87
Edith declinó dos invitaciones para ir a cenar con Tommie Harkrider, alegando exceso de trabajo, y aceptó la tercera sólo cuando el viejo abogado se personó en su despacho con un ramo de flores de extravagante encanto. El chófer de Harkrider les llevó a un restaurante francés ubicado en medio de un bosque sembrado de cornejos y rododendros en flor, y se instalaron en una mesa situada en una terraza que dominaba una garganta por la que fluía un torrente.
Él manifestó su curiosidad por el pequeño reloj de sol que ella llevaba colgado del cuello. Edith le explicó su significado.
—El reloj de sol es símbolo de luz y sombra a la vez; es cósmico; es temporal; es eternidad, o la libertad respecto del tiempo; es también mortalidad, o la conquista del tiempo. Nuestros orígenes son gnósticos, dualistas por naturaleza, y participan de los cultos al Sol Invicto y a la Existencia. Parte de una sociedad que surgió en Alejandría en el primer siglo después de Cristo y sobrevivió a las tiranías del obispo Clemente y del Concilio de Nicea.
—Una sociedad de carácter eminentemente místico, presumo.
—El misticismo en sí es un estado que trasciende a la práctica; tiende a esclavizar la mente. A diferencia de los masones, el priorazgo de Sión o el de Rose-Croix, poseemos un mínimo de doctrinas, y no secretos enmascarados en forma de metáforas. Carecemos de intereses morales o políticos, y ninguno de nuestros miembros ha aspirado jamás a un trono. Creemos que la voluntad de Dios es la fuerza suprema en el universo, y que la voluntad humana es la fuerza suprema en la tierra. No obstante, existe una fuerza al otro lado de las leyes que intenta constantemente subyugar esa voluntad. Los resultados a lo largo de la historia han sido épicos y obscenos: Masada, Languedoc, Bizancio… ¿Queda algún territorio en este mundo que no haya sido asolado en su momento? Nosotros creemos, al igual que los egipcios anteriores a Cristo, en el poder positivo de la cruz como una fuerza surgida de la naturaleza. Nuestro único ritual, si quiere llamarlo así, consiste en la práctica continuada de la oración, que refuerza nuestro poder mediante el esfuerzo comunitario. Yo no represento más que un punto focal en el conjunto de esa fe y del espíritu que subyace en ella.
—Pero, además, usted es una abogada excelente. —Tommie parpadeó—. Me han dicho que tenga cuidado con usted, Edith.
—Creía que el fiscal iba a ser el señor Gary Cleves.
—Sí, lo es. Lo será. Yo he estado colaborando con él, y me gusta. Tengo depositada una gran confianza en Gary.
—Pero tiene mucha más confianza en sí mismo, como es natural.
—Eso, sin duda. La experiencia es lo único que cuenta. Tanto usted como yo llevamos un montón de años en la profesión.
—Yo creía llevar un montón de años en la lucha por la vida —dijo Edith, fingiendo sentirse ofendida.
Tommie se echó a reír.
—Bien, hablando de historias de caballería, de sociedades y de cosas por el estilo, yo diría que fue un poderoso impulso caballeresco lo que la trajo aquí. Ahora que hemos tenido ocasión de charlar un poco, lo comprendo algo mejor. Pero me considero obligado a advertirle que su empresa es una causa perdida. —Sacudió la cabeza agitando su larga cabellera blanca, un despliegue de severidad de magistrado—. Una causa perdida, Edith.
—¿Por qué?
—No existe ninguna posibilidad de que ese chico sea absuelto por un jurado, no importa cuál sea el alegato. Los habitantes de este país ya empiezan a estar hartos de violaciones a la justicia.
Edith pescó una ostra en la crêpe de marisco que había pedido y la abrió por la mitad con la punta del cuchillo.
—La absolución —dijo— puede suponer la resolución menos importante en este juicio.