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Harvey Deep no puede creer que todo se haya descontrolado tan rápido por una puta estupidez. No puede creer que todo su plan perfectamente planeado se haya torcido por un simple error. Cruzó la sala de descompresión sin problemas. Llevaba los tubos ocultos en la mano, para que el soldado Ames no pudiera verlos. Se quitó el traje biológico sin problemas, sin que el chico sospechara nada en absoluto. En su rostro, una gran sonrisa de satisfacción. Pensando que tal vez se pasara de todas formas por Denver, sólo para decirle a Marie Ann que no la necesitaba y que se acordaría de ella cuando estuviera comiendo langosta y tumbado en una playa de arenas blancas y aguas transparentes. Y después, cuando quiso guardar los tubos en el bolsillo de su traje de gala, por estar pensando en otra cosa en lugar de concentrarse en lo que hacía, maldita fuera Marie Ann, uno de los tubos se le resbaló y cayó al suelo, rompiéndose y esparciendo el líquido negro por el suelo.
Harvey Deep se quedó quieto, mirándolo. El soldado Ames también giró la cabeza para mirarlo.
—¿Qué demonios es eso?
Pero el chico era muy joven y ni siquiera podía imaginar que el sargento Harvey Deep estuviera haciendo lo que a las claras estaba haciendo, y en su voz no hubo una sombra de sospecha, tan sólo la curiosidad de quien tiene un trabajo rutinario y ve algo distinto por primera vez en mucho tiempo. Y Harvey Deep, que siempre ha sabido coger ventaja de las situaciones, se gira para mirarle. Y para cuando el soldado Ames cae en la cuenta de lo que está ocurriendo y alza la vista para mirar a Deep, apenas tiene tiempo de intentar desenfundar su arma antes de que Harvey Deep le hunda el filo de una navaja en el cuello, rápido, dos veces. Y el soldado Ames no tiene tiempo de gritar, ni de pedir ayuda antes de que su sangre salpique todo a su alrededor, paredes, perchero, trajes biológicos. Y Harvey Deep sabe que ahora tendrá que darse mucha más prisa y que no hay lugar para más errores. Y se da la vuelta para correr, y no se da cuenta de que el soldado Ames cae al suelo pero sus piernas ya son presas de los espasmos. Y Harvey marca el código y empuja la puerta para abrirla, y gira la cabeza a tiempo para ver al soldado Ames levantándose de nuevo, con la boca abierta en expresión hambrienta. Y el cerebro de Harvey Deep no es capaz de procesar correctamente lo que ve, porque no puede entender que ese hombre esté en pie con esos dos agujeros en la garganta de los que aún sale sangre que se derrama por la ropa del soldado Ames. Y el soldado Ames empieza a correr hacia él, con un gruñido que hace que todos los huesos de Harvey Deep se estremezcan. Y Harvey grita y retrocede, a la carrera, pero el miedo le impide cerrar la puerta de golpe, lo que habría encerrado al soldado Ames en aquella sala y habría evitado todo lo que pasará después. Y Harvey Deep golpea en su huída a un doctor, que cae al suelo desparramando un montón de papeles, pero no deja de correr mientras el soldado Ames salta sobre el doctor y hunde sus dientes en la nuca del hombre, que grita de dolor. Harvey Deep corre, más aterrorizado de lo que ha estado en la vida, y se encierra dentro de una sala marcada como LAB-12, con el corazón galopando en su pecho y el sudor cayéndole por la cara, los ojos desorbitados y las manos temblando. Porque por fin se ha dado cuenta de que el soldado Ames ya no estaba vivo cuando se levantó.
Y se queda allí, apoyado contra la puerta, oyendo los gritos, los gruñidos, el caos que se desata en la base. Un momento después, se va la luz y se encienden las luces de emergencia. Escucha disparos. Y más gritos. Y más gruñidos.