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¿Recuerdas a Marvin King? No pasa nada si no te acuerdas de él, puedo refrescarte la memoria.
Marvin King es el fiscal que se ocupó de que declararan culpable a Jason Fletcher. Y si quieres saberlo, en cuanto terminó el juicio se tomó un café de la máquina que hay en el vestíbulo de los juzgados e hizo dos llamadas de trabajo que le llevaron unos diez minutos. Bajó las escaleras del juzgado poco antes de que llegara el coche patrulla conducido por Kurt Dysinger, pasó junto a Brad Blueman, que por entonces ya estaba sentado en los escalones escribiendo en su libreta, se metió dentro de su Ford y arrancó el motor.
Aun habiendo salido con toda esa ventaja de tiempo (Jason Fletcher subiendo a su casa, Ken Jackson apuntándoles con una pistola y disparando a Kurt en el brazo), Marvin King nunca conducía rápido. Siempre iba bastante por debajo del límite de velocidad.
Sin embargo, huyendo de los muertos que acabaron con la vida del agente Jackson, Jason Fletcher apretó el acelerador del coche patrulla hasta el fondo. Y esa es la razón por la que Jason, Dolores, Carrie y Kurt vieron lo que ocurrió en el interior del túnel.
Pero no adelantemos acontecimientos.
La última vez, dejamos a Jason Fletcher montándose en el coche patrulla y apretando el acelerador para huir de los muertos que empezaban a invadir la plaza de la Constitución. Volvamos a ese momento.
En el asiento trasero, Kurt lanza un grito de dolor. La sangre de su brazo ha empezado a manchar la camiseta de Carrie, que mira la herida aterrorizada. Dolores, aturdida aún por la medicación, trata de abrir los ojos para prestar atención, pero se le cierran una y otra vez.
—¿Cómo te llamas?
Carrie mira a Kurt como si se hubiera vuelto loco.
—Carrie.
—Yo soy Kurt, Carrie. Necesito que mires la parte de atrás de mi hombro y me digas qué aspecto tiene la herida.
—¿Eres médico?
—No exactamente. Hazlo, Carrie.
Carrie, asustada, no se mueve. Mira hacia delante, y sus ojos se cruzan con los de Jason, que la miran a través del espejo retrovisor.
—Carrie, hazle caso.
Y eso sirve como revulsivo. Carrie levanta con cuidado el brazo de Kurt y mira por la parte trasera.
—¿Qué necesitas que te diga?
—¿Hay agujero? Eso me dirá si la bala ha salido o no.
—Hay agujero.
—Joder. ¿Muy grande?
—Eh… No sé, como un tapón de botella, más o menos. Los bordes parece que… como si hubiera reventado desde dentro.
—Eso es exactamente lo que ha pasado —asegura Kurt—. Carrie, necesito que tapones la herida.
—¿Cómo?
—Véndala con algo. Y aprieta fuerte.
Carrie mira a su alrededor, pero no ve nada que pueda servir. Se quita la camiseta, que ya está empapada de sangre. No tiene los pechos grandes, pero lo parece debido al sujetador que lleva. Es de esos que realzan. Y en la parte de atrás tiene una etiqueta que le habría encantado al compañero de universidad de Mark Gondry.
Carrie pasa la camiseta bajo el brazo de Kurt y aprieta, haciendo un lazo en la parte superior. Al ejercer presión, Kurt aprieta los dientes y lanza un gemido de dolor, pero Carrie no afloja, sino que asegura el nudo con una segunda lazada. Después, con cuidado, suelta la camiseta y observa que el vendaje improvisado resista y no se afloje.
No lo hace.
Kurt mira a Carrie.
—Gracias.
—De nada.
—¿Qué coño estabas haciendo fuera del coche y pegando tiros? —pregunta Jason desde el asiento delantero, sin apartar la mirada de la carretera. Va a toda velocidad, pisando levemente el freno antes de cada curva para inmediatamente volver a apretar el acelerador.
—Intentaba avisar a toda esa gente. No podía dejarles morir sin más.
—¿Quién va a morir?
Dolores ha abierto los ojos. Kurt vuelve la vista hacia ella.
—Es mi madre —dice Jason—. Hola, mamá.
—Jason! —la voz de Dolores expresa una alegría inmensa al ver a su hijo y ser plenamente consciente. Parpadea, como si quisiera confirmar que está despierta, y después mira a Carrie. Por último a Kurt, y a la herida de Kurt y toda la sangre que ha empapado su ropa y la tapicería del coche patrulla.
—¿Qué está pasando?
—Mamá, no es el momento de hablar de eso.
—Jason, haz el favor de no conducir tan deprisa.
Los ojos se le cierran de nuevo, pero ella los abre de golpe. Kurt sonríe y mira a Jason a través del espejo retrovisor. Les faltan apenas un par de kilómetros para alcanzar el túnel.
—Pero Jason, —esta vez es Carrie— es que yo tampoco entiendo nada. Hace una hora iban a meterte en la cárcel y ahora estamos huyendo en un coche de la policía con un hombre al que acaban de disparar. Y… ¿Por qué se han lanzado sobre él? No entiendo qué está pasando.
—Que me jodan si yo lo sé —murmura Jason.
—Se llama Cuarto Jinete.
Carrie y Jason miran a Kurt. Jason gira de nuevo la cabeza al instante para seguir el curso de la carretera, pero es evidente que sigue atento y a la espera de más explicaciones. Kurt se mueve en el asiento, incómodo y dolorido.
—Todos los ejércitos del mundo persiguen un objetivo común. Todos quieren encontrar el arma definitiva, aquella que les haga ganar cualquier enfrentamiento, o que les haga tan temibles que nadie se atreva a plantarles cara. Como la bomba atómica, pero sin tanta devastación.
