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El Kia Ceed de Mark Gondry frena al ver el aparatoso accidente que ha tenido lugar en la boca del túnel. Neville silba por el asombro mientras Mark detiene el coche del todo en el arcén, junto a otro par de coches. Ambos se bajan. Neville está sacando la cámara de la funda.
Desde donde están, pueden ver un Toyota volcado en un lateral y, algo más allá, un camión que se ha llevado por delante a una Dodge y un Nissan. La Dodge no parece haber sufrido daños y su conductor, un tipo con camisa a cuadros, está de pie junto a la puerta del conductor, claramente conmocionado y con sangre en la frente, pero en buen estado. El morro del Nissan parece un acordeón, y dentro hay una mujer. Podría estar muerta, porque tiene los ojos cerrados y la cabeza ladeada. Hay cristales esparcidos por la carretera y, en un lateral, un parachoques. Probablemente del Toyota.
Neville saca una foto. Mark se acerca al Toyota y ayuda a un par de hombres a sacar del coche a un adolescente con la cara picada por el acné. El adolescente tiene la nariz rota y su camiseta está llena de sangre, pero está bien. Todos pueden oír las sirenas acercándose mientras le ayudan a sentarse en el arcén.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Mark.
—El camión se ha salido de su carril —explica uno de los hombres que ha ayudado a sacar al chico del Toyota— y se ha llevado por delante a todos. Yo me he librado por los pelos —y señala su coche, parado en el arcén delante del Kia.
—Zack Thurston —añade, ofreciéndole a Mark una mano fuerte y curtida por el trabajo en el campo.
—Mark Gondry —responde, estrechando la mano del hombretón.
Un momento después, el coche patrulla del jefe de policía se detiene junto al camión accidentado. Dennis Sloat y Patrick Flanagan descienden del coche de inmediato. A Dennis le basta una mirada para evaluar la situación, y se dirige al grupo de hombres en el que se encuentra Mark. Patrick se queda atrás, señalando el arcén para indicarle a Duck Motton que detenga la ambulancia.
—¿Cómo está el chico, Zack? —pregunta Dennis.
—Tiene la nariz rota, pero está bien.
El jefe de policía dedica una mirada rápida a Mark y al resto de curiosos que se han detenido en la zona, y se gira de nuevo hacia el camión y el resto de vehículos. Duck Motton y un sanitario están bajando de la ambulancia. Ambos corren hacia el Nissan para comprobar el estado de la mujer. Patrick les sigue.
—Está viva —dice Duck.
Mark se acerca a Neville, y ambos observan a los dos policías haciéndose con el control de la situación. Ha sido un accidente sin víctimas mortales, y todos, excepto la mujer del Nissan, han salido por su propio pie de los vehículos. Un momento más tarde, el camión de bomberos llega a toda velocidad, con la sirena puesta, y se detiene junto a la ambulancia. Mark silba al ver a Verónica bajando del camión.
—Joder —murmura Neville.
—Sácale una buena foto a ella, y esa sí que te la compro, joder —murmura Mark.
Neville sonríe. Ambos la siguen con la mirada mientras se acerca a Dennis Sloat. Ellos no se dan cuenta, pero Dennis no la mira directamente nunca, y sus mejillas parecen haber ganado algo de color al acercarse la bombero. Desde donde están, tampoco pueden oírles, pero Dennis le está diciendo a Verónica que no van a necesitarles. Verónica asiente y regresa junto a Terence, pero no se marchan.
Mark observa el cartel situado junto a la boca del túnel. «Visite Castle Hill»; dice. La fotografía muestra el skyline del pueblo desde una zona elevada. Es la vista que puede apreciarse desde el Mirador. Mark tiene tiempo de pensar que parece un lugar agradable donde llevar a la novia a pasar una tarde de campo. No se equivoca. Después, ve que el cartel está lleno de pequeños agujeros y comprende que ha sido el blanco de la puntería de algún chico con un rifle de perdigones. Algún graciosete ha escrito debajo «Visite el Folladero de Castle Hill» con un rotulador. Mark sonríe. Los chavales son únicos pensando en ciertos temas. Seguro que el crío que pintó eso no había visto más mujeres desnudas que las que salen en las revistas
Un par de hombres se han agachado junto al chico del Toyota, que se ha puesto a llorar. Uno de esos hombres, que debe rondar los cincuenta, tiene en la mano un palo lo suficientemente grande como para usarlo de bastón en un paseo por el campo. De pequeño, cuando era Scout y hacían excursiones, solía coger palos como aquel y pensar en ello ahora le trae el recuerdo de su primer amor de verdad. Se llamaba Elma y era monitora en su grupo de Scouts. Tenía doce años más que él, pero a él no le importaba cuando pensaba en ella. Tenía una sonrisa preciosa. Mark sólo conseguía balbucear tonterías cuando ella le ponía la mano en la espalda para darle ánimos. Le rompió el corazón cuando Mark se enteró de que, en realidad, iba a casarse con otro de los monitores.
