23
Russell y el padre Merrill alcanzan el taller de Wayne. Russell se lanza contra una pared y se agacha, jadeando y tratando de recuperar el aire.
—Será mejor que me ayudes, Russell.
Russell levanta la cabeza. Se siente incapaz de ayudar a nadie, pero hace un esfuerzo para incorporarse y mira hacia fuera. La multitud que corre detrás de Terence hace que se le encojan los testículos.
—Mierda… Perdón, padre.
—Ya me pedirás perdón más tarde. Tenemos que bajar esta puerta.
La puerta metálica del garaje está completamente levantada. Russell no la alcanza con la mano, pero ve que tiene un enganche para bajarla con una palanca. Se da la vuelta, buscando algo que pueda utilizar.
Stan alcanza el taller, y derriba una caja de madera con botes y herramientas y frena contra un coche azul con el capó abierto que debía ser en lo que estaba trabajando Wayne cuando comenzó todo aquello.
Russell ve la palanca. Está colgada de la pared del fondo, junto a otras muchas herramientas. Corre hacia ella, la agarra y regresa hacia la puerta. Cada vez están más cerca. Verónica, Zoe, Carrie y Kurt ya han llegado. Russell estira la palanca y trata de engancharla. La primera vez falla por unos centímetros. La segunda vez, roza el enganche pero no atina.
—¡Deprisa, joder, ya casi están aquí! —exclama Verónica.
Stan Marshall ha retrocedido hasta el fondo y abre la puerta que da a la oficina de Wayne. Es un pequeño cubículo con una mesa y varios archivadores. El ambiente es desordenado y sucio. En la pared hay un calendario de Playboy. La modelo del mes es una rubia de tetas siliconadas. Parvati no habría tenido nada que envidiarle. Stan no entra en la oficina, pero se prepara para hacerlo y cerrar la puerta a su espalda si es necesario.
—¡Lo intento, maldita sea! —grita Russell, pero de nuevo no logra encajar la palanca en el enganche.
—¡Trae!
Verónica le arrebata la palanca y traza un arco con ella. Lo consigue a la primera. Russell la ayuda, colgándose de la palanca, y entre ambos tiran hacia debajo de la puerta metálica. La bajan hasta la altura de sus cabezas.
—¡Corred! —grita el padre Merrill.
Mark pasa por debajo de la puerta, agachando la cabeza, como una exhalación. No frena a tiempo y se golpea la pierna derecha contra el morro del coche. Su caída hacia un lado es más estrepitosa que dolorosa en realidad. Aidan Lambert consigue esquivar el vehículo y se echa a un lado, pegándose a la pared, con la respiración acelerada. El padre Merrill sigue en cuclillas, animando a Jason y Terence. Russell, Verónica y Zoe sujetan la puerta metálica, en tensión, preparados para cerrarla de golpe en cuanto pase Terence.
Disponen de menos de un segundo. Si lo logran, se aislarán en el taller, al menos durante un rato si la puerta metálica resiste. Si fallan, aunque sea un poco, y esas criaturas consiguen entrar, Russell duda de que ninguno de ellos salga con vida de allí.
Jason se lanza al interior del garaje. Rueda por el suelo y se detiene a los pies de Kurt. Mira hacia fuera. Terence recorre los últimos metros que le separan de la puerta y se tira, como un portero de fútbol para hacer una parada milagrosa. Russell grita, y en ese momento, Verónica, Zoe y el propio agente empujan la puerta hacia abajo.
Para Jason, el sonido que hace la puerta metálica al golpear el suelo es el mejor sonido que ha escuchado jamás.
A ese sonido le sigue otro. El de los cuerpos del exterior golpeando la puerta metálica. Al principio no ocurre nada, y todos permanecen en tensión con la vista fija en la puerta. Cuando la multitud alcanza el taller de Wayne y los cuerpos empiezan a apretujarse contra la puerta, esta se comba hacia dentro. Zoe suelta un gritito de angustia al verlo. Russell, el padre Merrill y Verónica retroceden. Al otro lado, los muertos golpean con los puños y arañan el metal, tratando de abrir un hueco por el que pasar.
Un momento después, es evidente que la puerta resiste, al menos de momento.
Mark lanza un suspiro de alivio que parece relajarles a todos. A pesar de que acaban de rozar la muerte, Zoe lanza un grito de alivio, y Jason ve a Verónica y el padre Merrill abrazarse, celebrándolo. Aidan se les une.
Jason se pone en pie, pero él no tiene nada que celebrar. Su vida acaba de desmoronarse y perder todo el sentido. Su mirada se cruza con la de Carrie, que está temblando y a punto de ponerse a llorar. Jason no dice nada. Camina hacia ella y la abraza, con todas sus fuerzas. Carrie llora, con la cara pegada a su pecho. Jason toca la herida de su nuca con una mano, y al mirarla ve que se ha manchado de sangre, tan sólo unas gotas. Respira hondo, tratando de calmar sus emociones, y sigue abrazando a Carrie, aguantando las ganas de llorar.