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El agente Patrick Flanagan y Zack Thurston están ayudando a Duck Motton y al sanitario, un chico joven de mirada huidiza llamado Gabriel, a estabilizar a la mujer del Nissan en una camilla, antes de subirla a la ambulancia cuando escuchan los motores acercándose. Patrick Flanagan se da la vuelta y observa los cuatro camiones color verde militar que se detienen un poco más allá de los coches que se han estacionado para observar el accidente. Al instante, un montón de soldados baja de los camiones y empiezan a tomar posiciones, rodeando la boca del túnel y, por tanto, a todos los presentes. Patrick Flanagan tuerce el gesto.

—¿Qué coño hacen?

—¿Maniobras? Se mueven como si estuvieran rodeándonos.

—¿Qué coño…?

Patrick Flanagan no termina la frase. Los soldados están apuntando con sus armas a los curiosos que se pararon a ayudar y rodean al chico del Toyota.

—¡Eh! —grita— ¡Eh, no han hecho nada! ¿Qué coño se supone que es esto?

Un soldado, probablemente un teniente, deduce Patrick por los galones que adornan la pechera de su uniforme, se acerca a él y le coloca una mano en el pecho, deteniéndole.

—Agente, soy el teniente Harrelson.

—¿Qué coño están haciendo? ¡Esos hombres no han hecho absolutamente nada!

—No lo dudo, agente, pero estamos en medio de una crisis y el ejército de los Estados Unidos está tomando el control de la zona.

—¿Una crisis? —Flanagan no entiende nada— ¿De qué coño está hablando?

—Agente, si quiere servir de ayuda, colabore con mis hombres. Si no, será tratado igual que el resto.

—¿Cómo ganado? —pregunta Zack Thurston a la espalda de Patrick Flanagan— ¿A dónde les llevan?

El teniente no aparta los ojos de Patrick Flanagan, pero este sí lo hace. Mira más allá, y ve que los soldados están ordenando a la gente, incluso al chico del Toyota, que aún se encuentra desorientado, que se muevan.

—Vamos a montar una tienda —dice el teniente, señalando una zona despejada de árboles junto a los camiones militares—. Donde podrán descansar y aguardar mientras les hacemos las pruebas necesarias.

—¿Pruebas? —Patrick se siente perdido— ¿De qué está hablando?

—Agente, no pienso perder un segundo más de mi tiempo. Estamos ante una crisis y tenemos mucho trabajo por hacer si queremos contener esto. ¿Va a ayudarnos?

Patrick abre la boca. No sabe qué decir, porque aún está tratando de comprender lo que está ocurriendo.

—Yo me largo. No pienso dejar que ningún soldadito juegue a los médicos conmigo.

Ese es Thurston. Y no ha dado ni un paso cuando dos soldados levantan las armas y le apuntan. Zack se queda quieto, mirándoles con asombro. Patrick levanta las manos, en un gesto pacífico. Más atrás, Duck Motton y Gabriel observan la escena junto a la camilla, boquiabiertos. La mujer del Nissan está inconsciente.

—¡Eh! ¿Pueden bajar las armas? —Patrick mira al teniente— ¿Puede decirle a sus hombres que bajen las armas?

—Nadie entra ni sale de Castle Hill, señores. ¿Entendido?

—¿No van a explicarnos qué está pasando? —Ese es Duck Motton.

—Caballeros —el teniente habla con voz calmada, la voz de un vendedor que sabe que debe agradar al cliente si quiere colarle el precio que pide— hagan el favor de seguir a mis hombres hasta la tienda.

—¡No pueden hacer esto! —Zack Thurston es un buen hombre, siempre está dispuesto a ayudar, pero participó en las revueltas estudiantiles cuando la guerra de Vietnam y no se lleva bien con el autoritarismo. Además, tiene que dar de comer a los pollos de su granja— ¡Soy ciudadano americano!

Zack Thurston da otro paso en dirección a su coche. Los soldados que están apuntándole con sus rifles de asalto se ponen en tensión, y Patrick Flanagan vuelve a gritar, pidiendo calma.