Recordar a Elma hace que Mark sonría. Mira los árboles de alrededor. No tiene ni idea qué clase de árboles son. En los scouts aprendió a reconocer algunos de ellos: pinos, abetos, robles… Pero esas son las típicas cosas que olvidas con el paso del tiempo. Ahora sólo se ve capaz de reconocer, sin ningún tipo de duda, un pino. Y eso porque todas las navidades las casas se llenan de ellos. En realidad le fastidia. Le gustaría poder saber esa clase de cosas. Pero la verdad es que la vida en la ciudad le ha hecho descuidar muchas otras cosas. Casi no sabe nada de animales, más que de perros y gatos, ni de flores, ni de árboles, ni de estrellas, ni de ninguna de esas cosas que tampoco sirven para nada, en su opinión, pero que se agradece saber.
—Seré un padre aburrido —murmura. No añade la frase clave. Si alguna vez tengo hijos.
Y de pronto, se encuentra pensando en pequeños retoños de Mark Gondry correteando por el pasillo de su casa. No es capaz de imaginarse la cara de una mujer concreta a su lado, pero sí imagina a la perfección todos los detalles del pequeño Mark. Rubio, ojos grandes y oscuros, labios finos y en eterna sonrisa infantil, cara redonda, un lunar aquí, una peca allí, orejas pequeñas. Jamás le llamaría Mark. Odia la manía de llamar a los hijos como a los padres. Le gusta Brian. Y Norris. Y si fuera niña, Sharon, como la protagonista de Instinto básico. Pero no es capaz de imaginar a la pequeña Sharon corriendo por el pasillo de su casa. Al que imagina es a Brian o Norris, corriendo y subiéndose a sus rodillas mientras él acaba un artículo, y preguntándole cuándo van a ir de acampada.
Ni siquiera tiene tienda de campaña o sacos de dormir. La verdad es que a medida que ha ido creciendo se ha ido convirtiendo en un hombre de ciudad, llegando a olvidarse por completo de que existe una naturaleza ahí fuera y que hubo una vez en que a él le apasionaba vivir al aire libre.
—Me he vuelto pasivo.
—¿Cómo?
Zack Thurston se ha girado hacia él al oírle. Mark se da cuenta de que ha hablado en voz alta y menea la cabeza, restándole importancia al asunto. Zack le devuelve la atención al adolescente del acné y la nariz rota. Mark se pregunta, apenas por un segundo, que debe sentir un padre en un momento así, cuando tu hijo vuelva a casa con la ropa ensangrentada y te diga «ey, papá, ¿recuerdas que me dejaste tu coche para dar una vuelta? Vas a tener que ir a recogerlo al desguace».
Mark sacude la cabeza, para salir de la ensoñación en la que él mismo se ha metido por un momento, y mira a Neville, que está sacando fotos.
—¿Qué puta hora es? —pregunta. Y una vocecilla en su cabeza murmura si tuvieras hijos tendrías que moderar tu vocabulario. Está a punto de soltar una carcajada.
—En punto.
—Joder. Vámonos. Vamos a llegar más tarde que la ostia.
Neville asiente, y ambos se dirigen al coche. Mark arranca y entra en el túnel en dirección a Castle Hill en el mismo momento en que la radio del coche patrulla de Dennis Sloat crepita al recibir una llamada. Patrick Flanagan se inclina en el interior del coche y agarra la radio.
—Flanagan —dice.
—Patrick, pásame al jefe.
Es Zoe, por supuesto, desde la comisaría. Patrick saca la cabeza del coche y busca a Dennis con la mirada. Le encuentra detrás de Duck Motton, que está colocándole una mascarilla de oxígeno a la mujer del Nissan.
—Jefe! —grita.
Dennis Sloat se gira y le mira. Patrick le hace un gesto para que se acerque. Dennis camina hacia él y coge la radio que le tiende Patrick.
—Dime, Zoe.
—Dennis, acaba de llamar Russell.
Dennis mira su reloj, para comprobar la hora. Aún es pronto para que ya haya llegado a la prisión del estado con el hijo de Dolores Fletcher, así que debe ser otra cosa.
—¿Qué pasa?
—Ha habido otro accidente. En la Glorieta del Rey, y parece grave.
Dennis maldice por dentro. Otro accidente. ¿Cómo es ese dicho? ¿No quieres pan, pues toma dos tortas? Algo así.
—¿Cómo de grave?
Y a medida que Zoe le cuenta lo que instantes antes le ha contado a ella el propio agente Dinner, el rostro normalmente imperturbable de Dennis Sloat se ve sacudido por esa sensación de desasosiego que producen las catástrofes. Patrick Flanagan, que está detrás de él y lo oye todo, se tapa la boca con la mano por la impresión. Cuando Dennis se gira hacia él, Patrick podría jurar que ha perdido algo de color.
—Patrick, quédate aquí. Dile a Zack Thurston que te ayude en lo que haga falta.
—De acuerdo, jefe.
Dennis se gira hacia Verónica y Terence y se acerca a ellos, corriendo.
—Os necesitan en la Plaza del Rey.
Patrick Flanagan se ha acercado a Zack Thurston y el resto de curiosos que se han parado a echar un vistazo, pero se gira para ver alejarse el camión de bomberos y el coche patrulla, de vuelta al pueblo. Después, se gira hacia Zack para pedirle que le eche una mano tal y como ha ordenado el jefe. No tiene la menor duda de que Zack lo hará. Es un buen hombre y siempre está dispuesto a echar una mano. Ninguno de los dos sabe que en menos de diez minutos Zack Thurston estará muerto.