luego te vi buscarla, pero me dio vergüenza admitirlo así que me hice el tonto.

Ella sonríe. Los ojos casi cerrados.

—Tenía intención de llevarte de viaje. El día que me detuvieron iba a comprar los billetes. Estuve ahorrando durante mucho tiempo. ¿Sabes a dónde quería llevarte, cariño?

Sólo recibe un gemido como respuesta. Jason mueve ligeramente a Carrie, y ella abre un único ojo, el izquierdo. Aturdida. Jason tiene que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para evitar las lágrimas y mantener la sonrisa. Ella intenta sonreír.

—Quería llevarte a París. Dicen que es la ciudad del amor, y en las películas parece muy bonita. Además, te he oído decir un par de veces que te gustaría subir a la torre esa…

—Eiffel —murmura ella. Casi no se la oye. Su ojo vuelve a estar casi cerrado. Es apenas una rendija. Da la impresión de estar quedándose dormida.

—A la torre Eiffel —dice él, sintiendo una lágrima que le resbala por la mejilla. La aparta de un manotazo y sigue sonriendo—. Estuve mirando mapas y guías turísticas porque quería que fuera un viaje perfecto. Aunque la verdad es que no hacía falta tanta historia porque todo es perfecto a tu lado…

Los ojos de Carrie están cerrados. Su cabeza empieza a inclinarse hacia un lado. Jason la oye gemir. Es su intento por responderle. Jason no puede contener durante más tiempo las lágrimas. Se abraza con todas sus fuerzas a Carrie y la mece en sus brazos, besándola en la mejilla una y otra vez mientras la chica inspira una vez más, de forma agónica, y el aire va saliendo de sus pulmones despacio, como si no tuvieran fuerza para seguir bombeando aire. Jason hunde la cara en el cuello de Carrie y la escucha volver a tomar aire. Es la última vez que lo hace, y después su pecho se queda quieto, todo su cuerpo pierde tensión en los brazos de Jason, y él grita. Lleno de furia y de dolor, el grito de Jason es desgarro puro.

Carrie empieza a tener espasmos. Jason la deja en el suelo y se incorpora, limpiándose las lágrimas de los ojos con los puños, golpeándose al hacerlo como si quisiera arrancarse los ojos. Retrocede hasta el camino y se agacha para coger una roca del tamaño de su puño.

Entonces Carrie grita, sólo que ya no es Carrie en realidad, y Jason sabe en ese momento que no podrá cumplir su promesa, que jamás podrá seguir adelante con su vida, no después de haber oído ese grito, realizado con la garganta de su novia. Y no es lo único con lo que no puede cumplir, porque tampoco se ve capaz de eximirse a sí mismo de la culpa, él debería haber cuidado de ella y no permitir que la mordieran.

Las cosas no son como deberían haber sido. Hace tiempo que se torcieron.

Jason no había crecido con ilusiones de familia. Era un chico rebelde y solitario. Amaba a su madre, por supuesto, pero tenía verdaderos problemas para adaptarse a la vida en sociedad. Hasta que había conocido a Carrie. Con ella, Jason se había visualizado en el futuro, y no había visto chupas de cuero, una moto trucada y una vida salvaje. Se había visto a sí mismo como un padre de familia orgulloso de su mujer y sus hijos, dispuesto a ir todos los días a trabajar, religiosamente, y llevar una vida normal. Y no había tenido dudas de que así debía ser. Puede que los padres de Carrie no aceptaran su relación, pero Jason estaba seguro de que podía cambiar. Gracias a Carrie, él podía ser quien quisiera.

Y ahora, cuando el monstruo en que se había transformado el cuerpo de Carrie se levanta y se lanza a la carrera hacia él, Jason alza el puño con la piedra y espera, los ojos llenos de lágrimas y los dientes apretados con tanta fuerza que parece que vayan a romperse, la expresión de un hombre que va a hacer algo que nunca pensaría que podría hacer. Espera, mientras ella se acerca a toda velocidad. Son apenas unos segundos en el mundo real, pero a Jason se le hacen eternos, los más largos de toda su vida.

Y cuando ella está a punto de agarrarle, Jason descarga con todas sus fuerzas la piedra sobre la cabeza de Carrie. El crujido es brutal. Carrie cae sobre Jason por la inercia de su propio movimiento, rebota contra su cuerpo y cae al suelo.

Esta vez, se queda inmóvil.

Jason vuelve a gritar. Deja caer la piedra al suelo y se tira de rodillas, junto al cuerpo de ella. Así seguirá hasta que le encuentre la división 37-C del ejército de tierra de los Estados Unidos.

15

El grupo de élite del coronel Trask tomó contacto con el grupo de zombis más numerosos a las 17:02. Para entonces, la lluvia había parado, pero el cielo seguía cubierto de nubes. Se adivinaba el azul por el norte, pero aún tardaría en llegar a Castle Hill. Los soldados formaron una línea recta para hacer frente a la horda. Durante los primeros cinco minutos no tuvieron problemas para contener el avance de los muertos, después, el coronel Trask ordenó a sus hombres que retrocedieran, sin dejar de disparar, y pidió refuerzos por radio. Por suerte, el teniente Harrelson se había adelantado a su petición. Sus hombres seguían la marcha de Trask y sus soldados, y al ver que estaban a punto de chocar contra un grupo muy numeroso de zombis, el teniente Harrelson ordenó al sargento Brando que llevara una división a la zona para ayudar al grupo de élite.

Para cuando Brando y sus hombres alcanzaron al grupo de élite de Trask, estos estaban a punto de ser arrollados y ya habían perdido al soldado Trenton. Brando y sus hombres se apostaron de inmediato junto a los hombres de Trask. El sonido de los disparos se hizo atronador y continuo. Dejaron la calle Winewood sembrada de cadáveres.

El último zombi de Castle Hill en ser abatido fue Sawyer, el campeón de dominó al que Mark y Neville tendrían que haber entrevistado. Recibió un disparo en la frente a las 19:20. Para entonces, el ejército había enviado varias divisiones de soldados al pueblo y registraban casa por casa, eliminando a los zombis que encontraban a su paso y buscando supervivientes. El grupo que entró en la comisaría libró una pequeña batalla contra los zombis que, podría decirse, custodiaban a Richard Jewel. Cuando vio a los militares, Richard empezó a dar saltos de alegría dentro de la celda, de un lado a otro, levantando los brazos y gritando lo mucho que se alegraba de verles. Cuando abrieron la celda y le dejaron salir, Richard se abrazó a los soldados, llorando de felicidad. Lo siguiente que hizo fue pedirles Whisky.

Mark y Paula fueron encontrados corriendo en dirección Este, hacia la carretera 110. Mark llevaba a la niña agarrada de la mano. Los soldados le pidieron que tirara la escopeta. Mark lo hizo sin protestar. Tampoco pudo contener las lágrimas, pero se negó a separarse de Paula en todo momento. La niña se abrazó a su cuello, y Mark la llevó en brazos hasta el camión militar.

Todos los supervivientes fueron trasladados hacia el campamento del teniente Harrelson, donde se les inspeccionó minuciosamente. Los heridos por mordeduras fueron ejecutados.

Cinco soldados, contando al soldado Stanley Trenton del grupo de élite, murieron durante la operación de limpieza de Castle Hill. A las 20:00, el conteo oficial, y final, de supervivientes, ascendía a treinta y una personas.

El Cuarto Jinete
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