Kurt suspira. Se acuerda de Sarah. Y de sus sesos esparcidos sobre la ventanilla de su coche.
—Hace tiempo que se investiga con armas químicas y biológicas. El objetivo es encontrar algo que diezme al enemigos sin necesidad siquiera de entrar en combate. El Cuarto Jinete demostró ser tan destructivo en las pruebas de campo, tan… aterrador y definitivo, que fue aparcado a un lado. Porque no podía ser contenido. La idea, la… necesidad de un gobierno es poder aniquilar a tu enemigo y que la batalla termine cuando caiga el último de ellos. El Cuarto Jinete aniquila al enemigo, pero lo convierte en otra cosa. En algo que no entiende de amigos ni enemigos y que se volverá contra ti en el momento en que le veas. No se puede… desconectar.
—Y eso es lo que lo hace tan peligroso.
—Sí. Porque si la infección escapa al control, podría exterminar la vida humana. Es exponencial. Cada vez que cae un ser humano, se crea uno de ellos. Y esos dos convertirán a otros dos, y así sucesivamente. Sin detenerse, sin necesidad de descansar y con, aparentemente, un único punto débil.
—El cerebro.
Kurt asiente, en el asiento trasero.
—¿Estás hablando de muertos vivientes? —Carrie habla con desconcierto— ¿Cómo en las películas? ¿Zombis que corren y quieren comernos vivos?
Kurt vuelve a asentir.
—De eso mismo estoy hablando. Y tan sólo seis personas teníamos acceso total al Cuarto Jinete. Algo así no debería haber ocurrido nunca.
—¿Esto es un apocalipsis? —pregunta Jason.
Kurt no lo sabe, y todas esas preguntas han rondado por su mente desde que huyera de la base militar.
—No lo sé —responde—, pero si quieres saber mi opinión, es muy probable que sí lo sea. A menos que la respuesta sea inmediata y letal, el Cuarto Jinete se esparcirá. Y cuanto más tarden en detenerlo, más complicado será. Para que te hagas una idea. Hace poco más de dos horas que el virus se esparció. En una hora más, es muy probable que no quede nadie vivo en Castle Hill.
El silencio que sigue a esa afirmación es tan aterrador como lo es la propia historia que acaba de narrar Kurt. Sólo se escucha el sonido del motor. Acaban de alcanzar el túnel.
—¿Y qué va a ser de Sandra y Eliza? —pregunta, en ese momento, Dolores. En realidad, no sigue de forma coherente la conversación, está demasiado aturdida y somnolienta para hacerlo.
Jason la ignora. Está mirando a Kurt por el espejo.
—¿Qué harías tu?
—¿Yo? —Kurt piensa en ello un momento—. Hace bastante que habría lanzado una bomba nuclear sobre Castle Hill. Cada minuto que pasa es un minuto que una de esas cosas puede aprovechar para correr lejos del pueblo y alcanzar otros lugares.
—Dios mío —Carrie se tapa la boca con la mano.
—Estados Unidos no lanzará una bomba sobre su propio territorio —murmura Jason. Aunque por su tono de voz parece que ni siquiera él cree en lo que está diciendo.
—No, a menos que la situación sea crítica —consiente Kurty entonces será demasiado tarde.
—¿Tan jodida es esta co…?
Jason aprieta el freno de golpe. El coche patrulla derrapa y culea unos metros, pero Jason aferra el volante con fuerza y logra mantenerlo recto. El frenazo hace que Kurt, Dolores y Carrie se estrellen contra el asiento delantero. Dolores despierta de golpe. Kurt suelta un grito al golpearse el brazo herido.
Todos ellos miran hacia delante a tiempo para ver el coche detenido en mitad del túnel, los camiones que bloquean la salida más allá, los soldados apostados tras sacos de arena.
Y sobre todo, al hombre que sale del coche agitando los brazos.
Porque Marvin King se ha asustado al ver el bloqueo, y cuando sale del coche no está pensando en que le pueda ocurrir algo, porque él es una persona honrada y trabajadora que nunca se ha metido en ningún lío. Agita los brazos por encima de su cabeza porque se ha llevado un buen susto. Y grita porque quiere una explicación. Y lo que ocurre a continuación ni siquiera es culpa suya. Los soldados que bloquean la salida del túnel han recibido una breve charla explicativa sobre lo que ocurre en Castle Hill. No les han dado toda la información, pero si la suficiente para atemorizarles. Les han hablado de contención. Y de la letalidad del virus que asola Castle Hill. Así que cuando Marvin King sale del coche agitando los brazos sobre su cabeza, uno de esos soldados se pone nervioso y su dedo aprieta accidentalmente el gatillo de su rifle de asalto. Y el sonido, que bajo el túnel resuena como un trueno en el punto cero de una tormenta, provoca que más de esos soldados aprieten los gatillos de sus armas. Marvin King recibe veintiséis disparos en menos de cinco segundos que le acribillan el pecho y le seccionan el brazo derecho a la altura del codo. El fiscal cae hacia atrás desmadejado como una muñeca de trapo.
—¡Ostia puta! —exclama Jason.
Y sin pensarlo siquiera, mete la marcha atrás y aprieta el acelerador. El motor del coche patrulla ruge con indignación y el coche sale despedido hacia atrás. Jason gira el volante del coche violentamente al tiempo que mete la primera marcha. El coche gira ciento ochenta grados y se aleja de la boca del túnel donde Marvin King yace muerto en el suelo. En apenas unos segundos vuelve a ir a toda velocidad de regreso hacia Castle Hill.