—¡Zack, por dios, espera un momento! —se vuelve hacia el teniente— ¿No va a decirnos que está pasando?

—¡Tengo que llevar a esta mujer al hospital! —grita Duck Motton desde más allá, junto a la camilla.

—¡Mis hombres la atenderán! —asegura el teniente.

—Esta mujer necesita cuidados en un hospital —asegura Duck, que está empezando a enfadarse—. No que la traten en una tienda de campaña en medio de un bosque.

Patrick Flanagan no es idiota, y para entonces ya sabe que algo va a pasar. Se percibe en el ambiente, y nosotros podemos percibirlo también. Sólo hay que mirar los dedos cada vez más crispados contra los gatillos de los soldados, el ceño fruncido de Zack Thurston y la frustración de Duck Motton.

—¡Exijo saber qué está pasando! —grita Zack Thurston.

—¡Se acabó, llévense a estos hombres inmediatamente!

Los soldados avanzan hacia todos ellos, eficaces, rápidos, expeditivos. Patrick Flanagan siente cómo le agarran por un brazo, le arrebatan su arma y le empujan hacia los camiones militares. Otro soldado va hacia Zack Thurston. Patrick Flanagan puede oír perfectamente la voz de Duck Motton pero no logra verle, porque le están empujando y no consigue mirar hacia atrás.

—¡Gabriel, mete la camilla en la ambulancia! Nos vamos al hospital, y si estos soldados quieren impedirlo, tendrán que dispararme.

—¡Yo de usted no haría eso, señor!

Y en ese momento, Zack se revuelve para soltarse de la mano del soldado que le está empujando y echa a correr hacia su coche. Patrick Flanagan ve al soldado que gira su fusil de asalto hacia él y quiere gritarle que no lo haga, que por dios no dispare a ese hombre, pero el dedo del soldado aprieta el gatillo y la parte izquierda de la cabeza de Zack Thurston se volatiliza al tiempo que su cuerpo sale volando hacia delante y cae sobre el asfalto, desmadejado y con las piernas abiertas.

Patrick Flanagan se queda paralizado. Duck Motton y Gabriel retroceden un par de pasos por el asombro, y los soldados corren hacia ellos y les reducen. Un momento después, Duck Motton está tirado en el suelo boca abajo, con las manos a la espalda y un arma apuntándole a la cabeza.

El teniente hace un gesto a dos soldados para que cubran el cuerpo de Zack Thurston, y se acerca al agente Patrick Flanagan.

—¿Qué está pasando?

Patrick se da cuenta de que tiene lágrimas en los ojos. El teniente le mira la placa identificativa del pecho.

—Agente Flanagan, tenemos una incidencia biológica en la zona de Castle Hill y la zona acaba de quedar acordonada. Le ruego que siga las instrucciones que le den mis hombres.

—¿Y… y qué va a pasar con la gente? Los que todavía están en el pueblo. Deberíamos avisar a Dennis Sloat, él podría organizar una evacuación, es el jefe de…

—Agente Flanagan —cortante— limítese a seguir las instrucciones que le den mis hombres. A partir de ahora, cualquier contacto con el interior del pueblo ha quedado prohibido.

Patrick entiende, pero se niega a creerlo.

—¿Les van a… dejar morir?

El teniente no responde, pero eso es suficiente respuesta para Patrick. Después, el soldado que aún le agarra del brazo le empuja hacia el lugar donde ya están construyendo la tienda. Sólo que no parece una tienda. A Patrick le recuerda un corral. O un campo de prisioneros. Y siente que el miedo se instala en sus pelotas y en su garganta.

Le empujan al interior, donde ya están el chico de la nariz rota, el conductor del camión y los cuatro o cinco curiosos que se habían parado a ayudar. Todos tienen expresiones de miedo en sus ojos. Un momento después, Duck Motton y Gabriel son empujados junto a él.

El Cuarto Jinete
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